5.4 Verdades y Jardinería
Llegó el martes, y me desperté con un mensaje de Naomi. Aunque le habían prohibido el teléfono, de alguna manera logró mandarme un texto rápido: quería que le enviara mis notas y las tareas por mensaje, ya que su padre tenía su celular monitoreado durante la semana. Me reí un poco, admirando su creatividad para burlar las reglas, y le respondí con un meme. Ella me devolvió un emoji sacando la lengua; ese pequeño intercambio me alivió un poco, recordándome que, al menos, Naomi y yo seguíamos siendo un equipo a pesar de todo.
Sin embargo, la clase de matemáticas fue cuanto menos infernal. Apenas crucé el umbral del salón, sentí la mirada asesina de Trish clavarse en mí. Parecía que sus ojos ardían con una especie de furia contenida, y todo mi cuerpo se tensó de inmediato. Hice lo posible por evitar su campo de visión y me senté en el rincón más alejado que pude encontrar. Decidido a no alimentar más conflictos, traté de concentrarme en el pizarrón, aunque sentía su mirada perforando mi espalda durante toda la clase.
Cuando por fin llegó la hora del almuerzo, me encontré en una situación incómoda: ya no tenía un lugar donde sentarme. El grupo de amigos que solía rodearme parecía haberse dispersado o, en el peor de los casos, habían tomado distancia. "Genial", pensé, "como si no tuviera suficiente con las miradas asesinas."
Mientras consideraba comer en algún rincón apartado, una voz con marcado acento rexicano me llamó desde el fondo del comedor: —¡Por aquí, Anon! No te compliques la vida, pues.
Al levantar la vista, vi a Stella y Rosa haciéndome señas para que me acercara. Sus rostros amistosos fueron un alivio; sin dudarlo, me acerqué a su mesa y me senté junto a ellas. Rosa me observó con una mirada que delataba curiosidad: —Nos enteramos de los chismes, Anon... ¿Es cierto que tú y Naomi están saliendo? —
Me llevé una mano a la cara en un facepalm instantáneo y, con un tono exasperado, respondí: —No, para nada, eso es falso. Solo somos amigos y nada más. —Intenté hacerles un resumen rápido—. Cualquier conexión mía con VVRUM DRAMA terminó. —
Stella me miró con cierta melancolía. —Parece todo un drama coreano...—
Rosa se encogió de hombros y negó con la cabeza. —Nah, esto es más novela rexicana. Pero, en fin, no te sientas mal. Desde mi punto de vista, no solo hiciste lo correcto, sino que tomaste la mejor decisión para todos. Fue admirable la forma en que tomaste el control de la situación.
—Muy impresionante, diría yo —añadió Stella, asintiendo.
Sentí que el calor subía a mis mejillas. Me sorprendió lo reconfortante que era escuchar a alguien expresar apoyo sin juzgar.
Rosa me observó con una sonrisa que irradiaba orgullo: —Si no tienes con quién pasar el almuerzo, puedes hacerlo con nosotras, Anon. Ah, y Spears me contó sobre el castigo que les dio. No te preocupes; intentaré que tengan los trabajos más ligeros y trataremos de evitar que estén cerca de Fang.
Suspiré, sintiendo cómo la tensión en mis hombros se disipaba un poco. La idea de trabajar en un ambiente sin la amenaza de más conflictos era un gran alivio. —Te agradezco el gesto —respondí, sincero—. No sé si Naomi pueda soportar ese trabajo tan pesado. —
Stella frunció el ceño, algo decepcionada, y me dio un toque en el hombro con aire de reproche. —Anon, no eres el más indicado para decir eso...—
Su comentario me hizo sonreír, y, para mi sorpresa, los tres rompimos en una carcajada compartida. Estar con ellas era refrescante, y me hizo sentir un poco menos solo en medio de todo este caos.
Llegó el jueves después de clases, y mi estómago me recordó que hacía tiempo no comía algo decente. Tenía hambre, de esa que solo una Moe's Pizza podía saciar.
Pero entonces recordé el "pequeño" problema: Fang. Si Moe, el dueño y prácticamente un tío para ella, había oído algo sobre nuestra pelea, podía ser el fin de mi vida... o, al menos, de mis días comiendo pizza en su local. Y si alguien sabía todo lo que sucedía en la vida de Fang, era Moe; ese hombre parecía enterarse de cada mínimo detalle.
Sin embargo, mi gula fue más fuerte, y decidí arriesgarme. Entré al local con la esperanza de mantener un perfil bajo y pedí una pizza carnívora para llevar, evitando contacto visual. Pero apenas terminé de pedir, sentí una presencia abrumadora detrás del mostrador. Cuando levanté la vista, los ojos de Moe estaban fijos en mí, con una mezcla de intensidad y calma. Su voz grave me congeló:
—Tráele al chico dos rebanadas Por cuenta de la casa. —le ordenó al empleado con un tono que no admitía objeción—. Tengo que charlar de algo con él.
Tragué saliva, preguntándome si esas "dos rebanadas" iban a ser lo último que probaría en esta vida. Nos dirigimos al fondo del local y nos sentamos en una mesa apartada. Moe cruzó los brazos y me miró un instante antes de hablar, como midiendo cada palabra.
—Me enteré de que las cosas no terminaron bien con mi pequeña Lucy —dijo finalmente, con un tono neutral pero cargado de interés.
Suspiré, sintiendo el peso de lo que había pasado y lo difícil que era hablar de ello. Aun así, intenté explicar.
—Al final, todo se redujo a que ella no confió en mí... suena a excusa, lo sé, pero...
Moe alzó la mano, indicándome que me detuviera. Sus ojos eran serios pero sin rastros de enojo.
—La confianza no es ninguna excusa, chico. Es todo lo contrario; es algo esencial, algo que vale mucho. Y créeme, me enteré de todos los detalles. Sé que mi pequeña lo arruinó en grande —hizo una pausa, dejando que sus palabras se asentaran—. Lo que hiciste, ese valor para darte tu lugar... eso es digno de respeto, y déjame decirte que te aplaudo por ello. —
Miré la rebanada de pizza de pepperoni simple frente a mí. El olor era reconfortante, pero las palabras de Moe me sorprendieron más que cualquier platillo que pudiera servir. Me había preparado para una reprimenda, pero sus palabras de apoyo eran lo último que esperaba.
—Por mi parte, no hay rencores —continuó Moe, con un tono más suave—. Son cosas que pasan en la vida, y no puedo justificar las decisiones de Lucy, aunque me duele admitirlo. Tal vez mi sentido para el amor y las parejas me falló con ustedes dos. A veces, el destino tiene su propio plan, ¿no? —Me dedicó una media sonrisa antes de seguir—. No te sientas mal por cómo se dio todo. Al final, hiciste lo mejor que podías, para ambos. —
Me quedé sin palabras. Tomé un pedazo de la pizza y asentí, saboreando el bocado en silencio mientras procesaba lo que Moe había dicho. Quizás, por primera vez en semanas, sentí que alguien de fuera realmente entendía mi situación, sin juzgarme, sin pedir explicaciones ni tomar partido. Solo un apoyo tranquilo y genuino.
Finalmente, Moe se levantó y dejó un par de billetes sobre la mesa.
—Estoy algo ocupado hoy —dijo, mirando de reojo a la fila de clientes que crecía—. Pero, Anon, si algún día necesitas otra charla o una rebanada, ya sabes dónde encontrarme. —
Moe se levantó de la mesa, pero apenas dio unos pasos cuando una voz familiar lo detuvo.
—El mundo es realmente pequeño —dijo alguien con un tono suave pero firme.
Me giré y vi a Antony, el padre de Naomi, parado justo en la entrada del local. Moe lo reconoció de inmediato y, con una sonrisa cálida, se acercó a darle un abrazo.
—¡Tony! ¿Cómo estás, amigo? —dijo Moe, dándole una palmada amistosa en la espalda.
Antony sonrió, devolviéndole el gesto—. La vida me ha tratado bien, Moe. Aunque últimamente he estado dándole vueltas a algo. Tal vez cometí un error... y parece que el destino se ha encargado de darme la oportunidad de resolverlo, trayéndome hasta aquí —su mirada se desvió hacia mí y noté una especie de evaluación tranquila en sus ojos.
Moe captó la indirecta y asintió, con una media sonrisa—. Los dejo solos entonces; parece que tienen algo importante de qué hablar. —
Con una última palmada en el hombro de Antony, Moe se retiró, dejándome a solas con él. Mientras Antony tomaba asiento frente a mí, justo en el mismo lugar donde Moe estuvo unos segundos antes, sentí un ligero nudo en el estómago. Tenía la sensación de que esta charla no sería del todo cómoda.
Él me miró con una sonrisa un tanto amable, aunque había algo pensativo en sus ojos.
—Quería hablar contigo desde hace unos días —empezó—. No tenía manera de contactarte sin que Naomi lo notara. Disculpa por tomar algo de tu tiempo, pero es importante. —
Mientras él hablaba, jugué nervioso con el borde de mi segunda rebanada de pizza. Tragué saliva y lo miré, tratando de mantener la calma.
—Si es un asunto relacionado con Naomi, entonces me incumbe —dije finalmente, sin evitar un poco de firmeza en mi voz. Después de todo, las últimas semanas habían sido una montaña rusa de emociones.
Antony asintió, sus ojos se suavizaron y me miró con algo que podría ser respeto.
—No te equivocas. Y para ser sincero, Anon... he estado dándole vueltas a muchas cosas últimamente. Siento que me equivoqué en algunas decisiones —hizo una pausa, eligiendo cuidadosamente sus palabras—. Estos últimos años, estuve tan metido en el trabajo que... bueno, creo que dejé de ver algunas señales importantes en Naomi. Todo lo que ocurrió esta semana me abrió los ojos un poco. —
Mientras él hablaba, sentí una mezcla de sentimientos: por un lado, era refrescante ver que Antony al menos reconocía parte del problema. Por otro, una parte de mí no podía evitar recordar que este mismo hombre había dejado que su hija casi muriera de fiebre una vez, y todo por no haberle prestado la debida atención.
Antony continuó—. Naomi ha cambiado mucho. De repente la veo viendo películas clasificación R, y al principio pensé que no era tan grave; solo quería darle algo de libertad, que no se sintiera encerrada en casa. Pero su forma de hablar, su... actitud, incluso se ha vuelto más tosca. A veces escucho que se le escapa una que otra grosería. —
Sus ojos mostraban una mezcla de desconcierto y algo de culpa. Me mordí un trozo de la pizza y lo miré, tragando antes de responder.
—Naomi no ha cambiado —dije lentamente, asegurándome de que entendiera cada palabra—. Eso es algo que debe comprender primero.
Antony arqueó una ceja, claramente sorprendido—. ¿Qué quieres decir con eso?
Aproveché la pausa y lo miré, intentando encontrar las palabras correctas.
—Creo que lo que estás viendo no es un "cambio". Es más bien ella... siendo ella misma. Tal vez ha estado tratando de mostrarte algo de su verdadera personalidad, algo que probablemente ha ocultado por miedo o por sentir que no iba a ser aceptada como es. —
Él frunció el ceño, pensativo, mientras mis palabras parecían hacer eco en su mente.
—¿Quieres decir que este... comportamiento es algo que siempre estuvo ahí, pero que yo simplemente no quise ver? —preguntó, con un toque de incredulidad.
Decidí ser totalmente franco, aunque eso me dejara mal parado. Sentía que era necesario decirlo, no solo por mí, sino también por Naomi. Tomé aire y lo miré directo a los ojos antes de hablar.
—Ella está siendo ella misma por primera vez en su vida. No es que haya cambiado... es que, al fin, tiene la libertad de ser quien realmente es —le expliqué, tratando de ser lo más claro posible—. Mi primera impresión de Naomi cuando la conocí fue pésima; la vi tan... falsa. Esa sonrisa de plástico, una actitud completamente impostada. Esa fue mi impresión inicial.
Hice una pausa, buscando las palabras exactas que describieran lo que quería expresar, y continué.
—Digamos que ocurrió algo que la hizo despertar de esa realidad falsa en la que estaba sumergida. Desde entonces, ella está descubriendo cosas de sí misma, y me ha contado que por eso terminó con Naser. Simplemente... no sabía quién era. De hecho, dudo que lo sepa completamente aún. Yo solo quiero ayudarla en ese proceso, que pueda descubrirse a sí misma mientras yo hago lo mismo conmigo mismo. —
Antony me escuchaba con una expresión difícil de leer, pero había algo en sus ojos que mostraba que estaba tomando en serio lo que le decía. Sus labios se torcieron levemente mientras reflexionaba, y después de un momento de silencio, suspiró antes de preguntar:
—Entonces, dime... ¿qué impresión tienes de nosotros como padres de Naomi? Hablo tanto por mí como por mi esposa. No me refiero solo a lo que ella te haya contado, sino también a tus impresiones personales.
Por un instante, sentí el peso de la pregunta. Las respuestas que me venían a la mente eran duras, incluso hirientes. Sabía que decirle la verdad podría ser brutal, pero también era lo que él había pedido. Antony pareció notar mi incomodidad, y antes de que pudiera retractarme, hizo un gesto tranquilizador.
—Quiero que seas honesto, Anon. Te lo prometo, no habrá represalias ni nada parecido. Necesito saberlo. —
Le sostuve la mirada, queriendo asegurarme de que lo decía en serio, y aun así, dudé.
—¿De verdad me lo promete? —pregunté, incómodo, intentando confirmar una vez más.
Él asintió, y eso fue suficiente.
Tomé aire y decidí no guardarme nada, sin filtros ni adornos.
—Son una mierda —solté, directo, sintiendo cómo las palabras me quemaban al salir—. Son unos padres incompetentes que dejaron a su hija emocionalmente abandonada no sé por cuánto tiempo. Al punto de generarle complejos bastante graves. La pobre se sintió feliz ayer porque usted la regañó... feliz solo porque le prestó atención, aunque fuera de una forma negativa. Naomi... ella... se siente sola. Muy sola. —
Antony cerró los ojos al escuchar mis palabras, y pude ver cómo un rastro de dolor comenzaba a formarse en su expresión. Cuando los abrió de nuevo, sus ojos estaban vidriosos, y una lágrima resbaló por su mejilla, en un silencio que decía más que cualquier respuesta.
Después de un momento, tragó con dificultad y asintió levemente, como si estuviera tratando de aceptar la dureza de la realidad que le acababa de mostrar. Dio un golpe en la mesa, manteniendo su brazo ahí, y dejó escapar un suspiro tembloroso.
—Tienes razón... —murmuró, la voz cargada de arrepentimiento—. Por más que busque algo para justificarme, no puedo. —
Él se quedó en silencio, procesando lo que le acababa de decir, y aunque podía ver la tensión en su expresión, decidí que tenía que añadir algo más, aun si me hacía ver como un atrevido.
—Ella los quiere, ¿sabe? —dije, mirándolo con seriedad—. Si algo he aprendido de Naomi es que, aunque sea una controladora de primera y un poco... psicópata a veces, es una buena persona. Debería pasar tiempo con ella. Estoy seguro de que eso la alegraría muchísimo. Entiendo que es un hombre ocupado, que se preocupa por su familia, pero, por favor... dese algo de tiempo para estar con ella, intente arreglar su error. Deje de ser... una mierda de padre.
Él respiró profundamente, tomando mi sinceridad con calma y casi riendo por lo bajo. Después de un segundo, soltó una risa que no parecía burlona, sino llena de ironía.
—Jamás nadie me había regañado tan duro en toda mi vida como tú lo acabas de hacer, Anon —dijo, con un dejo de incredulidad—. Y me sorprende que precisamente un humano me esté poniendo en mi lugar de esta forma...—
Aquella frase me sonó algo racista, y mis cejas se alzaron por un instante. Sin embargo, antes de que pudiera decir nada, uno de los empleados del local llegó con mi pizza en una caja cerrada y la dejó sobre la mesa. Me preparé para sacar la billetera y pagar, pero el hombre levantó la mano para detenerme.
—Déjalo, yo pago. Considéralo una disculpa por mi comportamiento —dijo, y luego se rascó el cuello, claramente incómodo, antes de añadir, con algo de timidez—. Sé que suena tonto de mi parte, pero... ¿sabes cuál es la pizza favorita de Naomi? —
Suspiré, resignado, recordando las numerosas veces que ella me había hablado de su elección ideal de ingredientes.
—Extra de champiñones y aceitunas —respondí.
Él esbozó una sonrisa sincera.
—Gracias, pediré una de esas entonces...—
—Sin cebolla —interrumpí, recordando un detalle—. Odia la cebolla cuando lleva queso vegano. —
Él asintió, sorprendido por mi precisión, y en sus ojos vi un destello de agradecimiento. Recordé ese pedido específico de Naomi la semana pasada; la había hecho con tanta pasión que era difícil olvidarlo.
Finalmente, tomé mi pizza y salí del local. Mientras caminaba hacia casa, con el fresco de la tarde envolviéndome, un único pensamiento cruzó mi mente: ya quiero llegar y escuchar algo de Joji.
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Llegó el sábado, y me desperté con una mezcla de emoción y nervios. Aunque la situación no era la ideal, vería a Naomi después de varios días, aunque solo fuera por nuestro castigo en el club de jardinería. Su castigo terminaba hasta el lunes, así que esta era nuestra única oportunidad de hablar.
Al llegar a la escuela, me dirigí directamente a los jardines, donde saludé a Rosa y a Stella. Mientras me acomodaba los guantes para empezar, noté a Fang y a Naser sentados al otro lado del jardín. Fang ya me lo esperaba, pero la presencia de Naser me tomó por sorpresa. A pesar de que nuestra amistad ya no era como antes, aún manteníamos una relación cordial. Le lancé un "hola" rápido, al que él respondió del mismo modo, con una leve inclinación de cabeza.
—¿Qué haremos hoy, generala Rosa? —le pregunté, tratando de romper un poco la tensión.
Rosa sonrió con entusiasmo—. Lo de siempre, soldado: quitar la hierba mala, reemplazar el fertilizante, podar algunas rosas que no se dieron y reemplazarlas. —
Asentí y, justo entonces, escuché la voz de Naomi. Nos giramos para verla y ahí estaba, con una camisa blanca, un overol de mezclilla y un sombrero para protegerse del sol. Se veía distinta... No sé cómo explicarlo, pero había algo casi adorable en su apariencia. Me hizo sonreír sin darme cuenta, y decidí aprovechar el momento para bromear.
—¡Pero miren nada más! —dije, fingiendo un acento campirano exagerado—. Doña Naomi vino a ayudar al cien con la raza. —
Stella no pudo evitar unas risas ahogadas y se unió al juego, imitando mi tono—. Fierro, Naomi llegó lista y preparada para el arduo trabajo del día. ¡Dejas en ridículo a estos citadinos!
Naomi, entrando al juego sin pensarlo dos veces, se tomó los tirantes de su overol con ambas manos y adoptó una pose pomposa. Con el mismo acento campirano, contestó en voz alta:
—Alguien tiene que enseñarles a estos citadinos cómo se cuida un jardín de verdad. —
Los cuatro, incluyendo a Rosa, nos reímos a carcajadas. Rosa incluso parecía a punto de perder el aliento de tanto reír. Por un momento, el castigo se sentía como cualquier otra reunión divertida con amigos, y esa risa compartida nos aligeraba a todos, sin importar las tensiones que hubiera entre nosotros.
Mientras Naser y Fang nos veían algo incomodos.
—Ya hablando en serio... —dijo Naomi, mirándome de reojo y con un ligero tono de inseguridad en su voz—, ¿crees que exageré viniendo así? —
Se veía algo avergonzada mientras miraba su atuendo, como si de repente se sintiera fuera de lugar. Le sonreí con sinceridad y negué con la cabeza.
—Para nada, viniste vestida de forma eficiente —le respondí, mirándola a los ojos para que viera que hablaba en serio—. Ya quisiera yo tener un sombrero que me cubra del sol. Y siendo sincero... —me detuve un segundo, apenas notando que ella esperaba mi respuesta—, te queda bien ese atuendo. Es práctico, pero también te ves... bueno, te ves bien. —
Noté cómo sus mejillas se enrojecían un poco y cómo desviaba la mirada hacia el suelo. Tosió un poco, claramente tratando de disimular su incomodidad.
—Gracias... —respondió en voz baja.
Las tareas empezaron pronto, y mientras preparaba las herramientas, un aire de nostalgia me golpeó al recordar que esta era la misma actividad que me había tocado hacer una vez con Fang. La experiencia, en su momento, había sido cualquier cosa menos agradable. Como fang sin ningún tipo de cuidado dejo que esas hiervas me cayeran encima de la cabeza a propósito mientras sostenía la escalera... sé que fue adrede ya que la llame varias veces para que se detuviera, pero no lo hizo, termine jalándole la cola, peleamos, y quede con urticaria.
Naomi se subió a una escalera y se preparó para cortar las enredaderas y las hierbas malas que habían crecido en una parte alta de la cerca. Me pidió que sostuviera la escalera para asegurarme de que estuviera estable mientras ella trabajaba. Aún estaba perdido en mis recuerdos cuando Naomi hizo algo inesperado. Sin decir nada, se quitó su sombrero y lo colocó cuidadosamente sobre mi cabeza.
—Para que no te caigan encima ¿ —dijo en voz baja, dedicándome una sonrisa amable—. Sé lo delicada que es la piel de los humanos. Si te sientes incómodo o te molesta el calor, solo dímelo. —
Me quedé paralizado por un instante, sorprendido por el gesto. Esas palabras parecían pequeñas, pero significaban mucho más de lo que aparentaban; era como si estuviera cuidando de mí... Asentí, intentando devolverle la sonrisa mientras le agradecía con una mirada.
—Gracias, Naomi. En serio. —
Durante las siguientes dos horas, la ayudé a mantener la escalera estable mientras de vez en cuando la movía para abarcar todo el lugar, mientras ella cortaba con cuidado las plantas enredadas y las malezas que cubrían la estructura del jardín. La situación era casi extrañamente tranquila, cada uno concentrado en su tarea, pero había algo reconfortante en esa cercanía, en ese momento compartido en silencio.
Finalmente, cuando terminamos esa parte de la tarea, Rosa me asignó una labor más pesada. Al parecer, por aparte de Naser ser el único chico ahí, me tocaba cargar los costales de fertilizante. Suspiré mientras miraba el montón de costales, pensando en cómo iba a lograr mover todo sin romperme la espalda. Para mi sorpresa, me encontré al lado de Naser, quien también había sido asignado a la misma tarea. Ambos nos quedamos en silencio por un momento, sintiendo la incomodidad del ambiente. Ya no éramos los amigos de antes, pero al menos podíamos ser cordiales.
Finalmente, él rompió el silencio con un comentario que sonó algo triste y melancólico.
—Jamás la había visto usar esa ropa... —dijo, sin mirarme directamente, como si hablara más para sí mismo.
Agarré el siguiente costal, pensando en cómo responder, mientras trataba de calcular la mejor forma de alzar el peso sin dañarme la espalda.
—La verdad es que Naomi está cambiando mucho... —comenté, eligiendo cuidadosamente mis palabras mientras sentía el peso del costal en mis manos—. La Naomi de ayer no es la misma que la de hoy, y probablemente tampoco será la misma de mañana. —
Naser miró al suelo, su expresión reflejando una mezcla de tristeza y nostalgia. Parecía que, al igual que yo, estaba tratando de asimilar el cambio que veía en ella y cómo eso también lo afectaba a él.
—Déjame ayudarte con ese costal —dijo después de un momento, acercándose para echarme una mano.
Sin decir más, se colocó detrás de mí y me ayudó a estabilizar el costal en mi hombro, asegurándose de que el peso quedara bien distribuido y que pudiera cargarlo sin lastimarme. Continuamos trabajando juntos, sin necesidad de más palabras. Aunque había cierta incomodidad en el ambiente, la ayuda de Naser, en ese momento, me hizo sentir que aún quedaba un respeto mutuo entre nosotros.
Pasaron dos horas más, y el ambiente en el jardín comenzaba a calmarse. La mayoría de los estudiantes castigados ya se habían ido, incluida Fang. Noté que Naser decidió quedarse, lo cual me pareció extraño. Estaba acostumbrado a verlo sobre preocupado por Fang en este tipo de situaciones, así que su indiferencia por su partida resultaba sorprendente. Quizás algo estaba cambiando en él.
Rosa, como siempre tan generosa, había preparado mole para todos. Nos sirvió un plato a cada uno, y cuando Naomi probó su primera cucharada, su cola comenzó a moverse de un lado a otro, señal de que realmente le había gustado. Al verla, Rosa sonrió con orgullo, claramente complacida de que su comida tuviera tanto éxito. El ambiente se sentía cálido, con ese toque especial que solo la comida casera logra traer, aunque entre todos se instaló un silencio incómodo.
Después de un rato, fue Naomi quien rompió el hielo.
—¿Cómo te ha ido, Naser? —preguntó con tono amable, mostrando interés genuino.
Naser, sin embargo, respondió de manera algo brusca, sin mirarla directamente.
—Decente... por algo estoy aquí. —
Vi la sombra de tristeza pasar por el rostro de Naomi, como si las palabras de Naser la hubieran herido de algún modo. Él notó su expresión y pareció reflexionar un segundo antes de agregar, bajando la voz:
—Perdón, no quise sonar así. Es solo que... estoy pasando por muchas cosas. De repente, Fang se peleó con papá para recibir terapia, y eso... eso no era algo que yo esperaba de ella. Fuimos a la psicóloga, y ahora todos debemos asistir a sesiones. Mi mamá se lo exigió tanto a mi papá como a mí, y... —Hizo una pausa, suspirando pesadamente mientras miraba su plato de mole—. Encima de eso, me peleé con la subcapitana del equipo de atletismo... Mi cabeza es un completo infierno. —
Rosa, que estaba sentada a su lado, le dio unas palmaditas en la espalda en un gesto maternal.
—Siento que estás haciendo lo correcto, Naser. La terapia no es cosa de locos, sino de gente que quiere sanar —dijo con seriedad, mirándolo como si quisiera transmitirle toda su comprensión—. chico, de verdad necesitas un cambio de aires. Pareces una ramita a punto de romperse. Cargar con tanto estrés no es justo para nadie. —
Naomi lo miró con una intensidad particular, como si sus palabras buscaran abrirse paso en su mente y quedarse allí.—Deja el equipo de atletismo, Naser —dijo con firmeza—. Solo te está perjudicando. Incluso cuando salíamos, siempre te quejabas de esos idiotas, de cómo todo recaía en ti porque nadie más tenía el talento o la determinación. —Hizo una pausa y respiró profundamente, como si buscara las palabras justas—. No vale la pena, Naser. A veces tienes que simplemente dejar las cosas, no pensar tanto en cada detalle. Desde que dejé de sobre analizar todo, siento que soy más libre... Sé que mi opinión...—
Antes de que terminara, Naser levantó la mano para detenerla y, con una expresión sincera, le respondió:
—Claro que valoro tu opinión, Naomi. Aun después de todo lo que ha pasado, tu consejo siempre ha sido importante para mí. Y tienes razón... la psicóloga me recomendó dejar atrás lo que no sirve, lo que solo me estorba. —
La atmósfera cambió sutilmente, como si una pequeña chispa de alivio hubiera prendido en el corazón de Naser. Rosa, entusiasmada, no dudó en aprovechar el momento para extenderle una invitación.
—Últimamente nos visitas mucho, ¿por qué no te unes al club de jardinería? —le sugirió, sus ojos brillando con entusiasmo.
Naser miró su plato de mole con una mezcla de tristeza y nostalgia en su expresión.
—Siempre me gustó la jardinería... —confesó en voz baja, como si aquello fuera algo que nunca hubiera compartido antes—. Pero mi padre... él siempre me decía que la jardinería era cosa de mujeres y... de maricas. Ese es el tipo de hombre que es. —
Rosa arqueó una ceja, sin contener su indignación.—Tu papá es un pendejo. —Lo soltó con una contundencia que no admitía réplica, y el tono en su voz dejó claro que no había nada que justificara semejante comentario.
Naser se quedó en silencio un momento, mirándola con una mezcla de sorpresa y gratitud. Después, comenzó a reírse, como si la risa fuera la única salida posible ante tanta frustración.
—Es el pendejo más pendejo de todos los pendejos... —contestó, y su risa se volvió más amarga, más cargada de años de incomodidad contenida—. Como quisiera poder decírselo en la cara, pero... valoro mi vida. —
Su risa reverberó en el ambiente, y todos nos unimos a ella, aunque en el fondo, sentíamos la seriedad de sus palabras. Era un momento que mezclaba liberación y melancolía, un espacio de sinceridad donde, por un instante, todos éramos capaces de entendernos, más allá de las diferencias o conflictos del pasado.
Stella sonrió con un gesto tranquilo y alentador hacia Naser.
—Naser, si de verdad quieres hacer ese cambio, solo hazlo —dijo, apoyándolo con una sonrisa suave—. Como dice Naomi, no le des demasiadas vueltas. Solo quedan un poco más de tres meses antes de la graduación, ¿no crees que mereces un descanso?
Naser suspiró, como si aún procesara la idea de lo que estaba a punto de hacer. Luego, giró la cabeza para mirar a Rosa.
—El lunes le pediré mi transferencia al director. Intentaré que mi padre no se entere... al menos no aún. —Su voz era firme, pero en sus ojos aún había una pequeña chispa de duda, tal vez miedo.
Rosa asintió, con una expresión decidida.
—Déjamelo a mí. El director me debe ya varios favores —dijo con un tono cómplice, haciéndole un guiño que parecía decirle que, pase lo que pase, no estaría solo en esto.
Al final de la jornada, todos los trabajos quedaron terminados. El cansancio se sentía en el aire, y poco a poco el grupo comenzó a dispersarse. Sin embargo, me aseguré de quedarme junto a Naomi, ofreciéndome a acompañarla hasta su auto, pues quería tener un último momento a solas con ella antes de que se fuera.
Al llegar a su Beetle, ella me hizo una seña para que subiera con ella. Dudé por un segundo, pero cuando vi la expresión en su rostro, comprendí que realmente quería hablar conmigo. Así que obedecí, subí al auto y cerré la puerta con cuidado.
Para mi sorpresa, Naomi se inclinó hacia mí y me envolvió en un abrazo cálido. No me lo esperaba, pero lo correspondí sin dudar. Sentí cómo se relajaba un poco en mis brazos, y me di cuenta de cuánto necesitaba ese contacto, esa seguridad. Después de unos segundos, se apartó y se acomodó las gafas, visiblemente nerviosa.
—Mi padre me dijo que habló contigo el jueves, no me conto muchos detalles pero... —murmuró, bajando la mirada como si aún procesara el significado de aquella conversación—. Y... se disculpó conmigo. Prometió que las cosas iban a cambiar. —Hizo una pausa, y sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas—. Pasamos toda la tarde viendo películas, como cuando era niña. —Una lágrima rodó por su mejilla—. Extrañaba tanto eso... Gracias, Anon, por decirle a mi padre lo que yo nunca tuve el valor de decirle. —
Sonreí, intentando ocultar la mezcla de orgullo y gratitud que me provocaban sus palabras.
—No tienes que agradecerme... Yo llevaba tiempo queriendo decirle sus verdades —respondí, intentando restarle importancia, aunque sabía que las palabras de Naomi habían calado profundo en mí.
Ella sonrió y me miró, con ese brillo especial en sus ojos.
—¿Tienes libre mañana? —
La pregunta me tomó por sorpresa, pero respondí con naturalidad.
—Sí, no tengo nada planeado... aparte de escuchar a Joji todo el día y ver si así logro superar lo de Fang —bromeé, aunque el peso de la situación seguía allí.
Naomi río suavemente, algo en su risa parecía iluminar el auto.
—Entonces, ven a cenar mañana conmigo y mis padres. Mi papá logró convencer a mi madre de hacerlo, y... ella no es precisamente fácil de tratar. Agradecería que estuvieras ahí para darme apoyo. —
Me rasqué la cabeza, reflexionando sobre la invitación, pero algo en su expresión me hizo asentir casi sin dudar.
—Está bien, ¿a qué hora? —
Naomi juntó sus manos, y una sonrisa de alivio se asomó en su rostro.
—A las seis, llega a casa. Y ve casual, no es nada especial... es solo una cena normal, ¿ok? —
Asentí nuevamente, y ella pareció aliviada, encendiendo el motor del Beetle.
—Te dejaré en las afueras de Skinrow, tengo tiempo —dijo suavemente mientras arrancaba el auto.
El silencio entre nosotros se sentía cómodo, como si las palabras ya no fueran necesarias, y solo quedara una comprensión mutua que llenaba el espacio.
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