Cap: 21 No te vayas
No te vayas...
Narra Paula.
(...)
El impacto fue peor de lo que pensamos, por fortuna mis ojos no vieron ningún desastre trágicos como los que imagine, la imagen se repetía y repetía en mi mente. Por fortuna los vidrios cayeron sobre el suelo y muy pocos recaían sobre mí cuerpo.
Cuando ya me había liberado un poco de la tensión visual me coloqué los lentes ¿Como no se rompieron del todo? Todos estaban inconscientes, dirigí mi vista rápidamente hacia mi mamá y cuando intenté moverme sentí una pinzada fuerte en mi rodilla izquierda que luchaba contra el movimiento haciéndome caer del asiento, estaba atascada bajo una parte de la camilla y no tenía la fuerza para levantarla. Grité y logré despertar a mama, Daniel, y Julio.
Julio y Daniel movieron la camilla y Miriam me atendió de inmediato.
Gracias a Dios ninguno estaba herido.
Julio intentaba despertar a Lira, Daniel por supuesto fue directo hacia Aleyda.
Su rostro al verla me preocupó.
— ¡Hay que apurarse la estamos perdiendo! — bramó desesperado—
— ¡Espera! Termino de vendar a Paula y nos vamos.
— ¡No mamá! — vociferé negando con la cabeza—. ¡Ve con Daniel! tienen que salvar a Aleyda, nosotros los alcanzaremos luego, ¡Pero vete! tienes que salvarla.
Pude ver la mirada preocupada de mi madre, sus ojos posados en mi pierna. La mire de nuevo tratando de decirle que se fuera, que yo estaría bien, ella asintió con su cabeza y una lagrima broto de sus ojos haciéndola parpadear para tratar de ocultarla, pero era inevitable.
— ¡Julio! — gritó mi madre llamando su atención—. Asegúrate de que puedan llegar lo más rápido posible, te dejo a cargo.
— Descuide no tardaremos —contesto seguro—,
Daniel tomo a Aleyda en sus brazos y se fue corriendo con Miriam.
— Julio ¿Me pasas una venda del botiquín por favor?
— Claro, déjame ayudarte.
Prosiguió a traer la venda, se acercó y se arrodilló delante de mí.
— Descuida yo lo hago —supliqué para que me dejará vendarme sola—.
— No descuida yo lo hago, tú solo procura mantener la pierna quieta y relajarte.
Y sin decir más después de limpiar la herida comenzó a realizar un vendaje en ocho por encima de ella.
— ¿Donde aprendiste a realizar ese vendaje?
— Pues siempre hubo algo que me gusto más que el entrenamiento, eran los talleres de primeros auxilios y siempre fui el mejor en todos.
— ¡Qué bien! Eso siempre es bastante útil.
De pronto la tierra tembló y todo se sacudió. La camioneta se estremeció haciendo que Julio callera encima de mí y ambos caímos al suelo, yo intentaba levantarme pero Julio se coloco encima de mí, todos los escombros caían en su espalda y aun así el no se movía.
— Julio ¿qué estás haciendo?
— ¡Ah! — gimió a causa de los escombros—. ¡Te protejo! ¿Qué otra cosa te parece que hago? ¿Jugar?
En medio del terremoto y por misericordia divina Lira se despertó y nos saco a los tres usando sus poderes. La camioneta estaba más que destrozada por lo que pude ver había chocado con un árbol caído, probablemente por el terremoto anterior. Gracias a sus increíbles lianas pudimos salir pero en ese instante recordé que Carolina debía de estar seguramente adentro de la camioneta.
— ¡Lira! Carolina sigue adentro.
Cuando la liana me soltó mientras hablaba con Lira mi rodilla no resistió y por poco caigo pero Julio me atrapo antes de que callera al suelo, al hacerlo me miro a los ojos y nuestras miradas se encontraron en un minuto mezclado de emociones; miedo, peligro, angustia y ansiedad se quedan cortas comparadas con las sensaciones que fluían en nuestros cerebros en cuestiones de milisegundos.
El terremoto se fue agudizando y al notar que no podía sostenerme sobre mis piernas me tomo por las rodillas y me cargo en sus brazos.
— ¡Lira salva a Carolina! yo iré a encontrar un lugar para resguardarnos—exclamó el chico pálido—.
— ¡Nos vemos en la casa de Miriam cuando todo esto acabe!
— ¿Segura que estarán bien? —inquirí en un grito mientras nos íbamos—.
— Tenemos poderes ¡Estaremos bien! —contesto segura—. ¡Ahora corran!
Julio corrió lo más rápido que pudo y nos refugiamos adentro de una cabaña abandonada.
Al entrar un árbol bloqueó la salida y la tierra se sacudía cada vez más, creo que ya ha superado la duración del terremoto de Sumatra-Andeman en Indonesia. El techo comenzó a caerse y al ver esto Julio me dejo suavemente en el piso y me dijo que me metiera debajo de la mesa, yo lo hice y después se metió el, era una mesa como para 6 personas así que había suficiente espacio.
Veíamos como todos los escombros caían alrededor. Me preocupaba que la intensidad del terremoto era elevada y esta infraestructura no soportaría mucho, estaba atemorizada y hasta paralizada, mis ojos y los de Julio decían un poema de horror y peligro al divisar aquello que ocurría.
De pronto comenzó a romperse parte de los tablones de madera que conformaban el piso de la cabaña y el techo empezó a desplomarse encima de nosotros, uno de los escombros callo justo enfrente de mi cara haciéndome gritar, alarmándome no solo a mi sino también a Julio.
— ¿Estás bien? — preguntó alarmado—.
Yo asentí, intranquila
La escena me preocupaba, tenía mucho miedo y solo podía pensar en lo peor.
— Julio — lo llamé captando su atención—.
— ¿Sí?
— Creo que esto no acabara nada bien.
Él se acerco a mí, sus ojos claros brillaban con el reflejo de la luz del sol traspasando la ventana y reflejándose en el espejo roto del recibidor.
De inmediato otro de los escombros callo haciéndome saltar levemente y golpearme con la mesa, mis manos no paraban de temblar, él me miro a los ojos y dándose cuenta de mi inquietud sostuvo mis manos.
Sus manos se sentían como una brisa de verano en medio del invierno
— ¡No! ¡No moriremos hoy! y ¡No moriremos así! y cuando tomes mi mano de nuevo recuerda siempre, que yo estaré allí, para protegerte, confía en mí — suplicó haciendo que mi vista se entornara en sus ojos—. Te aseguro que todo estará bien.
A pesar de no conocerlo, no dude ni un instante en confiar en él.
El librero de madera cayó encima de la mesa rompiendo la parte derecha de la misma y dejando atrapado a Julio.
— ¡Ah! —se quejo por el dolor—. ¡Paula tienes que salir de aquí!
— ¡Ni sueñes con que voy a dejarte! ¡No lo hare! ¡No puedo y tampoco quiero!
— No te estoy preguntando, ¡Te dije que salgas! — ordenó serio—.
— Y yo te digo que no lo haré hasta que logre sacarte de aquí ¿me has entendido? ¿O quieres que te lo repita? —inquirí molesta—.
— ¡Deberás que eres necia! — bramó enfadado—.
— En estos casos eso es algo bueno— sonreí-. ¡Descuida te voy a sacar de aquí!
En ese instante fue como si mi mente desechara o ignorara por completo la pinzaba que sentía en mi rodilla y decidida intente con toda mis fuerzas pero no conseguía levantar la biblioteca, así que empecé a vaciarla, pero de golpe un árbol cayó encima de la cabaña y sello la entrada delantera y una de sus ramas cayó encima de la ventana rompiéndola y empujándome al suelo haciéndome dar dos vueltas en el piso rodeada del vidrio de la ventana. Finalmente uno de los tablones de madera se levanto causándome una herida en el cuello
— ¡Paula! ¡¿Estás bien?!
— ¡Sí! —contesté mientras me colocaba un pedazo de tela encima de todo mi cuello, así el no lo vería ya que no quería alarmarlo
Después se me vino una imagen, agarre la rama responsable de la ruptura de la ventana y la utilice como palanca para levantar la mesa.
— ¡Animo Paula! ¡Tira más fuerte!
— Eso intento ¡Pero está muy pesado!
Las fuerzas no me daban, mis brazos parecían hule. Ya no podía más.
— ¡Vamos tu puedes!
Finalmente logre levantar la mesa.
— ¡Lo logre! — exclame victoriosa—.
Esbocé una sonrisa de asombro más grande que mi cara, no podía creerlo.
— Sabía que podrías.
Lo abrasé fuertemente, pero después fije mi mirada en su pierna y tenía una grave herida en los tobillos.
— ¡Madre mía! ¿Estás seguro de poder caminar así?
— Claro, ni que me hubiera lastimado demasiado — presumió—,
¡Ay si, el muy fuertecito!
—Levántate — dije desafiándolo—,
Intentó levantarse y al ver que no lo conseguía le ofrecí mi ayuda.
— No, no tienes que ayudarme sé que puedo — intento levantarse nuevamente pero perdió el equilibrio, por suerte logre atraparlo antes de que cayera.
— ¿Quién es el necio ahora? — pregunté en un tono burlón—.
— Bien ¿vas a restregarme eso en la cara o vamos a salir de aquí?
— Haré un poco de ambas— contesté un poco divertida—.
Mi mirada recorrió el tejado de la cabaña que en cuestión de segundos caería encima de nosotros y volví a preocuparme
— Ven tenemos que irnos — pasé su brazo por encima de mi hombro y lo ayude a trasladarse—,
Logramos salir por la puerta de atrás y al hacerlo la casa comenzó a dividirse en dos y a desplomarse rápidamente, nos alejamos tanto como pudimos pero al voltear vimos que la tierra se estaba abriendo en dos, esa división seguía extendiéndose hasta que nos alcanzó separándonos a mí y a Julio formando un abismo entre ambos que se abría cada vez más y más, pero extrañamente ninguna de las placas tectónicas se elevaba simplemente se separaban, hasta que de forma misteriosa la tierra se detuvo y el abismo dejo de extenderse, todo dejó de temblar y fue como si el mundo si pusiese en pausa.
La separación era aproximadamente de 5 metros de ancho y no sé cuánto de largo, y no quiero pensar en su profundidad, a pesar de no saber el largo no quise arriesgarme a rodearlo.
— ¿Estás bien?
— ¡Sí! eso creo Julio ¿Y tú?
— ¡Bien! —contestó— pero no puedo levantarme y necesitamos llegar a la casa de Miriam.
— Descuida encontraré la forma de cruzar.
— ¡Paula Cuidado! ¡Detrás de tí!
Volteé rápidamente y vi que un árbol comenzaba a derrumbarse y a juzgar por la rapidez en que lo hacía me caería encima, corrí lo más rápido que pude tratando de que no me aplastara pero estaba tan pendiente del árbol que no vi lo que había delante de mí, de modo que tropecé y quede al filo del abismo a punto de caer.
(...)
Mientras tanto...
Narra Lira.
Después de ver a Julio y a Paula partir. Utilicé todas mi lianas para que pudieran alcanzar a Carolina, pero era inútil, la tierra temblaban y ellas no lograban estabilizar su cuerpo y como la tierra temblaba las lianas simplemente dejaron de responder y cayeron al suelo, así que me introduje de nuevo en el interior de la camioneta, mientras estaba acercándome a los asientos del conductor la tierra se comenzó a dividir en dos y con ella la camioneta; mi pie quedo atrapado bajo de uno de los asientos, pero no había tiempo de intentar sacarlo así que me convertí en un águila y así conseguí liberarme.
Volé directamente hacia Carolina y al llegar a ella me puse a picotearle el brazo para que se levantara pero al ver que seguía inconsciente me convertí en humana otra vez, la levanté y salí con ella de la camioneta, y al hacerlo esta se desplomo enfrente de mis ojos; el shock por segundos no me dejó hacer más que un esfuerzo por bajar la intensidad de mi respiración.
El abismo que había atravesado la camioneta se seguía expandiendo, dirigiéndose hacia al bosque, justo hacia donde habían corrido Julio y Paula, la única que podría detenerlo era Carolina, el impacto había sido muy fuerte para ella, tenía un ojo morado y varios moretones en todas partes.
De repente la tierra se detuvo, nos rodeo un silencio arrolladoramente intrigante y hasta alarmante, era un silencio anormal, como si el mundo se hubiera detenido de forma repentina.
Luego vi una luz fulgurante blanca ¡Hermosa y atractiva! me sentía hipnotizada, como si tuviese la obligación de seguir esa luz a donde quiera que me guiara. Por un impulso quise tocarla pero esta se movía constante, al alcanzarla finalmente la toque o eso creí... Inmediatamente empezó a rodearme y todo a mí alrededor se llenaba de luz.
Narra Daniel.
Llegamos a la casa de Miriam y de inmediato nos pusimos en acción, yo coloque a Aleyda en el sofá de la sala y Miriam comenzó a revisar todos sus libros.
— ¡Miriam tenemos que hacer algo ya! ¡No quiero perderla! — grité desesperado—.
— Niño yo tampoco, ¡Pero con estos elementos no se juega! el más mínimo error podría ser trágico — contestó seria—.
La entrenadora giró sobre sus zapatos dándome la espalda y prosiguiendo en su búsqueda.
— Si pero el tiempo corre, ¡No tenemos tiempo de buscar hay que actuar ya o la perderemos!
— ¡Cálmate! — exclamó girando su torso y arrojándome una mirada seria—. Con ese estrés no me ayudas.
Su tono me molestaba así que le replique:
— ¡Y usted debería ayudarla en lugar de estar con esos libros!
— ¿Qué te parece que estoy haciendo con ellos? ¿Jugar? ¡Pues no! estoy tratando de hallar una solución.
— ¿Bueno y no hay ningún libro de su elemento que nos pueda ayudar? —pregunté irritado—.
Intentaba calmarme pero lo cierto es que no podía.
— Si lo hay, pero ella se lo llevo y no sé en donde lo tiene.
— Hagamos algo... Rompamos esta gema o lo que sea de una vez por todas y esperemos que funcione.
— ¡Niño ni se te ocurra hacerlo! No sabes que podría pasar si lo haces, ¡No sabes si funcionara!
— ¡Miriam cuidado! ¡El librero le caerá encima!
Luego de decir esto Miriam desapareció y solo quedo una luz clara e intensa. El librero cayó y de pronto volvió a aparecer.
— ¿Cómo hizo eso? —inquirí perplejo—.
— No hay tiempo de explicar, este terremoto no nos ayuda ¿cuánto tiempo nos queda?
— ¡Solo tres minutos o morirá!
— Prueba dándole la gema, colócasela en sus manos.
Hice lo que me pidió pero ella no reaccionaba.
— ¡Quedan 2 minutos!
La tierra comenzó a estremecerse cada vez con más intensidad todo en la casa de Miriam se caía. Y desde afuera de la casa vimos que se estaba abriendo un abismo enorme que se dirigía al bosque.
— ¿Que está pasando? — pregunto nervioso—. ¿Qué es todo esto?
— Creo que su elemento lo está provocando. Al morir ella la conexión con su elemento se desvanecerá, como su cuerpo poco a poco.
— ¿Y eso que significa?
— Significa, que si no los volvemos a unir no solo perderemos a Aleyda el elemento se esparcirá por todo el mundo pero no como tú crees, se esparcirá destruyendo todo a su paso y a juzgar con los terremotos creo que su elemento está conectado con el núcleo de la tierra.
— ¿Quiere decir que si no los volvemos a unir su elemento formará una división o algo así?
— Significa que la armonía de los elementos depende del el elemento de Aleyda, sin su elemento los demás no tienen conexión alguna con la tierra y si los elementos no tienen conexión con la tierra se alzaran en su contra destruyendo todo a su paso, creando rupturas no solo en la tierra si no en todos los aspectos del planeta, para ilustrarlo mejor es como dos mundos:
Un mundo es el de la humanidad que está conformado por la raza humana y sus creaciones el otro mundo es el de la naturaleza, siempre el hombre ha gobernado a la naturaleza, pero lo cierto es que la paz que existe entre la naturaleza y la humanidad dependen de la armonía que haya entre estos dos mundos, y ese lazo que los une son los elementos, si los elementos no están, la naturaleza se revelará, creando todo tipo de eventos catastróficos que serian la guerra de estos dos mundos tan distintos, una guerra que consumiría nuestro planeta, dejándolo hecho cenizas.
— ¡Con más razón debo hacer esto!
Tome la mano de Aleyda y con mi otra mano la gema.
Con los ojos cristalizados me decidí.
— Por favor Dios que esto funciona... no te vayas Aleyda
Arrojé la gema al piso y esta se rompió en mil pedazos y al hacerlo mi reloj sonó, diciéndome que el tiempo de Aleyda se había terminado
— ¡Qué hiciste!
Su grito resonó entre mis tímpanos, su mirada nunca me había causado tal sensación. Con todo y lo fría que es, parecía otra persona.
— A usted no se le ocurrió nada mejor, de una u otra forma según lo que me dijo sería el fin, solo me arriesgué para tratar de que su elemento volviera a ella, algo que usted no tuvo el valor de hacer.
Dirigí directo mi mirada hacia Aleyda. Me tire al lado de ella realizando una pequeña oración antes de tomarle el pulso.
Padre... Sabes el destino, esto ya tú lo habías escrito. Y si me equivoqué, no permitas que otros sufran por mi imprudencia. Fui impulsivo pero mi fe es grande, me arriesgué confiando que aunque haya arruinado todo tu gran misericordia puede evitar que pase cualquier catástrofe. Confió en que tu misericordia perdone a esta tierra, perdone mis faltas y llene a Aleyda de vida una vez más.
Abrí mis ojos ante una película de recuerdos con ella, mi voz se quebraba pero quería hablarle, sentí que podría escucharme.
— No te vayas, se que estas allí, sé que me escuchas, quédate ¡Por favor no te vayas! — sollocé desahogándome y esperando con una leve esperanza volver a ver sus hermoso ojos azules.
— Daniel... Aleyda no tiene pulso —musitó Miriam—.
— ¡Tienes que respirar! ¡Vamos!, ¡Respira! — grité—.
No, no, no, no, Aleyda por favor. ¡No te vayas! ¡No se qué haría sin ti! ¿Por qué el mundo es tan injusto? Mi hermosa Aleyda, si estas en alguna parte escuchándome. Te amo, lo he hecho siempre...
Hice presión en donde estaba su corazón, intentando que reaccionara. Miriam no paraba de caminar de un lado a otro preocupad y ansiosa, de pronto el abismo comenzó a avanzar la tierra se sacudió, la casa se estaba desplomando y tuvimos que salir. Afuera de la casa seguí intentando pero los resultados seguían siendo inútiles.
De pronto todo dejo de temblar. Miriam y yo nos miramos con terror.
— ¿Creé que haya funcionado? ¿Ya todo termino?
— Niño ella aun no tiene pulso si no lo recupera pronto esto, no habrá si quiera comenzado.
— Vamos Aleyda, yo se que puedes oírme, ¡Háblame por favor! ¡Escúchame bien, perdóname! si te hubiera hecho caso tal vez nada de esto habría pasado ¡perdóname!
— ¡Niño ya basta! Mira toda pasa por una razón — la interrumpí—.
— Miriam aprecio que quiera ayudarme, pero no puedo dejar de pensar de que todo esto es por mi culpa y ahora tendré que vivir con esto toda mi vida ¡Aleyda murió gracias a mí! no la obedecí y por haber matado a un agente de la UDAP se vengaron contra ella.
Volteé para ver a Aleyda pero ella no estaba allí.
— Miriam ¿Qué paso? ¿A dónde está? ¿Miriam? ¡Miriam!
¡Miriam tampoco esta! ¿Qué les paso? ¿A dónde se fueron?
(...)
Desapariciones misteriosas ¿Será este el fin o un nuevo inicio?
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