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Capítulo 9: Necesitamos calmarnos

—¿Por cuánto tiempo vas a seguir mirándome? —pregunta Owen sosteniendo la posición de plancha, que consiste en sostenerse de manera vertical sobre los dedos de los pies y los codos; distingo como su cara suda al dirigir la mirada hacia mí.

—Depende ¿Por cuánto tiempo vas a seguir en esa posición? —respondo paseando mi vista por su cuerpo de forma exageradamente sugerente. Suelta una pequeña risita.

—No puedo creer que diga esto, pero deja de verme y ven a hacer el ejercicio —dice mientras cierra los ojos y hace respiraciones.

Hemos estado aquí durante cuatro horas más o menos, ya es de noche, deben ser como las siete. Hace diez minutos que dejé de hacer el ejercicio pero él continua ahí, y como no tengo nada más que hacer me le he quedado viendo.

Sip, sigue siendo sexy.

Borro el pensamiento rápidamente.

No, ya pasamos por esa etapa. ¡Solo amigos, recuérdalo!

—No, ya termine por hoy; estoy cansada, estoy sudada y tengo hambre. —Me levanto estirando la espalda.

Deja caer las piernas y se sienta a verme, mientras trata de quitarse el sudor de la cara con la camisa.

—Está bien. Vámonos —habla poniéndose de pie.

Trotamos hasta llegar a donde esta oculta la moto.

—¿Que tal si compramos pizza? —le propongo mientras saca la moto de detrás de los arbustos. Me lanza una sonrisa por encima del hombro y yo me enojo de hombros.— A menos que quieras cocinar.

Suelta un bufido.

—Si no te molesta ir en moto sosteniendo las pizzas, por mí está bien.

—Podrías ir por mi auto. —al terminar de decir eso, se voltea a verme con mirada cansada.

—Me vas a hacer ir por el auto ¿verdad? —inquiere entre cerrando los ojos o eso es lo que creo, con la poca luz que nos llega desde la autopista.

Sonrío asintiendo. Owen suelta un suspiro casi gruñendo. Al estirar el cuello, me doy cuenta de la sudadera en el suelo y camino a recogerla.

—Hey, no vayas a perderla. —digo entregándola.

—Gracias.

Nos subimos en la moto y me da un poco de escalofríos sentir como el viento mueve algunos mechones contra mi nuca. En cuestión de minutos estamos al otro lado de la pequeña ciudad, estacionando cerca de la entrada de la pizzería.

Entramos al lugar que tiene el mostrador en el medio en forma casi circular, las mesas a cada lado y nos recibe un frio que me cala los huesos, nada parecido al calor que hace afuera, muy común del comienzo de Agosto.

—¡Dame la sudadera que me congelo! —exclamo tratando de cubrir mis brazos.

Owen me la entrega mientras caminamos a hacer la fila. Me la pongo y agradezco que sea tan caliente.

—¿Cuántas compramos? ¿3? —pregunta viendo el cartel de arriba donde están los tipos de pizza, tamaño, ingredientes y adicionales.

—Si, debería alcanzar.

—Dame mi billetera, está en el bolsillo. —la busco y encuentro el cuadrado de cuero marrón oscuro, se la entrego.

Hay dos personas delante de nosotros. A pesar de que siento calor gracias a la sudadera hay como una especie de corriente de frio que me llega es una sensación rara pero familiar al mismo tiempo. Observo el lugar y hay un par de familias al lado izquierdo, una pareja de novios que se lanzan miradas sin saber qué hacer para romper el silencio, del lado derecho y hacia el final distingo un grupo de dos chicos y una chica, comiendo, hablando y riendo,

Mi mirada curiosa se queda en los chicos de la mesa del fondo. La sensación no sede.

—¿No sientes algo raro aquí? —inquiero desviando la mirada cuando el chico que nos da la espalda mira hacia la izquierda donde están los baños.

—Sí, también lo siento, hay algo pero no sé qué.

Sigo la mirada del chico antes de que vuelva a hablar con los otros dos y todo encaja como en un rompecabezas.

Tiene que ser una broma.

—Owen... —llamo su atención, poniéndome frente a él— ¿Ves el chico que acaba de salir de los baños? —Asiente— Es el chico que me ayudo ayer. —Su mirada va rápidamente a mí— Es el ángel.

.....

Luego de que Owen repitiera constantemente que me calmara, hemos acordado actuar normal como si no los hubiéramos visto, después de todo ellos no nos han visto aún; pagamos y nos sentamos del lado contrario, detrás de una de las familias.

—¿Y si manejara con cuidado? —inquiere Owen.

—No.

—¿Qué tal si yo llevo las pizzas y tu manejas?

—No sé manejar la moto. —admito casi molesta, mientras tomo un sorbo del refresco.

—Tenemos que arreglar eso, te puedo enseñar en un momento y...

—Owen, ve por el auto. —digo entre dientes exasperada.

—No te quiero dejar sola aquí con ellos ¿Y si algo te pasa? ¿Y si trataran de hacerte daño? ¿¡Y si tu papá se entera!? ¡Me mata! —susurra y creo está un poco paranoico.

Necesita calmarse.

—Él no se va a enterar, no me va a pasar nada y ¿No crees que si hubiera querido hacerme daño lo habría hecho cuando estaba inconsciente?

Pienso en lo que podría decir Owen ahora como "En ese momento solo estaba él, ahora tiene refuerzos, te superan en número" pero termina preguntando: 

—¿Lo estas defendiendo?

—No, solo trato de... utilizar la lógica en el asunto.

—Sí, claro. Y Simón es virgen. —dijo con ironía.

No puedo evitar sonreír por el comentario.

—Oye, vas por el auto o me tendré que ir caminando hasta casa sola y buscarlo yo misma. Tú decides.

Voltea a otro lado nada satisfecho con mis palabras. Vuelve la mirada a mí.

—No vayas a salir de aquí hasta que llegue. Vendré rápido. Y por favor...

—¡Ya vete!

A regañadientes se levanta y sale prácticamente corriendo de la pizzería.

Paz y tranquilidad.

Hago figuritas en las gotas de agua fría que están alrededor del vaso. Todo está muy calmado.

—Número 23.

La voz del chico distorsionada por el micrófono me saca de mi concentración en el vaso. Reviso la factura comprobando y resulta ser el mismo número. Me levanto, a botar el ahora vacío refresco y me acerco al mostrador para mostrar la factura. El chico de pecas la toma y después de un escaneo rápido me entrega las tres cajas de pizza. Regreso a la mesa y me quedo a esperar que Owen llegue.

Desde mi puesto puedo ver la mesa del ángel con un poco de dificultad, está sentado dándome la espalda.

Todo bien.

Golpeo la mesa con mis dedos con la melodía de una canción de la cual ni sé el nombre. Una persona del lado contrario de la pizzería se levanta llamando mi atención; volteo un poco la cabeza en esa dirección, por la camisa roja parece que es el chico que estaba sentado al lado de la chica. Toma la bandeja y la lleva hasta el bote de basura donde bota lo que está encima y la deja sobre la parte de arriba. Vuelve a la mesa y se sienta riéndose de algo que dijo la chica.

Pasan unos minutos hasta que el ángel se levanta diciendo algo, y camina con dirección a la salida; a dos metros de la puerta se detiene y busca algo en su bolsillo derecho, luego de encontrar lo que buscaba levanta la mirada y me doy cuenta del error que acabo de cometer.

Mierda.

Se me ha quedado viendo y yo a él. Levanta la mano con una pequeña sonrisa incomoda; levanto mi mano de igual manera al darme cuenta que es un saludo. Su sonrisa cambia a una más real al darse cuenta de mi sorpresa, deja caer la mano mientras sigue su camino hacia la salida, sin dejar de mirarme. Sigo viéndolo incluso cuando choca contra la puerta que está abriendo Owen.

—¡Oh! ¡Lo siento! No quise...

—Tranquilo... —Dice el ángel interrumpiendo a Owen, se sostiene un momento del hombro del híbrido mientras se masajea la cara— No importa. —sale rápidamente de la pizzería.

Owen se queda ahí un momento, en blanco, luego se acerca a mí. Señala con el pulgar hacia atrás de él— ¿Ese no era...?

—Sí —respondo sin dejar que termine de preguntar.

—¿Y acabo de...?

—Sí —vuelvo a interrumpir con una pequeña sonrisa.

—Está bien, salgamos de aquí antes de que cometa otra estupidez.

—En eso estoy de acuerdo. —digo tomando las tres cajas de pizza y levantándome para salir de una vez por todas.

...

Owen conduce el auto entre los arbustos cercanos al único camino a Blackbird Island y entra por los arboles donde nadie normal entraría ya que caerían al río.

Sin ningún problema llegamos a la casa; Owen apaga el auto y me mira.

—Oye —me llama—. Supongo que no quieres que le diga a nadie del ángel ¿Cierto?

—Creo que es mejor que esto se quede entre nosotros. Y prometo no decir nada sobre tu declaración de guerra hacia los ángeles. —respondo seriamente.

Sacude la cabeza mientras sonríe y sale del auto. Me entrega las llaves dejándolas sobre las cajas de pizza que llevo cuando estamos subiendo los escalones hasta el pequeño porche. Antes de abrir la puerta se escucha un golpe, Owen me mira y levanta la mano para que no me mueva, abre la puerta y logro ver como Mason y Luis vuelan por el aire golpeando con la pared a mi derecha.

—¿Qué sucede? —pregunta Owen al entrar y ayudar a Luis a ponerse de pie.

—Estábamos viendo el juego de los Mariners y de repente Rick se salió de control. —responde el rubio ayudando a Owen a levantar a Mason.

—¿Y quién fue el detonador? —inquiere el híbrido.

Creo tener una idea de quién.

—¿Tú quién crees? — responde Mason con una mueca.

—Voy a matar a Simón. Erin, quédate ahí. —Owen me señala antes de ir camino a la sala y quedar fuera de mi vista. Mason y Luis van detrás de él.

Oigo unos cuantos sonidos de golpes y como el sofá es empujado. En un momento Owen choca contra la misma pared con la que chocaron Luis y Mason. Rick aparece con los ojos brillando de color amarillo y sus manos transformadas en garras, golpea a Owen y este cambia sus ojos al mismo tono brillante. Owen toma a Rick y le patea el estómago con su rodilla, lo acorrala contra la pared y le golpea la cara muchas veces hasta que por fin queda inconsciente. Se queda parado sobre el cuerpo de Rick respirando de forma agitada, sus garras están fuera.

—Owen...—voltea a verme al escucharme y sus ojos todavía brillan con ese color dorado intenso, el cual va ocultándose hasta mostrar otra vez el color verde grisáceo, su respiración deja de ser tan sonora y asiento—. Ya pasó 

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