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Capítulo 3:

Aun me reía en mi cabeza por mi nuevo descubrimiento cuando mi hija regresó con la comida. Por respeto a los demás habíamos decidido comer en el parque de al frente, no era para nada cómodo almorzar en una sala con un difunto y un mar de lágrimas alrededor.

—El hombre parece haber sido muy querido —comenté, dándole un mordisco al milagroso sándwich.

—Así es. Una vez escuché a alguien decir que él era un rayo de sol en la oscuridad. Creo que no hay mejor manera de describirlo —contó con una sonrisa nostálgica. Yo me acerqué para besar su cabeza.

—La vida es muy corta cariño, y debes aprovecharla. Es demasiado corta como para desperdiciarla en miedos o en rencor —la codeé, esperando que captara mi indirecta, pero ella parecía confundida.

—Sí —respondió con la mirada puesta en el vacío.

—¿Quieres ir al cementerio también? —pregunté.

—¿Estás muy cansada? —me miró.

—Puedo acompañarte, si eso quieres —respondí, sabiendo lo importante que era para ella.

Tomé la ausencia de palabras como una respuesta.

Al volver noté que el ambiente había cambiado. Algunos de los que estaban adentro habían decidido salir a estirar las piernas mientras entablaban conversación con otros. Era como si la tensión inicial empezara a disiparse y todos por fin lograran relajarse. Pero no, no todos, los familiares del difunto estaban muy dolidos como para relajarse aún, tal vez tendrían que pasar días o semanas para que pudieran bromear nuevamente.

Entonces me sorprendí al descubrir el otro grupo: los irrespetuosos. Mientras algunos se preocupaban de conversar en voz baja o reír moderadamente, otros estallaban carcajadas en el cielo mientras mantenían sus conversaciones, como si hubiesen olvidado por completo a lo que vinieron en primer lugar. Aquello me indignó, porque mientras mi hija dejaba todas sus lágrimas en el salón, otros ni siquiera tenían el mínimo respeto por quedarse callados. Pensarán ustedes que yo tampoco respeto el dolor de los demás al estar divirtiéndome con todo esto, pero verán, esto ocurre sólo dentro de mi cabeza, nadie más esta al tanto de mis —hasta ahora— tres clasificaciones de personas en un funeral. Así que no me juzguen.

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