Capítulo 11: Matadero.
https://youtu.be/8rG40xDE5pY
RECOMENDACIÓN: Este capítulo es mi primer intento de causar terror/tensión de una forma verdadera y considero que el ambiente para el lector debe ser el adecuado para una mejor experiencia. Apague las luces, póngase los cascos e intente estar en el sitio más tranquilo y sin ruidos posibles. Dicho esto, que comience el capítulo
—¡No quiero ir hacia allí, Sonia! —me decía Sergio muy asustado. Podía sentir su respiración agitada sin ni siquiera tocarlo—. ¿Oíste el ruido? ¡No era yo! Estoy seguro de que era un tóxico, rugía, agitaba los brazos hacia mí y cuando di un disparo se escondió. No sé dónde —le coloqué la mano en el hombro tratando de tranquilizarlo
—Tranquilízate. Veamos qué hacer.
Airón no llegaba a creérselo del todo
—¿Desde cuándo los pestosos se esconden? No solía salir del refugio pero... las pocas veces que nos hemos enfrentado a un pestoso de esos, venían en grupo a por nosotros.
—Este es uno solitario. Sabe que es más débil que nosotros, pero cuenta con la ventaja del lugar y la oscuridad. Solo tiene que mordernos para contagiarnos. Y hacerlo por la espalda es más sencillo.
—¿Te has enfrentado con algunos tóxicos antes en estas condiciones? —me preguntaba David para intentar tranquilizarse.
—No. Como dice Airón, los tóxicos no se esconden. Este nos está buscando —asomé la linterna hacia la puerta del matadero, no veía mucho. Volví la linterna y vi a Alex tendido en el suelo.
—¿Vas a entrar? Estás loca. —Airón procuraba mantenerse firme, pero se veía a simple vista que tenía bastante miedo
—¿Qué otra opción hay? Alex necesita pasar un tiempo aquí por mucho que nos pese. Al menos hasta que pueda andar un mínimo. Iré sola. Vosotros quedaos vigilando en la puerta, voy a despejar la zona, restablecer la electricidad y vuelvo con vosotros —vi como el resto asentía sin mucho convencimiento y entré dentro del matadero, iba a cerrar la puerta cuando...
—¡Espera! —Airón sujetó la puerta decidido—. ¿Puedo ir...? —tragó saliva al ver cómo era el lugar de siniestro—. No... no...—suspiró decepcionado consigo mismo—. Ten mucho cuidado.
—Cierra la puerta.
(Avanzar hasta el minuto 4:23)
Sola ante el peligro. Nada más entrar vi lo que parecía ser la sala de recepción. En las paredes del fondo, los conductos de ventilación se habían caído, quedando colgados sobre las paredes, moviéndose de un lado para otro y chocando de un momento a otro contra la pared. ¡PLAC! ... ¡PLAC! ... ¡PLAC! ... ¡PLAC! ... Se me estremeció el corazón al notar una brisa de aire frío en mi dirección. Observé a mi alrededor con la linterna. Había una ventana abierta en la oficina, concretamente tras unos cristales rotos. Decidí dirigirme hacia la ventana con pies de plomo para acabar con el horrible ruido que producían las tuberías.
Atravesé la sala mirando en todo momento a mi alrededor y en busca de ese maldito tóxico cuando antes de llegar a la sala de la oficina, veo un enorme pasillo con numerosas puertas a los lados. El pasillo parecía no tener fin, pero el ruido no me dejaba pensar con tranquilidad así que simplemente seguí hacia la ventana para acabar con ese horrible ruido molesto que me aterraba.
Atravesé la oficina en silencio, los ruidos de los conductos se me hacían oír más fuertes. Apunté con la linterna en las mesas, pero no lo alcancé a ver. Eran unas mesas llenas de polvo y sangre, no sé si humana o de algún animal. Había un ordenador caído y destrozado, también con restos de sangre. Justo encima de la mesa había restos de un humano con una pistola, debido al miedo que tenía no comprobé el cuerpo. Me dirigí a la ventana con suma cautela. Tenía demasiado miedo como para querer saber qué había tras esa ventana. Así que solo la cerré sin pensarlo.
¡POM!
...
Otro golpe.
Provenía del pasillo.
Estaba asustada.
Con la respiración agitada.
¡CRASH!
...
Vidrios rotos. ¿Había entrado el tóxico? ¿O habría escapado?
Comencé a sentirme débil. Aterrorizada por un segundo golpe que se sentía más cercano.
No sentí nada más. Los golpes del conducto de ventilación cesaron y tras aquellos dos golpes todo se comenzó a tranquilizar.
—¿Habrá sido el viento? —traté de convencerme a mí misma mientras estaba inmóvil apuntando con la linterna a todas partes y con la pistola cargada. Cuando mis piernas reaccionaron al miedo, avancé hacia el pasillo. Noté un ruido al pisar, y mi cuerpo se giró bruscamente hacia atrás. Era un cristal que había pisado.
Continué avanzando por el lugar, luchando contra mis miedos. No habían más golpes, pero al fondo del pasillo, una de las puertas que antes estaba entreabierta, quedaba abierta. Alguien había entrado ahí. O salido de ella.
Me acerqué con cautela mirando una a una cada puerta. En cada una de ellas encontraba algo peor a lo anterior. Restos de fogata con humanos desmembrados. ¿Lo peor? No eran solo huesos. Había restos de carne y de ropa. Con un mensaje en spray rojo en la pared y en una letra muy agresiva.
"El hombre que intentó escapar fue volado en pedazos por una mina"
Salí de la habitación lo más pronto posible y me aseguré de cerrarla bien. Me dirigí y abrí otra puerta, en esta se encontraba vacío en una primera instancia. Noté un ruido tras una estantería.
Apunté con el arma y me acerqué a la estantería. Cuando estaba cerca de ella, apunté a los lados, pero no había nada. ¿Había sido una alucinación? No puede ser. Miré a mi alrededor y lo que vi me infundió aún más terror. Estaba el cuerpo de un niño pequeño en medio de unos trazos de lo que parecía ser un ritual satánico, con unas velas y algo escrito en rojo nuevamente.
"In nomine dei nostri satanas luciferi excelsi"
El cadaver aún no estaba en los huesos, aún se podía ver que llevaba ropa pero rasgada en su abdomen y con mucha sangre seca alrededor del abdomen. Olía fatal y más aún viendo las tripas de aquel niño aún intactas pero al aire libre. Me dio una arcada y volví la mirada al frente. Algo muy chungo había ocurrido aquí.
(Avanzar al minuto 13:50)
Salí de la terrible sala y al intentar entrar en otras salas, estaban cerradas con llave. Nadie podría entrar aquí así que las descarté. Aún así podía ver a través de ellas por sus ventanas. Cadáveres apilados, restos de fogatas, de huesos. A medida que me iba entrando en el pasillo, más escalofríos tenía. Comencé a avanzar rápido, mirando una y otra vez a mi espalda con cada maldito ruido que oía. Llegué a la puerta de la cual se oyó el ruido. La última de todas. En ella había un reguero de sangre seca y un olor a podrido provenía de ella. Entré con la mayor cautela posible, pero no había nada. Sólo un cartel que ponía "Sala de despiece" En la cual señalaba a unas escaleras hacia abajo que se divisaban a lo lejos de la sala. El reguero de sangre daba a un cadáver de una mujer que fue destripada. Se veía la cara apaleada a manotazos y puñetazos, ojos fuera de su órbita y cortes por todas partes de su cuerpo.
"La madre del niño se negó a colaborar en el ritual"
Fruncí el ceño. Miré a los lados y nuevamente sentí el silencio más perturbador que haya sentido jamás. Todo mi cuerpo sentía escalofríos, temblaban mis manos y mi linterna se cayó, rompiendo ese silencio. Todo se volvió oscuro y mi respiración intensa. Me senté en el suelo y unas lágrimas comenzaron a brotar de mis mejillas al recoger la linterna. En seguida me levanté y miré a mi alrededor pensando que el tóxico se había acercado. Estaba aterrorizada. No sabía qué había pasado aquí, quienes habían aquí y si hay realmente un tóxico o es una persona en estado de locura. Continué avanzando en la sala hasta llegar a ver unas escaleras. Estaban cerradas con una puerta y un candado. No había forma de bajar a la sala de despiece. Por tanto me di la vuelta apuntando primero con el arma. Tap, tap, tap, tap... mis pasos resonaban en toda la estancia.
Salí de la puerta, la cerré y procedí a avanzar en el pasillo. No había más puertas. El pasillo comenzaba a volverse algo más estrecho. Avanzando entre el matador silencio, alcanzo a ver el final del pasillo, cortado por una pared y dividido en dos ramificaciones, una a la derecha y otra hacia la izquierda. Me acerqué con cuidado, cada paso sonaba fuertemente en el suelo... tap, tap, tap, tap. Continué avanzando y me paré en la pared a mirar el cartel pero... tap, tap, tap... también paró.
No era yo. No estaba sola.
Me di inmediatamente la vuelta, a punta de pistola. Pero no había nadie ni nada. Me volví y oí un espeluznante ruido seguido de una sombra a toda velocidad que avanzaba desde mi derecha hacia el pasillo de la izquierda. Justo en el cartel que ponía "sala de sacrificio"
Debajo del cartel ponía las instrucciones a llevar a cabo para entrar allí.
-"Sacrificar solo animales limpios".
-"Utilizar las duchas solo para el ganado que llegue con signos de excitación".
-"Lavar las botas antes de entrar a la sala de sacrificio".
-"SÓLO PERSONAL AUTORIZADO".
—Jo-der. —apunté con la linterna, la escalera estaba rota, el suelo del edificio se había caído como si un portal al infierno se tratase.
Di dos pasos, miré justo debajo de mí. Alcancé a ver figuras colgadas pero ni rastro del tóxico. Me lancé al hoyo. Y en seguida vi donde me encontraba. Dos filas enormes de cadáveres apilados, un pasillo entero de personas asesinadas. Esto antiguamente era un matadero donde se mataban animales, pero recientemente, fue una base caníbal.
Continué avanzando alerta por el pasillo. La mayoría de personas estaban colgadas por los pies, rajadas desde el abdomen hasta el cuello. Algunos aún con órganos internos colgando y otros ya sin ellos. los que alcanzaba a ver al fondo del pasillo, desprendían un fuerte olor a podrido.
—Mascarillas —dije abriendo mi mochila tratando de que no se caiga la linterna esta vez. Me coloqué la mascarilla y continué avanzando. Había poca separación entre los cadáveres por tanto, dudaba que el tóxico se escondiera entre uno de ellos.
Con la mascarilla puesta, el olor en parte se iba, pero seguía habiendo un fuerte olor a putrefacción en todo el lugar y una niebla densa que hacía que viera menos.
El pasillo daba a una sala con aún más cadáveres. A mi derecha, una bañera llena de sangre coagulada y tripas que me provocaron profundas arcadas.
Veía toda la maquinaria del matadero, donde ahorcaban a los animales, la sala de trituración para la carne picada, todo lleno de restos humanos, huesos, moho brotando por las paredes, y los hierros oxidados y caídos. Era el lugar más terrorífico en el que había estado jamás. Mi cuerpo comenzaba a temblar por un extraño frío. Quería llorar, gritar, tumbarme en el suelo. Realmente tenía miedo y me sentía como una niña pequeña e indefensa perdida en medio de un bosque lleno de pesadillas.
(avanzar hasta el minuto 32:45)
Paralizada por el miedo, me quedé inmóvil unos segundos.
—¿Dónde coño se ha metido? —apuntaba con el arma pero mi pulso me temblaba fuertemente.
—Ahhhaaaqqq
La sombra encorvada se dirigió hacia fuera del lugar. Sin pensarlo disparé, pero no acerté ningún disparo. El sonido retumbó por todo el lugar. Sonando mucho más fuerte de lo que en un principio pensé.
Avancé corriendo en su dirección con la navaja y nada más atravesar la puerta se plantó en mis narices con una presencia toda demacrada. Piel pálida, brazos desgarrados, piel cayéndose a pedazos y algunos brotes de radiación en su cuerpo. Los labios y parte de la cara estaban arrancados quedando a descubierto tan solo los dientes y algunos huesos al descubierto.
—¡¡¡¡¡¡AAHAHHDQQQ!!!!!! —me agarró del brazo, me tiró al suelo aprovechando mi miedo y se abalanzó encima mía acercando su cabeza a mi cuello mientras gritaba de una forma muy desagradable.
Apoyé mi pierna sobre su abdomen y lo empujé con todas mis fuerzas, saqué la pistola pero para cuando iba a disparar, se había vuelto a ir.
—¡Joder! —me levanté a por él pero había vuelto a escabullirse. Mi corazón y respiración estaban al borde del colapso—. ¿Cómo puede estar así y ser tan jodidamente rápido?
Comencé a hablar para mí misma mientras intentaba mantener el control de mi tembloroso cuerpo. Observé un poco a mi alrededor y vi que estaba en el garaje donde se metían a todos los animales, Cuadras para cerdos, vacas, ovejas... Imagino que esos eran los animales que se sacrificaban antiguamente. Pero esto suponía que nuevamente estaba en un maldito laberinto.
Oía algunos sonidos por la zona, traté de seguirlos para dar con él. Avanzaba sin desviarme por el pasillo que era bastante amplio. El silencio era abrumador y se rompía con cada gruñido del tóxico. Iba llegando por el bebedero para cerdos. Lo miré y estaba... lleno de sangre. Al apuntar con la linterna debajo del bebedero, oí algo moverse. De repente unos pies aparecieron debajo, y otros, y otros... y otros... Moviéndose.
—No... No puede ser...
Al oírme, una infinidad de gritos y pisadas se oyeron desde el interior de la cuadra y como hienas a una presa, salieron como locos a mi posición saltando el muro e invadiendo el pasillo en el que me encontraba. Estaban todos esqueléticos, moviéndose lento e incluso podía ver como algunos morían mientras yo trataba de huir de aquel enjambre
Corrí como nunca hacia la puerta del final. Muchos de los tóxicos eran muy rápidos. Otros se quedaban atrás. Avancé por unas escaleras que daban al piso donde se encontraba la pila de cadáveres. Disparé a alguno de ellos y traté de cerrar la puerta con una estantería, pero uno de los tóxicos dio una patada a la puerta. Corrí hasta dar con el agujero que daba al pasillo del final. Escalé aquello en tiempo récord y corrí por el pasillo gritando.
—¡¡¡AIRÓN!!! ¡¡¡SERGIO!!! ¡¡¡ABRID LA PUERTA!!!
Sergio abrió la puerta y salí de ella escopetada. Tres tóxicos salieron conmigo. Fallé dos de mis disparos debido a que me temblaba el pulso. Sergio acertó uno de los disparos en la cabeza, Airón mató de dos tiros al pecho mientras otro le dio un golpe en la cara. David pateó al tóxico y posteriormente Sergio le disparó acabando con él. Yo me encontraba en el suelo agotada y respirando muy fuerte.
(Para la música)
—Mierda, Airón. —Sergio me miró preocupado— .Dime que no te ha hecho ningún rasguño —dijo mirándole la cara. —No tiene nada.
Mi mirada se mantuvo en blanco unos momentos. Notaba un pitido en mis oídos. No paraba de pensar en lo visto en el matadero. ¿A cuánta gente se cargaron? Una ciudad pequeña y con semejante cantidad de carne humana... a saber qué habrá en otras ciudades.
—¡Sonia! —me alzó la voz Sergio, Me di cuenta que me estaba hablando—. Sonia ¿estás bien?
—¡Sí! Si... —dije aún con la mirada perdida.
—¡Ven! Te ayudo a levantarte—. El chico me tendió la mano y me ayudó a subir.
—Ah... gracias.
—Te decía que he encontrado las llaves que abren aquella caseta de allí. —señaló una especie de edificio mucho más pequeño y pegado al matadero.
Yo asentí. Necesitaba descansar de una maldita vez.
—Vamos —miré a Alex que se mantenía sin decir nada—. Ven levántate que ya llegamos.
—¿Qué había dentro? —preguntó David mientras llegábamos a la caseta—. ¿Pudiste matarlo?
—No... A ese en concreto no. Posteriormente apareció una estampida y tuve que huir pero... creo que sigue vivo.
—Sonia, no me gusta esto —me dijo Sergio—. Alex herido con montones de infectados al lado. Y por si fuera poco un infectado más fuerte de lo normal.
—Abre aquí. Pasamos la noche y nos largamos a la ciudad.
Alumbré con la linterna la cerradura y Sergio abrió cuidadosamente. No había nada. Era una estancia vacua, tan solo había una estantería con un montón de libros y archivos que no nos importan en absoluto.
—Alex. ¿Cómo te encuentras?
—Horrible. Me duele la pierna demasiado. Cada paso que daba hasta la caseta era como andar sobre carbón. De verdad que me encuentro mal.
Suspiré mirando a los chicos con algo de pena.
—Yo estoy muy, muy cansada. No me atrevo a curarte ni a intervenir, pero te pondré un vendaje hasta mañana
—Vale. Gracias por no dejarme.
—No es nada.
Mientras colocaba el vendaje, mis ojos comenzaban a cerrarse intermitentemente. El cansancio y la enorme falta de sueño, hacía mella en mí. Necesitaba dormir urgentemente.
Cuando acabé no dije nada. Solo me apoyé sobre la pared mirando la ventana que daba a fuera. por si veía algo raro. Sergio, quien era muy friolero, se acercó a mí con una manta.
—Tengo mucho frío.
Dejé que se pusiera a mi lado con la manta, noté cómo me arropaba y cómo me daba un beso en la mejilla, tal y como yo hacía cuando él tenía pesadillas. Me di cuenta de lo bien que lo hizo antes contra aquellos hombres mientras Alex estaba herido, y lo bien que se defendió de los tóxicos. Estaba creciendo.
—Buenas, noches, hermanita —dijo acurrucándose sobre sus rodillas.
—Buenas noches...
CONTINUARÁ
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