Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

26: Cambios

Al día siguiente, Jadi quería pedirle perdón a Eliot por actuar como tonta nuevamente, pero no se atrevía a ir a verlo.

—¡Todo es por esa! —renegaba mientras hacía añicos un papel.

El castaño estaba en la universidad, y ella atrapada en el centro pre universitario. No podía ni escaparse porque ya no estaba en el colegio, ahora debía actuar como mujer adulta y responsable. Detestaba eso.

***

Eliot necesitaba conseguir unos planos para un trabajo.

—Ahí está el arquitecto, ¡anda! ¡Anda pídele! —le animó Miguel, que ya se había hecho su amigo.

—¿Qué? ¿Y por qué yo? —Volteó y se dio cuenta de que Miguel había desaparecido. Suspiró—. Claro…

Se armó de valor y fue a hablarle al arquitecto.

—Disculpe…

—Sí, dígame.

—Bueno, tengo un trabajo y me preguntaba si podría facilitarme unos planos.

—Ah… claro, sígame.

El arquitecto empezó a andar y Eliot lo siguió, luego de un rato el hombre volteó y lo miró raro.

—¿Y usted qué quería?

—¿Ah? Los planos… usted me dijo que…

—AH sí, sí. Primero acompáñame a comer algo que no he tomado desayuno.

Lo acompañó a la cafetería. Eliot estaba en la mesa algo nervioso, llegó el arquitecto con dos hamburguesas.

—Y dime pues, futuro colega, ¿en qué ciclo andas?

—Primero aún.

—Aaah, qué bueno, yo te voy a enseñar taller de diseño cuatro —le contó.

—¿Ah sí? Bueno… qué gusto —Sonrió. Parecía un buen catedrático, a pesar de que Miguel la había dicho que era de los malos, y con eso se refería a que era cruel.

—¿Y tu “flaca”?

—Eh… no…

—¿Hay o no hay? Digo, entiendes que me refiero a que si tienes novia o no —explicó.

—No… no —respondió el chico, nervioso.

—Aaah… qué mal, no te hace caso…

Eliot rió apenas, un tanto irónico. Si supiera el señor, que tanía toda la triste razón. Terminaron de comer y salieron de la cafetería.

—Bien, un gusto compartir desayuno —murmuró el arquitecto mientras ya planeaba retirarse.

—Pero, pero, pero, ¿y los planos?

—¿Qué planos?

—Los… los que me iba a dar, del trabajo —Estaba sorprendido. ¡No podía ser! ¿En qué planeta andaba?

—Aaah, mañana te los doy. Venme a ver al aula cien a las cuatro, trae a tu flaca para conocerla, voy apurado, hasta luego.

—No puede ser —murmuró—, para esto perdí tanto tiempo. —Miguel apareció riendo a carcajadas—. ¡OYE!

—Por eso mismo no quise pedirle nada —dijo entre risas—, ese viejito ya está para la otra casi. —Rió más—. Apuesto a que mañana vas y no se va a acordar.

—¡Bah! ¿Y entonces qué hago?

—Nah, tú tranquilo, anda mañana y hazle caso, lleva a tu flaca, son su debilidad. —Volvió a reír.

—Claro que no, no le voy a llevar a Ja… —Se tapó la boca.

—¡AJA! —exclamó el muchacho—. ¡Casi! ¡Casi lo dices! Ya te haré soltar su nombre algún día.

—Olvídalo.

—Bueno me quito, y hazle caso, ¿eh?

***

El castaño se encontró con la maleta de su papá en la sala. Eso solo significaba una cosa.

—Me temo que tengo que irme de nuevo.

—¿Eh? —Entristeció. Lo sabía—. Pero, ¿por qué? Dijiste que ya no te irías.

—No te preocupes, volveré en unos pocos meses. Estoy orgulloso de ti, me voy feliz sabiendo que eres un gran hombre. —Lo abrazó.

—Gracias por haber venido…

—Gracias a ti. Bueno, voy al aeropuerto a confirmar mi pasaje, más tarde nos vemos.

Eliot subió a su habitación, cerró la puerta y se quedó pensando.

***

Jadi estaba rondando por la casa de su castaño, tenía que asegurarse de que todo estaba bien entre los dos. Le daba vergüenza tocar otra vez, así que se dio valor a sí misma, pero terminó buscando el árbol cerca de la ventana del chico para treparse por ahí.

Se asomó y se dio cuenta de que Eliot estaba dormido. Entró a la habitación, asombrada.

—Estás durmiendo —susurró.

Él estaba con el torso desnudo, echado en su cama, boca abajo. Le entró curiosidad, abrió su cajón y encontró una caja de cigarros, la agarró y la guardó en su bolsillo. Quedó mirándolo, le encantó verlo así. Le parecía tierno, ya no parecía un salvaje.

Sacó su teléfono móvil y le tomó una foto. Lo siguió mirando, luego su expresión cambió. Él era muy bueno. Se arrodilló al costado de su cama, mirándolo, observando sus detalles, le empezó a acariciar el cabello. Quizá Paola tenía razón, no lo merecía ni como amigo. Era una loca celosa. No quería, no, no aguantaría que estuviera de novio con otra, porque le gustaba. El chico le gustaba, ya tenía que admitirlo. Sin embargo tenía que dejarlo ir algún día. 

Tocó suavemente su mejilla, le acarició el labio inferior con su pulgar. Él frunció el ceño, soltó un leve ruido con la garganta y se volvió a relajar. Ella sonrió. Algo había cambiado, lo vio más varonil de pronto.

Acarició su espalda y él abrió los ojos. Le sonrió avergonzada, él también le sonrió.

—Hola —dijo casi en susurro.

—Hola… Jadi… —Reaccionó—. ¿Jadi? —Se reincorporó—. ¿Cómo entraste? No hay nadie.

—Por la ventana —respondió ella con naturalidad.

—Ah. —Se levantó de la cama—. Debes avisar, o no podré salir de la ducha tranquilo porque vayas a estar acá.

—¡Oye! —gritó ella completamente ruborizada, haciéndolo estallar en risa—. Perdón.

Se calmó y respiró hondo.

—Mi papá se va más tarde —le contó.

—¿Por qué?

—No me dijo, seguramente el trabajo lo llamó.

—Bueno… ya volverá.

—Sí, dijo que en unos pocos meses.

—¿Ya ves? Los meses se pasan volando —le dio ánimos.

Él le sonrió y ella se ruborizó, cayendo rápidamente en el hecho de que estaba sola con él en su habitación. Desvió enseguida la mirada de su cuerpo, que sin darse cuenta lo había estado viendo, y se le cruzaron pensamientos por la cabeza en segundos.

Sus hombros estaban más anchos, sus músculos ya se notaban un poco más que antes cuando lo vio por primera vez. Estaba más alto y más varonil, ya no era el chiquillo que conoció en el colegio.

Él se percató del cajón abierto de su velador, y un bulto rectangular en el bolsillo de Jadi.

—¿Qué escondes? —preguntó.

—Nada —respondió ella, nerviosa.

—Devuelve —le ordenó, divertido.

—Nooo.

El castaño le mostró una espléndida sonrisa juguetona y ella se volvió a ruborizar, su corazón se había disparado. Él empezó a querer quitarle y ella no se dejaba, hasta que le hizo cosquillas haciéndola reír y pudo quitarle la caja.

—¿Qué? Esto es mío —le reclamó.

—Sí.

—¿Y por qué te lo has escondido, eh?

—¡Te hace daño fumar, tonto! —le recriminó.

—Lo sé, mira —le mostró—. No he tocado ni uno, ¿feliz?

La rubia se lo quitó sin previo aviso y lo tiró por la ventana. Eliot quedó perplejo.

—Bueno… recibirás tu castigo.

—Ni lo pienses…

Se le abalanzó, ella gritó y empezó a correr pero él la alcanzó, abrazándola por la espalda para detenerla.

—¡Ah! —Se tapó la boca. ¡La había abrazado!

Se sonrojó mucho más al sentir su calor y su cuerpo contra el suyo. En ese instante, el padre abrió la puerta asustándolos. Ambos dieron un grito y se separaron de golpe.

—¡Papá! —le reclamó él.

—¡Perdón! ¿Pero qué quieres? Escuché risas y gritos así que vine a ver qué pasaba —se excusó.

—Buenas noches —saludó la chica, terriblemente nerviosa—, buenas tardes o…

—Descuida —le dijo sonriente el señor—. Eliot… ponte algo, y bajen, tengo algo para ti.

Salió. Jadi se sintió muy avergonzada, miró a Eliot.

—Yo que tanto renegaba y ahora tu papá también pensará que soy una zorra —murmuró.

—¿Qué? No. —Rió—. Le he hablado mucho de ti.

Se puso una camiseta y bajaron.

—¿Papá?

—Aquí afuera…

Salieron y ambos quedaron sorprendidos. Frente a ellos había un Toyota corolla azul, su papá le arrojó las llaves, Eliot aún sin poder creerlo las arrestó.

—Te has esforzado bastante, has ingresado, ¿creías que te dejaría así no más?

—¡Guau! ¡Gracias! —exclamó atónito.

—Lo cuidas, porque aún no lo termino de pagar.

—Oh rayos, no debiste…

—Bien, llévanos de paseo que ya no me queda mucho tiempo —pidió entusiasmado el señor.

—Ok, ok, felizmente aprendí a manejar… Bueno, ¡a medias!

***

Eliot llevó a Jadi a la universidad.

—¡Ajá! —exclamó Miguel, apareciendo de pronto.

—¿Qué haces aquí? —quiso saber, incómodo.

—Esto no me lo quería perder.

—Bueno… Jadi te presento a Miguel —los presentó de mala gana.

—Un gusto —dijo el chico.

Le dio un beso en la mano y Eliot lo apartó algo celoso.

—¡Oye!

—El arquitecto los espera.

Fueron al aula en donde le había dicho el catedrático. En el camino saludaba a varios conocidos. Jadi sonreía de forma leve.  ¿Creerían que eran novios? ¿Le había parecido que a Eliot le dio celos que su amigo le saludara así?

Entraron al aula.

—Holaaa —saludó el Arquitecto, se acercó al castaño y le habló en voz baja—. Ah, me hiciste caso, muy bien. —Jadi lo miró raro—. Ahí está mi laptop, llévate los planos que necesites.

Eliot sonrió.

—¿En serio? Gracias.

Empezó a ver los planos que necesitaba. El arquitecto miraba a la pequeña rubia, ella se sentía nerviosa. ¿Por qué le miraba el viejo?

—Es un buen partido —le habló el hombre en voz baja—, ¿qué esperas?

—Eh… —¿De qué partido hablaba el viejo?

—Listo, muchas gracias —dijo Eliot, acercándose de nuevo a ellos.

—Ok, cuando quieran.

***

—Me dio miedo —murmuró Jadi y Eliot se rió en silencio.

—¿Y qué te dijo?

—Ni yo le entendí —Pero en su interior, de algún modo, quizá sí.

—Bueno, vamos, te llevo a casa, tengo que hacer bastante. —Encendió el auto.

—¿Te ayudo?

—¿Segura? ¿No tienes que estudiar o algo?

—Um… no creo.

—Jadi, debes estudiar —le regañó con cariño.

—¡Yo quiero ayudarte! ¡¿sí!? ¡¿Sí?!

—¡Bien! ¡Bien!... Cielos.

—Oye, ¿y si nos detienen por andar en auto siendo menores de edad?

—JA… No creo que pase.

Jadi sonrió.

—Además, en unos días ya no serás menor de edad —le recordó.

—¿Cómo sabes?

—Consulté el anuario.

—Claro… debí suponerlo.

—¿Y el año pasado por qué no me enteré?

—Creo que no te hablaba porque habías hecho un lío con Paola.

—¡Uch! Verdad. ¿Qué tal la pasaste?

—Ahí, fue una pequeña reunión familiar y llegaron mis amigos con los que te encontraste ese día en mi habitación, también Ditmar. Fue algo tranquilo no más.

—Qué bueno.

Llegaron a su casa, Jadi ayudó a Eliot con su trabajo de taller de diseño. Ahora tenía más esa imperiosa necesidad de pasar tiempo con él, memorizando sus gestos, su sonrisa. Tenía que hacerlo.

***

Unos días después, llegó el cumpleaños de Eliot.

—¿Y qué hay para más tarde? —preguntaba Miguel, entusiasmado.

—Nada, ¿acaso no recuerdas que mañana tenemos esa entrega de taller?

El chico se quedó desanimado.

—¡Es verdad! Qué desgracia la nuestra, ¡mi vida social está desapareciendo! —se quejó.

—Sí.

—Pero no te quejes, veo que tu chica siempre te ayuda… Si es que te ayuda y no se distraen, ¿eeeh? —lo molestó.

—¿Qué hablas? Ya sabes que no estoy con ella.

—Tú eres un caso, ¿ah? ¿Y por qué demonios no estás con ella? ¡Yo ya le habría aplicado! Es guapísima.

—Ya te dije que es complicado.

—¿Y desde cuando estás enamorado de ella?

—No lo estoy… sólo es un “algo” que me pasa desde el colegio.

—¡¿Desde ahí?! ¿O sea que hace cuánto que no has tenido un agarre, o una novia?

—Es confidencial.

Pucha, pero tú sí que eres demasiado sano, asustas, no me digas que tampoco has… ya sabes…

Eliot se sorprendió por completo ante la indirecta del chico.

—No has estado enamorado antes, ¿verdad? —le reclamó.

—Pues… no… no creo —respondió Miguel, encogiéndose de hombros.

—Bueno, es complicado, nada más puedo decirte.

—Ok, ok. —Suspiró—. ¿Ella sabe?

—No…

—¿Ya se han besado?

—Basta.

—¡Ahí está! —señaló emocionado.

Eliot volteó y Jadi estaba afuera de la universidad, buscándolo. Los vio y los saludó de lejos.

—Mínimo te aprovecharás hoy, que es tu cumpleaños —le sugirió moviendo las cejas.

Una compañera llegó corriendo.

—¡ELIOT, FELIZ CUMPLEAÑOS! —lo abrazó.

—Tranquila, Anna. Anita la huerfanita —la molestó Miguel.

—No jodas —le respondió ella.

—Su novia está afuera esperando y tú vienes y lo abrazas.

—Que no —refutó Eliot.

—¿Ah? ¿Es tu novia? —preguntó la chica—. Pero es tu cumpleaños, además ahí vienen las chicas a saludarte también.

Miguel cruzó los brazos.

—Olvidé que eres el más pedido del salón —renegó.

—Ni siquiera yo sé qué me ven —murmuró Eliot.

—Nada, ¡simple y llanamente nada!

—Aparte de guapo, eres el chico más amable y educado —afirmó Anna jugueteándo con su cabello.

Eliot sonrió algo avergonzado.

—Vaya… gracias. Bueno, ¡me voy! —Se fue corriendo.

Miguel y Anna se quedaron sorprendidos. Eliot salió de la universidad y se encontró con Jadi, quien no esperó ni un segundo en lanzársele.

—Feliz cumpleaños —lo abrazó.

Le plantó un largo beso en la mejilla y volteó a mirar a Anna con ojos asesinos. La chica sintió mucho miedo de la pequeña rubia y su promesa de una buena paliza si le tocaba a su castaño una vez más.

—¿A quién miras? —preguntó Eliot.

Quiso voltear pero no lo dejó.

—¡Nada! No es nada.

Le sonrió. La miró con cierta ternura.

—¿Sabes? Me honras con tus abrazos, recordé que eras “alérgica”.

Jadi se ruborizó mucho y se separó, haciéndolo reír.

—¡Oigan! —los llamó Ditmar.

—¡Hola!

—¡No esperan ustedes! Se pasan. ¡Aaah! ¡Feliz cumpleaños pues! —Le dio un par de palmazos en el hombro.

Fueron a “mega plaza”, sólo iban a comer algo allá, ya que había bastante trabajo para el día siguiente. Decidieron entrar a una cafetería.

Eliot suspiró.

—Qué tragedia.

—¿Qué cosa?

—Mis dieciocho años y no puedo celebrarlo por más tiempo como quisiera, pero no me quejo… al menos están ustedes aquí, eso me basta.

—Ja, yo los celebré… fabulosamente —se regocijó Ditmar.

Miró a María y ella le sonrió, Jadi y Eliot los miraron de forma sospechosa.

—Bien… no tienes que jactarte de ello —renegó Eliot.

—Eso explica porqué los buscamos todo el día y no pudimos ubicarlos —reclamó Jadi.

—Fácil, ten novia y escápate con ella, pasa una noche desenfrenada —sugirió el pelinegro. En ese instante sintió que Jadi estaba a punto de prenderle fuego con la mirada. Se asustó—. Sólo decía. —Alzó las manos.

—¡Ja! No, no necesito eso ahora.

En ese momento se acordaron de que habían pedido y pedido, sin tomar en cuenta el precio de la comida. Empezaron a calcular.

—¿Tienes? —preguntó Ditmar, contando el dinero de su billetera.

—Sí, sí creo…

Al ponerse de pie, Ditmar golpeó un plato, este cayó y se rompió. Se espantaron y guardaron silencio unos segundos, solo para ver de forma disimulada a los que atendían, y darse cuenta de que los miraban de forma fija. Suspiraron.

Se acercaron a la caja.

—Son setenta soles, —dijo la chica, sacando cuentas—. Más el plato… ochentaiocho soles.

—No tenemos todo eso…

Empezaron a explicarle a la cajera pero ella no parecía cambiar de expresión.

—Más tarde sin falta le traigo lo que falta, por favor —rogó Ditmar.

La chica seguía con la misma cara.

—¿No confía en nosotros? —preguntó Eliot.

—Mire nuestras caras, ¿parecemos mentirosos? ¿Cree que no volveríamos?

Ambos le sonrieron, pero la chica no cambio de expresión, así que suspiraron rendidos. María y Jadi se habían apartado de la vergüenza.

—Y justo iba a traer algo de dinero, ¡pero no! —se quejó María.

—Sí, yo también.

—¿Sabes qué significa? ¡Somos unas aprovechadas y sangradoras!

—¡No me enorgullece eso!

—¿Disculpa? ¿De quién fue la idea de venir?

—¡Bueno! Pero como aceptaron creí que tendrían.

—Sea lo que sea ya lo solucionaron porque ahí vienen…

—Pagué con tarjeta, recordé que la había traído —dijo aliviado el pelinegro.

—Te devolveré, lo prometo —le dijo Eliot.

—Nada, no te preocupes.

Eliot sintió la aparición de más piezas y se tensó por completo.

—¿Dónde hay una pared? ¡Quiero darme contra ella! —renegó.

—¿Por qué?

—Porque tengo tanto que hacer y aparecen nuevas piezas. Estoy harto…

—JA, yo también tengo que hacer, pero vamos, ojalá sea rápido —le animó su amigo.

—Sí…

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro