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Reto #4: Alimento

Título: El drama del chocolate
Autor: @GV5221

— Ella solo me dejó aquí, agonizando, con una tremenda herida en el pecho, bueno más bien en la cabeza, aunque realmente pienso que mi cuerpo es puro abdomen porque estoy lleno de cuadraditos bien trabajados; ¿en dónde estaba?, ah sí, ya recordé… ella me dejó agonizando en un miserable vaso de cristal, congelándome en la nevera, ni siquiera fue capaz de terminar con mi sufrimiento.

— ¿A quién le hablas? — me pregunta el perejil.

— Es mi último monólogo — le contesto enfadado — ya ni si quiera lo dejan a uno sufrir en paz — refunfuño bajito para que no me oiga.

— Pero si nosotros no podemos sentir — se entromete la zanahoria en la conversación.

— Se llama ACTUACIÓN — enfatizo la última palabra para los curiosos.

— Ahhh — me mira de reojo la zanahoria — y… ¿para quién? — se atreve a preguntarme.

— ¡Para ustedes! — grito molesto ante tal ignorancia.

— Eres muy exagerado — dice el tomate inflando los cachetes.

— No había pedido tu opinión — le lanzo una mirada furibunda que hace que se esconda en el cajón de la nevera.

Un silencio invade la nevera y al fin puedo continuar con mi soliloquio, “¿dónde estaba? ah sí”:

— Que triste destino es este, la vida no es más que comer o ser comido — suelto un profundo suspiro.

— Eso es cierto — me interrumpe la voz del pimentón bigotón que me observa desde el rincón.

Intento ignorarlo y continúo:

— ¿Qué será de mí?, pobres criaturas sin alma — observo a los “espectadores”.

— Te van a comer ¿no? — la pregunta inoportuna del queso se hace presente.

— Es RETÓRICA — enfatizo de nuevo la última palabra, esta vez con mayor molestia.

La puerta de la nevera se abre y esta se inunda de una enceguecedora luz que me impide ver la mano que toma el vaso, mientras recorro por última vez con la mirada todo el interior de mi hogar logro divisar a mi eterna admiradora la aceituna, despidiéndome efusivamente con lágrimas en los ojos, hago una última venia antes de enfrentarme a mi cruel destino.

Me meten en aquel aparato infernal que comienza poco a poco a girar con una luz más tenue que me va derritiendo poco a poco y me deja desmayado por completo.

Finalmente puedo despertar y conocer lo que hay más allá, después de ser comido, pero diviso el mismo techo que ayer me cubría cuando aquella niña me mordisqueaba sin compasión; me observo frente al reflejo de la tostadora, pero mi bella imagen ha desaparecido, no puedo creer lo que ven mis ojos y solo alcanzó a decir.

— No puede ser, ahora soy un pastel —  digo con sorpresa — genial, ahora me comerán por partes — me doy cuenta de lo evidente.

El atroz destino una vez más me condena a esperar de conocer lo que habrá más allá, mientras tanto tendré que aceptar la horrible nueva forma que me han dado, pero he de admitir que huelo bastante bien.













Título: Mi propósito
Autor: @LeonhardHerz

Solo existir, estar aquí, colgar mientras la brisa recorre mi cuerpo, el Sol calentándome cada día y las frías noches calando hasta mi corazón. Mi típica rutina, dejar que todo el mundo me afecte sin poder cambiar nada.

Sujeta a la exigua protección que proporciona mi madre, a pesar de sentir su amor a través de cada estímulo, su fuerza y la energía que trasmite no puedo evitar entristecerme al compartir sus callados lamentos cada vez que pierde a una de nosotras, sus preciadas hijas.

«¿Cuál es mi propósito?» me pregunto mirando el cielo a través del follaje que me rodea.

«Crecer, pequeña» susurra consoladora mi madre «debes madurar y dejarte llevar para que algún día tengas tus propias bebés, como yo» compartió sus ideas arrullando a todas mis hermanas.

«Bebés que no podré proteger» divagué sin pensar, lamentándome al sentir el pesar en mi madre al escucharme. «Perdón, no quise decir eso».

«Está bien, pequeña» aceptó mi madre acongojada. «Está bien» repitió entristecida «tienes razón, conozco mejor que nadie el dolor y el vacío de no poder protegerlas» aceptó trasmitiéndome sus afligidas emociones «pero tengo que seguir adelante y cuidar de ustedes que aún están conmigo» afirmó cálida y estoica moviendo sus ramas con el viento.

«Gracias por cuidarnos madre, espero algún día ser tan grande como tú y poder transmitir tu fuerza» agradecí a mi progenitora por traerme a este mundo, aunque me sienta varada y vacía ella a dado lo mejor de sí para cuidarnos. «Pase lo que pase quiero que no te culpes por lo que nos suceda a nosotras» transmití hacia ella mis emociones, sabiendo que si algún día encontraré el propósito de mi existencia no será entre la protección de sus ramas.

«Las quiero mucho pequeñas» chilló mi madre trasmitiendo su amor, el miedo y lo que podría ser el último adiós a cada una de nosotras.

Habían llegado las gigantescas criaturas que nos raptan a su antojo y comenzaron sus crímenes ignorando nuestras súplicas.

–Trae cuatro –gritó una voz aguda hacia el robusto gigante que se nos acercaba–, bien maduras.

Me estremecí en horror, tristeza y alivio al saber que no me llevarían, siempre toman a las maduras. Me llena de culpa el sentirme aliviada por seguir siendo verde.

–OK –respondió la gruesa voz del robusto ser tomando una por una a mis hermanas mayores.

«Espero nunca madurar» desee en un instante de locura, esperando jamás ser tomada por esas terroríficas manos.

–¡Ah! –Exclamó la voz aguda desde la distancia–. ¡Y cógeme una verde! –sentenció.

Perdí la noción del mundo al escuchar esas palabras «UNA VERDE»  el pánico poseyó mi cuerpo y mi mirada se fijó en la inmensa mano que se acercaba cada vez más a mí.

«Nooo» gritó mi madre aumentando la fuerza de su agarre.

–Estas guayabas verdes siempre son difíciles de arrancar –expresó el gigante tirando con más fuerza.

«Adiós madre» me despedí en mi último momento. La fuerza de esa cruel criatura es demasiada y fácilmente logró romper la conexión que me unía a mi familia desde el día en que nací.

Podía ver y sentir a mis cuatro hermanas a mi lado pero no podía comunicarme con ellas, nuestro lazo se había roto en el momento que nos separaron de nuestra madre.

En cuestión de instante nos habían colocado sobre una superficie lisa y fría. Creí que eso sería todo pero no podía estar más equivocada.

–Hermano, ve picando las maduras –dijo el gigante más pequeño con voz aguda.

–Vale –aceptó el robusto y terrorífico ser, tomándonos a todas, poniéndonos bajo un chorro de agua y volviéndonos a colocar en el mismo lugar.

Lo perdí de vista por un instante, cuando nos regresó a esta fría superficie, y al volver a verlo tenía un objeto en su mano que me causó escalofríos por toda la piel.

Esa sensación de malestar se apoderó de mi cuerpo en el momento que tomó a una de mis hermanas y, sin perder ningún detalle me sentí morir desde dentro, en un solo movimiento la dividió a la mitad y tomó a otra repitiendo su atroz acto como si fuese algún tipo de simple rutina.

Las pocas esperanzas que albergaba en mí desaparecieron, la idea de crecer y haber vivido en la ignorancia como mi madre parecía una dicha en este momento.

«Supongo que nacimos para morir» me resigné a la idea de nuestra mísera existencia al ver los cuerpos cercenados de mis hermanas ser lanzados, sin ningún tipo de reverencia hacia sus vidas, a un objeto transparente donde las cubrieron con agua, liquido blanco y un extraño polvo.

Un estruendoso sonido cubrió toda el área bajo los comandos de la cruel criatura y mi mente colapsó al ver como se deshacían los cuerpos de mis hermanas tornando rojo el interior de aquel objeto transparente.

–¿Oh, ya estás haciendo el batido? –interrogó el gigante de voz aguda regresando a la sala.

–No, prendí la batidora porque estaba aburrido –contestó el asesino poniendo los ojos en blanco–. Serás –concluyó en un tono despectivo.

«¿Cómo pueden bromear como si no pasase nada? ¡Asesinos!» grité con todas mis fuerzas siendo completamente ignorada. «¿Por qué? ¿Por qué nos hacen esto? ¿Qué les hemos hecho?» preguntaba entre lamentos queriendo saber la razón de tanta crueldad sin sentido.

–Guárdame el mío en el frío –dijo el gigante más pequeño, sacándole la lengua al robusto, y me tomó en su mano.

Hacía tiempo que no paraba de temblar por el temor, pero ya mi vida estaba perdida, estoy completamente “en sus manos” y supongo que temerle a lo inevitable no vale la pena.

Mi cuerpo fue apretado por la extremidad gigante y en lo único que lograba pensar era en su extrañamente reconfortante calidez.

Mi mente divagó hasta perderse en un extraño placer al sentir el tibio aire que se acercaba a mí mientras mi cuerpo se desmoronaba en pedazos al ser mordida.

«Supongo que mi propósito siempre fue deshacerme en ti»












Fusión
Título: El drama del propósito

— Ella solo me dejó aquí agonizando, con una tremenda herida en el pecho, bueno más bien en la cabeza, aunque realmente pienso que mi cuerpo es puro abdomen porque estoy lleno de cuadraditos bien trabajados; ¿en dónde estaba?, ah sí, ya recordé… ella me dejó agonizando en un miserable vaso de cristal congelándome en la nevera, ni siquiera fue capaz de terminar con mi sufrimiento.

— ¿A quién le hablas? — me pregunta el perejil.

— Es mi último monólogo — le contesto enfadado — ya ni si quiera lo dejan a uno sufrir en paz — refunfuño bajito para que no me oiga.

— Pero si nosotros no podemos sentir — se entromete la zanahoria en la conversación.

— Se llama ACTUACIÓN — enfatizo la última palabra para los curiosos.

— Ahhh — me mira de reojo la zanahoria — y… ¿para quién? — se atreve a preguntarme.

— ¡Para ustedes! — grito molesto ante tal ignorancia.

— Eres muy exagerado — dice el tomate inflando los cachetes.

— No había pedido tu opinión — le lanzo una mirada furibunda que hace que se esconda en el cajón de la nevera.

Un silencio invade la nevera y al fin puedo continuar con mi soliloquio, “¿dónde estaba?, ah sí”:

— Que triste destino es este, la vida no es más que comer o ser comido — suelto un profundo suspiro.

— Eso es cierto — me interrumpe la voz del pimentón bigotón que me observa desde el rincón.

Intento ignorarlo y continúo:

— ¿Qué será de mí?, pobres criaturas sin alma — observo a los “espectadores”.

— Te van a comer ¿no? — la pregunta inoportuna del queso se hace presente.

— Es RETÓRICA — enfatizo de nuevo la última palabra esta vez con mayor molestia.

La puerta de la nevera se abre y esta se inunda de una enceguecedora luz que me impide ver la mano que toma el vaso, mientras recorro por última vez con la mirada todo el interior de mi hogar, logro divisar a mi eterna admiradora la aceituna, despidiéndome efusivamente con lágrimas en los ojos, hago una última venia antes de enfrentarme a mi cruel destino.

Me meten en aquel aparato infernal y un estruendoso sonido cubre toda el área bajo los comandos de la cruel criatura haciendo que comience poco a poco a girar con una luz más tenue, pierdo la noción del mundo, el pánico posee mi cuerpo.

Finalmente puedo despertar y conocer lo que hay más allá después de ser comido, me observo frente al reflejo de la tostadora, pero mi bella imagen ha desaparecido, no puedo creer lo que ven mis ojos; ahora soy una fruta verde y redonda. Solo alcanzo a pensar:

“¿Cuál es mi propósito?” mirando lo que me rodea.

Solo existir, estar aquí mientras la brisa recorre mi cuerpo, el Sol calentándome cada día y las frías noches calando hasta mi corazón. Mi típica rutina, dejar que todo el mundo me afecte sin poder cambiar nada.

De pronto llegan las gigantescas criaturas y mi mirada se fija en la inmensa mano que se acerca cada vez más a mí.

En cuestión de un instante me coloca sobre otra superficie lisa y fría. Creí que esta vez eso sería todo pero no podía estar más equivocado.

Lo pierdo de vista por un instante, cuando me deja sobre esta fría superficie, y al volver a verlo tiene un objeto en su mano que me causa escalofríos por toda la piel.

Esa sensación de malestar se apodera de mi cuerpo y, sin perder ningún detalle me siento morir desde dentro, en un solo movimiento me divide a la mitad como si fuese algún tipo de rutina simple.

Hace tiempo que no paraba de temblar por el temor, pero ya mi vida estaba perdida, estoy completamente en sus manos y supongo que temer a lo inevitable no vale la pena.

Mi cuerpo es apretado por la extremidad gigante y en lo único que lograba pensar era en su extrañamente reconfortante calidez.

Mi mente divagó hasta perderse en un extraño placer al sentir el tibio aire que se acercaba a mí mientras mi cuerpo se desmoronaba en pedazos al ser mordido.

«Supongo que mi propósito siempre fue ser su alimento»

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