Capítulo 12: Camino al hospital.
En la noche, pensé en la sala de los cadáveres colgando en la sala. En todo lo que pasó en aquel matadero y el sufrimiento de todos aquellos inocentes que murieron a manos del estado.
Mi cuerpo comenzó a temblar, seguía horrorizada y traumada con aquello. Jamás pensé que el apocalipsis corrompiese de esta cruel forma a la humanidad. Corrompiese hasta tal punto de haber creado una industria de comida con humanos. ¿Cómo lo harían? Criar humanos es jodido, y traer semejante cantidad de humanos a la fuerza también es complicado. Solo se me ocurre que el propio gobierno obligase por la fuerza a participar en semejante barbaridad.
Temblé aún más y noté una mano en mi hombro. Me asusté y me estremecí.
—¡Ah! —cerré mi puño y abrí los ojos con un profundo terror.
—Ey. Tranquila. —noté que por la voz era Sergio—. ¿Tienes frío?
Llevé la mano a mi ojo sin responder nada. Seguía asustada.
—Hmmm. No. Estoy bien.
—Estabas temblando ¿Qué te pasa? ¿Alguna pesadilla?
—No, de verdad. Estoy bien.
—Hmmm
De repente el chico me agarró la mano y me acarició el pelo. Eso me relajaba mucho.
—Sé que no lo estás. Pero te digo que me puedes contar lo que sea. ¿Vale?
—Sergio... Estoy muy cansada
—Vale. Pero me quedaré contigo.
El niño se mantuvo abrazado a mí hasta que cerré los ojos y me dormí profundamente. Estando abrazada a él, me sentí mucho más protegida. Por primera vez era él quien me consolaba, ayudaba y protegía y yo comenzaba a ver que poco a poco estaba madurando. Había rasgos en su voz que me comenzaban a recordar a mi padre y eso que él lo conoció muy poco.
A la mañana siguiente desperté muy tarde. Había sido la noche que mejor había dormido principalmente porque me sentía acompañada y arropada. Al poco rato Alex comenzó a quejarse de la herida y me acerqué a él.
—¿Cómo estás?
—Fatal. No puedo ni siquiera mover el pie —me miró apenado—. Esto va a ir para largo, Sonia.
Me agaché viendo como el vendaje tenía bastante sangre.
—Voy a quitarte el vendaje y veré qué puedo hacer.
—Bien. Intenta no ser muy brusca. Me duele muchísimo.
Cuidadosamente retiré el vendaje de Alex, la venda estaba algo pegada a la carne lo cual causó que se quejase bastante. Al retirarla por completo y ver la herida a la luz del día, vi que no pintaba demasiado bien. El cepo había desgarrado bastante el músculo y no sé si había roto el hueso. Necesitaba urgentemente una operación o habría que amputar. Revisé en mi mochila y ya no tenía ni puntos de sutura siquiera. Necesitaba material médico. En el refugio de Badajoz me enseñaron a realizar algunas operaciones, pero ninguna así. De todas formas no dejaría tirado a Alex. Le debo varias cosas, entre ellas salvarme a mí y a mi hermano.
—Escucha, me hacen falta materiales médicos que no tengo —miré a alrededor y pregunté—. ¿Alguien sabe de la existencia de un hospital o centro de salud por la ciudad?
—Airón y yo—respondió David—. Hace muchos años nuestro padre trabajaba aquí.
—¿Pero sabéis donde se encuentra o no?
—Si, pero está muy lejos. Desde aquí una hora mínimo —respondió Airón.
—Decidme cómo llegar.
—Así de primeras... no sabría decirte, es mucho camino —dijo David pensativo.
—Sonia —con la mano, Alex me tocó el hombro—. Creo que sería mejor que alguno de ellos te acompañase.
—No. Si viene alguien conmigo sería dejaros desprotegidos. Quedaos aquí, me las sé apañar sola.
—Sonia, no voy a dejar que vayas sola a la ciudad, es muy peligroso.
—Ya ¿Y quién me va acompañar?
—Airón podría acompañarte.
Me llevé la mano a la cabeza y di un suspiro. No quería cargar con un lastre.
—Alex, tú mismo has dicho que Airón no está preparado. Sería una completa irrespon...
—¡Me las sé apañar perfectamente! —explotó Airón bastante enfadado.
—Sabes muy bien que no es así. Seamos realistas, joder —traté de mirar a Alex buscando su aprobación.
—La realidad es que si yo no voy, no sabrás llegar.
Alex trataba de poner orden entre el caos.
—Chicos, sé que no os lleváis bien, pero yo me encuentro fatal, hablad lo que queráis pero si Sonia muriese en la ciudad, dejando aquí a su hermano, no me lo perdonaría jamás. Y por otro lado no permitiré que se juegue así la vida por mí. Es mejor que vaya alguien contigo, Sonia, y Airón, te guste o no, es la mejor opción.
Suspiré bastante enfadada.
—Joder...
—Sonia, no lo hagas más difícil. Simplemente intentad ayudaros el uno al otro. No lo tenéis complicado.
—¿Y dejar a Sergio y David contigo? ¿Qué pasaría si viniese una horda de tóxicos, o el grupo que nos estaba persiguiendo?
—Estamos seguros aquí escondidos. No te preocupes por eso.
—Hmmm. No me gusta.
—Sonia... —Sergio se acercó a mí bastante decidido—. Confía en mí, lo haré lo mejor que pueda.
—Vale—asentí acariciándole la mano. Acto seguido me levanté y cogí la mochila—. Airón prepara tus cosas.
—Si era yo quien te estaba esperando. Llevo armas ¿no?
—Si. Y agua, y algo de comida. No sabemos qué ocurrirá en la ciudad.
Salimos los dos fuera pero recordé que se me olvidaba algo y decidí volver a entrar, fue entonces cuando noté que me agarraba del hombro.
—Escucha —dijo Airón—. Solo te estoy ayudando por Alex. No quiero pasar ni un solo minuto contigo.
Fruncí el ceño y enseguida vi que el chico estaba algo nervioso.
—No te alejes. No vaya a ser que tengas que apañártelas solo.
—Gilipollas.
—Joder que largo se me va a hacer el viaje—. Ahora vengo. Me hace falta algo
—¿Maquillarte y alisarte el pelo?
—Gilipollas —sonreí mientras le cerré la puerta en sus narices.
Sergio me miró señalando al muchacho.
—Te quiere mucho ¿Eh?
—Sí... Va a hacer falta diálogo.
—Te conozco bien y sé que no va a ser solo diálogo.
—A lo mejor se lleva algún guantazo.
—Ahí ya tenemos un problema —comenzó a reír.
Le acaricié ligeramente la cabeza.
—Escucha, volveremos lo antes posible. No hagas nada que yo no te dejaría hacer y...
—Sergio, abre la puerta, anda.
—¡Cállate!—dije mientras seguía hablando con Sergio—. Y ni se te ocurra entrar en el matadero, hay muchos tóxicos dentro.
—¡Tú sí que eres tóxica! ¿Quieres abrir la puerta?
—No la abras, que se le bajen un poquito los humos.
—¡Agh! ¿En serio?—dijo bastante molesto.
—Sí... —dije mientras hacía mis preparativos
—Soniaaaaa —decía Alex—. Que haya paz. Sergio, ábrele la puerta.
El chico se acercó a abrir la puerta y Airón entró rápidamente bastante molesto.
—¡Me hacía falta el abrigo!
Puse los ojos en blanco y extendí el brazo.
—Anda, va. Vamos, niño
Airón se colocó el abrigo mientras me miraba enfadado.
—No soy un niño. Y ya estoy listo —siguió empujando pero me mantuve firme.
—¿Has acabado? —lo miré con indiferencia.
—Alex, esta chica me pone de los nervios. La odio mucho.
—Si lo vamos a pasar muy bien. Ya verás —le di un golpecito suave en el hombro y me la quitó enseguida.
—No me toques.
—Vamos anda —avancé hasta la puerta decidida —. Sergio, ciérrame la puerta.
—Va
El chico colocó una silla en la puerta para evitar el paso y Airón y yo salimos de la pequeña caseta.
—Vale. ¿Por dónde vamos?
—Simplemente sígueme.
—Perfecto. No tiene pérdida.
—Graciosa.
La ciudad se encontraba bastante alejada del matadero, es por ello que en un principio no vimos nada extraño. Avanzamos un buen trecho corriendo hasta que llegamos a lo que parecía ser un concesionario de coches. Todos estaban abiertos y algunos incluso calcinados. También podíamos ver como algunos de los asientos estaban rajados sin el material que rellenaba el asiento.
—Mira, Sonia —señaló a uno de los coches que no había sido tocado—. Este está bastante mejor.
—Ya. Pero no sirve para nada.
—Una cosa, ¿Tú sabes conducir? —me miró arqueando una ceja.
—No. No he tenido oportunidad de conducir nunca.
—Y mejor que nunca lo hagas.
—Sí, así quitamos la posibilidad de que mueras atropellado.
—Saltaría y te jodo la luna.
—Y tu la columna, insensato —hice una pequeña risa—. Anda cállate y no hagamos mucho ruido.
—Bueno, vale.
—¿Es todo carretera? —dije señalando.
—Shhhh
***
Avanzamos un buen trecho por la carretera, por el camino decidimos correr un poco para llegar antes. No veíamos acción durante bastante rato y al ser una autovía que rodeaba la ciudad lo máximo que llegábamos a ver eran coches aparcados en la autovía. Airón decidió seguir la autovía debido a que quería atravesar la ciudad lo menos posible.
—La verdad es que los coches con cadáveres dentro dan bastante miedo —dijo mientras observaba la ventana de uno de los coches—. No sabes si dentro hay tóxicos o no. —decía Airón aparentando saber del tema.
—Bueno a ver, si fueran tóxicos no tendrían ese casual agujero en la cabeza y ya se habrían movido del asiento en busca de comida.
—Pero pueden permanecer quietos mucho tiempo.
—También es verdad. Pero vaya si no se mueven del sitio mueren. Y estos coches son de cuando comenzó el brote hace más de 24 años. Con lo cual o están muertos o se han movido.
—Hmmmm. Joder.
Puse los ojos en blanco mientras lo miraba.
—¿Qué pasa?
—Que aún así creo que hay tóxicos en los coches.
—Como digas. No me apetece hablar contigo.
—Tomaaaaa —dijo triunfante. Yo fruncí el ceño con cierto desprecio—. Tengo razón.
—Chaval... ¿Qué edad tienes?
—Quince. ¿Importa algo?
—Sí. He visto tóxicos con mejores capacidades cognitivas que tú. Y aligera un poco el paso. Quiero llegar cuanto antes.
—No sé qué mierdas me acabas de decir pero vale —dijo aligerando el paso.
Avanzamos por la autovía desolada, se encontraban numerosos coches accidentados y varios cuerpos por la carretera. Pasamos alejados de ellos cuando en el momento más inesperado uno de los cuerpos despertó, agarró a Airón por la pierna y lo cayó al suelo.
—¡¡Ahhh!! —con la otra pierna le dio una patada antes de que le mordiese. Yo lo acabé con la navaja en el cráneo. Me mantenía con la respiración agitada.
—Joder... No lo vi venir, perdona —me tendió la mano pero seguí adelante observando que no hubiera más tóxicos.
—Gracias por ayudarme —dijo levantándose por sí mismo algo molesto.
—Ya... Escucha. A partir de ahora, silencio. No gastes balas y...
—Ya lo sé. No hace falta que me digas nada.
—Vale, pero no me jodas.
El chico asintió mirándome enfadado.
Continuamos caminando por la carretera, evitando los cadáveres en el suelo ya que algunos se levantaban e iban a por nosotros. Por suerte, conseguimos atravesar la primera rotonda y continuar por la carretera unos pocos metros hasta llegar a nuestro primer obstáculo serio.
—Como no... Puente caído —dijo Airón mirando el paisaje.
El puente que atravesaba el río, había sido derrumbado en parte.
—¿Sabes alguna otra forma de llegar?
—Sí. Pero tendremos que atravesar la ciudad —parecía bastante fastidiado—. Me cago en todo, nos quedaba poco para llegar.
—Oye, ¿Y saliendo de la carretera no encontraremos algún camino?
El chico me miró aún mosqueado, pero estaba pensando.
—No lo sé. Pero puede que avancemos algo —miró la ciudad tras la carretera y desde allí señaló tras un pequeño monte—. Tras ese monte se encuentra el norte de la ciudad, donde está el hospital.
—Está muy escarpado. No sé si será peligroso —lo miré arqueando una ceja con una sonrisa algo pícara—. ¿Podrás?
Airón me lanzó una mirada enfadada.
—Ps. Que si podré dice— saltó de la carretera sin mirarme detrás suya—. Anda tira. Yo vigilaré el camino.
—Te sigo.
Habían bastantes matorrales y rocas y el terreno era muy abrupto como para caminar, pero según Airón tras un pequeño monte, se encontraba el norte de la ciudad. No sabía si fiarme de él o no pero... tampoco tengo muchas opciones.
*Narra Sergio*
Sonia se había ido con Airón. No me gustaba ese chico, siempre dice que puede con todo y que es mayor pero... no me transmite confianza. Me preocupaba. Hablé un rato con Alex, hasta que me dijo que quería dormir. Me levanté y eché un vistazo a mi alrededor. Vi que había un libro de Sonia que se había caído, lo cogí y leí el título "Manual de explosivos para usos militares" sonreí un poco, no voy a mentir.
Salí afuera para poder observar el libro mejor pero me encontré que David también estaba ahí
—Hola —dije al llegar.
—Hola —me respondió algo seco, aunque luego vio que tenía un libro en mi mano y le entró algo de curiosidad—. ¿Qué llevas ahí?
—Hm —me senté a su lado y le enseñé el libro—. ¿Te acuerdas ayer en la hoguera, que Sonia mencionó su manual de explosivos de la academia militar?
—Si... ¿Es ese? —preguntó sin demasiado interés.
—Sí —abrí el libro mirando algunas páginas, pero vi que David no prestaba atención—. Fabricación de... minas con... ¿Latas? ¡hala! ¿Qué narices es esto? —dije entusiasmado leyendo el libro.
—Sergio... no estoy de humor.
En ese momento me sentí algo confuso. Pensé que le gustaría la idea, pues él lo propuso la noche anterior.
—¿Qué te pasa?
—No sé cómo decírtelo.
—Pues prueba. ¿Es por Alex? —pregunté directo.
David no habló, solo asintió intentando no llorar.
—Oye, ¿sabes qué? Entiendo que te sientes preocupado, pero hablé con Alex y está bien. Nuestros hermanitos fueron al hospital a buscar medicinas, así que nosotros tenemos que quedarnos aquí ayudando a Alex. No sé si todo saldrá perfecto, ¡pero hasta ahora lo estamos logrando!
—Es solo que..." —dijo, mientras se secaba una lágrima con la manga de su camisa—. No he tenido ni tiempo de echar de menos a mi familia y... y ahora estoy pensando en lo que podría pasarle a Alex. —Lo dijo muy rápido y con la voz entrecortada, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas y trataba de contener los sollozos. En su rostro se notaba el miedo y cómo se sentía realmente mal.
Agaché la cabeza algo triste por no saber qué hacer exactamente. Me animé a mirarlo a tratar de contarle todo lo que nos pasó a Sonia y a mí.
—Yo... Yo también perdí a mucha gente. Mi mamá murió cuando yo era un bebé, y luego mi papá, y también mi primo" —suspiré asintiendo con tristeza—. Sé que tal vez eso no es lo que quieres oír, pero... no sé cómo hacer que te sientas mejor".
El chaval se secó las lágrimas y comenzó a mirar al suelo.
—¿Te acuerdas de cómo era tu padre?
—Más o menos. Alto, ojos marrones...
—No es eso lo que quiero decir, sino su forma de ser, su personalidad —explicó—. Mi padre estaba siempre tan ocupado siendo el líder que no podía estar tanto conmigo como quería. Siempre me decía que no tenía tiempo para jugar o hablar conmigo —Apretó los ojos con fuerza y una lágrima se escapó. "Duele pensar que fue su deseo de ayudar a la gente lo que lo llevó a morir".
—Siempre se van los que son los mejores —susurró—. Mi padre también tenía mucho trabajo, pero él no era el líder de nada. Supongo que lo bueno de eso es que tengo muchos recuerdos felices con él, excepto el día que... se fue —dije con la voz más suave, con cierta melancolía.
—Sigo sin poder creerlo del todo, ¿sabes?—, agregó, mirando hacia abajo.
—Si, es muy difícil —asentí estando de acuerdo con él.
De repente, escucharon golpes provenientes del matadero. Eso los puso alerta.
—¿Qué fue eso?— preguntó David, visiblemente asustado.
—No lo sé —respondió, poniéndose de pie y buscando la pistola que tenían guardada— Sonia nos dijo que no entráramos al matadero porque había infectados dentro.
—¿Crees que podrían haber salido? — preguntó David, con miedo en sus ojos.
"No lo sé..." respondió el otro, con incertidumbre en su voz.
*Narra Sonia*
—Vale —tras escalar el pequeño monte, Airón y yo alcanzamos a ver el norte de la ciudad—. Tras esas casas de allí se encuentra el hospital. No sé cómo entraremos debido a que el ejército colocó barricadas para que los infectados no tomaran el hospital. Así que puede que esté lleno de esos tóxicos.
—Irás detrás de mí entonces.
—¿¡Cómo!? —se mostró ofendido—. Yo iré delante, haber quien te has creído
Cerré los ojos apretando los puños.
—No. Haces lo que yo diga y punto ¿Queda claro?
—¿¡Qué dices!? ¡Pero si ni siquiera sabes por donde es!
—Mira, te lo voy a explicar de una forma que lo entiendas. —me acerqué a él y le agarré de la camiseta para encararlo.
—¿Qué haces? —dijo tratando de alejarse apoyándose en mi hombro.
—La idea de que vinieras, es que me ayudes a encontrar el hospital. No te necesito para nada más.
—¡Suéltame, joder! —dijo zarandeando los brazos. Pero lo sujeté más fuerte.
—Por otro lado, no sabes pelear y mi responsabilidad está en traer el objeto que necesitamos para curar a Alex y en traerte a ti de una pieza. Así que a partir de ahora hasta que volvamos, me harás caso en todo lo que diga. ¿Queda claro?
—Vale, joder.
—¡Repítelo!
—Se hace lo que tú digas hasta llegar a casa.
—Bien... —dije soltándole la camiseta—. Ahora podemos continuar.
El chico se tocó la parte de la camiseta que le había agarrado.
—Me has dado de sí la camiseta.
—Vestir holgadamente te hace más ágil en combate...
—Y sigues...
Avanzamos por el terreno escarpado hasta llegar al recinto ferial de Plasencia. Nos paramos a buscar algunos recursos. El recinto tenía todavía algunas atracciones a medio montar, lo que significaba que podrían haber recursos. También se encontraban caravanas y coches aparcados por el lugar. Era una gran explanada.
—¿Qué se supone que encontraremos aquí?
—Estaría bien encontrar una cizalla con la cual romper la posible reja que nos encontremos. Con algo tendrían que montar estas atracciones ¿No?
Al fondo observaba un pequeño grupo de tóxicos. Pero de momento no suponían ningún problema.
—¿No es un poco estúpido pensar que alguien habrá dejado una caja de herramientas expresamente para ti?
—Cállate y prepara el arma. Entraremos en la caseta, cúbreme.
—Vale y ¿Cómo entrarás?
—En el coletero tengo una ganzúa —me solté el pelo y saqué la ganzúa de ahí.
—Joder ¿Y no duele eso ahí? —preguntó extrañado.
—No. Lo comprobé de varias formas y es bastante seguro.
—Te vas a clavar eso algún día.
Mientras abría la caseta uno de los tóxicos se comenzó a acercar a nosotros. Airón se agachó.
—Sonia, viene un tóxico.
—Encárgate de él en silencio —el chico me miró preocupado—. Golpe a la cabeza con cuchillo
—¿Qué? No tengo cuchillo. Déjame el tuyo.
—Joder, Airón, ¿Cómo no te traes cuchillo? —me separé de la puerta, el tóxico se abalanzó sobre mí pero simplemente murió de una puñalada en el cráneo.
—Me dijiste que llevase solo armas, nada de cuchillos —intentó excusarse cuando acabé con el tóxico.
—¿Ni para preparar una puta mochila tú sólo, Airón?
—No caí en ello, Sonia.
—No caí en ello... Pues haberme preguntado qué llevar.
Pasé de él y me dirigí de nuevo a la puerta. Pasado un tiempo conseguí abrirla por fin. Me hice de nuevo la coleta y entramos en el lugar. Habían algunos cadáveres dentro y mensajes en las paredes. Pero la buena noticia es que había una caja de herramientas dentro. El chico se paró junto a los cadáveres.
—Eran militares ¿No?
Yo asentí con la cabeza.
—Les quitaron el casco —señalé a los cascos que se encontraban en el suelo—. Y posteriormente los fusilaron aquí mismo —había agujeros en la pared donde estaban los cuerpos.
—¿Fusilaron a militares? ¿No es un poco raro? —me miró extrañado.
—No... Son grupos de guerrilleros. En Badajoz eran comunes. —miré un poco más por la sala donde encontré una nota.
"Sam:
Hemos tomado el recinto ferial y vamos camino al hospital. Los militares están cayendo como moscas. Pronto esta ciudad será nuestra. Ve con el resto del grupo a la quinta avenida y espéranos junto al bar de la zona. Llevaremos suministros y material médico del hospital.
—Mierda. ¡Airon! —le llamé.
—¿Qué pasa? —el chico se acercó a mí.
—Lee —le di la carta. Me jodía bastante el saber que el hospital podría haber sido tomado por ellos.
—¿Saquearon el hospital?
—O al menos tenían intención. Veamos si no se excedieron.
—O esperemos que no sea un nido de tóxicos.
—Salgamos de aquí, anda.
*Narra Sergio*
—¿Qué hacemos? —me miró David.
—Vayamos a ver. Vino detrás del matadero.
—¿Estás seguro? —se veía algo preocupado.
—No, pero no me voy a quedar tranquilo a esperar a que me coman.
Nos dirigimos hacia una caseta más grande que se ocultaba sobre algunos arbustos. Me sorprendió que no viésemos esa caseta antes. Continué con la pistola apuntando cuando escuché otro ruido.
—Joder... eso viene de dentro del matadero
—¿Saben que estamos aquí? —preguntó mirándome.
—No lo sé... estate alerta por si acaso
Torcimos la esquina cuando vimos que el metal de la valla estaba abollado seguido de algunos gruñidos de detrás...
—¿Qué narices...? —fruncí el ceño.
—¿Están empujando para salir?
Vi que había una pequeña ranura que permitiría ver el interior del matadero.
—David. Súbeme, quiero ver qué intentan hacer...
—Vale...
Coloqué mi pie sobre sus manos y posteriormente sobre su hombro. Me agarré al metal y me impulsé para ver qué había. Se trataba de una zona con muchas cuadras, alcanzaba a ver sangre y muchos muertos ahí dentro. Con razón Sonia salió de ahí tan asustada... Miré hacia el metal abollado y efectivamente había una multitud de tóxicos empujando contra el metal. Uno de ellos que se encontraba lejos, llegó a verme por mi sombra. Jadeó los brazos y comenzó a dar golpes bajo mi posición.
—¡Joder...! David, van a romper la valla si siguen así... ¿Estás? —miré hacia abajo pero el chico se había ido—. ¡David! ¡Está muy alto y tengo mal la pierna!
De pronto el chico salió de detrás de los arbustos.
—Perdona... me asusté cuando...
—¡Date prisa! ¡Me estoy cayendo!
Por fin pude apoyarme sobre sus hombros y posteriormente bajé de un salto.
—¿Qué hacías ahí detrás?
El chico suspiró aún asustado.
—Lo-lo siento...
—¡Me habías dejado tirado! —le reproché.
—Pensaba que podías bajar, no... no me acordaba de tu pierna.
Me calmé un poco y respiré hondo.
—No vuelvas a hacerlo. Yo no lo haría.
—Vale, lo siento.
—Vayamos a ver a Alex.
*Narra Sonia*
—Iremos primero al hospital y luego a Quinta avenida. ¿Vale? —dije antes de salir del recinto.
—Si me opongo te pondrás chulita y a amenazarme. Allá tú.
—Así me gusta —sonreí. En ese momento comenzaba a sentirme algo mal por lo que hice así que intenté hablar con él—. Escucha, me estabas empezando a enfadar y perdí los estribos. Simplemente lo hice porque sentía que era peligroso para los dos.
—Ya. Mira, vayamos al hospital, hagamos lo que tengamos que hacer y volvamos cuando antes.
Airón se fue algo más deprisa, con la cabeza mirando al frente y con cierta chulería.
—Pues vale. Vayamos al hospital.
Andamos por varias calles hasta llegar al estadio de fútbol de la ciudad. Era una calle muy amplia. En ella se encontraban varios tanques, torretas en los tejados de las casas, y numerosas barricadas hechas a base de cuchillos, bates de béisbol con clavos... Eran trampas.
—Aquí hubo una guerrilla. Vigila por si las trampas son más que simples lanzas para retener a infectados. Yo vigilaré las ventanas y el techo.
—Vale. ¿Crees que hubo un enfrentamiento del pueblo contra los militares?
—No estoy del todo segura. Pero si en esta ciudad manda un grupo con los cojones suficientes como para derrotar al ejército de la ciudad, tenemos un problema. Estas casas están casi en su totalidad destruidas y hechas cenizas.
—¡Sonia, cuidado! —el chico señaló algo en el suelo y me paré en seco—. Un cable en el suelo. No se si es una trampa o no pero... me ha parecido sospechoso.
—Está en tensión y... parece que va hacia la barricada—miré alrededor y solo vi una barricada enfrente nuestra—. Puede ser una trampa, o no. Eéchate hacia atrás. Veámoslo —ambos nos echamos para atrás. Cogí una piedra y la lancé contra el cable. Provocó que una trampa con pinchos atada a la barricada saliera disparada hacia nosotros.
—¡¡Atrás!! —ambos nos movimos esquivando el golpe.
—¡Joder! Sonia, ¿¡Qué narices era eso!? —dijo el chaval bastante asustado.
—Tenías razón —dije acercándome a la trampa—. Esto no es solo para infectados. Y por los cadáveres que hay alrededor, diría que no es la primera vez que la activan.
—Lo que quiere decir que... ¿Hay más gente en la ciudad?
—Exacto... Te quiero lo más alerta posible. Tal y como has hecho hasta ahora.
—V-vale.
—Por cierto... bien visto. Te debo una.
—Hmm. Gracias.
Por el camino nos encontramos con numerosas armas y balas. Más cadáveres de militares y algunos de los suyos. Nos paramos para ver los trajes de los suyos. Eran unos trajes grises de camuflaje, había un arco enorme junto a ellos.
—¿Se enfrentaron a los militares con arcos y flechitas? —subestimó Airón.
—No eran flechas comunes —traté de pensar en algo—. Aquel militar que nos encontramos hace unos metros... estaba despedazado. Puede que fuesen flechas explosivas o incendiarias... No lo sé. Pero puede que hubieran tenido diferentes puestos dentro del grupo.
—¿Podremos contra ellos?
—Ni de coña. Una sola flecha de esas nos mata a los dos. De ahora en adelante. En completo silencio hasta llegar al hospital y escondidos lo mejor que podamos ¿Queda claro?
—Vale —asintió.
CONTINUARÁ
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro