Capítulo 3: El pueblo bombardeado
Al día siguiente tras cazar el ciervo, Sergio y yo comenzamos a limpiar la cabaña para eliminar el olor a sangre y putrefacción que había en la cabaña, él decidió fregar abajo mientras yo intentaba arreglar la ventana rota de su cuarto y equilibrar las sábanas para poder dormir separados, aunque él no sabía esto. A lo mejor se anima a dormir solito.
—¿Cómo vas ahí abajo? —dije asomándome desde lo alto de las escaleras
—Mal, me está dando bastante asco fregar esto, huele demasiado y tengo que acercarme con el trapo —decía arrugando un poco la cara
—Aguanta un poco anda, voy a arreglarte tu ventana para que no pases frío.
—Vale, gracias.
Dejé a Sergio solo limpiando y yo me dirigí a ver la ventana.
—Ahora veremos cual es tu maldito problema—dije abriendo la ventana para observar el mecanismo.
Mientras tanto Sergio movió una alfombra para seguir limpiando y se encontró con una compuerta.
—¿Qué narices? —dijo dejando el trapo en el suelo.
El niño abrió dicha compuerta y comenzó a gritar mi nombre.
—¡Sonia! ¡Sonia!
—¡Qué pasa! —dije preocupada saliendo del cuarto. Me asomé desde lo alto y vi a Sergio bastante alterado.
—Esto debería ser el sótano. ¿Bajamos?
—Por supuesto, vamos—dije bajando las escaleras de la cabaña.
Vi que estaba oscuro así que decidí encender una linterna para poder bajar.
—¿Tú primero? —lo animé a llevar la linterna
—Los cojones.
—¡Niño! —le di una colleja.
Sergio estaba detrás mío observando todo mientras que yo iba con el cuchillo por si acaso, parecía un sótano algo laberíntico. Llegamos a lo que parecía una sala pero tenía varias estanterías vacías, seguimos alumbrando por la zona hasta que alumbré a una estantería con 3 garrafas de agua fresca.
—¡Agua! —gritó el niño al ver dichas garrafas.
Yo lo miré con una sonrisa y bastante orgulloso de él.
—No me jodas... ¡¡Que es agua!! —dije eufórica acercándome a las garrafas.
—¡Se acabó el beber agua con gas de mierda!
—Siiii —lo miré riendo y él también—. No sabes lo que te quiero ahora mismo.
—Gracias pero... ¿Estará buena el agua?
Antes de que dijera nada ya me encontraba poniendo los morros en la garrafa.
—Dejate de tonterías y ven a beber.
El niño asintió con una sonrisa.
—Jajaja vale
Pasaron algunas semanas tras encontrar el agua. Nos habíamos acabado por completo el ciervo y algunas partes que estaban malas las puse a curar al sol para poder quedarnos con carne seca. Con los huesos del animal, fabriqué puntas de flecha que até con resina a troncos de madera. Estas flechas iban bastante bien y solían hacer un daño aceptable. La última noche me la pasé fabricando estas flechas debido a que teníamos planeado salir a un pueblo que encontré mientras salía a cazar. Llevábamos dos días sin encontrar nada bueno para comer.
Al día siguiente nos levantamos de la cama Sergio y yo y me dirigí a uno de los estantes donde coloqué las mochilas. Cogí dos mientras Sergio se encontraba sentado en el sofá siguiéndome con la mirada para ver qué hacía.
—¿Qué haremos hoy? ¿Buscaremos comida? —dijo el chico acariciándose la barriga y relamiéndose los labios.
Coloqué las mochilas sobre la mesa y me puse una goma para el pelo.
—Si, eso mismo haremos, hace unos días encontré un poblado cerca. Así que pilla la pistola, el cuchillo y la mochila con lo necesario. No sabemos lo que nos encontraremos allí, por eso debemos ir bien armados por si tuviéramos algún enfrentamiento.
—¿Hay un pueblo cerca? —me preguntó mirándome con la ceja derecha levantada
—Si, más o menos a unos 2-3 km.
—¿Estás segura de ir? —se notaba preocupado y con miedo. Yo tampoco sabía si era seguro o no pero necesitábamos comida.
—Mejor que morir de hambre es. Nos arriesgaremos. En cuanto entremos al poblado nada de ruido, nos agachamos si escuchamos gente y pase lo que pase, nunca me pierdas de vista.
—Está bien —Suspiró—. Vamos allá —Sergio cogió su mochila con lo necesario para partir. Yo hice lo mismo
—¿Estás listo?
Él me miró angustiado y se encogió de hombros.
—No queda otra...
—Venga va —le toqué ligeramente el hombro para tranquilizarlo—. Todo va a ir bien.
—Esperemos.
Cogí mi mochila y nos fuimos los dos en dirección a aquel poblado destruido. Tomamos un sendero que nos conducía a una pequeña colina y posteriormente un camino al fondo. Continuamos avanzando y dejé que mi hermano siguiera algo más adelante. Le encantaba salir fuera, pero siempre lo hacía con miedo o no le dejaba demasiado lejos. No he sentido peligro ni gente cerca en los últimos días así que, podemos bajar un poco la guardia. Me encanta que, a pesar de las dificultades y todo lo que hemos sufrido, pueda ver a Sergio correteando y feliz, hacía tiempo que no lo veía reír de esta forma. Verlo así también me hace feliz a mí. Es entonces cuando vi a Sergio especialmente alterado y llamándome la atención.
—¡Sonia! ¡Sonia! —dijo alzando la voz—. Ven, mira.
—¿Qué pasa, Sergio? No alces mucho la voz—dije acercándome al chico. Él se encontraba agachado, como intentando coger algo.
—Mira esto. Sonia. Es una flor —la observó feliz. Yo me coloqué a su lado, sonreí y le acaricié la cabeza.
—Ya ves. Por fin está creciendo vegetación en este lugar. Es preciosa.
Sergio me miró bastante entusiasmado.
—¿Crees que nos encontraremos con más flores?
—Seguro que sí, a pesar del ambiente hostil, poco a poco la naturaleza reclamará lo que es suyo. —miraba a mis lados continuamente, se me había hecho escuchar algunas voces, pero seguramente sería mi imaginación.
—¿Qué es ambiente hostil? —me preguntó.
—Digamos que es sinónimo de malo. Ahora vamos, tenemos que llegar al poblado.
—¿Un mal ambiente? —se puso a caminar a mi lado.
—Sí, simplemente es un ambiente donde las condiciones de vida no son aceptables para la vida ni humana ni vegetal.
—Vaya —levantó la cabeza mirándome—. Sabes mucho acerca de esto.
—No te creas, sé lo básico.
—¿Eso lo aprendiste en la escuela militar?
Lo miré sonriendo.
—Sí... algo así
—Me hubiera gustado vivir lo mismo que tú en la cuarentena.
—Y a mí haberte enseñado y ayudado con ello. Pero eras más pequeño, tendrías como 5 o 6 años.
—Aún me acuerdo de algunas cosas como cuando llegabas dolorida por las clases de lucha.
—Agh... no me lo recuerdes.
—Es que... Me gustaba ver a papá tratándote con tanta delicadeza para lo bruto que es él.
—¿Delicadeza? No veas las broncas que me echaba de vez en cuando.
—Merecidas. ¿A quién se le ocurre faltar a clases de cómo defenderse? —asintió sonriendo.
—Digamos que estaba muy cansada de aquello y nunca pensé que caería la zona de cuarentena. Lástima.
—Ya, y aún así no hay nadie que pueda contigo. ¡Imaginate si hubieras ido a todas las clases! ¡Serías la mejor guerrera del mundo mundial!
—Eso... no funciona así, chaval. —dije mientras nos acercábamos a un camino algo más estrecho—. Y ahora... mira esta carretera...
La carretera parecía bastante destruida, con numerosos coches apalancados algunos coches a varios metros fuera de la carretera y el poblado a lo lejos dando un ambiente bastante tétrico. Ambos nos quedamos asombrados contemplando aquello.
—¡Hala! ¿Qué narices ha pasado aquí — dijo el niño dejándose llevar por la sorpresa del momento
—¡Shhh! No hagas tanto ruido, estamos en un pueblo que no conocemos, no sabemos qué puede haber.
—Oh, lo siento, no quería...—dijo el niño preocupado—. No quería causar molestia
—Ten esto siempre en cuenta, aunque algo te fascine, te cause asombro o tristeza, guárdatelo para ti a no ser que sientas que estamos seguros que eso se traduce solo en casa —dije ya más calmada. Posteriormente divisé el pueblo, eran tan solo algunas calles más alguna plaza y poco más—. No es tan grande como parecía desde lo lejos, tengo pocas esperanzas en encontrar algo pero... vamos.
—Pues no tiene pinta de haber nadie.
—¿Y si nos encontramos con supervivientes como nosotros?
—Bueno... vale.
Acto seguido, continuamos por el camino empedrado que nos llevaba al pueblo. Se notaban árboles marchitos que yacían en el suelo, algunos se mantenían en pie con unas ramas siniestras y secas. En el camino nos encontramos con algunos coches fijados en el suelo con la puerta abierta. El chico ya no estaba tan tranquilo, se le notaba algo asustado y empezaba a acercarse más a mí.
—Sonia, ¿eso es un coche? —nuevamente giró la cabeza para mirarme con miedo.
—Sí, tiene la puerta abierta —dije caminando en torno al coche. Él me siguió
—¿Por qué? —preguntó.
—No lo sé, quizá intentasen huir —asomé la cabeza por dentro del coche y vi una sillita de un niño, donde se encontraba el cadáver de un niño pequeño. Me quedé en shock pero por suerte el niño no vio aquello. Decidí que teníamos que seguir antes de que tuviera más miedo—. Vamos, tenemos que continuar —dije tirándole del brazo.
—Vale, vale. Está bien —suspiró
Cuando acabamos la carretera llegamos al pueblo, y nos encontramos con un cartel roto y oxidado que supongo que pondría el nombre del pueblo. Alcancé a leer parte del cartel. Ponía "San G...l". El nombre del pueblo era algo extraño, pero nosotros continuamos adelante, nos fijamos en que todo el poblado estaba arrasado.
—¿No te parece que está como destruido a propósito? —me comentó.
—Sí... seguramente lo hubieran bombardeado cuando comenzó el brote.
—¿Por qué harían eso?—dijo frunciendo el ceño—. ¿Por matar gente?
—No... Dudo que lo hagan con ese motivo. Antes lo hacían con el fin de acabar con el mayor número de tóxicos posibles. Fíjate en la ciudad de Badajoz, solo habitamos la zona norte, la sur estaba completamente destruida porque era donde más infectados había. Con suerte algún edificio habrá quedado en pie.
—Pero entonces, lo hicieron con personas dentro del pueblo o deslaron las personas del pueblo.
—¿Deslaron? ¿Qué es eso? —pregunté con el ceño fruncido.
—Eso que hacen los que mandan para echar a la gente —me miró.
—No —sonreí—. Se dice desalojar, y bueno, supongo que no lo hicieron. La transformación de una persona normal en tóxica suele durar bastante y para entonces no había métodos para saberlo, por tanto, también debieron de morir muchos inocentes.
—Vaya, fue cruel ¿no?
—Sí, pero querían despojar a todos los tóxicos que pudieran.
—Entiendo pero... ¿no sería mejor tratar de acabar con los sintomáticos?
—La enfermedad tarda bastante en hacer efecto, mientras lo incubas, no sabes que lo tienes. Y eso dura por días. Una vez que presentas síntomas, el virus se contagia extremadamente rápido, mediante saliva, fluidos, mordeduras... Por eso era muy complicado de erradicar y tomaron la decisión de matar a todas las zonas donde se propagase el virus.
Continuamos por lo que parecían calles, se veía todo horrible, polvo por todas partes, escombros, nos encontramos algunos restos de huesos humanos, coches completamente en escombros y casas destruidas, calles cortadas, caravanas de coches... y un ayuntamiento en el que apenas quedaban unas columnas en pie y en el centro estaba lo que era el escudo del pueblo. Algunos de los perros domésticos más fuertes de las personas que habitaban aquí, se escaparon de casa, creando así las manadas de perros, en la calle más alejada se observaba una manada de perros jugueteando entre ellos. No parecían amigables.
—Ey, mira, son perros —dije señalándolos para que Sergio los vea.
—¿No son peligrosos? —preguntó.
Sergio ya tuvo en el pasado un inconveniente con un perro. Este le atacó y le dio un muerdo en el brazo. Por suerte solo fue un susto pero desde entonces no le gusta demasiado acercarse a ellos.
—Van en manada y son bastante grandes. Con el paso del tiempo se han asilvestrado y ahora sí son peligrosos. No nos conviene acercarnos.
—V-vale.
Seguimos por varios lugares más, investigando las ruinas, entramos en alguna de las casas destruidas pero era muy inseguro debido a que cabía la posibilidad de que la casa se derrumbara sobre nosotros, además de los numerosos cadáveres sepultados bajo los escombros. No encontramos nada en ninguna de las casas que vimos. Fuimos paseando por algunas de las calles, pasando por lo que era un parque infantil con una fuente totalmente destruida. Paseando por esas calles observamos un cartel en el suelo en el que se podía leer "Panadería" Sergio me miraba esperando a que le explicase qué era.
—Esos escombros de allí debieron haber sido la panadería del pueblo —le expliqué señalando las ruinas.
—¿Y para qué servía?
—Era un lugar en el cual a cambio de dinero, comprabas pan para acompañar la comida.
Él se quedó extrañado.
—¿Antes la comida se conseguía así de fácil?
Me encogí de hombros.
—Si, ¿No te acuerdas del mercadillo de la zona de cuarentena?
—Creo que sí, ¿era ese que estaba en una calle muy ancha y que daba todo el miedo?
Yo asentí con la cabeza
—Ese mismo.
—¡Bua si! odiaba ese sitio con toda mi alma.
—Pues ahí pagabas dinero, que eran las cartillas, y te entregaban aquello que pedías. Más o menos como lo que te he explicado.
—Vale, sí, tiene sentido.
Él permaneció inmovil observando el horizonte cuando de repente me cogió de la mano.
—Mira. allí, ese edificio... No parece derrumbado —señaló el chico—. Podemos entrar a mirar.
—Si... bien visto —dije orgullosa.
—¿Vamos a entrar? —preguntó.
—Intentaremos. Imagino que si ningún superviviente entró en este sitio, puede que logremos encontrarnos algo, aunque solo sea material médico
—Preferiría comida.
—Yo también. Tienes que dar el estirón pronto, te veo muy bajito.
—Gracias... —me miró de reojo.
—¿Qué? Es verdad —me encogí de hombros.
Fuimos en dirección al edificio, no vimos ningún cartel, pero se veía que era un hospital, o algo parecido. Parecía un hospital en miniatura. La puerta estaba cerrada pero había una ventana rota sobre el tejado del edificio.
—¿Cómo subiremos? —dijo Sergio manteniéndose alejado.
—Impúlsame al tejado. No está muy alto. Me meteré por esa ventana, bajaré y te abriré la puerta.
—Preferiría acompañarte por si acaso hay algo dentro.
—No quieres que te deje solo, ¿verdad?
—Ehhh... piensa si de repente te encuentras con un tóxico ahí dentro y te ataca. No podría hacer nada por ti.
—La madre que te parió, impúlsame y luego te subo desde arriba, anda.
Sergio se colocó para subirme, yo coloqué un pie en sus manos.
—Mantén las manos fuertes ¿Vale? —él asintió—. Venga, va. Una, dos y tres ¡Arriba!
Me subí sobre sus manos y posteriormente trepé al tejado, posteriormente le tendí la mano desde lo alto para que subiera.
—Ahora salta, que te cojo de la mano.
Él chico saltó y subió conmigo. Estábamos a nada de entrar al hospital. Cuando llegamos a la ventana, miré por encima qué había, escuché unos sonidos, pero no eran personas, los sonidos eran de tóxicos que se oían a lo lejos, además de ello, el aspecto del centro era cuanto menos desastroso, no parecía que nadie hubiese entrado allí en mucho tiempo. Era buena señal
—¿Lo escuchas? —preguntó Sergio
—Si, parecen tóxicos aunque —asomé un poco más la cabeza por la ventana—. No alcanzo a ver bien de dónde vienen.
—Diría que de aquella puerta que está entrecerrada —señaló
—Vale, Sergio, entremos cuidadosamente, ¿Queda claro?
—Sí —asintió.
—Bajaré yo primero, descuélgate y te cojo en el aire para no hacer ruido.
—Está bien
Una vez conseguimos bajar lo más cautelosos posibles, nos decidimos a abrir la puerta donde se veían a los tóxicos.
—¿Estás listo? —dije mirándole de reojo.
—Sí —Sergio, aunque intentaba mantenerse firme cogió el cuchillo tembloroso mientras yo abría la puerta. Yo también cogí el mío.
Abrimos la puerta lentamente, crujió un poco lo que nos hizo sentir mucho miedo. Por suerte no fue nada, a lo lejos nos encontramos con cuatro tóxicos, eran imponentes, tenían muy mal aspecto y parecían tener un estado avanzado de la enfermedad, un cuerpo blanco, con brazos y piernas corroídas, al fin y al cabo, el sudor se transformaba en veneno junto a la saliva, aún no nos habían visto, aproveché para sacar las flechas pero eran solo tres.
—Mierda... —susurró Sergio—. Entonces, ¿Cómo lo hacemos?
—Shh sígueme —de la mochila saqué un arco
Sergio asintió. Cogí la flecha y apunté a uno de los tóxicos, disparé y le dio de lleno matándolo. El resto de tóxicos se alertaron produciendo sonidos, cuando ellos sienten ruido, comienzan a agitar los brazos y a moverse de un lado para otro con el fin de tratar de localizarme.
—Bien, Sonia, ahora están alerta... —dijo Sergio preocupado.
—Tranquilo, ¿vale? todo va bien —traté de animarle.
Sergio asintió sin mucha convicción. Yo apunté de nuevo, me temblaba el pulso, sentía que cada flecha debía ser una vida menos, disparé pero hizo un movimiento brusco justo al disparar y no le dio la flecha, uno de los tóxicos se acercó a donde estábamos nosotros y justamente nos vio, fue a por nosotros haciendo gestos de locura, con los brazos en alto y a tratar de matarnos.
—¡Vale, Sergio, vienen! ¡Prepárate! —dije sacando mi cuchillo, en cuanto dicho infectado trató de atacarme le clavé el cuchillo en la cabeza matándolo al instante,
Al ser detectada por uno de ellos, los dos restantes vinieron a por mí, acuchillé a uno, pero otro me empujó contra la pared, y empezó a acercar la cabeza a mi cuello, yo traté de evitarlo, pero el tóxico era muy fuerte.
—¡¡Sergio!! —grité pidiendo ayuda.
El chaval al verme en esa situación, le clavó el cuchillo en el hombro al infectado pero este le respondió con un codazo que acabó en el suelo, no perdí el tiempo y le volví a clavar en el cuchillo en el cuello, provocando un fuerte borbotón de sangre.
—Uff, Sonia —dijo el niño preocupado—. ¡Dime que estás bien, por favor! ¿te ha mordido o rasguñado?
—No, por los pelos, —dije recuperando el aliento—. Joder, te falta rapidez, si no te llego a decir nada te quedas ahí pasmado. Venga, vamos a continuar por el pasillo.
—Pero, entonces ¿no lo he hecho bien?
—No le des más vueltas, solo que tienes que ser algo más rápido.
—Vale. Está bien —comentó con la voz apagada
—Gracias por salvarme, ¿mejor?
—De nada —sonrió.
Continuamos y finalizamos en una sala, en seguida nos percatamos de que habían muchos muertos.
—¿Qué narices? —comentó Sergio.
Yo me acerqué a los cuerpos sin decir nada, enseguida vi que todos y cada uno de ellos tenían un tiro en la cabeza.
—Mira, ahí tienes la respuesta. Es un suicidio.
—Un suicidio o un asesinato en toda regla.
—También puede ser —me encogí de hombros.
—O quizá los caníbales que se volvieron locos.
—Los caníbales no tienen niños, los caníbales se comen a los niños. Según tengo entendido porque su carne es más jugosa.
—Joder.., No viene bien saber esto siendo un niño. Además aquí dentro huele fatal —dijo frunciendo el ceño
—Están en descomposición, aléjate un poco, vamos a seguir mirando en esta sala.
—Vale
Continuamos caminando por la sala, yo me encontraba abriendo y cerrando cajones en busca de algo, encontré algunas medicinas, algo de cinta aislante y puntos de sutura, me servirá. En ese momento escuché a Sergio a lo lejos.
—¡Sonia! aquí hay otro cuerpo, parece mucho más mayor.
Me acerqué a donde estaba mi hermano y vi al hombre tirado en el suelo con una pistola al lado parecía un hombre mayor, tenía canas, pelo largo y cuerpo regordete
—Y este fue quien se encargó de matarlos a todos
—¿Pero por qué los mataría a todos? —dijo extrañado.
—Mi apuesta es que llegaron aquí y muchos de ellos se infectaron sin darse cuenta. —dije cogiendo la pistola para sacarle el cargador en busca de munición—. Mira, aún le quedaban dos balas —me las guardé en mi cargador.
—Ey, Sonia —alertó el niño que estaba mirando unos papeles encima de la mesa—. ¡Ahí hay una nota! Encima de la mesa —Sergio cogió la nota y me la dio.
—Pues léela si quieres.
—Vale.
"Querido hijo:
No sé que ha sido de ti, ni siquiera si podrás llegar a leer esto. Hace 5 días que llevamos buscándote, desapareciste buscando algo de comida para el refugio y no has vuelto a aparecer, enviamos tres hombres a buscarte, pero tampoco volvieron. No sé donde estás ni si sigues aún con vida, pero esta es mi única forma de despedirme de ti para siempre. Hemos bajado todos al pueblo en busca de comida, pero al conseguir el botín, unos tóxicos nos atacaron, y tratando de proteger a los niños, todos acabamos heridos y enfermos de esa horrible enfermedad. No tuve más remedio que asesinarlos a todos. Lo siento, de verdad, pero no quería que tuvieras que enfrentarte a nosotros, o incluso peor, que nosotros mismos te matásemos. Quisiera despedirme de ti, sabíamos que este momento iba a llegar, que yo partiría a un lugar mejor y tú continuarás mi legado. Decirte que eres lo más grande que un padre puede tener, has sido un gran niño, y he disfrutado muchísimo viéndote crecer y convertirte poco a poco en un hombre. Mi trabajo ya está servido, es hora de que continúes el camino ya sin mí, de que luches por lo que quieres y porfavor, sigue adelante, no decaigas, sé que es duro, pero piensa en todo lo que hemos luchado por ti, hazlo por nosotros."
Te queremos, Alex.
Pd: no hemos conseguido poca cosa, pero en la planta de arriba encontramos comida y algo de medicinas, ten cuidado con los tóxicos.
Observé que la puerta que daba hacia arriba estaba abierta. Ya nos habíamos encargado de los tóxicos.
—Entonces... ¿Ese tal Alex sigue vivo? —dijo Sergio con un nudo en la garganta.
—No tengo forma de saberlo. Pero al menos tenemos algo para llevarnos.
—Sonia, ¿Vas a robarles el botín?
—Bueno, a ellos ya no les hace falta, y además estamos sobreviviendo, aquí no hay reglas, chico.
—Hm, está bien
Subiendo las escaleras, por supuesto con mascarillas, el olor que desprendía era muy nauseabundo y ácido. La planta de arriba del hospital estaba repleta de camillas y camillas con gente en bolsas de basura, en los pasillos se veían cuerpos de sanitarios y restos de mascarillas, bolsas de basura con cuerpos por todas partes. El ambiente era completamente oscuro, apenas se veía nada debido a los gases de los infectados muertos.
—Sonia... tengo miedo ¿Y si hay un tóxico?
—Esta es la planta superior del hospital, los tóxicos estaban abajo —estaba aterrorizada observando todo a mi alrededor con incredulidad—. Continuemos...
—Vale.
Pasamos la despensa, que era el lugar donde comían los médicos, y allí fue donde encontramos una enorme cantidad de comida, latas y latas de conserva. Nos guardamos las latas, también había un botiquín de primeros auxilios. Nos quedamos con todo y nos fuimos rápidamente para evitar que nos pase algo parecido a esta familia.
Con un final agridulce, nos fuimos a la cabaña de nuevo. Ya no era lo mismo, se notaba algo de tensión en el ambiente y no parecíamos cómodos. Yo continuaba andando pensando en ello, los hospitales abandonados me daban bastante miedo por el riesgo de infección que hay aún a día de hoy. También me daba bastante pena aquella gente que tuvieron que matarse ellos mismos para que el virus no avanzara. No eran personas horribles, no eran caníbales ni cazadores, era una familia, con niños, que solo buscaban a uno de los suyos. La verdad me daba mucha pena.
Por el camino el muchacho se encontraba cansado y me pidió descansar. Se sentó en una roca mientras yo miraba a lo lejos
—Sonia... —dijo Sergio algo tímido
—Dime
—Ahora se puede hablar ¿no?
—Si, ya hemos pasado por el pueblo.
—Es que... Me siento mal haciendo esto. Aunque por un lado tengo muchísima hambre y me gustaría comer todo lo que hay... no sé si estaremos haciendo bien.
Yo me senté a su lado. Yo me senté a su lado y me quedé en silencio un rato pensando en qué decir.
—¿Y qué pretendes hacer? Caminamos 3 horas en busca de comida, conseguimos comida y ¿Vamos a dejar la comida allí solo porque en una notita pone que es para Alex? ¿Sabes a caso quién es?
—Bueno, yo lo veo de la siguiente manera. Hacer el bien significa generalmente hacer lo correcto, pero muchas otras veces, también conviene pensar y mirar por ti mismo. Prefiero que esta comida sea para nosotros antes que caiga en la manos de unos cazadores o unos caníbales. Y... también creo que nos lo hemos ganado ¿no crees? ¿Tres horas caminando y nos vamos a volver con las manos vacías solo porque en una notita pone que es para Alex?
—Sí, tienes razón, para que caiga en uno de esos cabrones que nos intentaron matar, prefiero que sea para ti y para mi.
El muchacho enseguida se levantó algo más firme, pero aún así se le veía triste. La verdad que prefiero que sea cruel y egoísta antes que lo maten por pasarse de bueno.
—Bueno, veo que te has animado. ¿Vamos ya?
—Si... pero... ¿Cómo se cuando ser un capullo y cuando no?
—Básicamente no confíes jamás en nadie que no conoces. La gente que te busca o que quiere estar contigo, te quiere por algo, nunca por quien eres. En el momento en el que no le des eso que quiere o bien se distanciará, te abandonará o te matará. Ten eso en cuenta.
—No... no entiendo muy bien.
—Mira, te pongo un ejemplo con la relación entre nosotros dos, si fuéramos desconocidos, tú me querrías porque necesitas protección, y yo porque necesito compañía. Y permanecemos juntos porque cada uno recibimos lo que necesitamos. En el momento en el que no necesites esa protección tomarás tu propio camino si quieres, porque tienes libertad para ello y nada te ata a mí. Y en el momento en el que yo encontrase más compañía, no te necesitaría para nada.
—Pero... no te dejaría nunca, ¿tú sí?
—Era un ejemplo, Sergio. La diferencia es que yo no te quiero por necesidad, como otra gente podría hacerlo. Yo te quiero por quien eres.
—¿Y qué soy? ¿Un niño?
—Mi hermano —lo miré fijamente a los ojos
—Hm —sonrió—. Gracias.
—No quiero que pienses nunca más que te voy a abandonar. ¿Queda claro?
Sergio se quedó un poco cohibido.
—No... no me esperaba esto. Es que hace unos días comencé a sobrepensar algunas cosas y... en fin.
—Pues ya lo tienes todo más claro. Por mucho que las cagues, por mucho que a veces me enfade contigo. Nunca desapareceré. ¿Sí o no? Quiero oírlo decir.
—¿Mi hermana que adora?
—Sobre la pregunta.
—Mi hermana me adora y... nunca me dejará.
—Eso es, chavalín. —dije revoloteándole el pelo un poco—. Ahora vamos a la cabaña que nos vamos a dar un tremendo festín.
El camino se nos hizo algo más ameno, observé a Sergio algo distante, pero feliz, supongo que se entretenía observando las flores que había alrededor del camino. Espero que me haya expresado bien. No quiero crearle esa inseguridad.
Cuando ya estábamos en la cabaña, vi que estaba la puerta abierta... y entonces supe que no estaba sola en esa cabaña. Alguien había entrado dentro
CONTINUARÁ
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro