32: Confesión
Gabriel estaba sumergido en el agua, dormido, como en un estado de congelación, tenía aún la herida en su hombro. Eliot dudó unos segundos, preguntándose qué podía hacer. Ese líquido parecía ser diferente, tocó la superficie, la llenó de su luz y todo brilló. Gabriel abrió los ojos y el agua salió expulsada con violencia del manantial. Eliot se hizo para atrás por la sorpresa.
Gabriel tosió un poco e intentó ponerse de pie pero no pudo. El riachuelo empezó a llenar el manantial lentamente, con verdadera agua del río.
—¿Cómo llegaste aquí? —preguntó reacio.
—Buscándote, te he buscado por toda la rivera. Tenemos que salir de aquí rápido, este lugar me da mala espina.
—Si así era, ¿por qué entraste? No debiste entrar. —Eliot frunció el ceño. El rubio estaba vivo de milagro y no parecía importarle—. No hay salida… ya he buscado. Este lugar ha absorbido mis energías, nuestros poderes no le hacen daño.
—Debe haber una, tú estás débil, por eso quizá no has podido buscar bien. Vamos.
Lo ayudó a levantarse y empezaron a caminar buscando una salida. Gabriel estaba muy débil y agotado, tropezó y cayó, Eliot lo ayudó a levantarse de nuevo.
El ojiazul lo miraba confundido. ¿Por qué le ayudaba? No le debía nada.
—Ella está bien —contó Eliot sorprendiéndolo.
—¿Eh?
—Jadi… Ella nunca perdió las esperanzas de que estuvieras bien.
Gabriel miró a otro lado. El castaño tensó los labios. ¿Pero qué estaba hablando? Pero claro, aunque no lo digera, seguramente sí le importaba.
La cueva tembló apenas y Gabriel se alarmó.
—Vete… busca tú la salida, conmigo no podrás.
—¡Ya te encontré, no te dejaré aquí!
—¡Morirás, imbécil! —Eliot lo miró muy enojado—. A la cuenta que ya morí, esta cueva no me dejará, tú aún puedes salvarte.
—¡Imbécil tú! —Jaló al rubio a la fuerza y echó a correr—. ¿Acaso no entiendes? ¡Hay alguien ahí afuera que se pondría muy triste si algo te pasa! —le recriminó—. Ella no te olvida, al menos considera eso.
Escuchó un extraño ruido que se aproximaba.
—¡Esas cosas te atacarán!
—¿Qué?
Aparecieron volando de entre la oscuridad unos bichos parecidos a escarabajos negros gigantes. Eliot les lanzó trozos de tierra, pero eran demasiados y venían más en camino, los empezaron a atacar. El enjambre era inmenso, pasaban golpeándolos con sus duras corazas al vuelo, con sus duras y grandes patas. Eliot podía sólo golpear a algunos y ya los estaban hiriendo, hasta que una fuerte luz los espantó.
Gabriel había formado una inmensa esfera de luz y esta había ahuyentado a los bichos, pero lo había dejado muy débil. Cayó agotado y más bichos empezaron a escucharse a lo lejos. Eliot cargó al rubió sobre su espalda ya que no reaccionaba, y empezó a correr. Llegó a un lugar en la cueva donde parecía no haber peligro, lo recostó y empezó a curarlo con la luz blanca. El chico abrió los ojos y lo apartó, impidiendo que siguiera.
—Tonto, no gastes tu energía, yo también puedo hacerlo.
—Estás muy débil.
—¡Ya te dije que por eso te vayas!
Eliot suspiró.
—¿Cómo has hecho para estar vivo todo este tiempo? ¿Has estado usando tu luz para curarte?
—Preguntas demasiado, vete ya, Jadi debe estar preocupada.
—Ella sabe que he venido por ti. Vamos, tenemos que seguir.
Siguieron su camino hasta que encontraron una especie de esfera negra flotando en el centro.
—Parece ser la causante de esto, la destruiré.
Le lanzó un gran trozo de tierra, pero la esfera seguía intacta.
—Ya te dije que nuestros poderes no sirven de mucho aquí —le recordó Gabriel.
—¿Alguna otra idea?
De la esfera salieron de golpe los bichos negros a atacar. Gabriel cayó, ya respiraba con dificultad. Eliot armó una bola de luz y le lanzó a la esfera, esta pareció afectarse.
—Eso es, ¡la luz!
—Claro —murmuró Gabriel—, cómo no me di cuenta… Haz una más grande.
Logró armar una del tamaño de un balón y se la lanzó, la esfera negra se debilitó pero no fue suficiente. Gabriel arqueó una ceja.
—¿Eso es lo más grande? —se burló.
—Recién estoy aprendiendo.
—Acércate —pidió de mala gana. Intentó ponerse de pie, Eliot se acercó y lo ayudó. Gabriel puso sus manos en sus hombros y le indicó que también hiciera lo mismo—. Cierra los ojos… concéntrate en la luz.
Eliot se concentró, pronto ambos empezaron a brillar formando una inmensa esfera, esta siguió creciendo y la cueva empezó a temblar. Un estallido de luz envolvió todo el lugar, la esfera negra se destruyó y la cueva desapareció.
Ambos quedaron al borde del rio, Eliot asombrado, qué fácil fue. Gabriel abrió un portal y volvieron, aparecieron en el parque abandonado.
—¿Por qué me ayudaste? —quiso saber el rubio.
—Créeme que ni yo lo sé… sólo lo hago por ella.
—¿Tanto la quieres, que prefieres ayudarme? —preguntó en tono irónico—. Si yo interfiero entre ustedes, ¿no es así? Sabes que no haría lo mismo por ti.
—Lo sé, pero no soy como tú.
—Esto no cambia las cosas, volveré por ella, lo sabes, sabes que la alejaré de ti, ya desde ahora que volví.
Eliot sabía que eso era verdad, pero no bajó la vista a pesar de sentirse triste. Gabriel dio media vuelta y se fue.
Jadi con los demás los estaban buscando, hasta que lograron ver a Eliot. Corrieron hacia él. La chica sabía por lo que él había ido, pero no lo veía, miró a los costados a ver si lo hallaba.
—Se fue —dijo el castaño de pronto.
Se alejó y se retiró también sin decir más. Jadi se quedó muy confundida y preocupada.
—Vamos, amiga —la jaló María.
***
Eliot llegó a su casa muy triste y subió a su habitación. Apenas había vuelto el rubio, ya la sentía tan lejos de él. Y él con ese sentimiento. Debía olvidarla, debía hacerlo, y ya.
Al día siguiente en la tarde, fue al cuarto de Marcos. Mientras esperaba a que le abrieran la puerta salió una chica del cuarto de enfrente y le sonrió. Él sólo la miró y sonrió apenas, por simple compromiso. Abrieron.
—¡Ajá! —lo saludó su amigo Miguel—. ¡Viniste! Sabía que vendrías. —Vio hacia el costado—. Huuyyyy… No me digas que ya te echó el ojito.
—¿Ah?
Miguel vio cómo ella había vuelto a mirar a Eliot mientras se dirigía a las escaleras.
—¡Uf! Esa flaca —dijo Marcos saliendo también a mirar—. Cuántas veces no me ha llamado para que vaya a su cuarto, JA, es un bombón. ¡Buen jale tienes!
—Bueno… ¡pasa pues!
Pasaron.
—¿Y qué hacen?
—¿Pero qué pasa? —preguntó Marcos—. Traes una cara de tragedia… ¡Ah! No me digas, ¿problemas con tu chica?
—Ja, nada…
—Tenemos el mejor remedio aquí.
Sacó una caja de cerveza y tres vinos.
—No, no…
—¡Nada de que no! ¡Esta vez los retamos! ¡Vamos! Yo soy de Cuzco, apuesto a que ustedes, par de citadinos, no pueden ganarme en una ronda.
—¡A que sí! ¿Verdad, Eliot? —lo animó Miguel.
—Oigan… yo…
—¡No se pasen! —intervino otro—. ¡Yo soy de Piura, apuesto a que les gano a todos!
—Pero Eliot es el chico bueno del grupo. ¡No van a ganarnos, citadinos!
—¡Aaah, vamooos!
—Bien —aceptó a regañadientes—. Sólo un poco.
—¡ESO ES! ¡SALUD!
***
Ya era casi de noche, Jadi había estado llamando al castaño pero él no contestaba, ya le preocupara que siguiera con esos chicos.
—JAA Aaaah… ¡Una más! ¡Van a ver! —exclamaba Miguel ya fuera de sus cabales.
—Ya te caes.
Marcos estaba en la computadora, hablando con compañeros.
—Ajá. ¡Mi vecinita me está preguntando por el galán de la puerta! —anunció.
—¡Dile que venga! —exigió Miguel.
—¡Huy! ¡Ahora sí la haces, amigo!
Le dio palmazos en la espalda a Eliot, él se dio cuenta de que ya le estaba afectando el alcohol.
—Creo que mejor ya me voy.
—Naaah —lo detuvo su amigo—, de aquí no te vas hasta que vea que ya no puedes caminar.
Marcos estaba escribiendo: “mi amigo es el chico bueno del grupo, deberías conocerlo, quizá así te corriges, ¡ven!”
—¿Y qué dice? —quiso saber otro.
—¡Baaah! Dizque está haciendo trabajo, ¡siii clarooo!
Eliot se sentía raro, no se daba ni cuenta cuando le llenaban el vaso de nuevo.
—¡Uh! Dice que te va a citar para luego, ¡BIEN AHÍ!
Jadi volvió a llamar, esta vez Eliot contestó.
—Hola… ¿Qué pasó? No me contestabas.
—¡¿Quién es?! —preguntó otro chico—. ¡La firme! JAJA uuUUuuuUUUuuh ¡Vamos! Dile lo que piensas.
Eliot se sintió molesto.
—No se metan —les advirtió.
—Eliot ¿qué pasa? —quiso saber Jadi al escuchar el alboroto.
—No tienes nada que explicarle —habló Marcos—, vamos, que ya estás apunto de ligarte a otra mejor.
—¿Ah? —exclamó ella.
—No les hagas caso —le pidió él.
Trató de salir del cuarto pero casi se cae y Marcos lo volvió a meter.
Jadi frunció el ceño.
—Eliot ¿qué sucede? ¡¿Oye, estás mareado?!
—¿Ah? Ja… Nooo.
Miguel estalló en risas.
—Huy, ya perdió el control —se burló.
—¡Eliot! ¡Uch! Voy a verte, ¿ok? ¿Dónde estás?
—Donde Marcos, ¿vienes? No es necesario.
Jadi colgó furiosa, trató de averiguar en dónde quedaba el cuarto del chico. Mientras tanto la chica de enfrente se animó en ir al cuarto a verlos.
—Mi sexy amiga —le hizo reverencia Marcos—, ven te presento a Eliot.
—Hola.
—Ella es Milagros o Mili, je.
—Un gusto.
—Eliot está triste porque su chica lo ha dejado —se burló Miguel.
—Sí, si hace un rato la llamó rogándole que volviera —se burló también Marcos.
—Oigan, basta, en serio —les advirtió.
—Uuh —se lamentó Mili—. Bueno, en ese caso yo te puedo ayudar a olvidarla, anda… ¿qué dices?
—¡uUUUUuuuuh! —exclamaron los chicos.
Eliot se sentía aún triste por Jadi, pero también estaba muy volado por culpa del alcohol, sabía que pronto perdería el control. Y sabía, sobre todo, que debía olvidarse de la rubia.
—¡Anda! ¡Anda! Acéptala —insistía Marcos—. Ella te hará olvidar incluso si tienes cáncer. —Empezó a reír.
Miguel empujó a Eliot y lo hizo chocar contra Milagros. Ella lo abrazó y lo besó.
—¡UUUUUUUUUUUUUUUUUUUH! —gritó Marcos eufórico.
—¡Ups! —murmuró Miguel, asustado.
El castaño le correspondió, pero a los pocos segundos reaccionó y se separó.
—Bien —dijo la chica—. Entonces, desde ahora estás conmigo—. Le guiñó el ojo y se fue.
Los chicos volvieron a estallar en risas. Eliot estaba con la boca abierta. Apretó los dientes.
—Callen, imbéciles, ¡miren lo que hicieron! —les recriminó.
—¿Qué tiene? Es tu oportunidad de olvidarte de tu ex novia —se excusó Marcos.
—Sí y vaya… yo no me negaría a estar con una chica como esa nena.
—Callen.
Se fue a sentar, mirando al suelo con rabia y tristeza. Era verdad, tenía que olvidarla.
Jadi logró ubicar el edificio cerca de la Uni, fue con María y Ditmar en su auto. Entró corriendo y tocó la puerta, Marcos abrió y la miró de pies a cabeza.
—¿Qué hay? —preguntó.
—Eliot —respondió ella, molesta.
—Ah sí… los citadinos, ahí están.
Entró y encontró a Eliot durmiendo y a Miguel también.
—Tomaron un poco y cayeron como pollos, ¡yo no! ¡Nosotros los cuzqueños somos “wasca”! —exclamó orgulloso y terminó cayendo en su cama.
Jadi rodó los ojos y despertó a Eliot.
—Hola…
—Vamos, mírate —le amonestó.
Miguel también despertó confundido.
—¿Qué pasó? —Se asustó a verla ahí—. Jadi… hola.
—No puedo creer que dejes que tu amigo se quede así. Bueno, ¡¿me lo puedo llevar?!
—Ok, igual ya no sirve, ya cayó.
Salieron, y llevaron a Eliot a su casa.
***
Despertó en su cama, se quejó y apretó su frente por el leve dolor de cabeza. Giró y enterró el rostro en la almohada. Apenas recordaba lo que había pasado.
—No. ¡Idiota! ¡Idiota! ¿Qué has hecho? —se culpó a sí mismo.
***
Jadi saliendo de clases fue detenida por Flor, Stephanie y Clara.
—Nos enteramos —dijo una.
—¡Que tu Eliot se besó con otra chica anoche!
—¿Ah? Qué —murmuró Jadi completamente confundida—. Es… es imposible, si yo fui a verlo.
—Bueno, eso escuchamos hablar a unos compañeros de él.
—¡Sí!… Fue con ella. —Señaló a Milagros que pasaba por el campus—. Pero no te molestes con él, fue sólo un agarre, conociendo a esa chica, ¡ja! ¡Pudo ser algo peor!
Jadi, que no sabía en dónde meter su ira repentina y su tristeza, se fue a darle encuentro.
Las amigas suspiraron y negaron, así eran los hombres, el colmo. Stephanie contestó su celular.
—Hola, anormal. —Era Gabriel.
—Oye, ¿qué es de tu vida? ¡Te desapareciste!
—Sí, oye, ¿nos vemos más tarde?
—Claro, te he extrañado.
—Bien… —Colgó.
Stephanie se fue rápido, dejándo a las otras dos confundidas.
Jadi había alcanzado a Milagros.
—Oye.
—Dime.
—Tú… ¿Besaste a…?
—¿Eliot? Sí… Es más, ya que tú lo has dejado, ahora es mi novio, y justamente lo estoy esperando.
La rubia quedó atónita. Todo un mundo en su interior, que no sabía que estaba ahí, empezaba a venirse abajo. No entendía, ¿tanto le había gustado esa chica como para decir que ya no era su novio y así quedar "libre" para iniciar otra relación? ¡No podía aceptarlo, no!
—¿Por qué? ¡¿Cuándo?! ¡¿Cómo?!
—Porque se hartó de ti, y viéndote ya veo porque. Yo soy más buena que tú para él, no me olvidará. —Quería sembrar lo más que podía su rencor en la pequeña rubia, estaba muy bonita para su gusto, y eso no le agradaba, porque a los hombres les gustaban las rubias, esta vez le había ganado a una. La aplastaría.
—Él no haría esto, todo esto debe ser una equivocación.
Milagros se dio cuenta de que Jadi tenía un collar, era la mitad de un corazón.
—Bueno, creo que esto ahora me pertenece, justamente él me dijo que te lo pediría.
Le quitó el collar y se fue. Jadi se llenó de ira, pero esta vez le dolía tanto que no pudo actuar de la forma como lo hubiera hecho en el colegio cuando alguien se metía con ella, sólo optó por ir corriendo a algún lugar en donde nadie la viera.
***
Eliot estaba buscándola para hablar con ella, excusarse por cómo lo encontró, y contarle lo de Gabriel. Milagros se le puso en frente, y recordó que también debía aclarar ciertas cosas.
—Hola, nene.
—Hola, quisiera hablarte… —Se dio cuenta de que tenía el collar de Jadi en la mano—. Eso es…
—Jadi me lo dio, dijo que ahora era para mí.
Frunció el ceño. No podía ser, eso era de ella, solo para ella, ¿qué tenía en la cabeza esa pequeña salvaje ahora? ¿Le habían dicho algo ya?
—No puede habertelo dado, eso es…
—Vamos, tengo algo que mostrarte.
Fueron al edificio, al departamento de Milagros. Apenas cerró la puerta, ella lo besó sorpresivamente. Avanzó y lo llevó cerca de su cama, a pesar de que el muchacho intentaba separarse.
—Escucha, no…
—¿Te gusta mi cuarto? —preguntó ella sin hacerle caso.
—Quería aclarar que lo de ayer fue un error, no…
—No, por algo habrá pasado. Puedo hacerte olvidarla, en serio… Justo ahora.
—Tengo que hablar con ella.
—Luego lo harás. Ahora dime una cosa. —Lo empujó y lo hizo caer sobre el colchón, se subió a horcajadas sobre él sin darle tiempo a reaccionar—. Me dicen que eres el chico bueno del grupo… Dime, ¿es cierto? ¿Nunca lo has hecho?
—Ah. —Estaba pasmado—. Yo… yo… no, pero…
—Ya veo, entonces esto nunca lo olvidarás.
Se ruborizó al ver que ella se empezó a desabrochar la blusa. Lo besó de nuevo, y guió una de sus manos a su recién hecho escote. ¿Qué haría si no podía olvidarse de la chica? Milagros se apartó y mordió su labio inferior, para continuar desabrochándose los botones.
¿Eso era lo que tenía que hacer para olvidar a la rubia? Eso era lo que le habían insinuado sus amigos. Eso era lo que ellos harían, lo que cualquier hombre haría.
No, no él. Él no iba a acostarse con una extraña con la baja y trivial excusa de querer olvidar a una chica, tampoco tenía que demostrarle nada a nadie.
—No, no puedo. —Se reincorporó.
—Qué…
La hizo a un costado y se puso de pie. Milagros se sorprendió mucho, nunca la habían rechazado.
—Perdón, es que…
—Vaya, me ofendes, ¿no soy lo suficientemente buena para ti?
—No es eso, eres muy guapa pero… cómo explicarte… Estoy enamorado de ella…
—He estado con chicos que tenían novia y ni así me han rechazado, podría hacer de esto algo inolvidable para ti.
—Es que no quiero que sea así, no de esta manera. No sé… —Sacudió la cabeza—. No lo sé, debo irme, y está mal también que tengas esa fama, no sabes cómo se expresan de ti los hombres.
Salió, cerró la puerta y se apoyó en esta unos segundos soltando un suspiro de alivio. Hizo un gesto de negación con la cabeza y se fue. Milagros se quedó algo pensativa y decepcionada. Se había quedado con las ganas, aunque al menos le había dado una buena muestra de lo que podía obtener, quizá eso le haría volver a continuar.
Más tarde un sonido la despertó, era un celular, el celular de Eliot. ¿Se le habría caído cuando lo empujó? Tomó el aparato y contestó.
—Qué. —Reconoció la voz de la rubia.
—Oh, perdón. Eliot no está, debió olvidar su móvil aquí en mi cama. Es que tú sabes, momentos de pasión… llama más tarde. —Le colgó.
Jadi se quedó pasmada. Estaba por un parque, no había vuelto a su casa, no sabía qué hacerse con tanta rabia que sentía. Y mientras tanto él había estado haciendo su vida como si nada con esa muchacha. Para Eliot ella no era nada, era solo su amiga, prefería ir con otras chicas que fijarse en ella. Pero claro, ella era la niña caprichosa y pleitista, la niña a la que nunca vería como mujer.
Su corazón se estrujó, lágrimas brotaron de sus ojos.
Tonto. ¡Los hombres eran tontos!
***
Eliot estaba algo pensativo en su oficina hasta que sonó el teléfono de casa. Contestó, era la mamá de Jadi.
—Hola, dime, ¿mi hija no está por ahí contigo?
—¿Eh? No, ¿por qué?
—No ha llegado a casa en todo el día y no contesta su celular, todo eso es muy raro en ella.
Escuchar eso le preocupó mucho.
—Bueno, no se preocupe, voy a buscarla.
Colgó, se puso de pie. Empezó a buscar su celular y se dio cuenta de que no había por ningún lado. En eso recordó dónde podría habérsele caído y fue enseguida en su auto a ver a Milagros.
—¿Y ya te animaste? —preguntó ella al verlo.
—¿No dejé mi móvil por acá?
—Sí, aquí está.
Ella iba a tomarlo pero él lo hizo primero. Lo revisó al segundo.
—¿Llamó? ¿Qué le dijiste?
—Nada…
Leyó un mensaje que había.
“me decepcionas, no sabes cuánto me perturba que estés con una chica, y más… si planeaba llegar a algo más contigo, y encima loca, que hasta me quitó el collar, de todos modos tú me lo ibas a pedir ¿verdad? Está bien, quédate con esa, ya no te quiero ver”
Milagros sonrió fingiendo inocencia y Eliot la miró molesto. Le dio el collar al verse descubierta.
—Esto es de ella, ni así estuviera con otra se lo pediría, ¿cómo le dices eso? —le reclamó.
—Bueno, lo que sea que haya entre ustedes acabó, no puedes seguir viéndola si vas a estar conmigo.
—La seguiré viendo —recalcó él sin vacilar.
—Oye —dijo ella sorprendida—, tú y yo aún estamos, ¿o no? Nadie termina conmigo, es al revés.
—Ya lo hice, adiós.
Milagros se quedó molesta y pasmada.
Eliot subió a su auto y empezó a manejar. Llamaba a Jadi, pero ella no le contestaba, entonces decidió buscarla en donde siempre iban.
Jadi estaba sentada a las faldas de un árbol, en el parque abandonado. Se recriminaba una y otra vez lo tonta que había sido. ¿Cómo se le ocurrió mandarle ese mensaje? ¡Ni le habría de importar! ¡Más bien quedó en ridículo! Si le importara no le hubiera pedido que le quitara el collar.
Se limpió las lágrimas y empezó a llover, de repente alguien se sentó a su lado.
—¿Qué haces aquí? —preguntó cortante.
—Hace mucho que no llueve —dijo él.
Jadi miró a otro lado, para que no notara que había llorado.
—Oye…
—¡Vete! No quiero hablar contigo.
—Perdóname… No sabía qué hacía, estaba mareado y Miguel me empujó hacia ella…
—No quiero saberlo.
Eliot se dio cuenta de que ella estaba demasiado enojada como para escucharlo.
—El collar te pertenece… Jamás te lo pediría, es tuyo, no te dejaré sola. —No obtuvo respuesta—. Cometí un error, jamás debí acceder a nada.
—Tenía tu celular, me dijo que lo habías dejado en su cama, me das asco.
Él suspiró.
—Sí, se me cayó ahí.
—¡¿Cómo puedes hablar tan relajado?!
—No hice nada, ¿bien? Ni la conozco…Ya se acabó.
—Ella me dijo…
—Lo que pasa es que sí quiso hacerlo, me empujó y caí en su cama pero me negué, creo que eso la enfadó porque nunca la habían rechazado.
La chica hirvió de repente. Había dejado que una loca lo llevara a la cama y que lo besara. ¡Nadie tenía por qué tocarlo! Se pudo de pie muy molesta, él también la siguió.
—¡Eres un tonto!
—Lo sé.
—¡¿Cómo se te ocurre estar con otra?! ¡Es la tercera vez que lo haces! Y luego terminan rápido, si vas a terminar rápido, ¡¿por qué simplemente no evitas estar con ellas?!
—No lo sé…
—¡Claro que lo sabes! ¡¿Por qué?! ¿Qué tienes, ah? ¿Por qué actúas así?
—¿Quieres saber por qué?
—¡Sí! ¡Quiero saber! ¿Por qué se te da por ignorarme y buscarte otra? Luego dices que eres mi amigo y te me acercas, ¿por qué de la nada se te da por apartarte? ¿Por qué…?
—¿Y qué quieres que haga? Si tú quieres a Gabriel, ¿acaso yo te reclamo eso?
Eso la extrañó un poco.
—Qué… ¿y qué tiene que ver?
—¡Estoy enamorado de ti! ¡¿Qué no lo ves?!
—¿Qué…? —se sorprendió mucho.
Su corazón se disparó, el color subió a sus mejillas. Era la primera vez que le decían algo así, no pensó que llegara a ser él quien se lo dijera.
—Traté de hacer un último intento de olvidarte pero no pude… y creo que no es el mejor momento para decirlo, pero ya lo hice…
Ambos se quedaron en silencio mirándose, sólo sonaba la lluvia cayendo en la tierra, él quedó algo arrepentido de lo que había dicho.
—Vuelve a casa, tu mamá está preocupada.
Se fue dejándola aún sorprendida.
***
En una habitación, Stephanie estaba recostada en el pecho de Gabriel.
—Bueno… creo que ya debo irme —dijo él.
—Oye te he extrañado, en verdad. ¿Sabes?… Me gustas.
—¿Ah?
—Bueno creía que ya lo sabías, me gustas… por eso…
—Yo les gusto a todas —respondió con algo de tosquedad.
Se sentó, Stephanie se sorprendió con esa respuesta.
—A todas les gustas porque eres muy atractivo. Mírate, tu cara, tu cuerpo, son perfectos, pero a mí no sólo me gustas por eso… me gustas por cómo eres… tan misterioso. Te quiero, en verdad. —Gabriel la miró con frialdad como de costumbre—. La conocí… conocí a la chica que quieres… y también al chico, el que nos encontró ese día.
—Sí, seguramente. Paran juntos, él anda enamorado de ella pero a ella no le interesa.
—Yo no estaría tan segura de eso.
—Es obvio que como se parece a mí, creerá sentir algo por él, pero sé que no es así.
—Bueno, eso no te sabría decir —se sintió avergonzada—, ya que a mí también me pasó algo similar con él. —Se asustó un poco ante la mirada juzgadora del rubio—. Pero, pero. ¡No! O sea, ya te dije que tú me gustas —se excusó—, lo que pasa es que mientras tú has “desaparecido” ella ha estado de novia con él.
—¡Ja! —Se puso de pie y se empezó a vestir—. Eso sí no te creo, Jadi no estaría con nadie porque no puede olvidarme. Además ya hemos quedado en que me pertenece y no puede estar con nadie más, seguramente te ha parecido.
—Pero, justamente por eso te digo… porque si tú dices que no es así, entonces nos mintió. Nos dijo que él era su novio, porque nosotras estábamos hablando de él y ella nos dijo eso… Lo cual me hace pensar aún más que también está enamorada, porque si no, ¿por qué mentiría en ese momento? No hay otra respuesta más que: celos. —Se dio cuenta de que Gabriel tenía una cara de enojo y tristeza a la vez—. Perdón, perdón, quizá estoy sacando conclusiones apresuradas… ¿La quieres mucho, verdad? —El rubio no le contestó, tomó su mochila—. Aun así… si un día sus caminos se separan, yo estaré aquí esperándote, ¿sí?
Nuevamente no obtuvo respuesta de parte del muchacho. La dejó sola en ese hotel, sin siquiera despedirse. Quedó triste, abrazó la almohada.
***
Jadi llegó a su casa, su mamá la recibió.
—Ay hija, me tenías preocupada… —Ella no contestó y fue defrente a su habitación. Su madre quedó algo sorprendida y más preocupada.
Jadi se recostó en su cama y abrazó su almohada, las palabras de Eliot retumbaban en su mente.
Enamorado de ella. No podía ser.
Sentía el insistente hormigueo en el estómago. Recordó los momentos que había pasado a su lado, los juegos, los besos, las caricias, los fuertes abrazos, su implacable valentía para protegerla. Con él había sido ella misma, lo había molestado, lo había celado, había estado con Gabriel frente a él. Y aún así sentía algo por ella, de seguro lo había lastimado mucho.
No, lastimar a su Eliot no. Todo menos eso.
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