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3.4 La decisión de Naomi.

Anon asintió, entendiendo que era mejor no discutir. Si Naomi necesitaba distraerse, él le daría una buena distracción y el también necesitaba una... Así que eligió un maratón de películas de culto, centrándose en Quentin Aquilontino, su director favorito en cuanto a acción y estilo. Además, sabía que algunas de sus películas eran lo suficientemente intrigantes y sofisticadas como para captar el interés de Naomi y al mismo tiempo crudas y divertidas como le gustan a él.

La sala pronto se llenó de los sonidos de disparos, diálogos afilados y escenas llenas de tensión. Naomi, a pesar de su malestar, se quedó fascinada con la famosa escena del baile entre Uma Thurman y John Travolta en Pulp Fiction. Se recostó en el sofá, algo más relajada, y murmuró con una pequeña sonrisa en los labios.

"Me encanta esta escena... es tan... hipnótica."

Era extraño Naomi sintió que por un momento estuvo en una especie de trance... pudo verse así misma y a Anon mirando el horizonte desde una cornisa mientras decían palabras inentendibles... ella intento tocar su mano, pero se detuvo y muchas otras escenas pasaron por su cabeza de golpe, la más dolorosa fue ver como ella en un vestido de novia encerró a llorar en un baño... por perderlo... pero ¿Qué perdió...

Ella volvió del trance que al parecer no duro ni un segundo, pero una enorme sensación de vacío invadió su corazón.

La sala pronto se llenó de los sonidos de disparos, diálogos afilados y escenas llenas de tensión. Naomi, a pesar de su malestar, se quedó fascinada con la famosa escena del baile entre Uma Thurman y John Travolta en Pulp Fiction. Se recostó en el sofá, algo más relajada, y murmuró con una pequeña sonrisa en los labios.

—Me encanta esta escena... es tan... divertida. —
Anon, que había estado observando su reacción, se sintió aliviado de ver que, al menos por ahora, las películas lograban sacarla de su mal humor.

El helado se había acabado. Naomi, con una voz más apagada que de costumbre, le dijo a Anon que había comprado algunos litros más que estaban en la nevera. —Ve por el de pistache, por favor. —

Anon asintió y se levantó sin pensarlo demasiado. Caminó hasta la cocina, abrió el refrigerador y sacó el bote de pistache. Justo cuando lo tenía en las manos, sonó el timbre.

Naomi, todavía abatida, ni siquiera hizo el intento de levantarse. —Anon... ¿puedes abrir tú? No tengo ganas... —

Anon aceptó y, mientras se dirigía a la puerta, una sensación de incomodidad lo invadió. Por favor, que no sea quien creo que es... pensó. Abrió la puerta y ahí estaba: Naser.

El corazón de Anon dio un vuelco. "Mierda... este tipo me va a dar una paliza," pensó con nerviosismo. Pero, para su sorpresa, Naser no parecía enfadado. Solo lo saludó con una mirada cansada y dijo, casi en un susurro— Supongo que era verdad... —Anon no supo qué decir, pero antes de que pudiera reaccionar, Naser continuó —Naomi me contó todo. Solo... solo quería darte las gracias, Anon. Si no hubieras estado ahí... no sé qué habría pasado con Naomi, soy un pésimo novio... maldita sea. —

Naser se veía devastado, sus hombros caídos y su voz llena de arrepentimiento. Anon, viendo el estado en el que estaba, decidió hablar con calma, intentando aliviar un poco la tensión. —Mira, Naser, tal vez no hayas hecho todo bien, pero eso no significa que todo esté perdido. Todavía puedes compensar las cosas... si realmente lo quieres... no, debes hacerlo es lo mínimo que puedes hacer por ella— Anon se sintió aliviado por ver que Naser no se enojó.

Naser suspiró profundamente, y tras una pausa, dijo —Quisiera saber... ¿qué tan cercanos son ustedes? Si no es mucha molestia. —

Anon lo miró por un momento, notando la mezcla de inseguridad y dolor en los ojos de Naser. Parecía que las palabras se le atascaban en la garganta, buscando el valor para decir algo, cualquier cosa que pudiera aliviar la tensión que llevaba encima. Finalmente, Anon suspiró, desviando la mirada por un instante antes de hablar.

—Mejor que te lo diga ella... —dijo, con un tono firme pero no insensible—. No es asunto mío su pelea de pareja. Arreglen esto ustedes dos. —Sin añadir nada más, Anon lo guio hacia la sala, donde Naomi los esperaba.

Cuando Naomi lo vio, sus ojos se abrieron con sorpresa. No esperaba verlo ahí tan pronto. Se notaba que había algo en su presencia que la inquietaba, pero antes de que pudiera decir algo, Naser se adelantó, tomando una profunda inspiración.

—Lo siento, Naomi... de verdad lo siento por todo. —Su voz era apenas un susurro, pero cada palabra estaba impregnada de un arrepentimiento profundo y sincero. Un ligero temblor le recorrió el tono, como si cada palabra lo debilitara un poco más—. Sé que la he cagado, y lo siento... solo quiero entender cómo llegamos a esto, cómo nos lastimamos tanto sin darnos cuenta. —

Naomi lo escuchaba en silencio, sin apartar la mirada. En su interior, una parte de ella quería perdonarlo, quería tomar su mano y decirle que todo estaría bien. Pero... algo en su pecho la detenía.

Si lo hacía, sentía que daría un paso atrás, que estaría dejando de lado todo lo que había aprendido de sí misma en esos días de separación. Un miedo profundo y frío le decía que, si cedía ahora, estaría cometiendo el peor error de su vida.

Con un suspiro pesado, Naomi se puso de pie. La habitación parecía demasiado pequeña para todo lo que quería decir, y aun así, las palabras le salieron con calma, como si ya las hubiera practicado.

—Naser... debemos terminar. —Dio un paso hacia él, mirándolo cara a cara sin ningún ápice de duda,— Tú y yo no podemos seguir juntos. Lo siento, pero no tengo lo que tú buscas en una novia, y tú... tú no tienes lo que yo quiero en alguien con quien compartir mi vida. —Dejó que esas palabras flotaran en el aire, sintiendo el peso de cada una—. Estos días, he estado aprendiendo tanto de mí misma que... que ya ni siquiera me reconozco. No puedo estar contigo, Naser... ni contigo ni con nadie, al menos por ahora. No sé ni quién soy o qué quiero a este punto... —

Naser escuchó en silencio, sus labios temblando mientras absorbía cada palabra. Finalmente, asintió con resignación, mordiéndose los labios, como si tratara de detener una oleada de emociones que amenazaban con desbordarse.

—Lo comprendo, Naomi. —Su voz era baja, contenida, como si hablara consigo mismo tanto como con ella—. No te culpo por esto... tienes toda la razón. Entre mi carrera de atleta y los problemas que tengo con Fang... he sido tan ciego. Quizá debería concentrarme en resolver mis propios problemas, así como tú estás haciendo contigo misma.

Lanzó una mirada hacia Anon, claramente incómodo por su presencia, pero reconociendo su apoyo.

—No te sientas culpable, amigo. Estuviste aquí para ayudarnos... no solo a Naomi, sino a Fang y a mí también. —Una débil sonrisa apareció en sus labios, y volvió su mirada hacia Naomi, con una expresión de melancolía, pero también de paz—. Te deseo lo mejor, Naomi. No quiero que quedemos en malos términos... —

Naomi sonrió suavemente, con una calidez que no necesitaba palabras para expresar su gratitud y respeto.

—Yo tampoco, Naser. Tal vez... tal vez podamos ser amigos, como antes de todo esto. —

Él asintió, mostrando una leve sonrisa antes de girarse para marcharse. Dio un último vistazo a ambos y, con una voz suave y sin rastro de resentimiento, dijo:

—Me retiro... necesito reflexionar sobre mí mismo. Repito, no estoy enojado con nadie. Quizá conmigo mismo, pero... eso es algo que debo resolver. Con permiso. —

Naser se marchó en silencio, sin mirar atrás, dejando tras de sí una atmósfera pesada que parecía envolver la habitación. Anon observó la puerta cerrarse y luego miró a Naomi, notando una mezcla de sorpresa y respeto en su expresión.

—Me sorprende que tomaras esa decisión —dijo, sinceramente impresionado—, pero creo que tienes razón. —Hizo una pausa, como si quisiera elegir sus palabras con cuidado—. A veces, antes de lanzarse en una relación, hay que crecer primero como persona... para que las cosas no terminen en un caos, como ahora. No puedo hacer otra cosa que apoyarte en esto. — Anon la miro con calma intentando suavizar el ambiente.

Naomi asintió, su rostro reflejando una calma melancólica, aunque sus hombros se notaban algo caídos. Había una tristeza en su mirada, pero también algo que le daba un brillo diferente, una mezcla de alivio y esperanza.

Anon se sentó a su izquierda y la miró de reojo antes de preguntar, con un tono suave y genuino: —¿Estás bien? —

Naomi exhaló un suspiro largo, como si con ello soltara el peso que llevaba cargando. Se tomó un momento antes de responder, su voz apenas un susurro lleno de incertidumbre.

—Me siento bien... Anon, ¿soy un monstruo por sentirme liberada en este momento? —Preguntó con los ojos entrecerrados, como si tratara de encontrar la respuesta en el aire—. ¿Por sentirme en paz después de romperle el corazón a Naser? —

Anon se rascó la cabeza, buscando las palabras correctas y dándose cuenta de que no las tenía. Al final, optó por ser honesto, aunque su respuesta fuera imperfecta.

—No te voy a mentir, es... complicado. —Su tono era pausado, casi reflexivo—. Es jodido sentirte así después de terminar con alguien, pero, quizá sea una buena señal, ¿sabes? Puede que ustedes dos no estaban destinados a estar juntos. Por lo que me contaste, él fue tu primer novio... tal vez confundiste tus sentimientos o... o te aferraste a la idea de que era lo que tenías que hacer. No sé, a este punto... solo estoy diciendo estupideces, supongo. —

Naomi soltó una carcajada, una risa que rompió la tensión en el aire, aliviándola.

—Eres el peor para subir los ánimos... —le dijo, aunque en su voz había un dejo de cariño y gratitud que Anon no pudo evitar notar—. Ven, sigamos con las películas. Quiero distraerme y dejar de pensar en todo esto por el resto del día... —

Anon asintió, sintiendo que, aunque sus palabras no habían sido perfectas, al menos había estado ahí para escucharla.

Anon P.V
Pase la noche en casa de Naomi, nos quedamos viendo películas hasta altas horas de la noche, ninguno de los dos podía dormir.

Durante todo el rato pensé en que decisión tomar... las cosas no serían iguales ya sea si Naser le dijo a Fang o que en cualquier momento ella se enteré, y lo más probable es que conociéndola, pensara lo peor de mí, e incluso me ponga a elegir...aunque... sin importar cuanto lo piense la decisión es bastante obvia, y no la dudo por nada del mundo...no sé cuándo, pero me quede dormido al lado de Naomi...

El lunes llegó de golpe, interrumpiendo cualquier rastro de paz que la noche anterior había dejado. En cuanto abrí los ojos, me di cuenta de algo extraño: estaba solo. Busqué mi teléfono y vi que faltaban apenas diez minutos para que sonara la alarma. Curioso, pensé, rara vez me levanto antes de que eso suceda. Me tomé un momento para ubicarme, mirando alrededor; el sofá en el que estaba recostado me pareció sorprendentemente cómodo. Claro... estoy en el sofá de la sala de Naomi. Probablemente me quedé dormido y ella, siendo tan considerada, decidió dejarme aquí mientras se iba a dormir a su cama.

Me senté despacio, pasándome las manos por la cara para sacudirme el sueño. No podía evitar recordar cómo la noche anterior habíamos devorado unos cuatro litros de helado entre los dos. Apenas lo recordaba entre el montón de películas que vimos en ese improvisado maratón, pero mi estómago rugió en ese instante, y el dolor me hizo levantarme de un salto. Sí, definitivamente demasiado helado.

Con pasos cuidadosos, crucé la sala en dirección a la cocina, y allí vi a Naomi tarareando suavemente mientras preparaba algo. Reconocí la melodía: You Never Can Tell. No pude evitar sonreír al escucharla, me pareció un gesto tan... humano, tan cotidiano y sencillo.

—Buenos días. Creo que nos pasamos un poco con el maratón de películas... —le dije, rascándome la nuca—. ¿Puedo usar tu baño?

Sin girarse, Naomi asintió un poco, aunque noté que parecía algo... ¿nerviosa?

—Sí, claro, está en el segundo piso... a la derecha, en el tercer cuarto —respondió rápidamente, sin mirarme directamente.

Asentí, intentando no pensar demasiado en su tono extraño, y me dirigí hacia el baño. Subí las escaleras y al llegar, me sorprendí un poco. El baño era increíblemente amplio, probablemente del triple del tamaño de mi departamento entero. Todo estaba ordenado, con un aroma suave y agradable, reflejando claramente el estilo de vida de alguien que nunca tuvo que preocuparse demasiado por el dinero. No podía evitar preguntarme cómo se sentiría vivir con ese nivel de comodidad y lujo; sin embargo, aparté esas ideas y me concentré en lo importante. El baño fue refrescante, como si me hubiera dado un nuevo impulso para comenzar el día.

Al regresar a la cocina, noté que Naomi había colocado dos platos en la mesa, servidos con algo de comida vegana. Me pareció extraño, pero preferí no preguntar demasiado. La miré con gratitud y me senté.

—Gracias por la comida, Naomi. En serio... eres increíble.

Ella levantó la mirada y se encontró con la mía por un breve instante. No dijo nada, pero sus ojos parecían reflejar una mezcla de emociones difíciles de interpretar. Antes de que pudiera decir algo más, ella desvió la mirada y se concentró en su plato, comenzando a comer en silencio. El ambiente entre nosotros tenía una extraña tensión, como si hubiera algo que ambos quisiéramos decir, pero ninguno supiera exactamente cómo empezar. La miré de reojo, preguntándome qué pasaba por su cabeza, por qué parecía tan inquieta.

El almuerzo fue silencioso por unos momentos hasta que ella dijo —Anon yo...—

La interrumpi —Que pase lo que tenga que pasar...—

Fue lo único que pude decir, tomando en cuenta la tormenta que se acercaba.

Ella asintió.
....
Ambos llegamos a la escuela, ella me dio un aventón en su bettle de color melocotón, no me sorprendió que ella se moviera en un auto así, incluso le hice una broma al respecto que sirvió para romper el hielo.

Ambos caminamos de lado a lado como si nada, directo a la entrada, y cuando llegamos a la a nos separamos ya que Naomi tenia que arreglar unos asuntos, salude a Fang y la banda con algo de miedo, pero ninguno me dijo nada fuera de lo normal, lo cual indicaba que Naser no dijo nada aún.

Las siguientes clases pasaron normales, sin pena ni gloria, al menos hasta que comencé a escuchar rumores... al parecer la noticia de la separación de Naser y Naomi ya se estaba propagando, algo debió pasar.

Era la hora del almuerzo y tenía un mal presentimiento, fui de inmediato a la cafetería acelerando el paso sin correr, vi una multitud rodeando algo... oh no que no sea lo que creo.

—Tu maldita perra, ¿cómo te atreves? — grito Fang a una Naomi que la veía con neutralidad.

Al parecer llegue justo a tiempo del conflicto, iba a entrar, pero Trish me tomo del brazo y me miro con ojos de alguien que quería sangre y me detuve.

—Veo que ya te enteraste... y estaba preparada para decirlo... y es verdad, termine con Naser ayer. —

Fang la miro con ira en sus ojos —Tu...—

Naomi la detuvo con su mano —No terminamos en malos términos, simplemente nuestra relación no puede seguir. —

Fang comenzó a reír, una risa que contenía un sarcasmo amargo, casi hiriente.

—Ya veo... supongo que esto es porque ahora vas tras de Anon, ¿verdad? —dijo con una sonrisa que apenas podía disimular el resentimiento.

Sentí el pulso acelerarse en mis oídos y cómo una ola de incomodidad me invadía. Antes de que pudiera reaccionar, Trish me dio un empujón, colocándome justo entre ambas. Miré a Fang, buscando en su rostro alguna señal de duda o razón... pero solo encontré una hostilidad que me dolió más de lo que esperaba.

—Hablando del rey de Roma, —soltó Fang, casi escupiendo las palabras, con veneno en su voz. El tono era suficiente para que todos los presentes guardaran silencio, como si estuvieran presenciando un enfrentamiento anunciado desde hace tiempo.

No respondí de inmediato. Sabía que cualquier cosa que dijera podría encender aún más su enojo, pero quedarme callado solo parecía aumentar la tensión. Fang me miraba con una mezcla de desprecio y furia contenida.

—¿Qué tienes que decir en tu defensa? —preguntó con una frialdad desgarradora.

Me quedé mudo, sintiendo cómo su acusación desgarraba algo dentro de mí. No podía creer que Fang realmente pensara lo peor de mí sin detenerse a considerar... lo mucho que me había importado todo este tiempo.

—Naomi y yo... no tenemos nada de ese estilo, Fang. Ella... —empecé a explicarme, intentando sonar calmado. Pero antes de que pudiera continuar, Fang soltó un graznido furioso. Un sonido que nunca antes había escuchado, que resonó en la cafetería como un golpe físico.

—Eres un jodido mentiroso, Anon. ¡De seguro ya te la tiraste, maldito traidor! —exclamó, con una furia que parecía incontrolable.

Esa fue la gota que colmó el vaso. Sentí cómo la frustración y el dolor reprimidos comenzaban a brotar de una manera que no podía controlar. Con una firmeza que apenas reconocía en mí mismo, la interrumpí, molesto, sin ocultar la herida emocional que sus palabras habían causado.

—¿En serio, Fang? —repliqué, mi voz cargada de resentimiento—. A pesar de todo lo que he hecho por ti, de todo el apoyo que te he dado... ¿piensas lo peor de mí sin dudarlo ni un segundo? Ni siquiera lo estás cuestionando. Solo asumes lo peor de mí, como si jamás hubiera significado nada para ti. —

La miré, esperando alguna reacción, algún signo de duda en su expresión, pero su rostro solo se tornó más oscuro, con una ira y desprecio que parecían consumirla.

—No te creo, Anon, —espetó con desprecio—. Seguro que ya te estás revolcando con esa perra a mis espaldas... ¡ De seguro lo haces desde hace un rato, a espaldas de mi hermano!—

Antes de que pudiera terminar, un ruido seco, fuerte, interrumpió su diatriba. Naomi, con una expresión de dureza que jamás le había visto, le había dado a Fang una bofetada que resonó en la cafetería, dejando a todos los presentes en completo silencio. Fang se quedó atónita, tocándose la mejilla enrojecida mientras miraba a Naomi con los ojos abiertos de par en par.

Naomi, sin un atisbo de remordimiento en su mirada, se acercó un paso, hablando con una voz cargada de furia y dignidad.

—¿Sabes qué, Fang? —dijo Naomi, su tono firme y seguro—. Tú eres la razón principal por la que rompí con Naser. Y Anon no tiene absolutamente nada que ver con eso. Estoy harta de ti y de tus ataques sin sentido. Anon tiene razón: desde que lo conozco, incluso cuando ni siquiera éramos amigos, él nunca ha hecho otra cosa más que ayudarte, apoyarte... y mira cómo le pagas. —

Fang intentó decir algo, pero Naomi no le dio oportunidad.

—Lo mismo ocurre con Naser, —continuó Naomi, sin bajar la voz—. Toda la gente que realmente se preocupa por ti, los que te quieren ayudar de verdad, solo reciben dolor de vuelta. Tú los hieres, Fang... y me cansé de justificarlo. Me cansé de perdonarlo. Me cansé de ti, Te Odio.

Naomi terminó sus palabras con una frialdad y determinación que era imposible ignorar. Fang, incapaz de responder, la miró como si acabara de recibir el golpe más duro de su vida. Los ojos de todos estaban sobre ella, esperando su reacción, pero algo en su expresión mostró que ni siquiera ella podía procesarlo, que no tenía ningún arguemnto...

Fang se tocó la mejilla enrojecida, soltando una risa amarga, casi burlona.

—Así que ahora andas defendiendo a tu proveedor de leche ¿eh, Naomi? —escupió las palabras, cargadas de veneno, y levantó la mano como si fuera a golpearla.

Un parpadeo, y de repente alguien la había detenido, sujetándole la muñeca en el aire. Al voltear, vi que era Reed. Su expresión estaba teñida de molestia, una intensidad que pocas veces se veía en su rostro calmado. Reed jamás se había visto tan serio. Fang parecía sorprendida, pero su furia no se disipaba del todo.

Reed mantuvo su voz firme y controlada, mirándola directamente a los ojos.

—Naomi tiene razón, Fang. Anon también la tiene, —dijo Reed con una seriedad que me sorprendió—. No puedo creer que pienses así de Anon, y después de todo este tiempo. Desde que lo conocimos, él no ha sido nada más que un bro para nosotros, incluso soportando los comentarios racistas de Trish como si fueran cualquier cosa. ¿Te das cuenta de lo injusto que estás siendo? Cálmate y piensa las cosas. No querrás hacer algo de lo que podrías arrepentirte, solo por la ira. —

El impacto de sus palabras resonó en el aire tenso, pero aun así el dolor ya estaba hecho. Mi corazón pesaba en el pecho. Fang, mi amiga ¿realmente pensaba lo peor de mí sin siquiera detenerse a considerar que yo podría ser sincero? Fue una herida profunda, una que me carcomía desde adentro.

Fang se zafó del agarre de Reed, su mirada destilando desprecio.

—¿A quién creen que engañan? —murmuró con amargura, y luego dio la media vuelta, alejándose de nosotros mientras Trish la seguía en silencio. La multitud, que hasta ese momento había estado observando en silencio, comenzó a disolverse lentamente, susurrando comentarios que solo aumentaban mi incomodidad.

Naomi respiró profundamente, visiblemente agotada por la confrontación, y Reed la miró con una mezcla de comprensión y apoyo. Ambos se acercaron y me guiaron hacia la mesa más cercana. Mientras nos sentábamos, sentí cómo una tristeza y un agotamiento profundo me invadían.

Suspiré, mi voz apenas un murmullo.

—Lo peor es que me lo veía venir, y aún así duele... sabía que ella pensaría lo peor de mí. Me preparé para esto, pero... aun así, no deja de doler.

Reed, con una expresión comprensiva, colocó una mano sobre mi espalda, dándome unas palmadas de ánimo.

—Tranquilo, bro, —me dijo con esa calma que parecía transmitir tranquilidad en cualquier situación—. No tienes que sentirte mal. Si sabes que no hiciste nada malo, entonces no te atormentes. Todos los que importan sabemos quién eres realmente, y yo confío en ti, amigo. Sé mejor que nadie que tú no romperías la ley de los Bros.

Sus palabras resonaron en mí, y aunque no lo decía en voz alta, saber que alguien confiaba en mí, pese a todo lo que acababa de pasar, era un alivio. Asentí lentamente, procesando sus palabras.

Reed se levantó y nos sonrió con una mezcla de apoyo y seriedad.

—Los dejaré solos, —dijo, dándome un último apretón en el hombro—. Imagino que tienen que hablar sobre esto, y no quiero interrumpir. Estaré con Rosa y Stella por si me necesitan.

Lo vi alejarse, su figura deslizándose entre las mesas de la cafetería.

Reed nos dejó solos, y la atmósfera quedó impregnada de la intensidad del momento. Naomi, sin poder ocultar la mezcla de emociones que le cruzaban por el rostro, bajó la mirada y suspiró, visiblemente abatida.

—Lo arruiné todo... lo siento —murmuró, mordiéndose ligeramente el labio en un gesto de arrepentimiento.

Yo la observé, sin sentir ni una pizca de enojo hacia ella. Al final, nadie había hecho nada malo... quizás sólo habíamos tenido la mala suerte de estar en el lugar equivocado en el momento equivocado.

—No te culpes, Naomi —le dije, intentando transmitirle algo de calma—. Tarde o temprano, esto iba a suceder. Fang... —hice una pausa, dudando en poner en palabras lo que realmente sentía—. Fang está enojada, y tal vez sólo fue el calor del momento, aunque...

Sentí mi propio ánimo decaer mientras miraba la mesa, incapaz de evitar que una amarga resignación se asentara en mi pecho. Naomi no me quitaba la vista de encima, esperando que continuara, sus ojos reflejando un apoyo silencioso que, de alguna manera, hacía que esta confesión doliera menos.

Finalmente, terminé la frase en voz baja.

—...aunque no creo que mi relación con Fang vuelva a ser la misma después de esto.

Naomi abrió los ojos, una mezcla de tristeza y comprensión pasando por su rostro. Bajó la mirada, tocándose el hombro como si de alguna forma el dolor fuera suyo también, como si compartiera el peso de mi propia decepción.

Continué, incapaz de detenerme ahora que las palabras habían comenzado a salir.

—Tal vez es lo mejor, ¿sabes? La confianza es la base de toda relación, ya sea entre amigos o pareja, y Fang... ella no confía en mí en lo más mínimo. Todo lo que hice por ella estos meses... y esto es lo que recibo. —Sentí una punzada en el pecho mientras hablaba—. Con esto me dejó claro lo que piensa de mí, y no fue lo que esperaba...—

Naomi asintió despacio, absorbiendo cada palabra. Luego, con un intento de animarme, dijo suavemente:

—Tienes un punto, Anon... lo que estás diciendo es cierto. —

Después de un momento de silencio, Naomi abrió su mochila y sacó dos loncheras, ofreciéndome una sin decir nada. La miré por un segundo, un poco sorprendido por el gesto, pero al final acepté sin hacer preguntas. En otra ocasión, tal vez alguien podría haber malinterpretado esto como algo más... pero a estas alturas, me daba igual. Cualquier apoyo en este momento, por pequeño que fuera, era más que bienvenido.

Nos quedamos en silencio mientras almorzábamos, compartiendo un momento de comprensión mutua que no necesitaba palabras. Cuando terminamos, nos despedimos y cada uno se fue a su respectiva clase.
Al llegar a la clase de música, vi a Fang al fondo del salón, con el rostro endurecido y los ojos fijos en algún punto lejano. Ella evitó cruzar miradas conmigo, como si quisiera fingir que no estaba allí, y yo, aunque me dolía en lo más profundo, simplemente pasé de largo.

A cada paso, una incomodidad sorda se asentaba en mi pecho. Ver a Fang dolida, con esa expresión que mezclaba resentimiento y algo más que no podía identificar, era como una puñalada. Jamás imaginé que podríamos terminar así. Pero aquí estábamos, y esto dolía como el infierno.

Las horas transcurrieron mientras mis pensamientos se enredaban en la misma pregunta: ¿Qué iba a hacer de ahora en adelante? Nada parecía igual. Fang, la banda, incluso mi lugar en la escuela... todo parecía haber cambiado en un solo día.

Al terminar las clases, salí del aula sin rumbo fijo. No quería regresar a Skinrow tan temprano. Antes, habría matado por tener tiempo a solas, disfrutando de la tranquilidad de mi espacio personal. Pero ahora... ya no me sentía como el mismo. Salir con la banda, bromear con Naser, o perder el tiempo en charlas sin sentido con Reed se habían vuelto cosas que realmente valoraba, incluso aquellas que antes pasaban desapercibidas.

Pero hoy, todas esas opciones se sentían lejanas. Fang no iba a querer verme, y Reed seguramente tenía sus propios asuntos. Ni siquiera sabía dónde estaba Naomi, y una vaga desesperanza comenzó a hacer peso en mi ánimo.

Al dirigirme hacia la salida, el destino me jugó una pequeña trampa: el director Spears estaba en el pasillo, y al verme, hizo un gesto para que me acercara. Su semblante reflejaba la seriedad de siempre, pero algo en sus ojos sugería un matiz de comprensión.

—Me enteré del incidente en la cafetería... —empezó, con una voz tranquila y observadora—. No se preocupen, nadie será castigado. Por lo visto, no pasó a mayores.

Suspiré, sintiendo el peso de todo lo que había ocurrido ese día.

—No se preocupe, director. —respondí, con un tono cansado y resignado—. Las cosas... a veces pasan así.

Spears se cruzó de brazos, mirando al suelo por un instante antes de levantar la vista hacia mí.

—Escuchar noticias de rupturas siempre resulta triste... —comentó en voz baja, como si recordara algo de su propio pasado.

Lo miré, incómodo con su observación. Y aunque me costaba admitirlo, sabía que en este caso mis sentimientos eran distintos.

—Curiosamente... esta vez no lo siento así, director. —Sus palabras me sorprendieron, así que decidí explicarle—. Estuve allí cuando sucedió, y vi que Naomi realmente necesitaba ese cambio. No sé cómo explicarlo, pero siento que, al menos para ella... fue lo correcto. Su actitud después de la ruptura, su alivio... era evidente. —

Spears sonrió un poco y levantó su dedo anular, con una expresión que mezclaba empatía y comprensión.

—Por eso dije "casi", Anon. A veces, separarse es justo lo que alguien necesita para crecer. Pero, si tú lo dices... confiaré en tu palabra.

Las palabras del director lograron calmar un poco mis pensamientos. Sin embargo, algo dentro de mí se removió con una punzada dolorosa y no pude evitar murmurar:

—Fang no lo hizo...—

Su expresión se tornó incómoda, y yo desvié la mirada, deseando no haber dicho eso en voz alta. Antes de que pudiera disculparme, Spears me observó en silencio, como si entendiera el trasfondo de mis sentimientos. Luego, aprovechando que ya habíamos abordado el tema, le pregunté si sabía dónde estaba Naomi.

Subí las escaleras y me encontré caminando hacia el salón del consejo estudiantil, mis pasos resonaban en el pasillo vacío. Al acercarme, escuché las voces de Naomi y Naser. Aunque parecían hablar en un tono bajo, había algo en el ambiente que delataba incomodidad y tensión. Cuando abrí la puerta, ambos levantaron la mirada, y Naser, con una expresión seria, se acercó a mí.

—Quiero hablar contigo a solas, por favor —me pidió en un tono tranquilo, aunque sentí cierta firmeza en su voz.

Sin pensarlo mucho, asentí. Era evidente que tenía cosas que decir, y tal vez yo también necesitaba escucharlo. Nos alejamos un poco del salón para tener privacidad. Una vez fuera, Naser se recargó contra la pared y bajó la vista, como si estuviera buscando las palabras.

—Me enteré de lo que pasó con Fang —murmuró, con un tono de voz bajo y apagado—. Lo siento, de verdad. Sé que debió dolerte... todo eso.

Sentí cómo su empatía calmaba un poco la presión en mi pecho, aunque el recuerdo de las palabras de Fang seguía doliente y latente.

Asentí despacio, mirando al suelo para evitar que notara lo afectado que estaba realmente.

—Además... —continuó, como quien recoge un hilo suelto— quería preguntarte algunas cosas, si no te importa. —Parecía tener dificultades para encontrar las palabras adecuadas—. No te preocupes, ya acepté que mi relación con Naomi terminó. Ella... me explicó a detalle lo que sentía.

Hubo un breve silencio, en el que él desvió la mirada al pasillo y se cruzó de brazos, apoyando un pie contra la pared, como si le costara enfrentar la conversación directamente.

—Solo para confirmar algo... —dijo finalmente, con un tono más bajo, casi dudoso.

Sabía adónde quería llegar, así que respondí antes de que continuara:

—Naomi y yo solo somos amigos, es todo, Naser. Te lo juro... por mi cuenta de 4chan.

Naser esbozó una pequeña sonrisa antes de suspirar.

—Ok, —dijo aliviado— pero, ¿y a futuro? —

Sentí una incomodidad en el estómago. Me rasqué la oreja, buscando las palabras correctas.

—Para ser honesto, no tengo idea de lo que pasará en el futuro —dije lentamente, midiendo cada palabra—. Ni siquiera me plantearía esa posibilidad en mucho tiempo... Hay muchas razones. No quiero apresurarme en algo que ni siquiera sé si quiero.

Naser asintió, con una expresión que reflejaba una mezcla de alivio y resignación.

—Al menos eres honesto y no me diste una respuesta fácil de "nunca". —Pausó, mirando al techo, como si quisiera organizar sus pensamientos antes de soltar la siguiente pregunta—. Y... en cuanto a Fang...

Sentí cómo mi pecho se apretaba de nuevo al pensar en Fang. Me tomé un momento antes de contestar, eligiendo cuidadosamente cada palabra para no dejar espacio a interpretaciones.

—Si ella lograra calmarse... claro que me gustaría recuperar nuestra amistad, siempre y cuando se disculpe, conmigo y con Naomi —dije, aunque sentí la tristeza pesándome cada vez más en el pecho—. Pero cualquier posibilidad romántica... creo que eso murió hoy. Fang dejó en claro que no confía en mí. —

Naser apretó los labios, y por un segundo, vi en su mirada la misma tristeza que yo sentía. Se llevó la mano al rostro, cubriéndose los ojos y sacudiendo un poco la cabeza, como si quisiera borrar todo lo que había pasado en las últimas horas.

—Entiendo... —dijo al fin, soltando un suspiro largo y pesado—. Anon, creo que lo mejor es que ya no hablemos mucho entre nosotros. Al menos por ahora. Tal vez sea lo mejor para mi salud mental. —Tomó un respiro, y en su tono había una mezcla de tristeza y determinación—. Me gustó ser tu amigo, en serio... pero creo que ambos necesitamos distanciarnos un poco. Sé que no dejarás sola a Naomi, y con eso, puedo sentirme tranquilo. —

Tragué saliva, sintiendo un nudo en la garganta. Parte de mí quería insistir en que no era necesario alejarse; pero, por otro lado, sabía que tenía razón. A veces, era mejor separarse antes de arrastrarse mutuamente al abismo.

—Solo seres formales entre nosotros y nada más —respondí, intentando mantener la voz firme, aunque dentro de mí dolía.

Naser asintió en silencio y, sin decir más, se alejó por el pasillo, dejándome solo. Me quedé allí, en medio del vacío, sintiendo el eco de sus palabras resonar en mi mente.

Vi a Naser alejarse, su figura encorvada y el paso lento, como si llevara el peso de todas las decisiones en sus hombros. Un suspiro se me escapó, sintiendo una mezcla de empatía y tristeza por él. Finalmente, me dirigí hacia la sala del consejo estudiantil, donde Naomi estaba esperándome.

Al entrar, la encontré sentada en un sofá grande, con la mirada perdida, absorta en sus pensamientos. Cuando notó mi presencia, levantó la vista y me hizo un gesto para que me sentara a su lado.

Me dejé caer en el sofá junto a ella, percibiendo la tensión en su postura, su silencio denso y cargado de emociones. Naomi siguió mirando al suelo, con una expresión que oscilaba entre la confusión y la certeza, como si buscara respuestas en el vacío.

—Me siento... de la mierda —dijo al fin, con un suspiro. Su voz era apenas un murmullo, y en sus palabras había una lucha evidente—. Y al mismo tiempo, sigo sin sentirme arrepentida, no siento un poco, Es como si... me estuviera faltando algo para que todo esto me afecte de verdad.

Sentí el peso de su conflicto, y le puse una mano en el hombro, intentando ofrecerle algo de consuelo, aunque fuera en silencio. La miré, tratando de que sintiera que no estaba sola en esto.

—Ya te lo dije, Naomi... no está mal sentirse así. —Mi voz salió en un tono tranquilo, intentando darle la seguridad que ella misma parecía buscar—. De hecho, creo que es una buena señal. Tal vez esa sensación que tienes es tu mente diciéndote que tomaste la decisión correcta. A veces, las cosas simplemente... se sienten bien o mal sin explicación.

Naomi me miró, y aunque en sus ojos aún había algo de duda, pude ver un destello de alivio. Esbozó una sonrisa pequeña y genuina, como si una parte de ella se hubiera quitado un peso de encima.

—Quizáa, no, tienes razón, Anon —dijo en un tono más firme, como si se permitiera aceptar la posibilidad de que estaba en paz con su decisión.

Quedamos en silencio por un momento, pero esta vez el ambiente era más ligero. Era como si, poco a poco, ambos estuviéramos encontrando cierta paz, un entendimiento compartido entre los restos de la tormenta.

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