Capítulo 5: El Fugitivo.
Me estremecí al ver la puerta de la cabaña entreabierta. Recordé los pasos que di para salir de casa y estaba segura de haberla cerrado lo mejor que pude. Vi que mi hermano me observaba también dudoso.
—Cerraste la puerta ¿No? —justo decir eso, vi la sombra de alguien moverse por la cabaña. Retrocedí asustada y me coloqué enfrente de mi hermano.
—Shhh. No digas nada —lo aparté de mí mientras desenfundaba un arma.
El niño se quedó observando asustado mientras yo me pegaba a la puerta lo más posible con el arma
Nada más llegar, di una patada a la puerta y coloqué la pistola justo enfrente mía, moviendo la mano de un lado a otro de la casa, hasta dar con quien se encontraba en ella. Justo en el suelo, comiéndose los restos de carne casi podrida que habíamos dejado. No dudé en amartillar la pistola y apuntarle directamente a la cabeza. Mi hermano se quedó justo detrás mío.
—¡Mierda! —el hombre se giró asustado, enseguida se levantó del suelo cogiendo un cuchillo con el que estaba partiendo la carne. Se notaba herido, con las prendas rasgadas y el rostro magullado.
—¡¡Alto!! —grité señalándolo con la pistola. Él enseguida se paró enfrente mía y comenzaba a temblar y resoplar. Se le notaba muy nervioso.
—Por favor... No dispares, de verdad.
—Deja el arma y retrocede —el hombre soltó el cuchillo a mis pies y dio unos pasos hacia atrás con las manos levantadas.
Le di una patada lateral al cuchillo para evitar que pudiera hacerse con él de nuevo. Respiré profundamente.
—¿Quién eres? —continué apuntando con la pistola
Él retrocedió unos pasos.
—¡No te muevas!
—¡Vale! —se mantuvo quieto, pero temblando—. Pero baja el arma. Por favor
Mantuve la pistola firme.
—Primero dime quien eres.
—Joder, so-solo pasaba por aquí.
—¿Cazador? ¿Caníbal? ¿¡Qué buscas aquí!?
—¡Te juro que no soy ninguno de los dos! He pasado por todo un calvario y solo estaba buscando un refugio en el que cobijarme. Solo soy un superviviente como tú y tu hermano —se restregó la mano por el labio ensangrentado que tenía.
—Más te vale no mentir —me acerqué a él sin dejar de apuntar al hombre.
—¡Eh!—se cubrió la cabeza con un brazo—. ¡Estoy solo y herido! no quiero hacerte nada. Déjame quedarme hasta mañana por lo menos. Estoy muy cansado, por favor.
Realmente el hombre estaba bastante mal de aspecto. Pero no sentía ningún tipo de confianza. Y además tenía miedo. No sabía de qué era capaz este hombre, pero me sabía mal dejarlo tirado.
—Vale— hice una breve pausa— .Te dejaré quedarte hasta mañana. Una vez amanezca te marcharás de aquí. Sin mediar una sola palabra. ¿Queda claro?
—Sí —se tranquilizó—. Gracias. Ahora, si no te importa bajar el arma, aún podrías... ya sabes—rogó el hombre.
Miré mis manos temblorosas que sujetaban la pistola que apuntaba al transeúnte. Decidí bajar la pistola aunque sin quitar el seguro.
—Si... está bien —dije aún sujetando la pistola contra el suelo.
—No te fías de mí, ¿verdad?
—No.
El hombre cerró los ojos algo más calmado
—Vale, escucha, solo voy a estar una noche, créeme que soy la persona que menos quiere iniciar una pelea ahora mismo.
—Yo tampoco. —dije sentándome en el sofá para observarle.
El hombre se intentó poner de pie, pero volvió a caer al suelo dolorido. Sergio se acercó a ayudarlo.
—Eh, ¿Qué te pasa? ¿estás bien? —dijo lo más amable posible.
—No. Necesito ayuda —en ese momento vi que me miró a los ojos buscando un atisbo de compasión en los míos.
Me levanté del sofá, dejé la pistola y me acerqué a él.
—¿Qué pasa?¿Quién te ha hecho eso?
—¿Sabes curar? —me miró casi rogándome.
—Depende. No hago milagros.
Sergio rodeó al hombre, y miró su espalda.
—Sonia... La espalda... tiene un corte profundo.
—¿Qué tan mal se ve? —comentó girando su cabeza
Me acerqué y vi que era bastante larga la herida, casi como su hombro, parecía un ataque con un hacha o machete. Vi que tenía más heridas superficiales en cada una de las rasgaduras de la camiseta.
—Tío, ¿Cómo puedes seguir en pie con eso? —observé sorprendida.
—Necesito saber si puedes ayudarme.
—Eh, s-sí, claro.—resoplé—. Voy a... voy a por el botiquín a mi cuarto y regreso.
Iba a dirigirme arriba del todo pero él me detuvo.
—¡Espera! No utilices el tuyo. Tengo un botiquín en mi mochila.
—¡Voy yo!— Sergio enseguida fue a por él, abrió la mochila y me trajo el botiquín.
—Bien, voy a poner la alfombra, te tumbas ahí y muerde lo que sea, te va a doler —dije mientras intentaba pasar el dichoso hilo por la aguja.
—Vale, está bien —decía nervioso.
—Me cago en el hilo de mierda —dije acercándome a Sergio—. Mira a ver si tienes más paciencia que yo.
—¿Es lo que más cuesta de poner? —comentó Alex tumbándose mientras Sergio conseguía meter el hilo en la aguja.
—En verdad es lo más fácil de todo el proceso. Que no te muevas va a ser más complicado.
—Toma —dijo Sergio dándome el hilo—. Aunque primero habría que desinfectar, ¿no?
—Exacto. Quédate a observar, ¿vale? —el niño asintió y se quedó detrás mío.
—¿Preparado? —le comenté a Alex.
—Dale
El chico estaba tumbado y comencé a frotar el alcohol por la zona con suavidad, tratando de lavar la sangre. Él temblaba un poco y de vez en cuando se quejaba, pero no era tan exagerado.
—¿Cómo te hiciste esto? —preguntó Sergio que se situó en frente de él.
—Me acabé separando del grupo y me topé con quien no debía—hizo una mueca de dolor cuando apreté ligeramente sobre la herida.
Paré de limpiar el hombro.
—Esta herida... Te la hicieron cuando huías de alguien, ¿no es así?
—Eh... Sí ¿por qué? —comentó sin entender demasiado.
—Porque si has huido de ellos querrán venir a buscarte. ¿Quienes eran?
—Son... son caníbales
—¿Cómo qué caníbales? —preguntó Sergio alerta.
Alex trató de calmar la situación.
—Sí... esto... decidí ir yo solo en busca de recursos, me encontré con un grupo con el que intenté negociar sin embargo estos... Me atraparon y me retuvieron por unos días hasta que logré escapar.
—¿No te habrán seguido, verdad? —dije preocupada
—No lo sé...
—Joder —dije asustada.
—Logré matar a 3 o 4 antes de escapar pero... no sé si querrán revancha.
Miré a Sergio. Que estaba más asustado.
—Mañana salimos de aquí. Este sitio no es seguro.
—Claro que la querrán. Son un puto grano en el culo. —dije mojando la gasa en un poco de agua—. Bah, igual tendré que quedarme haciendo guardia —continué lavando la herida.
El hombre se exaltó un poco, y Sergio comenzó a hablarle
—¿Lograste matar a tantos caníbales? —dijo sorprendido—. Eres muy fuerte ¿No?
—Soy igual de fuerte que tú. Seguimos vivos por algo, ¿No?
—Sí, aunque... siempre con algo de ayuda —dijo mirándome a mí.
—Nadie sobrevive sin ayuda, chaval.
—Vale, ahora necesito que mantengas la respiración porque voy a tener que coser. Es bastante profunda la herida.
—Está bien.
Una vez acabé de desinfectar, comencé a darle puntos en la espalda. Con los puntos sí que tuve que tener cuidado ya que a veces se movía. Una vez acabé de curarle, él se incorporó.
—Listo —dije tras finalizar
—No tienes mala técnica. Aunque uff. Los puntos siempre duelen demasiado. —se estiró un poco
—No te esfuerces mucho, podrían saltarse los puntos.
—Vale. Por cierto, yo me iré a dormir ya. Quiero reponerme para mañana poder ir temprano al refugio.
—Bueno, haz lo que quieras —acabé de recoger y también me incorporé—. Por cierto, ¿No quieres algo de comida?
—Sí, por favor, llevo sin comer tres días.
—Ven con nosotros al patio, luego te subes si quieres —dije tratando de ser amable
—No hace falta, no quiero molestar, dame alguna lata o dos y la como arriba en mi cuarto, vosotros comed tranquilos.
—Bueno, vale —dijo Sergio—. ¡Ven! En el almacén tenemos...
—Sergio... Dale lo que sea.
—Eh... sí, está bien.
El muchacho abrió la mochila y le dio una lata de guisantes.
—Toma, Alex
—Muchas gracias, muchacho —posteriormente se dirigió a mí—. A ti también Sonia, creo que me has salvado la vida.
—De nada —dijimos los dos a la vez. Acto seguido Alex se fue al cuarto y Sergio comenzó a mirarme un poco más ansioso.
—¿Vamos a cenar?
—Eso mismo—me dirigí al patio. Los restos de huesos que quedaban los tiramos lejos, esto nos permitía hacer una pequeña fogata en la que cocinar—. Vamos a hacer una pequeña fogata.
—¿No es peligroso hacer fuego?
—No, no haremos fuego para calentarnos, sino para cocinar, será mucho más pequeño. Dudo mucho que se vea desde lo lejos.
Coloqué una parrilla donde puse carne envasada y una olla de las que había en la casa para hacer un caldo con las verduras enlatadas. Con el tiempo, a pesar de la mala pinta de los alimentos, lo cierto es que había un buen aroma. Mi hermano observaba de pie en la puerta del patio.
—Hm, huele mejor de lo que me esperaba —dijo acercándose a mi lado.
—Si —respondí removiendo la olla—. Esto me trae algunos recuerdos
—¿También hacíais barbacoas en Badajoz?
Me sentí con cierta nostalgia al recordar algunos de esos momentos
— Sí. Eras muy pequeño, pero yo tenía tu edad. Unos doce o trece años. Íbamos al patio de mi amiga Esther y allí hacíamos algunas barbacoas. Me acuerdo que luego nos poníamos a jugar a cualquier tontería y nos reíamos mucho.
Sergio sonrió aunque con algo de tristeza, removió un poco la sopa y después se dirigió a la mesa en el patio para sentarse.
—Creo que echo de menos el tener un amigo. Ya sabes, de mi edad.
—Eso es más complicado encontrarlo ahora, Sergio, quizá logres hacer amigos una vez lleguemos al norte.
—Puede —dijo aún pensativo—¿Cómo era tu amistad con Esther o con... con Pablo?
Dejé de remover la olla y me dirigí a donde él estaba sentado.
—Bueno —ladeé la cabeza—. Se podría resumir en respeto. En un trato de iguales. Un día por ti y otro día por mí. Alguien de una edad parecida a la tuya, ajena a tu familia, con quien charlar, con quien vivir momentos inolvidables y divertidos. Según Pablo, los amigos son la familia que se elige. Y la verdad que tenía mucha razón.
—Joo. Quiero tener un amigo. —hizo un puchero con algo de sarcasmo en el fondo. Yo le acaricié la cabeza.
—Todo llegará a su tiempo, ¿vale?
—Si... —dio un suspiro—. Oye, ¿Qué opinas del tal Alex? Antes te vi muy seria.
—No me gusta. Mencionó que había tardado unas 3 horas en encontrar este refugio. Y a decir verdad es bastante visible desde lo lejos. Debemos marchar.
—¿Y no podría venir con nosotros? Lo veo buena gente.
—Barajaremos la posibilidad. Aunque te adelanto que lo más probable es que no.
—Pero... —dijo nervioso—. Es que este sí me parece de fiar.
—¿Por qué lo crees? —lo miré apoyada sobre la mesa.
—No ha pedido nada más que le ayudes a curar una herida, y algo de comida y agua. Cosas básicas que nos podrían pasar a mí o a ti, ni ha sido pesado con alguna tontería. Me parece un buen hombre.
—Todos cuando están necesitados parecen buenas personas. Al final, lo único que sabemos es que somos una panda de cabrones que matamos por sobrevivir un día más. Y mientras más rodeado estés de cabrones, menos posibilidades hay de sobrevivir. Creo que es simple de entender ¿no?
—Ya, no lo sé —comentó algo triste —. Es que me parece complicado
—Y lo es. En este mundo los amigos de verdad no existen. Mentalízate de ello —en ese momento comenzó a sonar un poco más fuerte la parrilla.
—¡La comida! —dijo Sergio alterado
—¡No! —corrí hacia la carne para darle la vuelta. Estaba algo quemada pero no arruinada. También removí la olla con la sopa que estaba comenzando a espesar—. Bueno, no ha quedado tan mal. Ven, mira.
Sergio se levantó de su silla y se dirigió a la sartén.
—Bah, te ha quedado calcinado —comentó bromeando.
—Vale, ¿Pues entonces no comes?
—A ver, si no queda otra... qué remedio ¿No? —sonrió. Le di una pequeña colleja.
—Anda, vamos a la mesa. Lleva la carne.
Cogí la olla con unos trapos y la serví en la mesa, Sergio vino corriendo con el plato de carne ya que se estaba quemando.
—¡Ah! ¡Quema! —dijo dejando bruscamente la olla en la mesa.
—Tenías trapos, cacho bruto.
—Es que pensaba que no quemaba tanto.
El muchacho cogió su plato y se sentó en la mesa. En seguida probó una cucharada de la sopa
—Hmm, está riquísim... ¡Ah! ¡¡Quema!!
—¿No es tu día, no? Cómete primero la carne y después la sopa, así se va enfriando
—Hmm —murmuró de mal humor por no poder comer la sopa antes—. Siempre lo bueno se hace esperar.
Pasado un tiempo ya serví la carne y mi sopa que dejé enfriar mientras se hacía la carne. Me senté a su lado y le serví.
—Y bueno, ¿qué tal? ¿herido o algo?
—¿Eh? —se miró el brazo—. No, estoy bien. ¿Y tú?
—Algo dolorida de antes. Pero nada grave
—¿Con los tóxicos? —preguntó mientras mordía la carne.
—Sí... Pero no te preocupes, es solo el golpe.
—Oye... siento si antes no actué rápido. Me quedé en shock. Sé que no debería esperar nada pero... no sé. No sabía muy bien qué hacer.
—No pasa nada. Lo importante es que ayudaste cuando te lo pedí. Es a base de errores como uno aprende.
—Sí. Imagino que aprenderé con el tiempo —dijo Sergio más alegre.
—Claro que aprenderás. Todos pasamos por ello. Aunque piensa una cosa, si decides entrar en batalla, piensa que debe ser mejor que no hacer nada.
—Vale —asintió decidido.
—Cada bala, cada movimiento, debe ser meditado por esa cabecita —le toqué la cabeza de una manera cariñosa. El chico se encogió un poco
—Está bien —se mostró algo arisco.
Continuamos cenando durante un tiempo hasta acabar la sopa y la carne.
—¿Qué tal si vamos a dormir? Es algo tarde.
Sergio negó con la cabeza.
—No, me gustaría hablar sobre una última cosa. Por favor.
Resoplé un poco, ya estaba cansada y aún tenía que hacer guardia.
—Venga, va, pero vayámonos dentro y me lo cuentas ya más a gusto, ¿ok? —dije llevando la olla y la parrilla dentro de la casa.
—Vale, es sobre algo que me mantiene un poco triste —alegó el chico cabizbajo.
—No pasa nada, ahora me lo cuentas. Sentémonos en el sofá. ¿Te parece?
—Sí.
Ambos fuimos al sofá y nos sentamos uno al lado del otro. Sergio decidió apoyarse ligeramente sobre mí.
—Vale, dime que te ocurre —dije poniendo mi brazo alrededor del hombro de Sergio.
—Es que, a ver, antes... Hm, no. En definitiva es que, no me gusta demasiado que me ocultes las cosas cuando algo va mal. Y esa es otra, creo que ya no soy un niño pequeño que llora cada vez que algo va mal y...
—Oh, vamos Sergio, cada vez que ves un grupo de hombres pasas muchísimo miedo y te acobardas enseguida. Te oculto las cosas para que no te pongas nervioso.
Sergio hizo amago de llorar.
—Es que... no me comprendes. No sientes lo que yo siento.
—No, Sergio. Siento lo mismo que tú. Miedo, por ti y por mí. Pero antes del miedo está el coraje. Mientras no tengas coraje, no serás un adulto.
El chico derramó una lágrima y se levantó del sofá zafándose de mi brazo.
—No... Mira, ¿Sabes por qué tengo miedo? —se secó las lágrimas—. ¡Porque sé que cada vez que te veo ahí fuera disparando puede ser la última vez que te vea con vida! El pensar en cada maldito momento cómo encontrar una forma de escapar por si te matan y tengo que buscarme la vida. Claro que tengo miedo. Y siento impotencia por que no puedo hacer nada por protegerte y... solo tengo que mirar cómo recibes golpes, como eres dañada mientras solo miro. Me siento un completo inútil mientras haces todo por mí...
El niño se mantuvo de pie y enfadado conmigo al mismo tiempo que veía una lágrima caer. La verdad que he sido bastante dura con él. No estaba orgullosa de lo último que dije.
—Mira, pues tienes razón, no sabía qué era lo que sentías. Lo siento. Debe... Debe ser duro pensar eso y me viene bien saberlo. Sabes que me gusta entenderte.
—A ratos —dijo secándose una lágrima.
—Anda ven, siéntate.
El chico se acercó a mí y se sentó a mi lado.
—No... no sé muy bien qué decirte. —dije acariciándole el flequillo mientras yo soltaba una lágrima—. Lo único que quiero es verte feliz, que dejes esos pensamientos que te atormentan. Y que sepas que el simple hecho de quererte... me sirve de anestesia a cualquier dolor —dije con un tono entrecortado.
Sergio se mantuvo a mi lado abrazado durante un tiempo. Yo le acariciaba la cabecita, ya que eso le relajaba mucho. En ocasiones lo notaba sollozar, pero decidí continuar abrazado a él. Comencé a cerrar ligeramente los ojos. hasta que desperté por un ruido en la cocina. Se habían apagado las velas que había encendido. Me levanté a ver qué era. Coloqué al chico en el sofá y me dirigí a la cocina. Antes de entrar cogí la pistola y la linterna y la encendí apuntando en esa dirección. Sin embargo, no vi nada.
—Algún animalillo... —pensé. Posteriormente quería dormir, así que cargué a mi hermano en brazos y lo llevé a su habitación. Al estar todo muy oscuro, la verdad es que daba algo de mal rollo y además la madera crujía bastante. Con cuidado, abrí su cama y lo dejé dormido—. Buenas noches, tesoro —dije arropándolo con las mantas
Bajé las escaleras y me coloqué en el sofá despierta. Me tenté a estar toda la noche en vela. Fue entonces cuando decidí hacer algunas armas. Con las latas de conservas que teníamos, me dediqué a reforzar puntas de flecha para poder salir a cazar posteriormente. Poco a poco fui desistiendo y parecía que el hombre no iba a intentar nada.
—A la mierda. Tengo mucho sueño —dije muy cansada y tumbandome en el sofá a descansar un rato. A la mañana siguiente me desperté al oír a Sergio despertarme.
—Sonia, ¡Sonia! —noté como me movía de un lado para otro para intentar despertarme. Me dolía un poco la cabeza por tanto respondí un poco de mal humor.
—¿Qué pasa?, estoy dormida. —me quejé intentando apartarlo.
—Allí, aún sigue el hombre de ayer dormido. —señaló el cuarto en el que se situaba el hombre.
—Pues ya se irá. Déjalo. Aún es temprano —dije dándole la vuelta. Él se acercó con algo de carrerilla y se tiró encima de mí dándome un abrazo.
—Despiertaaaaaa
—¡Ah! Qué cabrón. Al final te vas a cargar el sofá
Sergio comenzó a reír.
—Es que me mola hacer esto
—Ya se ve, capullito. —le peiné un poco el pelo que tenía despeinado—. Levántate que vamos a desayunar.
En ese momento abrió el cuarto Alex. De ahí bajó las escaleras y nos vio a ambos levantarnos del sofá.
—Oh, hola a los dos. —saludó dolorido.
—¿Qué tal la noche, Alex?
—No he podido dormir casi nada, de vez en cuando me daban algunos pinchazos en la espalda
—La primera noche siempre es algo complicada —comenté dirigiéndome a la cocina.
—Ya lo sé... Bueno, si me disculpan, me quedaré aquí un rato para prepararme y marcharme. ¿Qué tal estáis?
—Muy bien, señor —saludó el chico de buen humor. Yo no pensé lo mismo. Solo quería que se largase.
—Espera —levanté el brazo. Él se paró —. ¿Cuánto tiempo es un rato?
—No sé si es mucho pedir pero, me gustaría que me dieras un arma. La estuve viendo ayer y vi que estaba encasquillada, no sirve. Si queréis os puedo compensar, volveré en unos días con algo de comida para vosotros.
—¿¡Qué!? No. —rechacé de una forma tajante—. Eso no fue lo que acordamos ayer. Quedamos en que te quedarías una noche y te irías.
—Chica, cálmate, simplemente intento agradecerte por haberme curado.
—No hace falta que me des nada. Estamos bien como estamos.
—Escucha una cosa. Verás te comentaré algo...
—¡¡NO!! Cuántas veces tengo que repetírtelo —comencé a acercarme a él algo más desafiante cuando noté la mano de Sergio tratando de detenerme.
—Sonia, sería mejor escucharle. La verdad, no lo veo mal hombre. —propuso Sergio algo preocupado por la posibilidad de un enfrentamiento.
—Sergio, cállate.
—Tu hermano tiene razón. Quiero hacerte una propuesta, si la aceptas bien y si no me iré y no volverás a saber nada de mí. Así que deja de comportarte como una matona y compórtate como una adulta
Respiré profundo intentando calmarme. El miedo y la desconfianza se traducía en agresividad. Aunque traté de hacer un esfuerzo por escucharlo.
—Adelante
—De nuevo, baja el arma
Resoplando, bajé el arma dejándola en la mesa.
—Ya está...
—Escucha. Sonia te llamas, ¿no? —asentí aún de mal humor
—Sí. ¿Y qué?
—A ver... la única razón por la que realmente te quiero ayudar es por ese chaval. No todo el mundo decide llevar un niño a un mundo así.
—Es lo que me ha tocado. ¿Y qué pretendes hacer?
—Sé que está mal por mi parte pero escuché vuestra conversación ayer por la noche. Escuché que ambos tenéis miedo, tengo un grupo en el que os sentiréis mucho más protegidos. Tenemos más niños de la edad de... —señaló al muchacho tratando de recordar su nombre.
—Sergio. —concretó el muchacho.
—Eso es. Esta es mi propuesta, podríais uniros a nuestro grupo. Ya sabes, para garantizar la supervivencia de tu hermano y por supuesto, la tuya, Sonia.
—No me interesa —expliqué aún malhumorada—. Estamos realizando un viaje, no quiero asentarme.
—Pero... —Sergio quería ir.
—No, Sergio.
El hombre entrecerró los ojos ligeramente
—¿A dónde?
—Al nor... —Sergio iba a hablar pero le pisé el pie—. ¡Ah!
—No es asunto tuyo.
—Bueno, está bien. —replicó algo molesto. —Lamento el haberte hecho enfadar. Y ahora sencillamente me largaré.
—Suerte. —el hombre cerró la puerta de un golpe.
Nada más abandonar la casa me levanté de golpe y me dirigí a Sergio.
—Coge tus cosas, mochila, armas, conservas. ¡Todo! —me dirigí al armario y cogí mi mochila—. Nos largamos
—¿Qué? ¿Pero qué pasa? —dijo el niño sin saber qué ocurría.
—¿Que qué pasa? ¿¡Cómo que qué pasa!? Joder, Sergio, me parece mentira que llevemos casi 2 años de viaje.
—Me hago una idea, pero... no sé.
—Pues que sabe donde vivimos, sabe que tenemos alimentos y son un puto grupo. Simplemente suma —coloqué los alimentos en la mochila y pillé unos cuantos cargadores de balas.
—Pero no parece mal tipo.
—¡Sergio! La gente no siempre se presenta con navaja y pistola. Deja de idealizar
Nos dedicamos a recoger todo para la huida lo más rápido posible. Pasaron unos cinco minutos, estábamos acabando de recoger cuando oímos unos disparos.
—¿Qué cojones haces disparando? —dijo uno de los hombres.
—Me había parecido ver algo tras aquel muro.
—No hagas ruido, podríamos alertar al transeúnte.
Me asomé al balcón y ahí estaban tres hombres y dos mujeres con uniforme militar y el escudo español en el hombro. Eran bandidos que utilizaban armamento militar para rescatar recursos. Iban armados con un subfusil y una pistola, por no hablar de aquel machete casi más grande que su brazo.
—¡Creemos que fue aquí! Vimos una cortinilla de humo saliendo de la cabaña. —Afirmó apuntando con la pistola a todas partes. —¡¡Registrad hasta el último rincón!!
Apreté fuertemente los ojos.
—Joder, sí que están cerca —dije sacando descargando la pistola
—Sonia, ¿te vas a enfrentar a ellos? —suspiró Sergio quien ya estaba acostumbrado a verme pelear.
—Joder... Escucha, van a entrar por la puerta del patio. Va a haber que correr. Pase lo que pase, no te atrases. Necesito que te quedes a mi lado siempre ¿Queda claro?
—Sí...CONTINUARÁ
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro