Capítulo 8: El refugio.
Una vez acabada la triste conversación con Alex, Sergio y yo nos paramos a descansar. Estaba herida por culpa de un golpe de aquella mujer, la sangre brotaba por la frente deslizándose por mis mejillas hasta caer como gota en el suelo. Cogí una gasa de la mochila y la coloqué sobre mi frente, presionando la herida.
—Sonia, ¿te duele mucho? —preguntó Sergio sintiéndose culpable de mi herida. Yo le acaricié el pelo.
—Hmm, estoy bien, no pasa nada. —dije intentando sonreír, acto seguido me dirigí a Alex—. Alex, necesito que arranques algunos trozos de cinta americana, justo en la mochila. —dije sujetándome la gasa con las manos.
—Sí, está bien— Alex me entregó los trozos de cinta americana, consiguiendo así sujetar la gasa evitando perder más sangre de la necesaria.
—No es la gran cosa, pero me valdrá hasta llegar al refugio. Vamos, tenemos que irnos —me puse de pie con algo más de ímpetu. Pero en seguida recordé la caída de mi hermano. Lo miré tendido en el suelo—. Sergio, ¿puedes andar bien?
Él consiguió incorporarse aunque con algunas dificultades. Lo conocía bastante bien como para saber que no quería causar más problemas.
—Au, me duele pero creo que puedo caminar bien, aunque iré algo lento.
—Me vale, eso quiere decir que no tienes la pierna rota. Si te duele mucho avisa. No quiero que te lastimes más de la cuenta.
—Entonces, ¿en marcha? —preguntó Alex algo apenado.
—Sí, vamos allá.
Sergio, Alex y yo, comenzamos a caminar por el sendero en sentido al refugio de Alex. Fue un camino duro, silencioso, con un aire a dolor en el ambiente. Alex a pesar de todo, mantenía las esperanzas de encontrar a alguien del refugio con vida, pero las lágrimas inundaban su rostro, se le veía completamente roto pero preferí dejarle solo y que se desahogara, al fin y al cabo no podría hacer mucho. Sergio cojeaba bastante, pero no se ha quejado hasta ahora, supongo que no querrá molestar demasiado. Por otro lado, estoy deseando ir al refugio para poder curarme correctamente la herida que tengo en la cabeza, concretamente en la parte superior de la ceja derecha. Buen golpe me dieron.
Continuamos algo más hasta que ya divisamos el refugio a lo lejos, noté que una mano se sujetaba a mi antebrazo, era Sergio. Se encontraba agachado señalándose la pierna y mirándome con cierta preocupación.
—Sonia, no puedo más. Me duele mucho la pierna —dijo apoyándose en mi hombro.
—Vale, está bien. Ven, apóyate en mi hombro, luego nos curaremos en el refugio, ya casi estamos.
—V-vale.
Avanzamos algo lento, las heridas de ambos dejaban mella en nosotros y Alex me daba algo de miedo, no sé hasta qué punto estoy haciendo bien en ir con él.
—Vamos, Sonia date prisa, ya estamos llegando al refugio. ¡Ánimo!
—Sii, ya voy —cogí a Sergio en brazos y aceleré un poco el paso—. ¡Arriba, chico!
Corrí un poco y enseguida comencé a divisar el refugio. Una especie de 2, 3, o 4 cabañas, no sé cuantas serían, pero estaban apiladas formando una "L" en horizontal. Las cabañas eran de madera y no se llegaba a ver mucho más. Continuamos avanzando hasta llegar a él. Divisamos una puerta de pintura blanca desgastada y oxidada, entreabierta, En frente estaba la cabaña y justo a los lados había una especie de establo en el cual no habían caballos, sino provisiones de comida probablemente trigo, cebada, fruta...
Era un lugar bastante grande e incluso a lo lejos pude ver lo que hubiera sido un campo de cultivos. En seguida Alex comenzó a llamar a su familia esperando encontrar a alguien. Nada más acercarnos a una de las cabañas oímos una fuerte pelea. Y unas voces provenientes de la cabaña. Yo bajé a Sergio al suelo.
—Sergio, quédate a cubierto —dije dejándolo sentado en una de las columnas y rápidamente desenfundando el arma. Alex entró directamente dando una patada a la puerta. Yo entré tras él enseguida vimos dos muchachos siendo golpeados por tres bandidos. Eran del grupo de Alex, ya que enseguida le reconocieron.
—¡Alex, ayuda! —gritó el que parecía más joven que fue golpeado y tirado al suelo por uno de los bandidos.
Alex al verlos se quedó paralizado y uno de ellos le agarró empujándolo contra la pared de la cabaña.
—¡Vienen más! —le comunicó a su compañero—. ¡Tú! ¡Ve a por la chica! —dijo señalándome.
El hombre se dirigió corriendo hacia mí. No llevaba ningún arma cuerpo a cuerpo. Esquivé uno de sus golpes y me abalancé sobre él contra una estantería de la casa. Le di un codazo en el hombre seguido de un cabezazo y varios golpes hasta noquearlo. Me acerqué al hombre que sujetaba a Alex. Le clavé el cuchillo en la espalda y lo aparté de él. Alex solo tuvo que noquearlo de un fuerte golpe en la mandíbula.
—¡Alex a tu derecha! —gritó el chico.
Yo empujé a Alex instintivamente. Esquivó un machetazo que lo podría haber matado. A mí sin embargo me rozó, rajándome la ropa que llevaba algo suelta. Lo miré fijamente a la cara y retrocedí unos pasos. El chico mayor disparó por la espalda al tipo con el machete haciendo que caiga desplomado al suelo. Suspiré de emoción. No sabía muy bien qué hacer con el machete. Me enseñaron en la escuela pero siempre me ha parecido muy arriesgado. Un mal golpe con eso y perfectamente te puedes quedar sin un brazo.
—Uff... Eso ha estado bien, chico —dijo Alex acercándose a ellos intentando contener las lágrimas. Ellos se encontraban muy asustados.
Una vez acabada la pelea, Alex se dirigió rápidamente a ellos abrazándoles. El más chico se encontraba llorando y abrazando a Alex. Decidí apartarme e ir con Sergio. Temía si le había pasado algo, estos cabrones son de ir a por el más débil. Por fortuna estaba bien.
—Vamos Sergio, entra a la cabaña. ¿Estás bien?
— Sí, ¿Ya estamos a salvo? —preguntó asustado.
—Sí, ya no hay nadie. Vamos, chico.
—Bien.
Entramos y contemplamos el emotivo reencuentro producido en la cabaña. Yo mientras tanto, decidí sentarme en el suelo con el fin de poder curarme de una vez la herida que tenía en la cabeza.
—¡Alex! —el más pequeño de los dos se encontraba herido y en mal estado. Pero bastante alegre por ver a Alex. Él tendió los brazos desde el suelo esperando el abrazo de Alex.
—¡Airón! ¡David! —emocionado, abrió sus brazos, se agachó y los abrazó —. ¿Qué os ha pasado?
—Gracias por venir a salvarnos, Alex. Sino... —el chico comenzó a llorar y no pudo continuar.
—Lo sé. Lo sé, pequeño. No importa, ya estás a salvo, te tengo... ¡Os tengo! —dijo mucho más aliviado.
—¿Dónde estabas? —preguntó Airón, el más mayor, algo serio.
—Fui atrapado por unos caníbales. Me llevaron bastante lejos, traté de venir lo antes posible y...
—¿No te has encontrado con nadie del grupo? Llevan 6 días sin venir y no sabemos qué ha pasado. Estaba preparando las cosas para salir en su búsqueda junto a David.
—Esto... no, que va, no me he encontrado a nadie del grupo, no te preocupes mañana vamos entre todos a... a... —cada vez que intentaba continuar se quedaba trabado. Comenzó a sollozar, tratando de evitar lo inevitable.
—¿Qué? Alex, ¿qué te pasa? —preguntó David que estaba a punto de llorar de nuevo.
—No, no puedo decíroslo maldita sea. No puedo hacerlo.
David estaba bastante confuso pero Airón, que era bastante avispado, ya se hizo una idea de lo que ocurría...
—A-alex... ¿Están... muertos? —sollozó. Alex no respondió, se limitó a asentir entre lágrimas la tragedia y los pobres niños lloraron abrazados a Alex desconsoladamente.
Ver a los muchachos así me conmovió, la pérdida de la familia es algo que nunca he llevado bien, y menos la vida en soledad. Me acerqué a ellos de una forma serena y calmada. Les di su espacio y mostré respeto por ellos. Pasado un rato, comenzaron a calmarse y Alex me miró preocupado.
—Joder —se quejó Alex—. Sonia siento verte involucrada en esto...
—Eh, no pasa nada. Es bueno desahogarse en estas situaciones —me dirigí a los muchachos—. Chicos, ¿Estáis bien?
—... —Airón se quedó callado igual que David. Ambos no tenían fuerzas siquiera para responder.
—Bueno, vale —asentí con la cabeza —Alex, ¿tenéis cuarto de baño? tengo que curarme la herida.
—Espera. Sonia, tenemos una enfermería en la cabaña de arriba. Tendrás mejores materiales que los que posiblemente tengas en la mochila.
—¿En serio? —dudaba bastante de él. Pero su expresión no parecía ocultar nada.
—Sí, una vez por ti, otra por mí. De veras que te ayudaría, pero seguro sabes más que yo de medicina.
—Más o menos... ¿Entonces puedo ir allí?
—Sí. —asintió sonriendo. La cara se encontraba ligeramente demacrada por el constante llanto, la verdad que me daba cosa rechazar o ser desagradecida con él.
—Muchas gracias —asentí con la cabeza—. Sergio, ven conmigo —Sergio se acercó hacia mí algo cojeando.
—¿Me vas a curar?
—Sí —dije de una forma algo desganada—. Vamos —cogí a Sergio y me dirigí a la puerta.
David miró a Alex.
—Alex, ¿puedo ir después contigo? —se señaló el brazo intentando mirar la herida—. Me rozaron con el machete...
—Ve mejor con Sonia —dijo señalándome. Me quedé en la puerta esperando .
—¿Vienes o no?
El chico me ignoró y se mantuvo mirando a Alex.
—¿Es de fiar?
—Sí. Ella fue quien me curó antes.
—Vale —el chico me miraba con bastante miedo. Pero accedió a venir conmigo.
Alex me miró fijamente—. Ten cuidado, por favor.
—Claro—dije mirándole de reojo —. ¡Vamos! —abrí la puerta y vinieron detrás mía. En un principio se notó cierto silencio. Pero Sergio se acercó.
—Sonia, ¿Qué vas a hacer con mi pierna?
—Ya lo veremos. No la tienes rota pero sí algo dañada. Quizá sujetándote la rótula con una venda andes mejor.
—Quiero andar bien cuanto antes. Esperemos que sea así.
—A ver qué tal. —continué avanzando la cuesta que daba a parar a la cabaña. Era algo larga y a ninguno de los chicos le gustaba hablar demasiado.
Me fijé en David. Se mantenía siempre detrás mía con incertidumbre. Era normal que dudase de mí. El chico tenía el pelo ligeramente largo, castaño oscuro, era muy delgado y tenía la ropa desgastada y en mal aspecto. Tenía marcas de heridas en la cara junto a algunas pecas en las mejillas. Me fijé en que tenía el brazo sangrando. Me di la vuelta pero él enseguida retrocedió unos pasos y se metió la mano en el bolsillo.
—¿Qué pasa? —dijo a punto de sacar un cuchillo del bolsillo.
—Déjame ver el brazo.
—Ah... —se acercó a mí aún temblando. Me tendió la mano.
—Hmm. Bastante sangre. Habrá que limpiarlo. Esperemos que no toque coser.
—¿Qué? —en un principio se asustó pero en seguida se mantuvo firme—. ¡No es tan grave! —dijo algo enfadado—. ¿Dónde aprendiste medicina?
—No es asunto tuyo. Vamos.
—Pf. Vale.
El resto del camino fue bastante en silencio. No nos sentíamos muy cómodos ni él ni yo. No debería haber aceptado que Alex me dejara a uno de sus críos para curarlo. En fin, esperemos que no tenga que pasar mucho tiempo más con él.
Conseguimos entrar en la cabaña donde se encontraba la sala de enfermería. Me quedé bastante alucinada. Era una especie de mini hospital con camillas, material quirúrgico, medicamentos etc. Realmente estaban muy bien preparados para ser un refugio algo pequeño.
—Bien —dije mirando la sala—. Sergio, lo tuyo es menos grave, ¿Puedes esperar?
—Vale... No me importa —se tumbó en una de las camillas. La verdad que tan mal no está.
—Cúrate tú primero —me dijo David. Pensaba que era por mi salud pero en el tono en el que lo dijo seguro que era para ver si lo hacía bien o no.
—Gracias.
Me coloqué sobre un espejo, limpié la herida con algo de alcohol. Se me daba bastante peor curarme a mí misma que a los demás. Por eso de que no me gusta hacerme daño yo misma. Pero en fin, a los 10 minutos conseguí curarme por completo la herida. David se mantenía algo alejado pero observando en todo momento. Una vez acabé, él se acercó a mí.
—Me está empezando a doler bastante. ¿Te importa si voy antes que tu hermano?
—No.
—Gracias —el chico se sentó en la silla esperando que hiciera algo. Mismo procedimiento, hasta que vi que la herida no era muy profunda.
—Vas a tener suerte. No hay que coser.
—Menos mal... parecía bastante doloroso.
—Y lo es —mojé las gasas en agua y luego puse algo de agua oxigenada
—¿Estás sola? —señalé a Sergio pero él negó con la cabeza—. Me refiero, ¿no tienes padre o alguien más?
Fruncí el ceño ¿Qué coño le importaba?
—Eso es un tema algo delicado. ¿No crees?
—Más delicado es lo mío, ¿No?
Yo suspiré mientras limpiaba la herida.
—Sí, estoy con mi hermano y nadie más.
—Hmm. Entonces... estás como yo.
Dejé de limpiarle y le miré fijamente.
—No estamos solos. Ni tú ni yo.
—Supongo pero... es imaginarme la gente que he perdido en un zas que... me cuesta pensar otras opciones.
—Siempre las hay, aunque no las veamos, pero siempre están ahí.
—Lo sé, pero me da miedo. Me da miedo lo que pueda pasar de ahora en adelante.
—Debería de concentrarme primero en tu brazo, ¿No crees?.
—Si... — volví a mirarle y continué limpiándole.
—¿Qué edad tienes? —volvió a preguntar, aunque se quejó un poco por la herida—. Me dices la tuya y te digo la mía.
—Veintiuno.
—Au. Ahora duele más —dijo ligeramente enfadado.
—Ya. Intenta no moverte mucho. Queda poco.
—Vale.
Ahí el niño se calló hasta que acabé de vendarle el brazo. Cerraba los ojos y apretaba el puño con fuerza para evitar moverse. No tuve que sujetarlo en ningún momento.
—Ya está —dije—. He acabado.
Él volvió a abrir los ojos con algo de lágrimas. Al parecer le había dolido bastante pero se las secó enseguida. Yo me levanté del asiento y me dirigí a Sergio.
—Por cierto. No te lo dije —me habló por la espalda con un tono lloroso. Se sonó la garganta para sacar la saliva. No sabía muy bien que tenía que decirme—. Tengo 13 años.
—Vale —asentí—. Vamos Sergio. A ver qué podemos hacer.
Mientras vendaba a Sergio, David intentaba preguntar cada vez más sobre mí o acerca de lo que veía. Aunque esta vez tardó un poco más.
—¿Qué tiene? —me miró preocupado.
—La rótula un poco mal colocada. Con un buen vendaje se puede poner bien.
—¿Lo has hecho antes? —el niño se acercó y se sentó en una silla cercana a mí.
—Sí. Suele funcionar. Sujeción de rótula con vendaje y luego tocará hacer algunos ejercicios para que se mantenga. No será rápido que digamos.
—Vaya. ¿Cómo sabes estas cosas?
—Mezcla de estudios con experiencia.
—Vale —dijo encogiéndose de hombros.
Una vez acabé de vendar la pierna de Sergio, el chico se incorporó y seguía teniendo dificultades pero decía que le dolía menos. Eso me bastaba para pasar a hacer algo de ejercicio con él. Bajamos la cuesta hacia la cabaña donde se encontraban Alex y Airón. Se oía como discutían aunque no alcancé a oír el qué.
—Hola —dije abriendo la puerta—. Ya estamos, Alex.
Él dejó de hablar con Airón para dirigirse a mí.
—Genial, Sonia, ¿Qué tal David?
—Bueno, eso que te lo responda él.
El chico alzó un poco la cabeza mirando a Alex quien era bastante más alto en comparación al chico.
—Eh, bueno, duele y tal pero supongo que se irá curando. O eso espero.
—Ya verás como sí —dijo Alex colocando el brazo sobre David.
—Alex, no me encuentro muy bien. Me voy a ir un rato a la cama —dijo Airón abriendo la puerta y girando a la derecha tras ella.
Airón era bastante más alto que David, mirándolo mejor casi de mi estatura. Tenía el pelo muy corto y una camisa muy holgada cortada por las mangas. En el brazo, tenía un pequeño tatuaje.
—Vale —contestó Alex—. Si necesitas cualquier cosa, avísame.
El resto nos sentamos en una mesa y comenzamos a hablar sobre algunos temas. Me mantuve algo al margen ya que aún el tema de la familia de Alex seguía candente y no tenían buen humor. En alguno de los temas surgió el tema de la Guerra Verde.
—Sonia —dijo Alex mirándome—. ¿Qué sabes de la Guerra Verde?
—Que jodieron el mundo.
—¿A parte de eso? ¿No sabes el cómo? —dijo extrañado.
—A ver, sí sé cómo ocurrió más o menos, pero digamos que ando mal de memoria.
—No te preocupes. Siempre me ha encantado hablar de la Guerra Verde.
Me extrañaba muchísimo cómo alguien le gustaba hablar de la guerra que destruyó el mundo por completo. Pero acepté con la cabeza y él comenzó a charlar. Yo le miraba bastante atenta, la verdad que me interesaba conocer algo más de cómo ocurrió todo.
—Adelante, cuenta lo que sepas —le di luz verde con el brazo y él comenzó a relatar la historia.
—Bueno, lo que sé es que España a partir del año 2030, tuvo de presidente a Ethan Garrett, su mandato fue una sorpresa para todos. Por primera vez la política española se mantuvo de forma estable por años y se aprobaron algunas reformillas, como la salida de la Unión Europea y de la OTAN casi de forma consecutiva. Sin las trabas de la unión europea, impulsó la economía como ningún otro país europeo lo hacía, creó el ejército más poderoso de toda Europa y el tercero en el mundo en cuestión de cinco años, pero las tensiones llegaron cuando España desafió el dominio estadounidense. Convenció a los países árabes de vender el petróleo en euro y no en dólar, ante las amenazas y presiones de EEUU de volver a la OTAN y de apartarse del petróleo, España respondió con una jugada sutil pero tremendamente poderosa que mantendría en jaque a toda la OTAN; accediendo a todos los secretos de gobierno de Estados Unidos y de Europa y amenazando con publicarlos. Provocando una tensión internacional durante meses, la inmediata enemistad de todos los países Europeos con España y una multitud enorme de países que se aliaron a España. Casi de forma instantánea, Estados Unidos bombardeó Madrid, con el fin de advertirles lo que estaba por llegar. España respondió filtrando absolutamente todos los secretos de EEUU los cuales causaron gran conmoción, y altercados en todas partes de Europa y EEUU, donde casi se inicia una guerra civil. En 2047 Estados Unidos le declaró la guerra a España seguido de prácticamente toda Europa. España no estaba perdida, tenía muy buenos aliados que plantaron cara de forma asombrosa a los ataques. Uno de esos ataques fue el ataque cruzado a EEUU. México atacó por el sur, Canadá por el norte, España y Rusia por el este y Japón y China por el Oeste. Esta guerra fue apodada la guerra verde debido a las cantidades ingentes de material radioactivo, armas y bombas bioquímicas lanzadas por ambos bloques, extinguiendo miles de animales, pulverizando bosques que eran el pulmón de la Tierra desde hace miles de años, destruyendo montañas que poseían importantes legados históricos, se estaban cargando el planeta y en 2052 con el bombardeo de múltiples potencias a España, y la aparición del brote de Enoyda en varios puntos del mundo, el presidente de España fue asesinado por la oposición y esta fue obligada a rendirse para evitar causar más daño al mundo.
—¿Y desde entonces...? —preguntó Sergio, que escuchaba con los ojos abiertos como platos.
—Desde entonces —respondió Alex, la voz impregnada de resignación—, el mundo no es más que una sombra de lo que era. Se formó una unión mundial para intentar restaurar lo perdido, pero solo fue un esfuerzo desesperado. Ya era tarde. No solo perdimos personas; el planeta entero quedó herido. Quizá... de manera irreversible.
Sergio soltó un suspiro.
—¿No queda ninguna forma de arreglarlo?
—No lo creo. Pero algunos científicos han trabajado en soluciones, intentando erradicar la radiación y encontrar una cura para el Enoyda. No es mucho, pero es algo.
—Sería increíble ver el mundo como antes —murmuré, tratando de imaginarlo—. Árboles, ríos, cielos sin el humo de guerra...
—Todos querríamos eso —murmuró Alex—, pero quizás ese "antes" ya no es más que un sueño.
De repente, la puerta crujió y se abrió, y Airón entró al salón, uniéndose a nosotros en silencio mientras la historia de la guerra se desvanecía, dejándonos a todos con un extraño vacío
—Hola chico —le saludó Alex.
—Hola —dijo tomando asiento al lado de Alex.
—¿Qué pasa chico? ¿Te has desvelado?
—No, solo que os he escuchado hablar de la Guerra y... me trajo ciertos recuerdos.
—De tu padre, ¿cierto? Es por él que conocemos la historia.
El muchacho asintió y Alex trató de recordarlo con una sonrisa.
—Todo un superviviente —correspondió Alex—. Aún me acuerdo de ellos charlando justamente aquí. —dijo a punto de llorar.
—Si...
—Oye, gente —interrumpí. No quería que montasen otro drama—. Creo que deberíais despejar un poco la mente. Es hora de comer y además tengo algo de parte de vuestra familia que quiero daros.
—Espera, ¿Conociste a los nuestros?
—No, desgraciadamente solo vi los cuerpos y una nota que nos conducía a suministros —abrí la mochila y saqué varias cajas pequeñas de comida y algún que otro botiquín.
—¿Y te lo quedaste? —dijo Airón molesto.
Yo me encogí de hombros.
—No os conocía. Ni siquiera sabía a quién iba dirigido. Da gracias que al menos tengo la decencia de devolvértelo.
—... —David sollozó. Estaba bastante triste por la muerte de su familia.
—Está bien, gracias. —agradeció Alex secándose una lágrima que caía de su rostro
—No es nada. Es lo último que tendréis de vuestra familia y... quisiera que lo tengáis para vosotros. Comed tranquilos, si no os importa quedaros con Sergio. Yo voy a buscar algo de comida a ver qué encuentro.
—No —Alex me paró en seco, aunque Airón aún seguía algo molesto—. Puedes quedarte si quieres.
—No te preocupes, puedo hacerlo sola. Volveré en un rato a ver que encuentro.
—Bueno, pues ten mucho cuidado y en caso de que cambies de opinión o no encuentres nada, compartiremos un poco contigo —Alex me acompañó a la puerta y me deseó suerte.
Salí de la cabaña y lo primero que vi enfrente de mí fueron 4 establos en los cuales habían algunos suministros y armas. Por la izquierda iba al camino por el que habíamos venido y por la derecha salía del establo, decidí salir de ahí. Daba a un camino algo largo y a lo lejos pude divisar unos árboles que seguían en pie. Sin pensarlo mucho me acerqué a ellos, eran unos árboles de mediana altura. Me fijé en sus frutos y sus hojas, eran almendras y estaban maduras.
Dudé si comerlas o no debido a la radiación que pudieron haber sufrido. Cogí una y la abrí. No parecía estar en malas condiciones así que probé un poco. Sorprendentemente estaban muy buenas así que cogí todas las que me podían caber en la mochila y me fui de vuelta al refugio. De vuelta al refugio me di cuenta de que en una valla había pintada una marca que me hizo sospechar bastante.
Volví al refugio donde estaba el resto con bastantes dudas.
—Alex... ¿puedes venir un momento fuera?
—¿Qué? —dijo relamiéndose los labios para luego limpiarse de una manera poco higiénica en los harapos de la camisa.
—Que vengas fuera. Es importante.
El hombre se levantó resoplando y hablamos algo alejados para que los niños no se dieran cuenta.
—¿Vosotros soléis marcar el refugio con simbolos?
—Eh... no... Que yo sepa no.
En ese momento un escalofrío invadió mi cuerpo.
—Joder... —dije bastante preocupada.
—Sonia, ¿Qué narices pasa?
—Me he encontrado una marca de cazador en el refugio. No sé realmente qué significa. Pero me puedo aventurar a que saben cuántos viven aquí y cuándo atacar.
—Joder ¿Qué hacemos entonces? —preguntó el hombre asustado.
—No nos queda otra que huir. Comemos, preparamos nuestras cosas y nos vamos. Hoy mismo.
—Este es nuestro refugio. Podemos resistir.
—Alex. Tenemos niños, van armados y no sabemos cuántos son. Además tanto tú como yo tenemos heridas. Sabes que no es realista.
—Sonia. No será realista para ti. Conozco este refugio como la palma de mi mano y...
—Está bien, pues mi hermano y yo nos iremos después de comer. No pienso ponerme en peligro ni a mí ni a mi hermano y menos en este estado.
—¿Ahora decides largarte con el rabo entre las patas?
—No tengo ninguna obligación de permanecer con vosotros. Las deudas que pude contraer, ya las he pagado. Si vienes, bien. Si no... —le di un toque en el hombro—. Aquí se separan nuestros caminos.
—Vale, está bien, sigo sin verlo del todo claro pero... te seguiré. Confiaré en ti.
CONTINUARÁ
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