12
RUUD
Sigo sentado con las piernas estiradas, no oigo ruido. Me detengo a pensar unos segundos para después levantarme del suelo.
—¿Mannes? —no hay respuesta alguna.
¿Dónde se ha metido este hombre ahora? Como se haya ido con mi madre ya me puedo tirarme del pico más alto de alguna montaña. Se lo advertí a ella y no hace caso, perfecto.
Me fijo por toda la cabaña, que se recorre en segundos y no hay rastro de mi hermano por ningún rincón.
Acelerado entro en mi habitación en busca de mi móvil para poder enchufarlo y que se cargue para poder llamar a mi madre.
¿Por qué sigue empeñándose en hacerle mal a Mannes? No va a ser más una persona sana a partir de ahora gracias a ella. Y por otra parte él también ha hecho lo suyo. Le digo que se quede y no me hace caso.
Lo que no me cuadra es como se han comunicado si aquí arriba no hay mucha cobertura. Luego se preguntarán porque me pongo de los nervios.
Sigo dentro de mi habitación dando vueltas sin saber qué hacer, llevándome las manos a la cara y frotándola desesperado. De un momento a otro, escucho como la puerta de la entrada suena, sin esperar un segundo más salgo de mi cuarto y me dirijo a ella.
¿Quién tocara la puerta?
Antes de abrir la puerta, me detengo un momento para tranquilizarme y no estar tan alterado, que no serviría para nada.
—¿Quién es? —mi mano ya estaba en el picaporte.
—Soy yo Ruud —esa voz era la de Ewout, ¿por qué ha subido o a qué?
—¿Qué haces aquí Ewout? —digo con desgana —¡Lárgate!
—Al menos escucha lo que te vengo a decir —resoplo.
—No quiero escuchar nada que venga de tu parte —este ser es más cansino que mi progenitora. Vale que haya aceptado a irme con él y mi hermano hasta aquí. No obstante, no quiere decir que quiera verle y menos tener una conversación. Está muy equivocado si piensa de esa forma —. Vete con mi madre y mi hermano, están juntos, pero seguro que esa información no es nueva para ti, ¿verdad?
Tengo la puerta cerrada aún y por ahora no tengo intenciones de abrirla para que pase al calor de mi cabaña.
—¿Me puedes dejar pasar? —no contesto —Por favor Ruud, no me hagas rogarte más de lo que ya lo estoy haciendo. Tengo un orgullo que mantener —un chasquido sale de mi boca, y niego con la cabeza.
—Tu orgullo debería haberse esfumado desde el primer instante en el que ayudaste a mi madre —se a la perfección que le ha dolido que dijese eso. Aunque sigue siendo la pura verdad, si no la quiere escuchar, se puede dar media vuelta e irse por donde ha venido —. Ahora te lo estoy pidiendo a buenas, vete, no vuelvas. No estoy para tonterías, estoy agotado y sin fuerzas.
—Ábreme la maldita puerta Ruud —aporrea la puerta y le da patadas con el pie.
¿Se ha vuelto loco? ¡Como destroce algo me lo paga!
—¿Tu no captas el que no te quiero ver? ¡Lárgate de una puñetera vez! —intento tranquilizarme cerrando los ojos, pero ni con esas —No me hagas llegar a mi límite.
—Pues si no quieres que suceda tal cosa, pues déjame entrar, será solo un segundo —su voz ahora parece algo nerviosa.
No entiendo para que tanta insistencia. A pesar de ello, será mejor que lo deje pasar, si no quiero que arme aquí un escándalo, aunque nadie lo escucharía.
—Dos segundos —cedo a sus insistencias. Luego me tacharan de malo, pero soy demasiado bueno para cómo se comportan después conmigo.
Giro el picaporte y lentamente sin esperar que nada malo vaya a pasar al otro lado. Me encuentro de frente con el rostro de Ewout que me produce un escalofrió en el cuerpo. ¿Esa cara de donde la ha sacado? Su mirada es macabra, en segundos se me instala un miedo que no va a quitarse en un largo tiempo.
—Eres tan ingenuo amigo —su tono de voz ha cambiado drásticamente y no oculto mi sorpresa.
¿Qué sucede?
—Deberías de dejar de ser tan bueno y abrir a las personas que solo quieren un mal para ti —no tengo ni pajolera idea de que diantres habla y porque ha dicho. No sé a qué se refiere; bueno quizás sí.
—Ser bueno y ceder en cosas, no tiene por qué ser algo terrible —la voz me va fallando, estoy cagado de lo que pueda suceder al próximo minuto.
—Mírate, pareces un animal herido, enjaulado y asustadizo —sus palabras, obviamente no van con buenas intenciones, si no lo contrario. Me conoce bastante bien y son puntos a favor para él.
—Y tu pareces un gran hijo de puta, no sé qué es peor —me encojo de hombros, tomando una pose más cómoda para mi cuerpo, apoyándome en el marco de la puerta.
Hace el amago de querer entrar en la cabaña y hago un sonido con la boca negándole el acceso.
—¿Tu a donde crees que vas? —este me mira de malas formas, pero después de la mirada de psicópata de antes, esta no me da miedo —No me das miedo Ewout, larga por esa boquita lo que quieres decirme o hacerme y terminamos antes. No entraras a ninguna parte —le advierto.
—Para esto no hace falta entrar adentro —lleva sus manos a su espalda donde tiene una mochila colgada que no me había parado a observarla. De ahí saca unas cosas que no logro ver hasta que lo pone ante mis ojos y estos mismos, se abren bien abiertos en cuanto esas cosas se acercan a mi persona.
Pienso en todas las posibilidades que tengo de salir de este psicópata y solamente hay dos opciones. La primera es retroceder adentrándome en mi hogar; eso sería una muy mala idea, ya que no tengo escapatoria. Así que mejor será que coja la segunda opción, empujando a Ewout y así poder salir corriendo hacia alguna parte y que él no me encuentre. Algo a mi favor que tengo, es que esta montaña me la conozco a la perfección.
Escojo la segunda opción hasta con los ojos cerrados y la llevo a cabo. Le empujo, esquivando majestuosamente lo que lleva en las manos. Ewout cae de espaldas al suelo y es mi momento de salir pitando de ahí.
—No importa lo lejos que vayas, te encontrare Ruud —grita con irritación desde el suelo. Miro por encima del hombro, como se encuentra, está intentando levantarse, pero se tropieza con sus propios pies y se cae de nuevo.
¡Está hecho un torpe!
—Ya veremos —le digo —. Recuerda quien se conoce de arriba abajo la montaña —subo la cabeza hacia arriba mientras sigo corriendo y lo grito, poniendo un tono de superioridad.
Sigo trotando con dificultad por la nieve, las zapatillas de casa se me habrán quedado en algún tramo, porque ahora mismo voy descalzo, doy gracias a que la nieve no me afecte.
Voy disminuyendo la velocidad hasta que me detengo por completo. Me medio agacho, flexionando mis rodillas y llevando mis manos a mis muslos dejando que las palmas descansen allí. Cojo bocanadas de aire para poder respirar normal.
—¡No puedo tener un solo día normal! —chillo a la nada. Correr mucho agota mis fuerzas.
¿A dónde voy? Solo hago más que pensar en mi cama. ¡Mierda, he dejado el móvil cargando! Y que no me olvide de la puerta abierta. Vaya desastre de persona soy. ¿En dónde tengo la cabeza?
Mientras me voy incorporando voy pensando en más cosas. Como por ejemplo, donde tengo pensado ir. No quiero irme de Lake Louis, uno de los inconvenientes que tendría al irme es que no tengo ni un mísero dólar canadiense. Todo mi dinero y documentación, se encuentra en el interior de mi humilde vivienda.
Aquí fuera a la intemperie no puedo dormir, sería algo incómodo e inusual ver a una persona durmiendo tirado en la nieve. Si trajera conmigo un saco, seria todo más fácil, pero como las cosas se han dado tan rápidas, no he podido coger nada.
Todavía no me he puesto en camino de nuevo y no es muy bueno si Ewout sigue mis pasos.
—¡Ruud, voy a por ti! —no se escucha muy lejos desde la posición en la que me encuentro.
¿Y ese elemento que grita es mi mejor amigo? O mejor dicho se hacía llamar mejor amigo, porque después de lo que está haciendo en estos instantes, queda vetado de ser esa palabra.
—¿Dónde estás? —canturrea. Y yo como un imbécil sin moverme. Mis piernas no han recibido bien las indicaciones que le ha dado mi cerebro. Si no me escondo o me muevo de aquí Ewout me va a encontrar y no quiero que pase eso. ¡Está muy loco hoy!
No escucho nada por varios minutos, tampoco me muevo de mi lugar; algo idiota lo sé. De pronto siento como desde atrás me rodean con un brazo mi cuello casi ahogándome y en la otra mano sostiene una jeringa, pero no de esas que son para que los niños tomen jarbe, esta tiene una aguja. Intento mover mi cuello, porque cada vez que lo hago, el aprieta más.
—¡Mantente quieto! —estoy inmovilizado, no puedo hacer mucha cosa, en la jeringa había un líquido medio amarillo que no tenía ni idea de que era, pero nada bueno podía ser.
—Tu estas realmente mal del coco si piensas que voy a hacerte caso —pronuncio las palabras con algo de dificultad, pero logro que salgan de mi boca altas y claras. Antes de que inyecte ese veneno en mi sistema vuelvo a hablar —, no te vas a salir con la tuya. En mi interior puedo hacer que el hielo frene el veneno y que no haga efecto en mí y que lo expulse.
Oigo un bufido detrás de mí, que viene de parte de Ewout.
—¿Te he chafado los planes? ¿Qué querías conseguir con esto? ¿Extraerme algo o solamente inyectarme algo? —tres preguntas hechas que seguramente ninguna serían respondidas.
—Eres una maldita rata —resopla desesperado, aunque sigue firme con su agarre. Yo sonrío, aunque no me pueda ver. Llevo mis manos al brazo que rodea mi cuello e intento quitarlo sin lograr nada y el aprovecha a inyectarme el líquido. Como he estado distraído, no he podido bloquearlo con el hielo.
Siento como circula por mi cuerpo haciendo que flaquee todo mi cuerpo. Caigo al suelo de rodillas en cuanto deja de presionar su brazo en mi cuello. El peso de mi cuerpo hace que me vaya para adelante y mi cara se estampa de lleno contra la nieve.
—Así te quería ver, indefenso —escupe esas palabras como si fuera yo algo tóxico. Se acerca un poco más a mí y me empieza a dar patadas en mis piernas. Empiezo a soltar quejidos, que él los ignora completamente —. ¿Te duele? —es una pregunta bastante estúpida, porque si pegas a alguien fuerte, es de lógica que le duela y por si no era poco ya, empieza también a golpearme en las costillas.
Aprieto los dientes fuertemente para pasar un poco el dolor que me está produciendo ahora mismo. Debería intentar levantarme del suelo. Sin embargo, no tengo fuerzas para hacerlo.
Los ojos se me están cerrando, pero aun algo puedo ver, y siento las fuertes pisadas de Ewout que se coloca casi a la par de mi cabeza. En este preciso momento lo único que puedo llegar a pensar que este es mi final, porque me va a aplastar la cabeza. Estaba equivocado. Su pie lo coloca de bajo de mi hombro para que mi cuerpo se levante un poco y pueda dejarme boca arriba.
—¿Qué me vas a hacer? —no tengo fuerzas para dialogar.
—Pronto lo podrás ver con tus propios ojos —lo escucho de reír, ya que he cerrado los ojos y no los pienso abrir.
No me extrañaría que por los efectos de lo que me ha inyectado me hiciera dormir. Estoy a nada de dormirme. Ahora bien, estoy intentando no hacerlo aún, quiero saber quién va a venir aquí. Aunque no me lo haya dicho, sé que estamos esperando por alguien. Y pueden ser tres personas: Annelien, Mannes o Teunis.
—¿Quién va a venir? —intento sacarle información.
—Cierra el pico. No te diré nada.
Si él está enfurecido, ¿yo cómo debo estar? Tiene más cara que espalda el chaval.
Noto como Ewout se agacha a la altura en la que está mi cuerpo y pasa uno de sus brazos por mi nuca y el otro por detrás de mis rodillas.
¿A dónde me llevara? Antes de poder pensar en otra cosa, una voz familiar se hace presente.
—¿Ya está inconsciente? —era la voz de Annelien, estaba más dormido que despierto, pero eso no quiere decir que no pueda estar atento a lo que pueda suceder a mi alrededor.
—No —gruñe —, es mucho más fuerte de lo que he pensado siempre —confiesa. Sin yo quererlo se me escapa una media sonrisa.
—Eso quiere decir solo una cosa —la voz de mi madre la noto rabiosa y con recelo —, aunque el hielo no ha actuado de inmediato, no va a dejar que lo haga ya. Su aparato circulatorio es algo peculiar, ya que tiene por así decirlo tres sangres: la principal y la que tenemos todos los humanos, la sangre. La segunda es el hielo que la tiene gracias a que su piel, la nieve, por eso mismo no tiene frío y puede andar descalzo o sin abrigo, pero él lo hace para aparentar que es una persona normal —mi madre hablando medianamente bien de mí. ¿Y ese milagro de la naturaleza? ¡Sorprendente! —. Y la tercera y la última es que también tiene sangre de reptil corriendo por su sistema, y por esa razón todas las noches al atardecer, cuando el sol se esconde le sale la piel del crótalo azul.
—¿Eso qué quiere decir? —pregunta algo dubitativo Ewout. Siento su mirada puesta en mí.
—Que cada una de las tres sangres hace una función —él chico que me sostiene, estoy seguro que esta pérdidisimo y no estará entendiendo nada de lo que le dice mi madre.
—¿Qué significa? —se quedan callados, no abro los ojos, aunque estoy seguro que mi madre le ha lanzado una mirada que no es muy grata de ver, ya que significa que está llegando al límite de su paciencia.
—Que lo que hayas preparado y le hayas inyectado por el cuello, no le va hacer efecto, es más, le hará más fuerte aún.
¿Cómo es que puede saber tanto de lo mío?
Ha tenido que investigar sobre cosas referentes o ha estado experimentando con mi sangre, no hay muchas opciones posibles.
—Estoy incómodo, ¿me podrías dejar en la nieve? —mi voz ha salido soñolienta, aun cuando el sueño se me está yendo. ¿Estaré aprendiendo a mentir?
Él no se lo piensa ni dos veces y con nada de cuidado me deja en el suelo, menos mal que la nieve es blanda y no me hago mucho daño, pero al estar malherido por ese individuo, estoy dolorido.
—Podrías tener más cuidado. Me duele todo el maldito cuerpo gilipollas —escupo en un gruñido.
¿Este chico se piensa que soy de goma?
—No me mientas, no te creo nada —sonrío y poco a poco me voy sentando. Abro los ojos lentamente y primero en lo que me fijo es en mi madre y aprieto mis dientes. Mis facciones se endurecen y mira ahora debe de estar seria.
Sin quitar mis ojos violetas de mi madre, hablo.
—¿Dónde coño está mi hermano? —no me quiero descontrolar —¿Qué te dije que hicieras? ¡Maldita sea Annelien! Entre tú y el cara payaso me tienen hasta la coronilla —me estoy desesperando y a la vez me estoy desahogando.
—¿Dónde has visto a Teunis? —mi madre se ha puesto nerviosa de la nada mirando a todos los lados —¿Has hablado con él?
—Lo siento, pero esa información me la voy a reservar hasta que tú empieces a responderme alguna pregunta que te hago —Annelien se piensa que soy tonto de remate.
Si no jugara a veces a su mismo juego, jamás hubiera sido un rival para ella.
—¿Temes a algo madre? —ella niega. Por algún casual no le creo en lo absoluto — ¿Y esa cara de espanto porque es? No era que la más temida eras tú —mis cejas se alzan con superioridad al ver a mi madre de ese modo.
—Serás... —deja a medias lo que quería decir, porque otra voz se hace presente en la escena.
¿Quiénes más se van a acercar hasta aquí hoy?
—¡Madre! —llama Mannes. Bueno...lo que faltaba para el gran momentazo del día.
¿De qué lugar vendrá? ¿Habrá estado haciendo alguna tarea que le haya pedido nuestra madre?
—Aquí tienes a tu hermano Ruud, ¿no lo estaba buscando? —Mannes que se había posicionado justo a la par de Annelien, es empujado con poca sutileza hasta donde me encuentro yo sentado en el suelo.
No sé qué pretende hacer con esto. Nada bueno seguramente, no me cabe ninguna duda.
—¿Me buscabas?
Ah no, este chico es imbécil. Digno de su madre. Cada día se va consolidando un poco más.
—¿Tu en algún momento del día te paras a pensar? —me dirijo directamente a mi hermano. Este busca ayuda en mi madre mirándole. No le doy ninguna opción para que hable ella. Sigo hablando yo —No hace falta ni que respondas, la respuesta va a ser negativa digas lo que digas —Mannes abre mucho los ojos. A lo pronto, sigo a lo mío y no me detengo —. Te he dicho que te quedaras en casa, ¿y qué es lo primero que haces? Largarte porque seguramente ella te lo habrá mandado —señalo a nuestra progenitora con asco —, lo que te manda hacer Annelien corriendo lo haces. Sin embargo, yo te he pedido que te contactes con nuestro padre y no lo has hecho ni una puñetera vez —mis manos se vuelven puños, levanto un poco los brazos para dejarlos caer en la nieve. Resoplo sin ganas.
No quiero ver a nadie en este momento y por eso mismo agacho mi cabeza, mirando hacia abajo.
—¿Para qué quieres llamar a tu padre y molestarle? ¡Él está enfermo! Déjalo descansar.
¿A estas alturas se cree que me voy a creer esas milongas? La lleva clara si piensa de esa forma.
—¿Enfermo? Esa es otra de las mentiras que te has inventado —cuando acabo de decirlo, levanto la mirada y veo nerviosismo en Annelien.
¡Uy, qué novedad!
—Si no me quieres decir nada respecto a mi padre, tendré que hacerle una llamada yo mismo.
—Tú nunca usas el teléfono, además en tu cabaña no hay cobertura —anda cuando quiere como sabe las cosas.
—Para tu información, hoy he puesto mi móvil a cargar para llamarte a ti y saber dónde estaba mi hermano y para responder a lo otro es muy sencillo, puedo bajar al pueblo sin problemas. Allí sí que hay señal —le sonrío sintiéndome ganador.
Antes de que se me olvide, debo preguntar algo.
—¿Para qué me queríais inyectar algo en el cuello? —hablo dirigiéndome a Ewout y a mi madre. El primer mencionado esta callado desde hace un buen rato — ¿Cuántas veces te he dicho que no soy un puto experimento? Deja de probar cosas con mi sangre y extraerla para matar a gente. Sabes lo que haré si no haces caso a mis advertencias. Porque sí, yo advierto no como otras personas —hago referencia a ella.
—¡Maldito chiquillo! —que me maldiga todo lo que quiera, la que va a salir perdiendo es ella.
—Haré lo que he dicho y si es necesario iré a buscar a mi padre —ahora es el turno de mi madre para sonreír.
—No creo que puedas.
¿Me he perdido de algo? ¿Por qué no puedo salir de Lake Louise?
—Recuerda que te están investigando aún por la muerte de Noor Seegers.
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