Capítulo 17: Sigue mis pasos.
Tras encontrar la antigua base de los Taurus regresé al matadero, algo dolorida por la anterior caída, pero al fin y al cabo llegué de una pieza. A medida que fui llegando observé nuevamente el enfrentamiento de ayer con los tóxicos. Aún me resulta extraño cómo salimos ilesos de semejante horda. Pudo acabar mal para Sergio y ese otro chico. Creo que Sergio está comenzando a aprender. Poco a poco, supongo. En cuanto se recupere completamente de la pierna comenzaré un extenso entrenamiento con él. Me iba acercando al matadero pensando en cuando Alex podría estar preparado para salir, diría que en una semana podríamos continuar el rumbo. Sino...
—¡Sonia! —hablando del muchacho, me sorprendió desde una de las ventanas del matadero cuando iba llegando. Se encontraba con un... ¿fusil?
—¿¡Qué haces con un fusil!? —le pregunté sorprendida.
—Vigilando —el chico retiró el fusil y se puso a observar por la mira—. A todo esto ¿Esta cosa... mira... se puede regular?
—Sergio... ¿Has quitado el seguro? —le pregunté mirándole desde abajo. Mi tono ya denotaba el enfado.
—Espera, ¿Esta cosa tiene seguro?
Mi paciencia llegó a su límite.
—¡Joder, Sergio! —grité con desdén y llevándome las manos a la cabeza—. ¿¡Me estabas apuntando con un fusil sin quitar el seguro!? ¡Bájate ahora mismo!
—No te estaba apu...
—¡Que te bajes he dicho!
El chico obedeció dejando el fusil en el suelo y bajando por las escaleras hasta encontrarse conmigo. Nada más verme agachó un poco la cabeza. También vino David que se encontraba con él.
—Vamos —empujé ligeramente del hombro a ambos chicos y cerré la puerta del matadero
Una vez los dos fuera, mi tono se suavizó, pero no iba a dejar pasar esto.
Sergio —el chico siguió hacia adelante sin pararse—. ¡Sergio!
—¿Qué? —murmuró.
—Mírame
Sergio levantó lentamente la cabeza, pero su mirada apenas se sostenía en la mía.
—¿Qué pasa? —miró hacia un lado evitando sentirse culpable.
Respiré hondo y traté de darle una explicación lo más suave posible.
—Escucha... lo que has hecho tiene sentido. Pero no puedes tomártelo como un juego. Este "cacharro" como dices tú, mata. Y tampoco sabes utilizarlo.
—Ya... pero... Quería... defender el lugar, eh... ayudarte de alguna manera —dijo bajando la mirada otra vez.
Asentí un poco más calmada, sus intenciones no eran malas.
—Entiendo. Pero esto no se trata solo de querer ayudar, Sergio. Si llega un escuadrón necesitas saber lo que estás haciendo. Si no, podrías acabar mal. ¿vale?
El chico no dijo ninguna palabra, su expresión era de culpa, pero también notaba algo de frustración. Se encontraba algo triste pero creo que era por el sermón que le había dado. No obstante, creo que es totalmente razonado.
—Y para que quede claro. Que sea la última vez que me apuntas con un arma. Con esas cosas no se juegan.
—Hm... —asintió—. Sí—acto seguido se fue junto a David tras la caseta principal.
Vaya. Sé que simplemente estaban "vigilando" pero... Me da escalofríos ver a mi hermano manipular un arma de tal calibre. En fin, supongo que poco a poco me acostumbraré y le enseñaré pero, no puedo evitar pensar que aún es un niño. Me dirigí a la caseta para ver cómo se encontraba Alex.
Abrí la puerta y me encontré a Alex tumbado hablando con Airón.
—Mírala, ya ha llegado —dijo Alex mirándome—. Puedes pedírselo a ella.
—Mejor no —acto seguido Airón abandonó el lugar por la otra puerta sin dejar de mirarme.
Yo por mi parte me acerqué a Alex ignorando el hecho de que hablaban de mí.
—¿Cómo estás? —dije señalándole el pie.
—Bien, mientras estabas... haciendo no sé qué, Airón me habló de lo que ocurrió en el hospital. ¿Es verdad que mataste a una mujer que estaba buscando otro respirador?
—Sí —respondí sin apenas cambiar mi rostro—. El caso es que estás vivo ¿no? Pues eso es lo que importa al fin y al cabo.
Me levanté descolgando mi mochila y me dirigí a colocarla sobre una pequeña mesa. Durante ese momento, Alex se mantenía pensando.
—Supongo que sí. Pero ¿Por qué lo hiciste?
Dejé de rebuscar en mi mochila para responder.
—No me dejó otra opción. Me estaba amenazando con matarme a mí y a Airón para quitarme el respirador.
Acto seguido saqué lo que me quedaba de un botiquín algo de tela.
—No me refería a eso. Me refiero a ¿Por qué peleaste tanto por salvarme? ¿Bajar a una planta de un hospital llena de tóxicos y jugarte la vida por salvar a una persona que ni conoces?
Lo miré fijamente con cierta tristeza.
—Sé lo que es sentirse sola y esos dos chicos lo estarían si tú murieses.
Me miraba al espejo mientras me curaba un raspón en el costado de la caída de antes.
—Espera, ¿cómo que estarían solos? ¿Los hubieras abandonado?
—Aau —me quejé porque me escocía—. No. No lo hubiera hecho —tiré el cacho de la venda a la basura—. Por cierto, antes Sergio y yo investigando en el matadero encontramos un alijo de suministros. He calculado que tenemos para una semana. Si necesitas algo, pídelo.
—No me digas ¿¡Sí!? —dijo bastante sorprendido y entusiasmado.
—Sí... tenemos para una semana o así pero deberé ir buscando cosas para ti —continúo mirándome al espejo pero vi que seguía con la herida ligeramente sucia y saqué otra venda.
—¿Cosas para mí?
—No sé cuánto tardarás en recuperarte. Al menos buscarte alguna cosa con la cual poder transportarte a algún lado si tenemos que salir por patas de aquí. —por fin conseguí limpiarme la herida, tiré la otra venda que me quedaba y vi que además de raspón en la rodilla tenía el pantalón rajado—. Y quizá ir a por algo de ropa nueva. Se me jodieron los pantalones.
—A todo esto. Vienes hecha un Cristo ¿A dónde has ido?
—A la ciudad por una cosa, estaba en lo alto de un edificio y quería bajar. Bueno pues salté a un canalón, este se rompió, me agarré a un cable de alta tensión que también se rompió y choqué de costado, luego caí sobre un cartel y este también se rompió. Y ya.
—Joder... Guarnición completa de ostias ¿No?
Me abrí de brazos sonriendo.
—Cosas que pasan. Me dormiré un rato hasta que Sergio o alguien me despierte.
—¿No tendrás algo para leer, verdad? O para pasar el rato —me dijo enarcando una ceja
Me quedé algo pensativa, pero en el fondo tiene razón, llevar más de un día sin hacer nada debe ser... ¿Aburrido?
—Ah... a ver, he cogido cosas del hospital y del matadero y más mierdas —dije sacando las libretas de la mochila—. Si eso te sirve...
—Si que sirve, tranquila —extendió su mano para que le de las libretas. Posteriormente me eché sobre el saco y caí rendida a los pocos minutos.
David y yo estábamos sentados junto a la valla detrás de la caseta. Yo me quedé en silencio, dándole vueltas a lo que había pasado antes.
—Eh, ¿qué te pasa? —me preguntó David, inclinándose un poco para mirarme mejor—. ¿Sigues rayado por la bronca?
—No es por la bronca en sí... —respondí con un suspiro—. Es que esta mañana estábamos hablando bien, hasta nos reímos un poco. Pensé que le haría gracia verme subido al matadero con el fusil, como si estuviera vigilando. Pero... fue una tontería.
David se rió por lo bajo.
—Pues sí, un poco. Pero así son los hermanos ¿no? A veces están de buen rollo y al rato ya se están cabreando por cualquier cosa. Aunque, no sé... me cuesta imaginarme a tu hermana siendo divertida.
Lo miré de reojo mientras él se arreglaba el pelo con la mano, usando una ventana como espejo.
—De vez en cuando suelta alguna broma o dice algo sarcástico —respondí, encogiéndome de hombros—. Pero tampoco es para tanto.
—Bueno, al menos tiene su lado bueno —dijo él, moviendo la cabeza como si le restara importancia—. Mi padre casi no hablaba conmigo, así que...
Me quedé callado un momento, mirando al suelo.
—Por el tema del liderazgo ¿no?
—Si... —suspiró
Estuvimos durante unos momentos en silencio y continué hablando
—Echo de menos a mi padre. Él era... no sé, parecía muy serio y a veces daba miedo cuando se ponía firme. Pero siempre sabía cómo hacer que te sintieras seguro, como si todo fuera a salir bien. Cuando lo perdí... gran parte de esa seguridad también la perdí yo. Sentí mucho miedo.
David me miró con curiosidad.
—¿Miedo? ¿Por qué?
—Porque antes era mi padre quien nos protegía. Cuando salimos de Badajoz, yo era muy pequeño, y nos estaba persiguiendo el ejército por algo que hizo. Todavía no entiendo cómo mi hermana y yo salimos vivos de aquella.
David bajó la mirada, jugueteando con una ramita que tenía en las manos.
—Bueno... a lo mejor tuvisteis suerte. No como los míos... —murmuró con su voz apagándose un poco.
Me quedé en silencio, mirándolo.
—La verdad nunca sé muy bien qué decir cuando hablamos de lo tuyo. Es algo tan grave que... nunca sé cómo hacerte sentir bien.
—Gracias... de verdad. Pero hay poca cosa que puedas hacer.
—Si quieres te dejo un rato a solas.
David asintió despacio, sin decir nada. Sin embargo, ambos nos quedamos ahí, cada uno con sus pensamientos, mientras el viento movía ligeramente la valla detrás de nosotros.
—Eh... En fin, supongo que... que iré a hablar con Sonia un rato —dije despegándome de la pared mientras me dirigía a la caseta. Abrí la puerta cuidadosamente para no molestar a Alex. Pero lo vi relajado leyendo algunas de las notas que cogió Sonia.
—Eh... ¿Hola?
Alex dejó la libreta a un lado para verme. Podía ver que ya se encontraba algo mejor, aunque seguía con bastantes ojeras.
—Hola, Sergio. ¿Buscabas a tu hermana? —me dijo en voz baja. Yo asentí con la cabeza—. Se acaba de dormir hace un momento. ¿Por qué no vas a buscar a Airón? Me tiene preocupado.
—¿Por dónde fue?
—Pues ahora mismo... no lo sé. Búscalo por la zona trasera del matadero.
—Bueno —me encogí de hombros—. Está bien.
Me dirigí a la mochila a buscar una pistola y mi navaja por si me hacía falta.
—Ahora vengo ¿vale Alex?
—Ten cuidado —me susurró el hombre—. Si te ves en peligro vuelve, tampoco te arriesgues mucho.
Asentí con la cabeza y cerré la puerta con cuidado de no despertar a mi hermana. No creía que estuviese muy lejos pero podía encontrarse en peligro. Algo de protección no viene mal supongo.
Avancé algunos pasos esperando encontrar a Airón cerca del matadero. Pero no estaba. De repente escuché algunos gritos dentro del matadero. No parecían gritos de socorro. Aún así cargué mi pistola y me dirigí hacia dentro. Una vez dentro me encontré algo asustado mirando a mi alrededor con la pistola apuntando temblorosamente hacia adelante. No sabía si darme la vuelta o no, pero comenzaba a tener miedo. Avancé por el pasillo hasta escuchar a Airón en una de las salas del mismo, con la puerta cerrada. Me pegué a ella y hablé con Airón.
—¿Hola? —le pregunté.
—¿Quién eres?
—Soy Sergio... Me ha enviado Alex para ver si estás bien.
El chico decidió abrirme la puerta.
—Tienes casi el mismo tono de voz que tu hermana
—Muy simpático —le dije mirándolo con los brazos cruzados
—No a ver —se intentó justificar—. Me refiero a que te pareces bastante a tu hermana hablando.
—Ya lo sé. Supongo que será... ¿genética?— miré un poco alrededor de la sala. Estaba manchada de sangre—. ¿Qué haces aquí?
—Intentaba tener algún lugar para entrenar y estaba moviendo algunos bancos.
—¿Entrenar?
—Hacer ejercicio. Quiero ser más fuerte. Probar que puedo ser de ayuda.
—Eh... no quiero estar en contra tuya ni mucho menos, pero mi hermana piensa marchar en una o dos semanas.
—¿Cómo?
—Sí. Me lo contó esta mañana. Si no, puedes hablar con ella.
—Joder... —se lamentó ligeramente—. Es que... no me cae muy bien que digamos.
—¿Qué te pasó con ella? —me posé junto a la pared algo extrañado.
—Me agarró del cuello, me amenazó y posteriormente me dejó prácticamente por los suelos. —me dijo con cara seria.
Me quedé pensativo por unos segundos. No me cuadraba esa agresividad de forma gratuita.
—¿Pero por qué?
—Hmm, solo quería tratar de ayudarla, la verdad. Pero se puso muy cabezota.
—Si... definitivamente suena a Sonia. —suspiré —. Mira, por si te sirve de algo, en temas de supervivencia y militar ella sabe lo que hace. Al fin y al cabo sigo vivo gracias a ella.
—Ya pero... pudo haber sido... no sé, más simpática.
—Oye —le detuve antes de seguir hablando—. Me gustaría hablar con mi hermana de esto. ¿Estás seguro de que fue así? No me gustaría enfadarla otra vez. Prefiero llevarme bien con ella.
—No... No hace falta que hables con ella —dijo cortando rápidamente—. Olvídalo.
—Bueno, como veas —me quité de la pared y procedí a caminar hacia la puerta—. Te dejo ¿Vale? Ah y de parte de Alex. Ten cuidado.
Iba a cerrar la puerta cuando Airón me detuvo.
—Un momento —comentó—. Me gustaría explorar este sitio pero para ser honestos no me atrevo solo. ¿Te parece si me acompañas?
Mierda, pensé. A mí también me da cague este sitio pero no sabía cómo decirle que no.
—No sé. Sonia salió y me dijo que no entrase. Yo que tú lo dejaría ¿eh? —vacilé tratando de hacerle cambiar de opinión.
—Sonia esto, Sonia lo otro. Quítate la correa de una vez, tío —me dio un toque en el brazo.
Yo lo miré confundido.
—¿Qué hablas de correa?
—Que te maneja como quiere. Haz algo por ti mismo sin pensar en nadie más por una vez. Venga va.
—¿Cómo va a ser así?
—Pues que es una mandona. Siempre diciendo qué hacer y dónde ir.
—Te puedo acompañar. Pero solo un poco. ¿Vale?
Airón comenzó a hacer sonidos de gallina y yo suspiré.
—Bueno, vale. Está bien. —dije rodando los ojos.
Siempre caigo. En fin, ya no hay marcha atrás. Solo espero no haberla liado demasiado aunque... creo que sí. No recuerdo que Sonia saliese muy bien que digamos de aquí.
Airón continuó por el pasillo hasta dar con el cartel de las normas del matadero. Las leí detenidamente y un escalofrío invadió mi cuerpo. Acto seguido vi como las escaleras estaban rotas, de manera que solo quedaba un salto hasta la planta baja.
—¿Podrás? —me preguntó Airón.
—Airón... mejor no... si bajamos, no tenemos escapatoria.
—Saldremos de aquí. —comentó—. Confía en mí.
Yo asentí a regañadientes. Pues no confiaba del todo, pero dudo que me fuera a hacer daño.
—Me bajo primero y te ayudo a bajar, ¿Vale?
Airón se sentó en la escalera y se dejó caer hasta la planta baja.
—¡Jo-der! —el chico miró a su alrededor bastante sorprendido.
—¿Qué hay?
—¡Baja! —el muchacho tendió sus brazos.
Yo me senté en el suelo y posteriormente me dejé caer hasta colgarme de las manos. Miré hacia abajo y vi que aún quedaba un trecho bastante alto.
—Te tengo. —Airón me agarró y me ayudó a bajar más cuidadosamente.
—Gracias —le dije.
Posteriormente y al darme la vuelta vi la gran cantidad de columnas de humanos colgados y muchos de ellos mordidos por tóxicos que algunos de ellos seguían vivos arrastrándose por el lugar. El olor me resultaba familiar y decidí parar a Airón
—¡Eh! Airón —lo miré.
—Dime
—Tóxicos —le advertí—. Necesitamos máscaras y yo no tengo. ¿Damos la vuelta?
—Ostia pues justamente cogí algunas del hospital. Has tenido suerte. —dijo abriendo la mochila rápidamente.
Yo lo observé frunciendo el ceño esperando a que explicase algo más. Posteriormente vio mi cara sin entender nada.
—¿Qué pasa?
—Nada —suspiré agotado.
—Tranquilo. Están limpias.
—Ya... Ya...
Nos pusimos ambas máscaras y continué detrás de Airón quien se mantenía algo relajado. Yo decidí sacar mi cuchillo por si acaso. Al cabo de un rato, un tóxico que se encontraba tumbado junto a la pila de cadáveres saltó sobre él cayendo a Airón al suelo. El chico intentó zafarse de él pero enseguida me acerqué con el cuchillo y se lo clavé en el cuello. Fue posteriormente cuando oímos algunos gritos desde el fondo del matadero.
—¿Estás bien? —le dije mientras continuaba mirando hacia los lados de la sala bastante asustado.
—S-sí... —Airón se levantó del suelo—. Muchas gracias.
—¿Qué hacemos? ¿Tienes arma?
—Sí —sacó su pistola—. Sígueme.
—Vale.
Continuamos por la puerta que se dirigía a una enorme sala repleta de maquinarias extrañas. En una de ellas había una bañera repleta de sangre. Airón y yo nos miramos bastante asustados. En ese momento solo pensaba en salir.
—A-Airón... —le dije temblando—. Quiero salir de aquí.
—Sí... Yo también. —decía mirando a su alrededor.
Continuamos avanzando por la zona donde me imaginaba qué se pudo haber hecho aquí. En ese entonces, en la sala nos encontramos con varios tóxicos que estaban muy agitados por los disparos de antes. Era una sala grande con varias maquinarias, trituradoras, cuerdas para colgar animales... los tóxicos se encontraban al fondo pero dando vueltas desorbitadamente.
—Airón —le dije susurrando mientras nos escondimos tras una de esas maquinarias—. No creo que podamos contra ellos.
—No sé. Están muy agitados.
—Por eso digo. Sería mejor intentar huir —señalé la puerta del fondo pero justamente uno de los tubos a los que me sujeté, se rompió haciendo un ruido que trajo hacia nosotros a los infectados.
—¡Joder, Sergio! —Airón salió del escondite apuntando hacia ellos—. ¡¡Corre!!
En ese momento los tóxicos corrieron en fila a por nosotros haciendo esos ruidos horribles que me aterraban. Airón saltó una de esas maquinarias para evitar a los tóxicos. Yo lo seguí pero un tóxico me agarró de la pierna.
—¡¡Suéltame!! —grité asustado hasta que oí el disparo de Airón que me quitó el tóxico de encima.
Tiramos la puerta de una patada que dio a la zona donde se encontraban atrincherados los tóxicos. Pero esta zona era muy laberíntica, llena y llena de parcelas pequeñas o más altas donde guardaban supongo que el ganado.
Salté una de esos pequeños muros para caer justo en una montaña de cadáveres de tóxicos. Cuando fui a salir, uno de esos tóxicos se puso enfrente mía. Fui a sacar mi navaja pero Airón volvió a dispararle en la cabeza por la espalda
—¿¡Estás bien!? —preguntó corriendo
—¡Si!
—¡¡Corre más rápido nos pisan los talones!!
—¡Eso hago! —comentaba fatigado.
Continuamos avanzando por la zona con 3 tóxicos rozándonos los talones. Vimos la grieta por la que escaparon los tóxicos y corrimos lo más rápido a por ella.
—¡Hacia la grieta!
Justo cuando estábamos a punto de llegar a la salida, unos disparos resonaron detrás de nosotros. Las balas impactaron con precisión, derribando a los tóxicos que nos perseguían.
—¡Sergio! ¡Airón! —gritó una voz que reconocí al instante. Era Sonia. Su tono era tembloroso, cargado de preocupación.
Me giré y la vi, con el arma aún en alto. Había sido ella quien disparó.
—¡Aquí! —respondí, jadeando. El dolor en mi pierna se intensificaba con cada paso.
—¿Estáis bien? —Su cabello revuelto apareció entre las sombras de las paredes.
—¡Sí! —respondió Airón rápidamente, aunque su voz no sonaba tan firme.
Yo, en cambio, comencé a sentirme incómodo. Sabía que Sonia no iba a dejar esto pasar tan fácilmente. Cuando finalmente llegó hasta nosotros, vi su rostro lleno de preocupación mientras guardaba el arma.
—Joder, Sergio... No me esperaba verte aquí.
Antes de que pudiera decir algo, le di un abrazo breve y torpe.
Pero su atención pronto se desvió hacia Airón, y su expresión se endureció.
—Y tú... —Su tono era frío, casi cortante—. ¿Qué narices te pasa? ¿Te alejas sin avisar y pones a mi hermano en peligro?
El silencio que siguió fue espeso. Airón evitaba mirarla, con los brazos cruzados y la cabeza baja.
—¿No vas a decir nada? —Sonia arqueó una ceja, desafiándolo—. Ya se te quitó la chulería ¿no?
Airón apretó los labios, claramente incómodo. Sonia suspiró, frustrada.
—En fin. Vámonos.
Me pasó un brazo por los hombros para ayudarme a caminar. Aunque mi pierna dolía, no podía dejar de notar lo tenso que estaba el ambiente.
Cuando nos acercábamos a la salida, algo llamó nuestra atención. El hierro de la valla que habíamos atravesado no estaba roto, como habíamos pensado antes. Estaba derretido.
—Que... ¿Qué es eso? —pregunté mirando a Sonia.
Ella se agachó enfrente de la grieta para poder examinarla mejor
—La valla... ¿Está derretida? —murmuró Airón, rompiendo su silencio.
—Sí, pero... —Sonia extendió la mano para tocarlo, pero se retiró rápidamente con un grito ahogado—. ¡Ah! ¡Quema!
—¿Estás bien? —pregunté alarmado.
—Sí, sí —respondió, agitando la mano para aliviar el dolor—. Es solo que nunca había visto algo así. No sabía que estas cosas... podían hacer esto.
—¿Quieres decir que los tóxicos pueden derretir metal? —pregunté, inclinándome para observar más de cerca.
Sonia asintió, aunque seguía con el ceño fruncido.
—Si estaban aquí, pegados todos juntos, y no hay señales de que alguien más haya estado, tiene sentido.
—Joder... Pues esa mierda es más peligrosa de lo que pensábamos.
—Sí... —susurró Sonia, perdida en sus pensamientos. Luego se puso en pie, cambiando de tema bruscamente—. Vámonos a la caseta.
Me miró de reojo.
—¿No querías hablar conmigo?
Asentí, agradecido de que se acordara. Su pregunta me hizo sonreír, pero también me recordó que habían pasado tantas cosas que apenas podía recordar qué era lo que quería decirle.
Mientras caminábamos de vuelta, pasamos junto al lugar donde había dejado a David. Ya no estaba allí. Supuse que había entrado al refugio con Alex. Sin embargo, algo seguía retumbando en mi mente: la imagen de esa valla derretida.
—¿Ya los has encontrado?
—Estaban en el matadero con 3 tóxicos persiguiéndoles. Pero están bien al fin y al cabo.
—¿Pero en peligro? —volvió a preguntar.
—Sí, tuve que disparar a los tóxicos. Ha sido culpa de ambos. Tu chico por meter a mi hermano en sus cosas, y mi hermano por aceptar.
—Joder Airón. —lo miró de reojo.
—Lo siento. No quería...
—Ya te dije que no fueras ahí. ¿Siempre tienes que hacer lo que te da la gana?
—Vale... perdón... no lo volveré a hacer.
—Hmmm —dijo bastante disconforme.
Una vez habiendo arreglado dichos asuntos, Airón y David salieron fuera a charlar y yo me iba a preparar para la excursión de mañana. Tenía pensado ir a un supermercado a buscar algún carro para llevar todas las cosas que nos encontrásemos, comida, tiendas y demás, buscar algunas mochilas nuevas, y ropas que me hacían falta. En un momento dado, Alex llamó mi atención.
—Sonia —dijo sin apartar la mirada de una de las libretas.
—Dime —me acerqué. A Sergio también le llamó la atención.
—En esta libreta salen algunas cosas sobre el virus que... me tiene intrigado.
Fruncí el ceño, algo asustada.
—¿Con el Enoyda?
El asintió.
—Mira —desplegó algunas hojas sueltas—. Al parecer al comienzo de la pandemia comenzaron a anotar todo tipo de procedimientos que empleaban con los pacientes. Llevo leyendo bastante, aquí hay demasiadas teorías con términos que no acabo de entender, pero hay una parte que me llama poderosamente la atención. —dijo mostrándome la libreta.
—Resultados y observaciones... —dije mirando la libreta—, ...en sujetos jóvenes —enseguida miré a Alex por unos segundos. Él me animó a continuar leyendo, por lo que me senté en el suelo junto a él. Sergio a mi lado.
—Sigue leyendo.
La nota estaba cubierta de polvo y algunas marcas de sudor que se quedaron en ella. La letra apenas era clara. Pero legible.
"Datos básicos de los sujetos"
Nombre: Desconocido (sujeto 1572)
Edad: 6 años
Sexo: Masculino
Estado inicial: Sano, no muestra ningún síntoma
Observaciones físicas: Ligeramente pálido, pero con signos vitales normales.
Se trata de un análisis preliminar que sugiere que los linfocitos T en sujetos jóvenes presenta mayor capacidad de reacción frente a la replicación viral. Es decir, la mielinización incompleta del sistema nervioso central parece impedir que el virus invada ciertas regiones cerebrales críticas. Aún no se confirma la relación directa entre la edad y la resistencia al patógeno, pero los casos observados apuntan a un umbral biológico más resistente en sujetos comprendidos entre los 2 y los 14 años.
—No entiendo nada —dijo Sergio...
Yo estaba embobada observando las notas.
—No paro de encontrarme cosas que tengan que ver con los dichosos linfocitos. ¿Qué son? —comentó Alex algo molesto.
—Déjame recordar... Creo que son un tipo de glóbulos blancos que tiene nuestro cuerpo. Viene a ser la defensa ante enfermedades y patógenos.
—Es decir... ¿del sistema inmune?
—Si... Buscaban desesperadamente la inmunidad a la enfermedad. Déjame seguir leyendo. —dije bastante intrigada.
Día 1:
Estado inicial: "El sujeto presenta un cuadro clínico aparentemente normal. La exposición a microdosis del VYNR-39 no muestra efectos visibles inmediatos."
Observación inmunológica: "Marcadores linfocitarios revelan una activación temprana de los linfocitos T. Producción inicial de citoquinas moderada, sin indicios de tormenta de citoquinas."
Nota: "El sistema inmunológico parece reconocer el virus rápidamente, limitando su replicación. Mucho más rápido que en sujetos adultos."
Le di la vuelta a la página, las demás hojas estaban arrancadas.
—No me jodas. Lo demás está cortado —dije observando la nota por la mitad con una carga de frustración.
—El VYRN-39... ¿No es el enoyda? —comentó Alex pensativo.
—Creo que sí... La manía que tienen los científicos de complicarse la vida para todo —dije revisando la libreta en busca de pruebas que aclaren la investigación.
—De todas maneras —comenzó Sergio—. Parece que... el sistema inmune de este niño, trabajó más rápido que en adultos.
—Pero no tiene sentido. Normalmente los virus afectan más a los niños por no tener el sistema inmune completo. ¿Cómo...?
Alex negó con la cabeza.
—No lo sé. Lo que sí está claro es que buscaban la inmunidad pero experimentando con niños. Me parece muy cruel...
—Y lo es. —dije cerrando la libreta con fuerza. Acto seguido me levanté del suelo mirando a mi alrededor la luz anaranjada del crepúsculo.
—¿A dónde vas? —preguntó Sergio mirándome desde el suelo.
—Necesito despejarme un poco.
—Voy contigo.
Asentí y acepté que viniera. Sabía que tenía una charla pendiente con él.
—Alex, venimos en un rato.
El sol comenzaba a ponerse, pintando el cielo de tonos cálidos, mientras el viento soplaba con fuerza, agitando los árboles a nuestro alrededor. Decidí que lo mejor sería hablar en el cobertizo de metal al final del recinto, lejos del bullicio. Sergio caminaba detrás de mí, con pasos rápidos y un aire de impaciencia. Por mi parte, sentía cierto nerviosismo; las conversaciones con él solían ser impredecibles.
—¿Qué tal ha ido mientras estaba fuera? —pregunté rompiendo el silencio
—Hmmm bueno —se encogió de hombros dando unos pasos más largos para venir a mi ritmo—. Creo que debo de confesarte una idea que he tenido con David.
—¿Qué estás tramando ya? —dije mirando hacia atrás algo divertida.
—Te robé el manual de explosivos y estamos buscando materiales.
—¿Enserio? —enarqué una ceja, deteniéndome en seco.
—¿Ya me vas a echar la bronca? —resopló con los brazos cruzados—. Nunca te parece bien nada de lo que hago. Intento...
—Lo sé. Intentas ayudar. —interrumpí suavemente mientras continuaba hacia el cobertizo.
—¿Entonces? ¿Por qué siempre me pones pegas? —insistió, ahora con un tono más bajo, casi dolido.
Suspiré mientras trepaba al techo del cobertizo. Desde allí la vista era espectacular: el sol desaparecía lentamente en el horizonte. Sergio se sentó a mi lado, esperando una respuesta.
—Porque te saltas pasos.
—¿A qué te refieres?
—A que quieres construir el puente comenzando desde el otro lado. Dime, ¿Cuáles son los materiales con los que tratas?
—Eh... pólvora y... creo que era algo de glicerina o no sé. Pero para eso estoy leyendo el libro —dijo intentando sonar convincente.
—Suena a que quieres hacer explosivos con nitroglicerina, ¿No es así?
—Más o menos. Son algo así como trampas. Podríamos usarlas para huir de gente o que nos alerten de la llegada de personas. ¿No?
—Vale... ¿Qué sabes de la nitroglicerina?
—Que hace "booom" —dijo con una inocencia que me hizo reír.
—No, paleto —lo miré con una sonrisa—. Sino qué lleva. Cómo se prepara.
—Ehh... ácido nítrico concentrado con glicerina ¿no?
En ese momento comencé a reír bastante. El me miró desconcertado.
—¿Y cómo pollas vas a conseguir ácido nítrico concentrado? Jajaja
El también comenzó a reírse.
—Pues no lo sé. jajaja
—Eres un payaso —le di un leve golpe en el hombro.
—Pues ¿sabes qué? Que me está gustando leer eso. Estoy aprendiendo muchas cosas.
—Si por algún milagro logras hacer nitroglicerina. Ten mucho cuidado, es inestable y podrías perder una mano.
—¿C-cómo que una mano? —me miró algo más preocupado.
—Si. Esa cosa es un líquido que explota con una fuerza tremenda que puede provocar desmembramientos. Y a tu edad perder una mano es un drama tremendo—dije con algo de picardía. Pero él no me entendió afortunadamente.
—Vale, entonces debería leer mejor las cosas.
—¿Ves? Ya eso me parece mejor. Primero infórmate bien y luego veremos. Te ayudaré con ello si lo necesitas. ¿vale? —extendí mi brazo sobre su hombro tratando de calmarle un poco.
Hubo un breve silencio en el observé más detalladamente la puesta de sol. Aunque en seguida Sergio me arrebató toda serenidad.
—¡Y otra pregunta! —dijo de repente, provocando un pequeño exalto sobre mi taburete.
—Vaya por Dios —comenté asustada
—Bueno en verdad son un cúmulo de cosas.
—Dispara.
—¿Qué pasó con Airón cuando fuisteis los dos al hospital?
—Ah... eso... A ver, siendo honesta... me entorpecía más que me ayudaba. Solo necesitaba que me indicase a dónde ir, no cómo actuar y qué hacer. Bueno... seré honesta, fue un idiota. Por su culpa casi nos matan. Le dije que se quedara detrás mía y me cubriera, y de repente se va por otro lado a matar tóxicos, total que lo pillan y comenzó a disparar. Y ahí fue cuando se nos jodió todo y tuvimos que correr perseguidos por una horda de tóxicos.
—Ya... Es que el dice que le amenazaste o... —comencé a asentir con la cabeza.
—Lo amenacé para que dejase de ser imbécil y se ciñera a lo que le decía. Fui dura, lo admito, pero de verdad que estuve muy asustada en ese momento.
—Te entiendo. Es que no sé, ese chico es un poco raro. Como que intenta ser algo que no es. Antes siempre decía de ir delante pero lo he tenido que defender de tóxicos en dos ocasiones.
—Ya... Por eso prefiero que mañana vayamos tú y yo solos.
—Está bien. Y por último... quería pedirte perdón por lo de esta mañana, no quería ni te estaba apuntando. Es solo...
Le interrumpí rodando los ojos.
—Que querías hacerte el gracioso delante de tu amigo ¿Verdad?
—Eh... sí —sonrió.
—Ya, yo también era un poco así. Me quería hacer la graciosa y al final las cagaba. En eso hemos salido igual —le di una caricia en el pelo.
—¡Sonia! —me llamaba David desde el fondo—. ¿Podemos cenar ya?
—¡Ahora voy! —respondí. Miré a Sergio—. ¿Seguimos después o prefieres charlar un rato más?
—Tengo mucha hambre si te soy sincero.
—Pues vamos.
CONTINUARÁ
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