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13


RUUD

Hasta que me lo ha dicho no recordaba ese dato, pero lo que no podía hacer era salir de Lake Louise.

Por otra parte, algo debía de hacer porque ya no creía en nada las palabras de mi hermano diciendo que contactó con él. Ahora estaba en mis manos la oportunidad de poder llamar a mi padre y saber parte de la verdad de lo que estaba ocurriendo.

La realidad en estos momentos era que yo estaba algo desencajado por todo esto. No se con que fin hacen las cosas que hacen, ¿matar gente y hacer parecer que le ha matado otra persona? Y a la otra persona cogerla como conejillo de indias para sus experimentos de locos, ¿qué ganan? Nada bueno.

—Gracias por recordármelo, madre— ella me regala una de sus más hipócritas sonrisas.

Me levanto con lentitud y con sumo cuidado por si me caigo por lo débil que se encuentra mi cuerpo.

—¿Me puedo ir ya? —hablo en voz alta para que los tres me escuchen — ¿O hay otro experimento que probareis conmigo? —Poso mis ojos en mi madre y como no dice nada prosigo —Como vuelva a veros a ti o alguno de tus perros falderos por aquí —hago referencia a Mannes y a Ewout —llamaré a la policía. Te he advertido antes con mi hermano...Tu haz que el vaso con agua se llene y rebalse —le informo para que luego no me venga con alguna de las suyas.

Y como ninguno me dijo nada con respecto a quedarme, me encamine en dirección a mi casa pasando entremedias de los tres y es ahí cuando mi madre agarra con fuerza mi brazo haciendo que me detenga. La cabrona de ella apretaba fuerte.

—¿Me puedes soltar? —inclino la cabeza para el lado derecho, y pongo los ojos en mi madre —Suéltame, por favor —no me quería poner borde, pero si ella seguía en ese plan, lo acabaría siendo. Annelien ni responde, ni me suelta el brazo. ¡Perfecto!

¿Está sorda o algo por el estilo?

Sigo en la misma postura y me está empezando a doler el cuello, como veo que no tiene intenciones de soltarme, con mi otra mano, intento quitar la suya. Cuando lo hago, siento otra vez la presión que ejerce, tiene fuerza la cabrona.

¿Acaso quiere que me quede sin brazo?

—Annelien —digo su nombre son desesperación —estoy empezando a perder toda la paciencia que poseo. Libera mi brazo de una vez —ya me estaba empezando a doler y por su culpa me iba a salir un morado —. Me voy a ir quieras o no —le grito en su cara —. Y por una vez en tu vida hazme caso. No te entrometas en mi vida, es más te podrías ir de vuelta a Vancouver, ¿no dices que papá estaba enfermo? Así lo cuidas, a no ser que sea toda una farsa tuya para dejarlo allí con alguna escusa y que no se interponga y sea un estorbo para tus planes —sonrío con hipocresía, sabiendo que en algunas cosas que había dicho, estaba en lo cierto.

Abro mucho los ojos en el momento que ella va aflojando, me quedo impresionado con su acción, no sé si han sido mis palabras —que yo pensaría todo lo contario —o a recapacitado y pensado muy bien las cosas para que me haya soltado añadiendo que me deja marchar.

Mis pies vuelven a andar y mi entras lo hago, sin pararme y sin mirar atrás, le hablo a mi madre:

—Espero que te haya quedado claras mis palabras —me dirijo a ella mientras voy caminando rumbo a mi cabaña, espero tener suerte para que el móvil encienda y pueda hacer la llamada.

Los había dejado atrás a los tres. Lo sabía gracias a que no escuchaba pisadas detrás de mí.

Creo que nunca voy a entender los comportamientos de esas tres personas, mi madre al menos siempre ha sido así de fría, pero Ewout y Mannes no. Me descoloca bastante sus maneras de ser ahora mismo. En un momento pueden estar amables contigo y al segundo cambiar y querer asesinarte.

Además, tiene que a ver algo más grande por el cual estén haciendo estos experimentos y que me usan a mí para ello. Entre esas personas que están implicadas mi madre y ese tal Teunis.

Por lo que pude observar cuando estuve retenido en el cobertizo fue que Teunis tiene más poder que mi madre en todo esto. No sé a qué pertenecerán, pero no debe ser nada bueno. Matar gente no es algo afable y de lo que pueda estar uno orgulloso de ello.

Lo que sí es una incógnita hasta ahora es la cara de Teunis, si no se saca dicha mascara jamás sabré quien se esconde tras ella, porque puede que algo esconda y no eso es un enigma el cual hay que resolver también.

Lo malo de todos estos conflictos que hay es que me encuentro solo y sin ningún apoyo a mi favor. Mi hermano y mi mejor amigo están en el bando de mi madre. Teunis no sé si irá con ellos, pero en él no se puede confiar. Mi padre se encuentra en paradero desconocido, no tengo comunicación con él hace meses y por último y no menos importante; todo el pueblo de Lake Louise. Se habrá corrido el rumor de que yo mate a Noor Seegers y estarán todos en mi contra, muchas salidas no tengo.

Estoy jodido, mire por donde lo mire.

Estoy llegando a mi pequeño refugio, donde me sentía libre de personas como mi madre, pero eso ha cambiado desde el momento en el cual puso un pie en Lake Louise.

Cuando estoy en frente de mi cabaña me encuentro con que la puerta de la entrada sigue abierta.

—No sabe ni cerrar una puerta el estúpido —este chaval es más tonto de lo que yo pensaba, ¿Qué le costaba cerrarla?

Del interior sale alguien que no me hubiese esperado jamás que lo hiciese y más cuando se supone que está enfermo y en su casa de Vancouver.

Estoy en no me lo creo.

—¿Qué haces aquí papá? —me acerco a él mirándole bien a ver si encuentro algo que me pueda decir que está bien y que no le ocurre nada — ¿Estás bien? Creo recordar que estabas enfermo o eso me han contado.

Mi padre está parado en la entrada de la cabaña sin moverse y me mira con extrañeza.

—¿De qué me estás hablando Ruud? — ¡ups! La he cagado un poco, he destapado la mentira de Annelien. Decido ignorar esa pregunta y preguntarle otra cosa.

—¿Por qué llegas unos días más tarde que mamá y Mannes? —sentía demasiada curiosidad por lo que me respondería.

Veo la duda reflejada en su mirada. Aquí está pasando algo extraño, aunque...cuando no pasa algo similar por estos lares. Los días anteriores han sido muy peculiares y locos.

—No tengo la más mínima idea de lo que te ha contado tu madre, pero no estoy enfermo —mi padre siempre ha sido una de las personas más tranquilas que he conocido jamás. Con decir que parece el sumiso de mi madre, ya lo he dicho todo. No obstante, por primera vez lo veo algo alterado en estos últimos segundos —. Como ves me encuentro en perfecto estado. ¿Qué ha hecho tu madre mientras yo he estado ausente?

—Primero me tienes que contar donde has estado —necesito saber eso —. He querido contactar contigo miles de veces, hasta le dije a Mannes que te llamara.

—A mí no me ha llegado ninguna llamada de tu hermano.

Mi padre algo extrañado enciende la pantalla del móvil —que lo llevaba en la mano —y seguramente este mirando en el registro de llamadas por si sale. Al ver que niega con la cabeza sé de primera mano que mi hermano me ha estado mintiendo desde que le dije por primera vez que le llamase.

—Cuéntame de una vez que ha sucedido estos días —mira por encima de mi hombro algo dubitativo y con algo de temor —, aunque antes deberíamos entrar, no es seguro hablar aquí afuera.

Parece ser que todos han estado de acuerdo en cambiar su forma de ser al mismo tiempo.

Su cuerpo hablaba por sí mismo, estaba inquieto y a la vez nervioso. No sabía por qué se encontraba así. Ahora bien, podía imaginármelo. Una de las opciones sería, que ha venido aquí sin que lo supiera mi madre, por ende, podría haber ocurrido en los días posteriores a que vinieran Mannes y Annelien.

—Relájate papá no va a ocurrir nada —Ludger me estaba dando la espalda aún. Iba directo a sentarse en mi butaca. No le dije que se quitase, porque por esta vez y siendo quien es no me importaba que se sentase él en vez de yo.

—No debería estar aquí —niega con la cabeza repetidas veces mientras toma asiento. Yo le miro extrañado.

—¿Hay algo mal? —estoy totalmente perdido. Alguien debería dibujarme un mapa, para poder entender todo esto. Este niega con la cabeza, reacio a darme explicaciones, ¿para qué viene entonces?

—Me debes contar lo que ha hecho tu madre —creo que algo se olía de que podría haber hecho su querida esposa.

—¿Por qué estás tan seguro de que ha llegado hacer algo? —me mira demasiado atento, mientras que seguro está analizando mis palabras en su cabeza —No me refiero a que haya hecho algo malo —que lo ha estado haciendo desde que llego aquí.

—Por favor hijo, dímelo —se lleva las manos a la cabeza —. Necesito saberlo. Estos días he estado encerrado en casa por mentiras que ha inventado tu madre —de lo que se entera uno.

Algo que ya lo suponía, pero no estaba confirmado. No estaba en Vancouver porque estuviera enfermo, no.

—¿Y cuáles son esos embustes que ha soltado por la boca la víbora? —mi padre al decir la última palabra, me reprende sin hablar, con una mirada a bastado —Lo siento —pido disculpas, pero sin ser sinceras, ya que en verdad mi madre es una víbora de pies a cabeza.

—Tu madre me hizo quedarme inventando que unas reuniones en el trabajo y aparte que debían venir a inspeccionar la casa —no entiendo nada de lo que está diciendo, pero yo asiento con la cabeza —. No estas entendiendo nada, ¿verdad? Se te nota en la cara que no lo haces Ruud.

Algo no me cuadra aquí. Primero eso de las reuniones no puede ser posible, Annelien no trabaja junto a Ludger, es imposible que sepa o le pueda informar de las juntas y segundo, lo de la inspección de la casa, me parce una excusa demasiado patética para darle a una persona. Aquí hay gato encerrado y quiero saberlo todo.

¿Por qué todo el mundo me miente? ¿Por qué guardan tantos secretos? Me da olor de cabeza de tan solo pensar en ello.

—¿Sabes lo que pasa papá?

—¿Qué ocurre? —pregunta de vuelta sin esperar un segundo.

—Que no te creo una mierda —sus facciones se están endureciendo y en poco tiempo se va a mosquear, lo veo venir.

—Cuida tu lenguaje con tu padre, más respeto —nunca había escuchado a Ludger alzarme la voz. Siempre es muy calmado conmigo y tampoco se había enfadado conmigo, aunque como se suele decir nunca digas nunca.

¿A qué se debe este cambio en ellos? ¿No les gustaba como eran ellos mismos antes? Porque si me lo preguntaran a mí que personalidad prefiero, escogería mil veces la anterior.

—Si vas a ser así —le señalo de arriba abajo —, lárgate de mi casa. No quiero tener otra persona igual que Mannes —este me mira sin entender aun a lo que me refiero —. Un títere de mamá o del de la careta de payaso —sonrío sin mostrar la dentadura.

Esto es una locura.

—Búscate un lugar donde dormir, yo no te voy a acoger bajo mi techo. No sé si me estas mintiendo o es una estrategia que ha montado mi madre para poder seguir con sus experimentos y poder sacarme sangre —Ludger niega con la cabeza.

—Coge aire y tranquilízate hombre —me pide mi padre —. Inhala y exhala —al ver que yo no le hago caso, se levanta y se pone en cuclillas frente a mí —, te va a hacer bien.

Lo hice un par de veces, hasta que me calmé.

—No puedo irme al hotel del pueblo, tu madre sabrá que me hospedo allí —vuelve a hablar mi padre del tema principal ahora.

¿Qué se piensa que soy? ¿Un alma caritativa que va dejando que se queden en su casa como si fuera un hotel de cinco estrellas? Está muy equivocado si piensa de esa forma.

—No haber venido a Lake Louise entonces —me encojo de hombros. Soy consciente de que no estoy siendo la persona más amable del mundo.

—¡Ruud! —Me regaña mi padre alzando la voz — ¿No entiendes la gravedad de la situación?

¿Y él no entiende mi posición? Que en un par de días me ha pasado de todo. Primero me enfrenté a mi madre, después fui testigo de ver como mataban a un chaval, fui arrestado, después llevado a un cobertizo para sacarme sangre, y por último hoy mismo queriéndome inyectar alguna sustancia por parte de Ewout.

—¿Qué puede hacerte tu mujer si te ve aquí? —pregunto vacilante — ¿Matarte? No me hagas reír —suelto una carcajada escandalosa, pero sin una pizca de humor.

—Tú te lo tomaras a guasa todo. En cambio, esto es muy serio —en estos momentos mi padre no parecía la persona inofensiva y sin casi personalidad que aparentaba estar siempre junto a mi madre, no. Sus facciones eran totalmente serias, no había ni un ápice de alegría en su rostro.

¿Es en serio? Yo no creo que Annelien se atreva a hacerle algo a Ludger. Aunque sea una controladora y no le deje hacer obsoletamente nada, no creo que se atreva jamás a dañarle de alguna forma.

—No te creo en lo más mínimo, todavía no entiendo del todo el asunto de cómo te dejo allí en Vancouver, como para creerte esta milonga que me estas intentando vender para que te crea.

—Le puedes preguntar a tu madre.

—Ella me ha dicho que estabas enfermo y que no contactara contigo —me estaba empezando a desesperar.

La puerta de la entrada empieza a sonar por segunda vez en el día. ¿Quién será esta vez?

Mi padre que hasta hace cinco segundos estaba muy relajado —aunque algo enfadado —ahora se encontraba nervioso y se ha levantado de la butaca. Está balbuceando un nombre; el de Annelien. ¿Qué puñetas sucede aquí? Ando demasiado desorientado en varios temas.

—Ruud sé que estas en casa. Ábreme la puerta ahora mismo —la potente voz de mi madre resuena en toda la estancia.

Llevo mi dedo índice a mis labios indicando a mi padre que se mantenga en silencio y que no diga ni una palabra. Así mi madre no sabrá que hay alguien conmigo aquí.

—Métete en mi habitación —hablo muy bajito a mi padre —no salgas de ahí hasta que te lo indique.

—¿Hijo? —la palabra la usa de una forma burlesca y yo sin quedarme atrás me aparece una sonrisa ladeada.

—Hijo es al que cuidas, no al que atacas —le respondo.

—Deja de aparentar tener cinco años y ábreme la puerta. Debo hablar contigo — ¿hablar conmigo de qué? ¿Acaso no entendió las advertencias de que no viniera a mi cabaña? Parece ser que quiere que ponga una orden de alejamiento. Otra cosa es que los policías me la concedan.

—Y tú deja de fingir amnesia que no te queda para nada bien, mamá —como ella no está acostumbrada a acatar órdenes de los demás recurre a estos términos. Creo que se olvida de algo: aunque a ella no le guste, soy su hijo y la conozco — ¿Te tengo que recordarte que repudias venir aquí? —no dejo que conteste y sigo hablando —Lárgate al pueblo Annelien, no tienes nada que hacer acá, nada se te ha perdido en esta cabaña.

¿Se habrá enterado que Ludger se encuentra aquí y no en Vancouver? Puede ser una opción. De otra manera no vendría hasta donde yo vivo.

—Ábreme la puerta Ruud —repite de nuevo. Que cansina que es.

—No te repitas como un disco rayado; no lo pienso hacer.

Parece ser que su cerebro ha sido sustituido por serrín y por eso no sabe pensar.

Aún sigo en mi diminuto salón, pero hay un cambio. Estoy de pie, no sé qué hacer ahora. Se a la perfección que o debería abrirle. Ella seguramente se las ingenie para entrar.

—¿Estás ahí? —pregunta —Voy a echar la puerta abajo —avisa de antemano.

—Ni se te ocurra entrar. No me has dicho aun que quieres —digo al borde de perder toda la paciencia que poseo.

—Déjame entrar y te lo diré.

—Siento decirte esto —comienzo —. Da la casualidad que esas seis palabras que acabas de decir, me lo han dicho un par de veces y he caído. Lastimosamente para ti, ya no lo haré más. No caeré en tu trampa, madre.

—¡Tu padre no está en Vancouver! —me suelta de sopetón.

¿Le digo que ya lo sé o me lo reservo? ¿Para eso viene?

Camino rodeando mi butaca donde hace unos cuantos minutos se encontraba mi padre sentado. Me dirijo a la entrada, sin intenciones de abrir la puerta.

—He escuchado tus pasos Ruud, sé que estás ahí —vaya oído tiene la cabrona joder, y eso que he sido sigiloso. Apoyo una de mis palmas en la puerta y me dispongo a hablarle.

—Dime lo que quieras decirme y vete, está oscureciendo —es cuando pronuncio la última palabra que me fijo en mi brazo; está apareciendo la piel de reptil.

—¡Tu padre no está en Vancouver! —al parecer le encanta repetir las frases.

—Eso ya lo has dicho y puesto que no padezco de sordera, te he escuchado claro y alto la primera vez.

Seguramente se estará preguntando como es que estoy tan tranquilo y no esté bombardeándola a preguntas. Quizás hasta sospeche que se encuentra bajo mi techo. Aun así, bajo mi cadáver va a entrar, antes debo estar yo bajo tierra.

—Si has venido aquí a hacerme la pregunta del millón, la respuesta es negativa. Tu marido no ha venido a refugiarse en mi cabaña.

Oigo su gruñido.

—¡Me estas mintiendo! —grita furiosa. Retengo una carcajada. No le veo la cara, pero sería muy gracioso de ver.

—¿No era que estaba enfermo madre? ¿Cómo va a venir hasta aquí? —sonrío. Creo pensar que de aquí va a salir algo de verdad a la luz.

—Eso era una mentira para que no lo llamaras. A veces eres un poco corto de mente —suelta una carcajada. Esta vez creo que la que no ha pensado mucho es ella misma. Cree que soy un inepto y que no me entero de la mitad de las cosas.

Estaba en lo incorrecto.

La puerta de mi habitación es abierta, mi cabeza gira para mirar a mi padre salir de ahí. ¿Qué coño está haciendo? Avanza despacio y sin hacer ruido hasta mi posición.

—Déjamelo a mí —aparta mi brazo de la puerta para coger la manilla con su mano y abrirla. ¡Mierda, esta majareta este hombre!

—Por fin te has decantado...—no termina la oración porque ve que no soy yo con el que se topa de frente, si no con su marido.

—Ludger —su cara es de completo desconcierto, no sabe dónde meterse. Sus facciones cambian de un momento a otro a una de ¿miedo? Sus cambios son como tener un mapa lleno de jeroglíficos.

—Aquí me tienes, ¿no era que me buscabas?

¡Zasca!




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