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22: Revelación

Eliot fue a ver a Jesica, ella abrió y pudo notar que tenía una ligera mirada de tristeza.

—Oye… Perdón… —dijo él.

—Ven aquí, te he extrañado…

Tiró con suavidad de su camisa, haciéndolo pasar a su casa, y lo besó. Sin embargo no pasaron muchos segundos antes de que él se separara.

—Perdón por no salir ayer contigo… Tuve un imprevisto, tuve…

—Paras teniendo imprevistos. ¿Hay algún problema? ¿Algo en lo que te pueda ayudar?

—No. No te preocupes. Más bien, quisiera hablar contigo.

Ella cambió de expresión.

—Es Jadi, ¿verdad?

—¿Q…Qué? —preguntó sorprendido.

—He visto cómo la defendiste ese día, cómo la miras, cómo le sonríes… No sé qué hay pero hay algo ahí… entre ustedes. Y sé que hubo algo antes, ¿aún sientes algo por ella?

—No… Bueno… Hubo algo, quizá, no lo sé… Somos amigos, nunca le dije nada. —Negó—. Olvídalo no te preocupes.

—Creo que empezamos mal… Además, hasta ahora no me has dicho que me quieres…

—Jesica, No…

—Está bien, no te sientas mal. Ya me he dado cuenta, claro, no sientes por mí lo que sientes por ella…

Él tensó los labios.

—Ya no sé qué siento… Me enamoré de ella en el colegio, fue sin querer, pero ya pasó. La verdad, me siento muy bien contigo, pero cambio completamente cuando está ella y cuando le pasa algo quiero estar ahí para cuidarla…

—Lo sé… Está bien, no sabía que podías llegar a ser tan protector.

—Ni yo.

Suspiró con tristeza.

—Fue un lindo recordar… Quisiera que me avisaras cuando estés completamente libre, ¿se podrá?

—Claro, quizá un día… Oye, perdóname.

—Está bien, y más te vale que cuando le digas lo que sientes no la dejes ir, ¿eh?

—No, no creo que se lo diga, ella no siente nada por mí.

—Anda, vamos, anímate un día —le animó haciéndolo sonreír un poco.

—Sí… Tal vez un día.

—¿Beso de despedida? Como la última vez…. Di que sí. —Hizo puchero.

Él sonrió, supuso que era lo mínimo que podía hacer, ella lo abrazó por el cuello y lo besó.

Jadi estaba echada en su cama, auto torturándose. Sabía que el castaño estaba con su novia, y ella ahí, frustrada. ¡Eso le enfermaba! Apostaba a que la besaba, apostaba a que la acariciaba, mejor y con más cariño que a ella, y claro, si era su novia y ella no.

Apretó su almohada llena de cólera, cogió el celular y empezó a llamarlo pero no contestó. Lanzó el aparato al otro lado de su habitación, furiosa. El celular se dio contra la pared y cayó desarmado. La chica reaccionó y fue corriendo a ver si aún funcionaba.

***

María recibió a alguien en su casa, era Jesica. La hizo pasar. La chica estaba muy silenciosa y seria, al sentarse en el sofá cruzó los brazos y las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas.

—Yo sabía que había algo entre ellos por cómo siempre estaban juntos pero aun así… Lo intenté, es mi culpa por ser aventada. —María sólo la miraba, algo triste por la situación—. No es justo… Lo quiero.

—Debes considerarte especial. Después de todo, Eliot volvió a darte su cariño sin dudarlo, sé que nunca quiso lastimarte.

Jesica asintió y limpió sus lágrimas enseguida. Se puso más tranquila.

—Lo sé, es bueno… Cuando estuvimos, no fue mucho tiempo, apenas un mes creo. Dejé que una falsa amiga me alejara de él… Sé que lo lastimé.

—Pero con el tiempo debe haber entendido qué te pasó y te perdonó.

—Sí… Supongo que así debía ser. Gracias. —Respiró hondo y sonrió—. Estaré bien ahora.

***

Ya era de noche. Eliot regresaba a su casa muy apenado y pensativo cuando escuchó unos gritos en una calle oscura, era una mujer pidiendo auxilio. Se preocupó. No iba a poder hacer gran cosa, pero se detuvo al recordar que tal vez sí.

Una mujer estaba forcejeando con un ladrón en la calle, ella pedía auxilio, el ladrón la golpeó y logró quitarle el bolso. Empezó a correr pero un poco de tierra se levantó haciéndolo tropezar. La mujer volteó y vio la silueta de una persona, el ladrón se levantó enseguida.

—¡Aléjate!

Eliot se empezó a acercar, con la oscuridad no veían quién era. El ladrón se puso nervioso y sacó un cuchillo, Eliot no se movió más, con un simple movimiento de su mano la tierra se levantó con fuerza y rapidez bajo los pies del hombre, lanzándolo lejos. Cayó contra el suelo, soltó el bolso y salió huyendo.

La mujer se empezó a acercar a castaño para ver quién era pero él también se fue corriendo.

***

—Hijo. Tu sopa se enfría —le dijo su madre.

—¿Has visto las noticias? —preguntó su papá—. La gente ha visto unos bichos grandes parecidos a los “cochinillas” de tierra de los jardines.

—¿Sí? —Se tensó un poco. Eran los que le habían perseguido desde la otra dimensión, no podía creerlo, ¿siguían ahí?

Sonó su celular, vio el número y sonrió. Dio las gracias y subió a su habitación.

—Ah… Debe ser ella —murmuró el señor.

—Así veo.

Siguieron cenando. 

—Hola.

—¿Por qué no respondías? —preguntó Jadi en tono serio.

—Estaba… Ya sabes.

—Me imaginaba —respondió ella tratando de ocultar su tristeza y amargura.

—Pero se acabó.

—¿Qué? ¿Por qué? —quiso saber, había notado la tristeza en su voz.

—No funcionó, um… Olvídalo, no te preocupes, ¿cómo vas con los cursos?

—Ahí… Se acerca el día del examen de admisión.

—Sí…

—Así que al final, vas a ingenierías.

—No sé qué hacer… Quizá alguien con un don como el mío debería intentar en medicina… Pero no es lo mío, ¿qué debería hacer?

—Si no es lo tuyo, ¿qué más da? Quizá sea mejor actuar en el anonimato, cuando la gente vea que eres el único doctor que lo cura casi todo, empezarán a acosarte o espiarte o sabe Dios qué más.

—Um… Es verdad.

—Sobre todo —agregó enojada—. ¡Si ven que eres guapo y joven todas querrán que las veas desnudas!

Él soltó una carcajada y ella sonrió al escucharlo, abrazó su almohada. Luego se espantó. ¡Le había dicho que era guapo, qué terrible, adiós a su honor! Continuó hablando para dejar que ese tema pasara pronto antes de que él lo analizara mejor.

—Yo sé que vas a ingresar a lo que te guste —le dio ánimo.

—Tú también deberías postular.

—No me siento preparada.

—Así no me dan ganas de ingresar…

Ella pensó unos segundos, recordó que había algo más.

—Quería hablar contigo…

—¿Sí?

—Con lo que pasó la otra vez… Quizá sería mejor decirles a nuestros padres sobre lo que ya sabes. Así, ya no tendríamos que mentir, y sabrían lo que hacemos, y por qué a veces demoramos.

—Quizá, pero de repente se asustan, y quizá hasta ya no te dejen ir.

—¿Y por qué solo a mí? A ti tampoco.

—Hay que pensarlo ¿sí?

Jadi apretó los labios.

—Bien.

—Me están esperando para cenar, buenas noches.

Colgó. Jadi no pudo evitar sonreír al saber que Eliot ya no estaba con Jessica, abrazó su almohada nuevamente. Al segundo su sonrisa se borró. No debía estar feliz, eso no significaba nada, mucho menos que él estuviera interesado en ella. Si fuera así, desde hacía mucho que nada de eso hubiera pasado.

***

Eliot fue a decirle a Ditmar lo que había hablado con Jadi la noche anterior.

—¿Quieres hablar conmigo? —preguntó el chico—. Qué… Estoy con María por si acaso.

—Ya. Muy gracioso. Es sobre la otra dimensión.

—JA, ok, ok. Camino a la pre’ me cuentas, vamos en mi auto.

Eliot alzó una ceja.

—¿Tuyo?

—Bueno, es de mi papá… ¡Es que es más lujoso!

***

Mientras se dirigían al lugar, el pelinegro meditó acerca de la sugerencia de su amigo.

—Se mueren si se enteran…

—Lo mismo pienso, pero convendría por una parte.

—Sí, habría que ver cómo reaccionan a que tengamos un don raro, MUY raro, y de acuerdo a eso seguimos contando, sino, mejor no… De todos modos da nervios.

—Sí.

Ditmar frenó.

—Otra vez ahí —murmuró—, ese auto en ese hotel.

Eliot volteó y vio el auto rojo, igual al de Gabriel.

—¿Será él?... No creo, ¿cuántos autos habrá así?

Pero ambos quedaron sorprendidos, al ver a Gabriel salir con una chica.

—¿Crees que deberíamos decirle a… —volteó y Eliot estaba bajando del auto—. ¡¿A dónde vas? —El castaño no le hizo caso—. Aaay no —se lamentó Ditmar mientras se deslizaba en el asiento del auto para esconderse tras el volante.

Eliot se acercó a Gabriel muy molesto.

—¿Tú? —dijo Gabriel al verlo—. ¡¿Qué quieres?!

—¡Eres un tonto! ¡¿Crees que con esto te llenas el vacío que tienes?! —El rubio sólo lo miraba molesto también—. Puedes traicionar a quien quieras, ¡no me importa! Pero no permitiré que le hagas esto a ella, no a ella, ¡¿escuchaste?!

—¿Qué esperas? Ve y díselo.

—¡¿Qué?! ¡Ella no merece sufrir al enterarse de alguna estupidez tuya! Y menos de esto, ¡madura, imbécil!

Eliot suspiró con pesadez al ver que Gabriel no cambiaba de expresión, estaba demás, no parecía importarle. Se fue y subió al auto, Ditmar arrancó el motor de nuevo.

—¿Estás bien?

—Sí.

Le frustró un poco saber que era cierto lo que le habían dicho a Jadi, aunque en verdad no le sorprendía, y de algún modo ya lo esperaba. Si su pequeña rubia se enteraba le iba a doler más. Era mejor que Gabriel hablara con ella y la dejara en paz. O por lo menos que dejara de ser tan idiota. ¿Cómo podía no valorarla, mantenerla atada en un juego infantil y no corresponder lo que ella sentía?

—Hola… ¿Estás aquí?

—Él lo tiene todo, tiene hasta lo que no necesita, sin embargo su vida pareciera ser un asco —murmuró.

—Sí… A veces tenerlo todo empeora las cosas.

***

—No sabía que tenías un hermano —le dijo la chica a Gabriel.

—No tengo hermanos —le gruñó.

—Y… ¿A quién se refería, eh?

—Nada, una chica… Que me debe algo.

—Um. —No se quedó tranquila al pensar en que quizá el rubio tenía novia y ya le había sido infiel con ella.

Gabriel encendió su auto y partió. No le dejaba en paz la idea que le había metido en la cabeza el castaño. ¿Sólo intentaba llenar un vacío? ¡Claro que no!

***

—Jadi ya me contó —dijo María—. Yo pienso lo mismo, deberíamos decirles.

—Bien, les explico mi idea… Primero vamos nosotros a decirles a nuestros padres, luego de acuerdo a eso, las acompañamos a ustedes a decirle a los suyos, ¿bien?

Aceptaron.

En la tarde Eliot llegó a su casa algo nervioso, no sabía cómo irían a reaccionar sus padres, y aún no sabía si estaría bien decirles, pero no le quedaba otra opción, por el momento parecía ser lo mejor.

—Mamá, ¿está mi papá?

—Sí, está arriba.

—Bien… Quiero hablar con los dos de algo sumamente importante.

Su mamá se preocupó un poco y subió a decirle a su esposo, bajaron los dos aún preocupados.

—A ver ¿qué pasó? —quiso saber el padre—. No me digas que… Cometiste algún error en planificación familiar.

—¿Qué? ¡Oye, claro que no! —Suspiró—. Vamos al jardín. —Salieron al jardín, sus padres aún lo miraban raro—. Bien… Eeeh, tengo algo que contarles… Pero primero…

Miró al suelo, levantó un poco su mano y la tierra se alzó delante de él, sus padres quedaron atónitos.

—¡¿Qué?! ¡¿Qué?! ¡¿Cómo?! —exclamó su padre.

—Oh por dios —susurró su madre.

—Les pido por favor que no le digan esto a nadie.

—¿Eso era lo que nos ocultabas? ¿Qué tienes un extraño poder?

—Eso… Y algo más, el que tenga este poder es por una razón.

—¿Tus amigos lo saben?

—Ellos también poseen algo similar.

—Guau, uno siempre quiere que su hijo sea especial… Y lo eres, pero… No pensé que tanto.

—Gracias… creo —dijo confundido.

—¿Y qué tanto puedes controlar la tierra?

—Bueno. He llegado a moverla casi a mi antojo, y hasta puedo hacer temblar el suelo… Eso no más, pero bajo presión no logro dominarla bien.

—¡¿“Eso no más”?! ¡Es grandioso!

—¿Y por qué lo tienes? —preguntó preocupada su mamá.

—Mejor pasemos, es una larga historia.

Les contó todo, sus padres escucharon más que sorprendidos.

—Les pido que no me detengan cuando tenga que ir.

—¡¿Cómo pides eso?! —renegó su madre.

—Está bien —aceptó su papá—, no lo haremos.

—¿Qué?

—No podemos detenerlo —le explicó a su esposa—. Él puede, sé que puede.

Miró a su hijo y le sonrió, Eliot también sonrió con alivio. Su madre suspiró.

—Una madre nunca está tranquila si su hijo está en problemas, no sé qué pensar de una situación como esta… De todos modos, estamos más que orgullosos de ti.

Eliot se acercó a ellos y los abrazó.

—Descuiden, estaré bien…

—Lo sabemos, sólo no dejes muy de lado los estudios, ¿eh?

—Ja, claro que no, no se preocupen.

—Ahora tengo que investigar sobre las dimensiones —murmuró su papá mientras se iba a su oficina.

***

Era hora de que las chicas hablaran.

—Mis padres se emocionaron —contó Ditmar—, mi mamá gritó de la emoción… No sé si será bueno o malo eso.

—Lo difícil va a ser ustedes, chicas.

—Lo sé —renegó Jadi—, ¡pero igual no me podrán detener!

Él sabía que no, ya que la chica hacía todo eso por Gabriel, por lo que Nira les había hecho.

—Yo acompañaré a Mary, y tú acompaña a Jadi —sugirió Ditmar.

—Tu mamá va a odiarme —dijo Eliot en un suspiro.

—No lo sé —confesó ella con preocupación.

—Bueno… No interesa mucho al fin y al cabo, ¿vamos?

***

La rubia reunió a sus progenitores en su sala con firme voz de mando.

—Tengo que hablar con ustedes.

Ambos la miraron muy preocupados, pensando quizá lo peor.

—¿Qué sucede? —quiso saber el padre, con la cara más severa que tenía.

—Primero tienen que ver esto…

Prendió fuego en su mano y los señores se espantaron.

—¡Pero espera! ¡¿QUÉ?!

—Tengo una especie de don… Es una larga historia.

Les contó, mencionó a Gabriel un poco, sin temor a que su papá se pusiera celoso. Eliot sólo escuchaba en un costado, mirándola de vez en cuando.

—Hija… Sé que no te podremos detener así que por favor, ten mucho cuidado.

—No estoy muy de acuerdo con que ustedes tengan que pelear contra esa bruja loca —renegó su padre—. ¿No podemos hacer algo? No sé…  Llamar a la policía, hablar con mi abogado, ¡te contrataré una escolta!

—No papá, no es necesario, eso no funcionaría.

—No te preocupes —lo calmó su esposa—. Está en buenas manos, ¿no es así? —Miró al castaño.

—Claro —asintió—, jamás dejaré que le pase algo. —Jadi se sorprendió un poco al oírlo decir eso.

—Gracias, confío en que lo harás.

—Bueno —aceptó el padre—, me temo que no tengo nada de qué quejarme… De todos modos desearía que esto no pasara.

—Creo que llegó la hora del lonche —canturreó la señora.

—Bueno, yo me retiro —dijo Eliot.

—No, quédate, iremos a cenar fuera, estás cordialmente invitado —insistió.

—No se preocupe, es que…

—Eliot, quédate, ¿sí? —le pidió Jadi.

—Bueno —aceptó con una leve sonrisa—, está bien.

—Así que controlas la tierra, ¿eh? —dijo el señor—. ¿Alguna demostración?

Jadi saltó emocionada.

—¡Él puede incluso hacer terremotos! —exclamó.

—Ah. —Rió avergonzado—. No es para tanto. Además, haría desorden si hago algo aquí.

—Haz temblar la tierra —insistió ella.

—¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! —le insistió el padre.

El chico sonrió. Parecían ser iguales.

—Ya, no lo presionen —les advirtió la mamá mientras se arreglaba el cabello para salir.

—¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! —seguían insistiendo padre e hija.

—Bien, bien, lo haré —dijo Eliot, rendido.

Hizo temblar levemente la tierra, un jarrón casi se cae pero la mamá lo arrestó en el aire luego de soltar un corto grito, sonrió.

—¡Wiiii! —exclamaron Jadi y su padre.

Sí, sin duda eran iguales.

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