14
RUUD
—Lud-lud-ger —mi madre estaba tartamudeando y la cara la tenía desencajada totalmente. Para intuir que su marido estaba en mi casa, sus reacciones eran bastante reales a decir verdad.
Mi padre gira un poco su cabeza y mira por encima de su hombro para observarme, ya que me había apartado un poco de ellos. Aunque veía muy bien la situación que se estaba dando desde mi posición.
—Ruud —me llama para que le haga caso —. ¿Podría entrar tu madre al salón para poder charlar en mejores condiciones? Aquí hace un frío que pela.
¿Por qué debo yo ceder siempre? Ella siempre ha repudiado entrar en mi cabaña, ¿por qué ese cambio tan repentino de opinión?
—Dadme una razón lógica y que me convenza para que pueda entrar —me cruzo de brazos mientras espero una respuesta coherente y con sentido de parte de alguno de mis progenitores.
Annelien bufa en respuesta a lo que he dicho.
¿Y así quiere que le deje pasar?
—¿Qué me estoy muriendo de frío y nos vamos a enfermar? Esta anocheciendo Ruud—en eso llevaba razón, cuando se iba el sol empezaba a refrescar bastante.
—Pues me estoy pensando muy seriamente cerrarle la puerta en sus narices la verdad —no era broma lo que decía, se lo tenía ganado a pulso por su comportamiento de mierda que siempre tiene que traer y no desprenderse de él ni por un segundo.
—Mald...—no acaba de maldecirme porque mi padre le está mirando con una seriedad incalculable. Una de las primeras veces que mi padre escucha y ve a su mujer maldecirme.
—Esa boca Annelien —le regaña sin titubear. Me quedo algo sorprendido, porque mi padre siempre ha parecido un robot que hace lo que mi madre pide y nunca le riñe por nada.
—¿Cómo te atreves a mandarme callar Ludger?
Ya va a comenzar con su drama y penosamente para mí me lo tengo que tragar enterito.
—Perdona por entrometerme en todo esto —gesticulo también con mis manos —, pero en ningún momento ha mencionado la palabra callar.
—Como si la hubiera dicho — ¡uf! No sé cómo mi padre sigue casado con ella y no le ha pedido todavía el divorcio.
—Con esas palabras ha bastado y sobrado —Annelien parece ser que solo sabe hacer dos cosas: una de ellas es mirar mal a las personas cuando le dicen sus verdades y otra mandar.
—Déjame entrar mocoso —habla entre dientes. ¡No aprende más esta mujer!
—Fuera Annelien —interviene mi padre ahora. La recién nombrada le mira con sorpresa por su repentino afán por hablar y posicionarse en contra de ella.
Mi madre sin hacer caso, empuja a mi padre —que está bloqueando la entrada para que no entre —, y se adentra en mi cabaña. Me pongo frente a ella, obstaculizándole el paso para que no pueda avanzar.
—¿A dónde crees que vas? La salida está en la dirección contraria —le señalo detrás suyo. La inesperada reacción de mi madre me causa gracia. Ella mira por encima de su hombro hacia la salida y mi padre le señala haciendo gestos con los brazos adelante, pero ella en vez de darse la vuelta para irse, se fija en mí y con una sonrisa hipócrita me dice:
—No vas a tener tanta suerte de desprenderte de mí —hace una pausa de varios minutos. De mientras me mira a los ojos y no los aparta de ahí hasta que habla de nuevo —. Te pienso hacer la vida imposible.
—Poco a poco me estoy acostumbrando a ello, ¿recuerdas que llevas días incordiándome? No me dejas descansar por tus boberías de experimentar con mi sangre para hacer cosas que no son legales —al terminar de decirlo, pienso que he metido la pata hasta el fondo cuando observo la cara de mi padre y es ese el momento en el que me tapo la boca con mis manos.
—¿Experimentar? ¿Sangre? —Pregunta confuso — ¿qué le has hecho Annelien? —se dirige directamente a mi madre. Da tres zancadas, le coge del brazo para que estén cara a cara y responda a las preguntas hechas por él.
Annelien se hace la digna y no responde, se mantiene callada mirando a un punto ciego.
—Ruud ve a tu habitación —demanda mi padre.
—¡No! —digo firme —Soy lo bastante mayorcito para escuchar lo que tengáis que hablar y por si fuera poco este tema va conmigo por si no lo recuerdas —no me quiero cabrear. A veces me falta poco para estarlo y ahora me falta nada para estarlo.
Mi padre no me replica más y vuelve a estar pendiente de Annelien.
—Habla Annelien, por lo que más quieras empieza a largar todo —se le veía muy enfadado, se le estaba notando cada vez más en la voz que le salía. Esperemos que no acabe realmente mal.
Ella de nuevo se mantiene en sus trece de no querer soltar prenda.
—No tienes nada que perder ya Annelien —ella al escuchar mi voz, por una fracción de segundos se fija en mí y me sonríe. Cuando sonríe, no es que venga nada bueno después, sino todo lo contrario a ello —. Al que lo tenías comiendo de tu mano —hago referencia a mi padre —, ahora ya sabe un poco de lo que tú haces; de la verdad —ella obviamente no me mira con buena cara y yo sigo —. Habla, habla —sonrío enseñando los dientes.
Si ella va a ser una hija de puta, yo no me voy a quedar atrás.
—¿Te has vuelto tímida ahora? —me burlo ahora que puedo. Sé que no debería, sé que no es correcto, pero los impulsos a veces ganan a las formas.
Seguramente estaba batallando consigo misma para decidir qué iba a hacer ahora. Lo tenía que decidir pronto, porque yo no la voy a tener en mi casa por mucho rato. ¡Me niego!
—¿Te has puesto ya de acuerdo con tu cabeza? —pregunto cortando el silencio que se había formado. Mis padres me miran y yo me encojo de hombros —Estoy cansado y aparte no la quiero tener mucho rato aquí. Además, que a ver si se te va a pegar algún virus que haya rondando por mi salón —no estoy contando ninguna mentira y ella lo sabe.
—Rudolf — ¡uy! En todos los años que llevaba de vida, mi padre jamás me había llamado por mi nombre completo. Y para mí que me llamarán así era que me estaba portando mal o haciendo las cosas de la peor manera posible, como era en este momento.
—Pero papá —replico —, ella siempre empieza —le señalo a Annelien.
—¿Y porque lo haga ella lo tienes que hacer tú? Se te tiene que pegar lo bueno de las personas, no lo malo.
—Y si ella no tiene lado bueno, ¿qué? —tenía la atenta mirada de los dos. Pese a qué lo que trasmitían el uno y el otro eran distintas.
La mirada de mi madre trasmitía odio puro hacia mi persona. Por otro lado, mi padre estaba intentando que me quedara callado, mientras que en su rostro reflejaba nerviosismo.
—¿Vas a callarte ya, Ruud? No hagas que me cabree —mejor me quedo calladito y sin hablar como si fuera una momia.
Hago el gesto de que me cierro la cremallera en los labios y sin decir nada más me dirijo a mi butaca para sentarme.
—Ahora que nuestro hijo no va a intervenir más en esta conversación —levanto mi brazo haciendo gestos para corroborar lo que decía mi padre —, empieza a decir todo lo que tengas que decir, sin guardarte nada.
—No hay nada que decir —le oigo decir. ¿Qué?
Y ahora a la señora le da por no querer hablar. Así no vamos a avanzar jamás. Mi padre quiere saber la verdad y mi madre no está por la labor de abrir la boca para contar algo.
—Lo siento por hablar papá, pero si ella no larga por esa boquita algo en minutos lo voy hacer yo mismo —esto aún lo digo sentado en la butaca y sin mirarlos a ninguno.
Una vez que giro un poco mi cuerpo, en lo primero que me percato es en el semblante de mi madre que esta neutro.
—Hazlo ya, no quiero que se alargue más todo esto —a mi padre se le nota agotado, que creo que será del viaje que ha tenido que hacer hasta el pueblo.
—Pues voy a empezar —me coloco bien en la butaca, para seguidamente impulsarme con las manos puestas en los brazos de esta hacia adelante para poder levantarme y ponerme en pie. Avanzo hasta quedar justo al lado de los dos, formando así un círculo. Intercalo mi mirada entre los dos antes de comenzar a relatar todo lo que ha pasado —. El día en el cual llegaron mí hermano vino aquí, llego a Lake Louise antes que ella. Más tarde bajamos a la cafetería donde nos encontramos a mamá con mi supuesto mejor amigo.
—¿Ewout? —Pregunta algo confuso — ¿Qué hacía ahí?
—Sí papá Ewout, ya irás sabiendo —en lo poco que había contado no había hecho contacto visual con mi madre, solamente con mi padre —. Sigo con lo que estaba contando anteriormente —Ludger asiente con la cabeza dándome a entender que lo hiciera —. Sabía que Annelien iba a hacer cualquier cosa para intimidarme o dejarme en ridículo como siempre lo hace. Qué pena que esa vez fui más astuto que las anteriores veces y no le deje que lo hiciera.
Hago una pausa en la que mi progenitor se dirige a su mujer.
—¿Por qué siempre lo has querido menospreciar? —no le deja que conteste porque sigue hablando —Vale que sea algo distinto a los demás, se puede apreciar —Ludger me mira de arriba abajo con los ojos, pero sin tener intenciones de burlarse —. Es una persona igual que tú y que yo. Siempre has querido que su autoestima este más abajo que el suelo. ¡Eres despreciable!
Me acabo de quedar perplejo con las últimas palabras dichas por mi progenitor.
—Sigue hijo, no quiero escuchar nada de lo que venga de mi esposa —se están poniendo feas las cosas.
—Antes de continuar, debo decirte otra cosa antes, ¿sabías de la muerte de una pueblerina de aquí? —este frunció el ceño sin saber de qué hablaba.
—No, pero parece ser que va con el tema en general —yo siento con la cabeza.
—Para no molestarme más, me salí de la cafetería y me fui al lago, ahora mismo es un sector que está restringido por las autoridades porque aún están investigando la muerte de esa chica.
—Perdón por interrumpir, pero... ¿quién mató a la chica?
—El veneno de una serpiente —Ludger abre mucho los ojos, pero sé que se está dando cuenta por dónde iban los tiros.
—¿Cuál es el nombre de la serpiente? ¿Eres sospecho? ¿Creen que has matado a la chica? —mi padre me estaba bombardeando a preguntas. Las decía una tras otra, casi sin pararse a respirar.
Trago la saliva que estaba reteniendo en la boca y me apresuro a contestar con algo de temor por la reacción que pueda tener la persona que tengo al lado.
—Crótalo azul —mientras digo esas dos simples palabras, le miro directamente a los ojos. Siento nervios. Al ver que esta con la boca abierta y no va a poder articular alguna palabra, sigo respondiendo a las preguntas hechas por él —. Soy sospechoso, pero antes de que digas nada, soy inocente. No sé cómo fue a para mi sangre al cuerpo de Noor —en realidad tenía una ligera sospecha de que podría haber sucedido —. Y lo creen y más desde que por culpa de tu hijo mayor y tu mujer llamaron a la policía.
Todo queda en silencio cuando acabo de hablar, mi madre que desde hace minutos no se le escuchaba. De todos modos, estaba de pie a mi lado derecho. No se ha movido de su sitio.
—¿Hay más cosas? —yo asiento con la cabeza, moviéndola de arriba abajo —Prosigue entonces —me cede de nuevo la palabra.
—Mannes me siguió hasta el lugar, no me pareció raro hasta que cuando volví acá. Se encontraban aquí un policía y tu mujer en la entrada.
Yo creo que con todo lo que me ha pasado y me ha hecho Annelien, mi padre tiene un par de motivos de peso con los que podría pedir el divorcio a mi madre y desprenderse de ella para siempre, siendo totalmente libre; sin que nadie te esté atosigando diciéndote que hacer a cada rato, aparte de estar contantemente en la mira.
—¿Te esperaban aquí?
—Exactamente, pero no acaba ahí la cosa, yo sabía que al menos me iban a llevar a interrogar, por eso mismo camine montaña arriba, llegue a un punto donde me quede ahí, hasta que alguien viniera a buscarme y llevarme a la estación de policía.
Como me estaba cansando de estar de pie, me puse a dar vueltas a la estancia, en círculos mientras contaba lo sucedido días atrás.
—Quienes me encontraron allí no fueron oficiales, sino niños adolescentes que había contratado mi madre.
Ludger a estas alturas estará flipando con todo lo que le estoy relatando.
—Compartimos un par de palabras. Uno de los tantos chavales, dijo algo coherente que al que estaba al mando no le gusto en lo absoluto y entonces le pegó un tiro matándolo de inmediato.
—¿Qué? ¿De dónde sacaron las armas? —me encojo de hombros.
—Quizás se las proporcionó Annelien —le señalo a mi madre.
—¿Qué tiene que ver tu madre en esto?
Parece que mi padre la tiene o la tenía en un pedestal. El chasco que se va a llevar el pobre.
—Todos los acontecimientos que me han pasado hasta ahora desde que llegó ella a Lake Louise han sido por su culpa.
Esta conversación se estaba alargando demasiado ya, y mi madre aún no había abierto el pico para emitir al menos algún sonido. Parecía que estaba muda.
Me coloco frente a ella, dándole la espalda a mi padre. Ella se encontraba con la mirada puesta en el suelo, quizás estaba empezando a darse vergüenza ajena ella misma por las cosas que ha estado haciendo; aunque pensándolo mejor, no lo creo.
—¿No piensas defenderte o quieres seguir tú hablando? A mí la verdad que me está empezando a quedar la boca seca de hablar tanto —le sonrío de lado en cuanto veo que alza su mirada.
Un gruñido sale de su boca y suelto una carcajada. Levanto las manos diciendo sin palabras vale, vale. Ya sigo yo, no hace falta ser así.
—Tu querida mujer —me aparto un poco para poder ver a mi padre a la cara —cuando llegó y vio el panorama, se desentendió del asunto. Se quería ir de rositas. De cualquier modo, una vez más la detuve. Le dije unas cuantas cosas y me fui directo a mi cabaña, donde me esperaba una maravillosa sorpresa —digo las últimas dos palabras en sarcasmo.
Como nunca se me han dado bien los resúmenes, tengo que contar casi todo tal y como pasaron las cosas. ¡Soy un desastre!
—Esto lo voy a hacer corto —suelto el aire que he estado reteniendo. Echo mi cabeza hacia atrás, llevando mis brazos hacia atrás también, para luego posar mis dos manos en mi cabeza y revolviéndome el pelo.
—Sentémonos mejor —dice mi padre —estaremos más cómodos.
Le hago un ademan a mi madre para que se siente en la silla que está al lado del puf, la veo hacer una mueca de asco.
—No tienes más remedio —le susurro cerca del oído.
Cuando está ya cada uno en su sitio —aunque Annelien lo hace a regañadientes —, el sonido de la puerta se hace presente.
¿Quién es ahora? Como sea mi hermano con Ewout...
—¿No vas a abrir la puerta? —esa sonrisa me la conocía a la perfección y no me gustaba en lo más mínimo.
¿Ella lo tenía todo planeado?
—Eres una maldita víbora sin corazón. Gracias por el halago Ruud —me agradece mientras me imita —. Ve a abrir, no les hagas esperar —se burla —, afuera hace frío.
Espero que esto no sea otra encerrona de las suyas para hacerme de nuevo otra cosa porque mi cuerpo no lo soportaría. Y si es que vienen a —realmente no sé a qué —sepan guardar postura. A parte así escuchan la última parte que le estoy contando a Ludger, que ellos están implicados.
Me levanto del puf donde me encuentro y hace apenas minutos me había sentado. Sin quitar la mirada de mí madre voy avanzando hasta la entrada, cuando tengo la puerta en frente, aparto la mirada de ella y la pongo en el pomo.
—¿Quién es? —no se para que preguntaba eso, cuando sabía a la perfección quienes se encontraban afuera esperando a que alguien abriera y resguardarse de la temperatura muy baja que estaba haciendo. Esperemos que solo estén ellos porque no llevo puesta una sudadera y no quiero espantar a nadie con mi aspecto.
Llego hasta la puerta y de nuevo mi mano se coloca en la manilla, pero aún no tengo la más mínima intención de abrir.
—¿Os ha comido la lengua el gato? —me rio.
—Abre la maldita puerta Ruud, nos estamos congelando de frio —eso se le notaba al hablar, pero vamos a jugar un rato.
—¿Estamos? Yo pensaba que estabas solo Ewout —reprimo una sonrisa, tapando con la mano que tengo libre la boca.
—¿No te he dicho estamos? Esta tu hermano a mi lado —dice.
Seguramente se estaba cagando en mi persona y maldiciéndome internamente por lo que estaba haciendo.
—Abre de una maldita vez —grita más alto.
—¿Y si no quiero? —rio divertido.
En unos minutos quizás podría arrepentirme de lo sucedido ahora. Pese a que en estos instantes lo estoy disfrutando tanto que no puedo parar.
—Mientras más maldigas más tiempo vas a pasar ahí fuera querido Ewout —oigo pasos detrás de mí, me giro para ver quién es —. Papá...
Mi padre me aparta rápidamente y reprendiéndome con la mirada por hacer las cosas más complicadas y se dispone abrir la puerta.
Veo el reencuentro en primera fila entre mi padre y su primogénito. Al ver a mi hermano puedo percibir que sabía que nuestro progenitor se encontraba aquí. No sé en qué momento sucedió que nuestra madre sacó el móvil para mandarles un mensaje a ellos.
—Hola hijo —saluda Ludger a su hijo mayor, debo decir que no en un tono demasiado amigable —. Pasad, estábamos en medio de una charla, aunque como seguramente estéis implicados en ella, podréis quedaros y escucharla —una mueca es lo único que adorna su cara.
Ellos tan obedientes que son, entran en mi cabaña en cuento mi padre se hace a un lado, obstaculizando mi visión.
—¿Has dejado a madre sola? —hablo entre dientes.
—Tranquilo fierecilla, cálmate y hazme el favor de comportarte —suelto un bufido en respuesta.
Me pongo a la par que él y caminamos hasta estar en la mini salita de estar que tengo. Mi hermano y Ewout se encuentran cada uno a un costado de mi madre como si fueran sus guardaespaldas, al verlo me causa risa.
—No hace falta que la cuidéis, ella se sabe cuidar solita. Ya es mayorcita. Coged dos sillas —les comento con tranquilidad mientras mi padre se sienta en su lugar y yo en el mío.
Desde ahí se forma un gran silencio que nadie quería romperlo. El ambiente es demasiado tenso, una familia rota cortada por la mitad, y una amistad que se ha ido a la mierda, ¿qué podría salir mal de esta situación? De todo y nada a la vez.
Las cosas ya estaban estropeadas desde hace años, por lo menos el tema de la familia, ¿y la amistad que mantenía con Ewout? Ahora lo averiguaría.
—Sigamos.
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