Capítulo 10: Lucha pernocta.
Me acosté, cerré los ojos y pensé en todo lo vivido ese día, pensé en los cazadores que nos buscaban, en la pérdida de la familia de Alex y en lo que esto podría afectar a los chicos. Oí a David y a Sergio charlar aunque no sé muy bien qué decían. Me acosté junto al fuego que nos calentaba mientras una masa de nuevos cazadores seguían nuestros pasos para alcanzarnos y hacer con nosotros lo que quieran. A pesar de dicha amenaza, poco a poco me fui calmando y cerrando los ojos por la tranquilidad de la noche, el cansancio, la conformidad y el calor que me aportaba el fuego. Escuchaba los susurros de Alex y Airón. Estaban teniendo una conversación algo más seria pero la tranquilidad con la que hablaba Alex hizo que me entrase en un profundo sueño.
Conforme pasó el tiempo, poco a poco ese fuego se fue apagando, el frío invadió mi cuerpo e hizo que abriera los ojos. En seguida oí ruido, me recosté sujetando la manta vieja y observé a un grupo bastante grande de cazadores que nos acechaban. Habían seguido nuestros pasos y la hoguera determinó nuestra posición. En seguida me levanté y desperté a Alex.
—Alex, ¡Alex!
Alex tardó un poco en despertar y al abrir los ojos al igual que yo se vio sorprendido al ver a lo lejos tanta multitud de gente.
—Joder... ¿Son ellos otra vez?
—¡Claro! ¡Coge tus cosas porque hay que largarse!
Me dirigí a la tienda de campaña, abriéndola con rapidez. Esto hizo que David se levantara de golpe pero Sergio continuaba durmiendo.
—Sergio. ¡Sergio! —susurré cogiéndole de la mano.
—¿¡Qué pasa!? —preguntó David alarmado.
—Coge tus cosas, y sal de aquí —le ordené. Acto seguido me dirigí a Sergio—. ¡Arriba!
El ni siquiera pronunció, solo producía sonidos moviendo vagamente la boca.
—Joder, Sergio ¡Arriba! —lo tiré del brazo de mala manera y en seguida se despertó muy asustado.
—¿Qué pasa? —preguntó bastante molesto por haberle interrumpido el sueño.
—Cazadores. Hay que largarse —dije observando a lo lejos cómo se iban acercando.
—Joder... putos bandidos —Sergio también se notaba muy cansado. Pero se levantó, pilló la mochila y salió de la tienda de campaña lo más rápido que pudo.
Nos dolió pero dejamos nuestras pertenencias y aunque cogimos las armas para defendernos y las reservas que pudimos, debido a las prisas nos dejamos algunas latas de conservas. Escuchábamos algunas voces, pero solo estaban discutiendo si era o no era una trampa. El fuego era tenue y estaba apagándose por tanto no nos podían ver bien. Comenzamos a correr tratando de alejarnos lo máximo posible de la candela y la tienda de campaña.
—¡Chicos! Vamos detrás de esa roca —dijo Alex que había avistado una a lo lejos—. Allí podremos coger nuestras armas y pensar en algo.
—Vamos —le siguió Airón que aún se encontraba medio dormido.
Paramos a descansar en una roca, nos agachamos y suspiramos aliviados ya que no había nadie herido. Descargué la pistola para ver cuántas balas tenía, solo 4 balas.Miré la escopeta y tenía 3 cartuchos. Airón me observaba asustado pero sin decir nada. Debía de utilizarlas muy sabiamente, cada bala debía ser una vida menos, al estar pensando en esto, olvidé a Alex quien estaba hablando del plan de salida, solo escuché correr, por tanto me pude hacer una idea. Ni de coña íbamos a luchar contra tanta gente. Alcanzamos a observar detrás nuestra y vimos como se acercaban a nosotros. Dispararon sobre la tienda de campaña una ráfaga de balas.
—¡No hay nadie! ¡Inspeccionad a ver si hay algo en la tienda! —dijo una mujer que se daba la vuelta de una manera bastante rápida y mirando a los lados.
—¡Sí, señora!
La mujer, quien parecía que comandaba el grupo, se acercó a las camas y nuevamente disparó sobre lo que parecía el cuerpo, pero era mi manta gruesa.
—Hija de puta, mi manta —susurré molesta—. A esa me la cargo yo.
—Shhhh —Airón me mandó callar y yo lo miré con desprecio pero no era el momento para discutir.
—¡Señora! ¡Hay latas de conservas pero ni munición ni armas! —comentó un soldado.
—¡Quiero a esos cabrones! Sobre todo a la tal chica esa. Quiero que sufra por todo lo que ha hecho —al decir eso, David y Airón me miraron sospechosamente y les dediqué un guiño de ojo.
El fuego se apagó y los chicos encendieron su linterna esparciéndose por toda la zona en nuestra búsqueda.
—¿Qué cojones hiciste? —preguntó Airón.
—Defenderme.
—Gente. Gente —susurró Alex mirando hacia los lados —. Es hora de moverse. No nos perdamos ni separemos pase lo que pase. ¿Queda claro?
—Joder pero no vemos nada, a la que den la vuelta con la linterna estamos jodidos.
—Están yendo por otro lado. No debemos preocuparnos ¡Vamos!
En cuanto Alex se levantó, cargó su arma y comenzó a correr. Nosotros le seguimos, pero era difícil seguir el paso. Todo estaba muy oscuro, sin linterna, sin luces, en la oscura noche sin luna, había que tener mucho cuidado con las rocas que no se veían y numerosos obstáculos. No solté a Sergio en ningún momento y a pesar de que íbamos juntos, parecía que estábamos separados por la oscuridad. Fue entonces cuando oí a tan solo unos pocos metros de la roca, un sonido similar a un cepo y un grito de Alex a mi derecha. Era un cepo que atrapó el tobillo de Alex junto a una roca.
—¡Ah! —se quejó. Encorvó su espalda, apoyó sus manos sobre el terreno y trató de zafarse del cepo, pero estaba muy duro, y no tenía demasiadas fuerzas—.¡Joder! —susurraba e intentaba aguantar el dolor todo lo que podía.
—¡Alex! —gritó David tratando de ayudarle.
—¿Alex? —dije tratando de ubicarlo mejor, lo escuchaba algo lejos—. ¡Alex! ¿Dónde estás?
—Sonia, ¡ayuda! —suplicó el hombre desde lo lejos. Fue entonces cuando siguiendo el sonido me encontré con él. También oí como la gente se acercaba mucho más a nosotros.
—¡¡A por ellos!! ¡¡Alguien ha caído en un cepo!! —gritaba uno de ellos.
—¡¡No los veo!!
—Sigamos hacia adelante. No debe haber caído muy lejos. —dijo con un tono de desesperación.
—Mierda —lamenté.
—Sonia, por favor... ayúdame, no te vayas.
—No me iré— traté con todas mis fuerzas de mover el cepo, pero estaba bien enganchado a la pierna—. Joder... no puede ser. Ayudadme chicos.
—Volvimos a intentarlo pero oímos unas voces.
—¡¡Están ahí!! —vociferó sacando el arma y disparando sin contemplaciones.
Mi primera reacción fue cubrirlos con los brazos.
—¡¡Vamos a la roca!! —los empujé, nos escondimos en la roca y tratamos de cubrir a Alex lo mejor que pudimos.
Temerosa de que atacaran a Alex y a los niños, saqué la pistola y me dirigí a los chicos y a Alex.
—Vale, escuchadme porque es importante. Voy a salir ahí fuera a enfrentarme a esa gente. Airon, vigila que nadie llegue a donde está Alex. En cuanto a vosotros dos, intentar liberarlo, y si hay algún peligro, corred, corred todo lo que podáis y buscar refugio.
—¡Sonia! —me dijo Sergio bastante preocupado.
—No, Sonia, no. ¡Lucha!
El chico asintió muy preocupado, casi con una lágrima y se quedó junto a Alex.
Me escondí en la roca y lo primero que hice fue disparar a uno de ellos para centrar en mí la atención. El disparo mató a uno de los chicos que cayó al suelo .
—¡Eh! ¡¡No!! ¡¡No puede ser!! ¡¡¡¡Ángel!!! —sollozó uno de sus compañeros dirigiéndose a su amigo. Dos de ellos permanecieron a su lado apuntando alrededor. Pero uno de ellos tuvo mayor iniciativa.
—¡Los disparos vienen de allí! ¡Pónganse a cubierto antes de que maten a más personas!
El grupo se puso en diferentes flancos. Disparé a 2 más que fueron heridos. Ellos fueron atendidos por la gente del grupo pero fue entonces cuando comprendí que aquello era un maldito suicidio. Cerca de 13 personas armadas escondidas apuntando con la linterna y esperando que hiciera cualquier movimiento.
—¡Joder, no puedo hacer nada! —pensé. Solo me quedaban 2 balas después de aquellas. Miré a mi alrededor. Debido a que estaba más alumbrado por culpa de sus linternas, alcancé a ver un cepo del grupo. No sé como tengo tanta suerte con los cepos. Tenía una idea pero era algo arriesgada. Cogí una botella de mi mochila, con algo de alcohol y un trapo del botiquín. Coloqué el cepo justo en la parte inferior de la roca y di otro disparo a uno de ellos que falló. Vino una mujer con la pistola y haciendo señales al grupo. Nada más llegar pisó el cepo quedando atrapada en él.
—¡¡Ana!! —se acercó uno de los cazadores del grupo que intentó ayudarla junto a 4 más—. ¡No te preocupes! ¡Vosotros ir a por esa hija de puta!
Retrocedí unos pasos y cuando comenzó a venir mucha gente para ayudar al grupo tiré el cóctel molotov a los que allí estaban, fue una terrible bomba de fuego que impactó contra el suelo salpicando de alcohol ardiendo a todo lo que había a su alrededor. Todo comenzó a arder y los allí presentes gritaban de dolor por las quemaduras.
—¡¡Lo está haciendo nuevamente!! ¡¡¡Eso es lo que les pasó!!! ¡¡Joder, es ella!! —gritó la mujer que comandaba el grupo. Por mi parte aproveché la columna de fuego y humo, salí de ahí al desviar la atención, me subí a un árbol bastante grande en poco tiempo, en lo más alto, me puse de cuclillas en la copa del árbol y saqué el arco junto a 3 flechas.
Tres flechas, tres menos, tres flechas, tres menos. No paraba de pensar en eso mientras cargaba el arco.
—¿¡Dónde se ha metido!? —la gente no paraba de mover la linterna muy alterada y buscándome. Generalmente miran al suelo, pero no alzan la vista. Eso me da una posición de ventaja frente al resto.
Uno de los chicos comenzó a acercarse a donde se encontraban Alex y los niños, apunté con mi arco procurando no hacer ningún ruido, una rama rota, un crujido, delataría mi posición. Tensé el arco y le di un flechazo que atravesó la cabeza, poniendo nuevamente la atención a mi alrededor. Miré fijamente a la mujer que comandaba el grupo. Estaba completamente aterrorizada y sin saber qué hacer.
—¿¡De dónde ha venido eso!? ¡¡¡BÚSQUENLA JODER!!! —desesperada, apuntando con un arma a todo su alrededor, estaba entrando en pánico y eso me gustaba.
—¡¡Vino detrás del árbol!! —dijo un hombre acercándose al árbol, e iluminando la zona. Pero detrás del árbol, estaba todo seco, no había nada para ocultarse. No sabía que su presa se encontraba encima suya—. Joder... ¡¡No hay nad...!!
Otro flechazo desde la copa del árbol fue suficiente como para hacer que muchos se piensen si es buena idea o no continuar yendo a por mí.
—¿¡Qué está pasando!? —la mujer miraba detrás del árbol, disparando a cualquier sombra que alcanzaba a ver.
Salí de mi posición y bajé a otra copa de árbol. Desde allí alcancé a ver que quedaban 4 sin contarla a ella.
—¡Señora! —un chico se acercó corriendo hacia ella muy asustado y casi llorando—. ¡Me rindo! ¡No pienso perder la vida por esta gilipollez!
—¿¡Cómo!? —la mujer se notaba enfadada.
—¿¡Cómo de qué!? ¿¡Has visto eso!? ¡Éramos trece contra una sola mujer y ha ido acabando con nosotros uno a uno! ¡¡Ni siquiera sabemos dónde cojones está!! No pienso perder la vida como han hecho todos ellos.
—Al líder eso no le importa. Mientras más fuerte sea un rezagado, más interés hay en cazarlo.
—Ya pero a mí me importa más mi vida. Si quiere cazar a la chica, que lo haga él.
La mujer suspiró observando con desprecio al muchacho.
—Que Silver no te oiga decir eso.
Uno de ellos se acercó también y muy preocupado.
—No aparece la chica, ni tampoco el niño que la acompañaba. Está escondida aquí en alguna parte.
—Está bien. Hemos perdido, vayámonos. No quiten el seguro a sus armas por si aparece de nuevo. —los chicos guardaron su pistola. Estaban alejándose de la comandante y vi un hermoso momento para atacar.
Apunté y disparé con el arco a la pierna de la mujer, di un enorme salto desde la copa del árbol y en menos de dos segundos la agarré con el brazo por detrás del cuello.
—¿¡Qué haces!? ¿¡Qué haces!? —preguntaba suplicando por su vida.
—Solo te lo diré una vez. Un movimiento, y estás muerta. ¡UNA SOLA GILIPOLLEZ Y LE VUELO LA TAPA DE LOS SESOS! —grité hacia todos los que estaban allí apuntándoles con un arma.
—Joder... —susurró uno de ellos—. ¿Qué mierdas quieres? No tienes posibilidad de salir con vida —dijo intentando sacar la pistola.
—Bajad las armas. ¡TODOS! Prometo dejarla con vida, a ella y a vosotros, si bajáis todas las armas, y os largáis de aquí. A cambio de algo.
—¿A cambio de qué? —comentó atemorizado uno de ellos.
—Uno de mis compañeros ha caído en uno de vuestros estúpidos cepos. Necesito medicinas.
—¡Haced lo que pide! —decía la mujer rogando por su vida.
—Señora, nos va a matar igual
—¡No! —negué con la cabeza—. Prometo que no lo haré.
—Es una puta trampa. No pienso tirar mi arma. Estás acorralada —noté como el chico de la izquierda se iba alejando poco a poco con la mano en el bolsillo.
—Te lo advertí hijo de puta —apunté con la pistola y disparé al chico. Un tiro en seco que levantó al chico por los aires y cayó a plomo contra el suelo. Cayendo junto a él la pistola que iba a sacar contra mí.
Ninguna bala más. En estos momentos es pura psicología e infundir el mayor miedo posible para obtener lo que quieres. Si descubren que no tengo balas, estoy muerta.
—¡¡Joder!! ¡¡¡¡No te voy a dar una mierda!!!!
—Tienes dos opciones. Largarte dejando el arma o morir. —con el otro brazo sujetaba el cuello de la mujer. El brazo comenzaba a cansarse de la fuerza que estaba haciendo—. Y en cuanto a ti, más te vale decir la verdad ¿Tienes medicinas?
—Sí ¡Él las tiene! —dijo señalando al hombre.
Yo apunté con fuerza la pistola sobre el cráneo de la comandante. Ella comenzó a tomar una respiración fuerte, nerviosa. Podía notar en el nervio de mi antebrazo su corazón latir.
—No hay más opciones. Medicina o muerte. —apreté mi labio superior sobre el inferior con fuerza.
En seguida el hombre tiró el arma hacia atrás.
—Si vas a sacar el botiquín de la mochila, sácalo con cuidado. Nada de movimientos bruscos.
Sacó la mochila y tiró una pequeña maleta de primeros auxilios a mis pies.
—Está bien. Ahora tal y como prometí, voy a soltarte. Pero antes tira tu arma —me referí a la mujer. Ella hizo caso y tiró el arma al suelo. Con cierto cuidado la solté lentamente. Pero me cogió del brazo, me hizo una llave y me tiró al suelo.
—¿¡Qué haces!? —dijo el hombre mirando la escena
Noté un destello fulminante que le dio a la mujer en el pecho. Esta cayó sobre mí y noté como los hombres se dirigían corriendo a por sus armas para contraatacar. Yo me levanté enseguida y me escondí tras los restos de una casa. Los dos hombres vieron a su comandante agonizando en el suelo.
—Ayudadme, por favor... —suplicaba la mujer. Sin embargo, uno de los chicos le disparó en la cabeza.
—Joder... —dijo el chico que lo acompañaba, que parecía más joven. El otro hombre era más mayor, parecía incluso su padre.
—Acabemos esto de una vez, ese disparo tiene que haber sido del crío que la acompaña. Mantente a mi lado, siempre y mira donde yo no mire. Cubrámonos.
—¿D-dónde está la chica?
—Eso es lo que estoy tratando de averiguar. La vi irse hacia la derecha, tras ese árbol de allí. Apuntaré con la linterna hacia allí y tu mira a los alrededores por si intenta flanquearnos
Me giré tratando de averiguar dónde estaba Sergio. No tenía ninguna munición y eran dos tipos armados contra mi. Logré observar el cañón de una pistola apoyada sobre una pared derruida.
—Espera, Anto, acabo de ver algo ahí —apuntó el joven con la linterna un rato hasta que el chico disparó contra él, dándole en la clavícula y tirándolo al suelo—.¡Ah!
El hombre mayor se alertó enseguida y fue directo a por él sin decir nada. Salí de mi escondite y vi como Sergio se agachaba huyendo de donde había pegado el tiro, pero fue visto enseguida por la linterna del otro hombre.
—¡Ya te tengo, mierdecilla!
—¡Sergio, va a por ti! —eran dos contra uno, grité pero al no saber bien cómo defenderse, lo tiraron al suelo de un puñetazo. Nada más verlo caer, saqué la navaja del bolsillo y la enterré en el cuello del hombre. El otro hombre se levantó y se abalanzó sobre mí. Tirándome la navaja. Forcejeamos, pero el otro hombre era más fuerte que yo hasta que Sergio volvió a coger el arma y le disparó dos veces. Me zafé de él y me dirigí a Sergio.
—Aau —se quejó el muchacho con la mano ensangrentada.
Me acerqué a él y le tendí la mano.
—Vamos, debemos de ir a ver a Alex—notaba que el chico tenía ciertas dificultades para respirar pero se mantenía en pie.
—Agh... joder, me ha agarrado muy fuerte del cuello.
Noté un llanto detrás mía. Todo estaba oscuro pero los cuerpos que se habían quemado aún proporcionaban cierta luz.
—Shh. Cállate —susurré exigiendo silencio. Todo se mantenía oscuro, en silencio. Saqué la linterna para mirar si alguno quedaba con vida. Miré en los distintos puntos donde había gente. Me encontré con una chica joven, de no más de 17 años. Estaba muy asustada, acurrucada sobre sus piernas y llorando completamente en silencio junto al tronco de un árbol. Es verdad, me había olvidado que eran cuatro. Al ser apuntada con la linterna, me miró temblando de miedo y con una cara totalmente demacrada por las lágrimas.
—Por favor... no me hagas nada... —suplicó llorando—. Déjame ir, te lo suplico.
No puede ser... ¿¡Una niña con ellos!?. Sergio vino enseguida al oír la voz de la chica, y también vino Airón corriendo.
—Sonia, Alex necesita ayuda. —se quedó observando a la chica en el suelo—. Ostias...
No lo miré, simplemente fijé la mirada en ella. Ella continuó hablando entre llantos.
— Esos... que has matado... muchos de ellos eran amigos míos. —hizo una pausa para respirar—. S-solo pido que si tienes algo de corazón me dejes ir. Por favor
—Intentabais matarnos. Y no solo una o dos veces —dije sacando la pistola. Ella llorando se acurrucó de nuevo entre sollozos—. Lleváis días, semanas tras de mí. Y estoy harta.
—Sonia... déjala ir.
—Chicos, iros con Alex un momento, dejadme esto a mí.
—¡No! ¡No, por favor! ¡Déjame ir!
Ella gritaba alterada, pero Sergio obedeció y se fue junto con el chico.
—¿La va a matar? —preguntó Airón preocupado. Pero Sergio le hizo el gesto de silencio y se lo llevó de la mano.
—Si me dejas ir no les diré nada. Me inventaré algo para que no vayan a por vosotros. Solo... —se secó una lágrima con la manga de su sudadera—. Solo déjame ir... Por favor.
Agarré el machete de uno de los muchachos que había por ahí, ella en seguida intentaba retroceder, pero me dirigí a la comandante y corté su brazo para sorpresa de la chica.
—¿Qué... Qué haces?
—Diles, que yo misma te envío, y entrégale esto a quien sea que te mande a buscarme. Diles que la próxima vez, no van a tener a nadie a quien enterrar, porque todos ellos serán irreconocibles.
La chica miraba aterrada el brazo de la comandante.
—No... No puedo...
—¡¡HAZLO!! —le entregué el brazo mientras le apuntaba con la pistola—. Dame también tu mochila y tu arma.
—Vale... vale... Joder. —la chica entre sollozos se quitó la mochila y tiró el arma al suelo.
—E-eso es todo lo que llevo... Por favor...
—Vete. Si vuelvo a verte te mataré —mantuve la pistola firme y ella comenzó a correr llorando sin mirar hacia atrás. Continuó corriendo por el camino y desapareció tras él.
Me dirigí a la mochila y la recogí junto al arma que llevaba. Me dirigí a donde estaba Sergio con Airón.
—Vamos a por Alex.
—¿Qué pasó con ella? —preguntó Sergio.
—Está solucionado. Ahora Alex es lo primero.
—Vale —asintió. Aún se resentía de los golpes pero me seguía junto con el otro chico, que se encontraba muy callado. Recogí las armas y el maletín. Lo guardé en mi mochila.
Airón y yo volvimos a donde estaban Alex, David y mi hermano. Ahí estaba él tumbado en el suelo y con mucho dolor. El cepo había destrozado bastante la pierna del pobre Alex quien agonizaba en el suelo. David al verme se acercó muy preocupado.
—Sonia. Hemos logrado entre los tres quitar el cepo. Pero no está bien.
Suspiré.
—Lo sé, David. Sé que no está bien. —le aparté la mirada y me enfoqué en él. viendo apenas la herida, me percaté de la gravedad de la misma. —. Joder, Alex. Te han jodido bien. Escucha. He conseguido medicinas. Voy a vendarte y llevarte a algún sitio seguro. Allí te dormiré y te curaré lo mejor que pueda ¿Queda claro?
El hombre asintió pero sin demasiada convicción.
—Va, ven dame la mano. ¿Podrás levantarte?
—Ahh... —se quejó dolorido—. Creo que sí. Ayúdame.
Le tendí la mano, y con todas mis fuerzas lo levanté.
—Coloca el brazo sobre mi hombro —él lo hizo y posteriormente me dirigí a los chicos que estaban bastante preocupados—. ¡Vale chicos! ¡David!
—Dime, Sonia.
—¿Cuánto queda para llegar a la ciudad? ¡No vamos a parar hasta llegar o hasta que amanezca!.
El chico miraba a todas partes con la linterna hasta que pareció reconocer algo.
—Por aquí está la autovía. Tengo entendido que hay un matadero al comienzo de la ciudad.
—Vale. No sé si hay tóxicos escondidos. Manténganse cerca de mí y alumbrarnos con las linternas.
Avanzamos todo lo que pudimos. La noche se mantenía lo más oscura posible. No podía ver nada que no alumbrase Sergio, quien iba delante. Estábamos siempre en máxima alerta debido a que oíamos algunas voces pero no sabíamos de dónde venían. Era un lugar amplio, lleno de caminos debido a que la entrada de Plasencia tenía numerosos carteles. Cruzamos una rotonda en la cual se presenciaba un atasco de coches. Avanzamos hacia Plasencia, en el cartel, ponía "Muerte a Plasencia" Gran parte del asfalto estaba comido por el camino y algo de vegetación. Pero en su mayoría se notaba seco. Tenía miedo de los tóxicos. En la ciudad es donde más infectados nos encontramos, pero también pueden estar por las carreteras y alrededores.
Al pisar noté un crujido. En seguida David apuntó hacia mi pie. Eran huesos.
—Sergio. Ve un poco más adelante.
—¿Cómo vas, Sonia? —preguntó Airón. Yo no lo veía debido a que estaba detrás mía. Me limité a responder.
—Voy como puedo, chico. Debemos llegar lo más pronto posible, no tengo más botellas y como venga más gente...
Airón se quedó paralizado, a lo igual que David.
—No lo iremos a dejar, ¿Verdad?
—Hmm. Haremos lo posible.
No veíamos nada, oíamos algo de ruido y voces que no sabíamos de donde provenían. Solos, desamparados y sin demasiado equipo armamentístico. No podía ir peor la cosa, Sergio no quería ir delante y continuamente se pegaba a mí y me tendía la mano. En un punto del camino, Alex tocó mi mano y me dio suaves toques en ella mientras trataba de decir algo. Yo me paré.
—S-Sonia...—dijo el hombre.
—Dime, Alex —todos los allí presentes se pararon y lo observaron.
—Necesito parar como sea. No puedo más. Me duele demasiado.
Mordí mis labios. No me hacía ninguna gracia el cómo estaba Alex. Y menos el tener que estar al cargo de todos ellos.
—Aguanta un poco más. Llegaremos a aquel edificio de allí.
—Está bien... —me dijo dolorido—. Gracias por no dejarme, Sonia.
No dije nada. Cargué con Alex a cuestas hasta llegar al edificio que se encontraba cerca. Nada más llegar busqué la forma de entrar. Sergio alumbró la fachada. "Matadero de Plasencia". El chico me miró extrañado. En seguida supe el porqué se preocupaba.
—Tranquilo. No era un sitio para matar gente, sino para sacrificar animales enfermos. —eso pareció aliviarlo—. Airón, comprueba la puerta.
El chico se dirigió a la puerta, trató de abrirla pero estaba cerrada.
—Como no. Cerrada. Hay algo que la bloquea.
—Puta mierda.
Sergio vio que podía colarse por un hueco que había en el suelo. Justo al lado de la puerta.
—Sonia. Quepo ahí dentro. Probablemente pueda abrir la puerta desde fuera —dijo el muchacho decidido a ayudar.
—¿Tienes un arma?
—Sí...
—Hmmm, no nos queda otra forma de entrar. En cuanto entres abre la puerta lo más silencioso que puedas. No asegures la zona. Ve directamente a la puerta.
El chico se coló dentro del edificio. Mi pulso comenzó a acelerarse, tenía mucho miedo de que hubiera algo ahí dentro que lo atacase. Iba armado pero... es un niño. No había pasado ni un minuto y ya estaba temblando de miedo. En ese momento oigo un ruido dentro.
—¡¡¡AH!!! ¡Aléjate de mí! —se escuchó desde el otro lado.
—¿Sergio? ¡Sergio! ¿Estás bien?
Sergio dio un disparo pero no se escuchó nada más.
—¡Sergio, abre la puerta! —me acerqué con la pistola a la puerta. Esperando que hiciera algo.
A los pocos segundos, noto un pulso en la puerta y cómo el chico extraía algo de ella. Posteriormente abrió la puerta y salió de allí corriendo y apuntando con la pistola hacia dentro del matadero.
—Ah, ah... Sonia... Sonia... ¡Hay algo ahí dentro que da un miedo que te cagas! ¡No quiero entrar ahí!
CONTINUARÁ
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