Dos listones rosa
No podía dormir esa noche. Mi cabeza seguía dando vueltas. No podía dejar de pensar en la competencia de voleibol a la que había asistido ese día. Nunca me había interesado el ver partidos en la cancha, especialmente de nuestra propia preparatoria, pero... había algo sobre ese equipo que jugaba esa tarde. Algo... que me había dejado pensativo durante el resto del día.
¿Por qué me sentía de esta manera? ¿Por qué le presté tanta atención a ese juego?
Cerré mis ojos, recordando lo que había pasado ese día después de escuela.
"Hey, Arnold, ¿miraste cómo aquella rubia le pegó a la pelota? Le dio un tiro duro, justo en la cara de la que intentaba bloquear." dijo mi amigo, entusiasmado, sentado a mi lado. Él fue el que insistió en que lo acompañara a este partido.
"Oh, sí... Por supuesto que lo miré, definitivamente fue un golpe, fuerte." le contesté.
¿Cómo pude no verlo? Fue un golpe de pelota dado por ella: Por Helga G. Pataki. Casi no la miraba durante la escuela, ya que tenemos diferentes clases. Creo que han pasado como... dos años y unos meses desde que compartimos salones juntos.
Todo este tiempo, no había puesto atención a cómo ella había cambiado físicamente; aun así... esto no tiene sentido ¿Por qué la observaba durante tanto tiempo?
Un segundo, ¿qué estoy diciendo?
¿Estaba admirando a... Helga G. Pataki?
Pero... ¿por qué?
"¡Mira eso, Arnold! La rubia está tomando control sobre la pelota. ¡Le va a dar un cañonazo! Esa chica rubia está que arde, solo mira cómo se para, ¡tiene una figura para saborear!" dijo mi amigo, con su mirada puesta en ella.
Yo solamente observaba a Helga en silención mirando la pose que tomaba para bloquear la pelota. ¡Cómo había cambiado en estos años! Mis ojos no podían dejar de mirar sus piernas largas y fuertes, su uniforme apretado, con esos shorts de licra ajustados en sus caderas. Todo le lucía bien, hasta la camiseta ajustada a su piel, dándole a su figura una dulce silueta, a sus encantadores y redondos... Cielos, ¡¿qué estoy diciendo?!
No, tengo que pensar en otra cosa. Parpadeé un par de veces, poniendo mi mano sobre mi frente intentando razonar lo que estaba pasando por mis pensamientos. Respire, tranquilizando mi tensión, y levanté la mirada para nuevamente observar el partido.
Solamente tomó un par de segundos y mis ojos volvieron a toparse con la imagen de Helga. Ella brincaba en el aire, con agilidad, pegándole a la pelota con fuerza, con su cuerpo escultural brillando en mi mente con cada movimiento agitado que hacía.
Se miraba sudada y cansada; aun así, ella seguía demostrando esa energía que ya extrañaba en ver desde que éramos niños y jugábamos deportes. Cuánto tiempo ha pasado desde aquellos partidos infantiles que jugábamos en el campo de Gerald.
Me pregunto ¿Cómo será que ella se puede deslizar en esos shorts de licra apretados?
¡Oh, no! Ahora la estaba imaginando cambiándose. ¡¿Qué me sucede?! ¡Esto está mal! ¡No debo de pensar en ella de esta manera!
Mientras intentaba luchar contra las imágenes de Helga parcialmente desnuda en mi mente, brindé toda mi atención al equipo opuesto. Quería concentrarme en algo más. Solamente habían pasado unos segundos y, sin saberlo, ya estaba mirando a Helga otra vez. No podía dejar de ver cada parte de su cuerpo; hasta la manera en que su pelo se movía la hacía lucir... única.
Ella tenía el pelo mojado por el sudor, amarrado en una coleta, con unos mechones rebeldes cayendo sobre sus mejillas rosadas. Sus senos grandes moviéndose con cada brinco que ella...
Oh, no. No, no...
¡No puedo pensar en eso! ¡No ahora! Hay algo que está cambiando en mí; en la manera que pienso. ¿Por qué? Necesito estar alejado de esto. Necesito... moverme... ¡hacer algo!... ¡lo que sea!
Me levanté de mi asiento para irme de ahí. Necesitaba un escape, una distracción.
"Hey, Arnold, ¿vas a la tiendita de abajo?"
"Ugh... Sí, voy para ya." le contesté, intentando enderezar mi mente para poder tener control sobre mis respuestas verbales.
"Trae unas papitas, te las pago aquí."
"Sí, desde luego." le conteste.
Me dirigí hacia la tiendita del primer piso, encontrando una fila larga. ¡Perfecto! Justo lo que necesitaba para distraerme del partido. Puedo estar aquí esperando pacientemente en fila mientras el partido continuaba.
Después de un rato, finalmente llegó mi turno para comprar la botella de agua fría y papitas para mi amigo. Caminaba lentamente de regreso a las gradas, por un pasillo largo; de pronto, las jugadoras del equipo de voleibol se dirigían hacia mí. Aparentemente el partido ya había terminado, por casualidad, ese pasillo era el camino que tomaban las jugadoras para dirigirse a los cambiadores. No tuve ninguna otra alternativa, más que caminar cuidadosamente entre ellas. De pronto, una jugadora se topó con fuerza conmigo, casi causando que las cosas que traía en mis manos se cayeran. El choque que nos dimos fue tan duro que ella terminó humedeciendo un poco mi playera con el sudor de su cuerpo.
"¡Mira por donde caminas, Cabeza de Balón!"
Me congelé por completo cuando escuche su voz, con mis ojos idos en ella, en Helga G. Pataki.
Al tener a Helga enfrente de mí, a tan corta distancia, noté lo alta que estaba. Definitivamente ella había crecido más de lo que yo me hubiera imaginado. Su mirada me atravesaba con sus ojos grandes, azules, deslumbrándome mientras observaba mi imagen.
Tragué saliva lentamente, sin saber qué decir o cómo reaccionar. Helga bajó su mirada hacia lo que tenía en mis tensas manos, arrebatándome la botella de agua.
"Gracias, Arnoldo. ¡Justo lo que quería! Me muero de sed." dijo Helga, levantando su ceja con una sonrisa en su rostro, mientras abría la botella de agua, urgida por saciedad.
Ahí la tenía a Helga, parada frente a mí, bebiendo de la botella desesperadamente, dejando que unas gotas de agua se escaparan de sus jugosos labios para deslizarse por su sudada piel. Nunca me imagine que al verla tomar agua fuera tan...
"Cierra tu boca, Arnoldo. ¡¿Qué diablos te sucede?!"
No sé cómo Helga me habrá mirado para que me contestara de esa manera; sin embargo, a pesar de su mirada dura hacia mí, podía ver su lado dulce con sus labios húmedos disfrutando cada gota que todavía tenía en su boca.
Después de tomar toda el agua, me regresó la botella de vuelta en mis manos, con su gesto dominante hacia mí.
Es extraño; todavía no me acuerdo cómo sujeté la botella en mis manos para evitar que se cayera al piso.
"Eres un tonto, Cabeza de Balón." me contestó Helga con su sonrisa burlesca. Se me quedó mirando unos segundos, observándome fijamente, cuando de pronto sus mejillas chapeadas se enrojecieron aún más; ahí fue cuando desvió su mirada hacia enfrente, para irse caminando de regreso con el resto de su equipo.
Nunca había logrado comprender esos sonrojos; pensé que eran por su enojo de siempre ¿pero entonces por qué dejaba de verme? Como si... le abrumara estar tan cerca.
******
De regreso en mi cuarto, abrí mis ojos, recordando cómo se había sentido el cuerpo de ella, sudado, chocando con el mío. Había dejado mi playera blanca prendada de su sudor. No me la quería quitar esa noche. Había algo al tener su dulce aroma de cuerpo sobre mi camiseta que me... gustaba tanto.
Respiré profundamente, con mi mirada hacia arriba, observando las estrellas blancas a través de la ventana de cielo. No podía dejar de pensar en ella, en cómo la había mirado durante el partido y, sobre todo, no podía dejar de recordar nuestro breve encuentro en el pasillo.
¡Cómo extrañaba su voz diciéndome "Cabeza de Balón"! Hace mucho que no escuchaba la voz de ella decir mi nombre.
Pero, ¿qué estoy diciendo? Ese no era mi nombre. "Cabeza de Balón" es tan solo un apodo que ella utilizó para burlarse de mí. Pero, ¿por qué era que extrañaba tanto que ella me llamara así?
Mi corazón no paraba de latir con fuerza recordando la imagen de Helga, su sonrisa burlesca y su calor cuando nuestros cuerpos chocaron. Todos estos nuevos sentimientos hacia Helga me dejaron... ansioso por saber más de ella.
Quizás Helga tenía razón cuando me preguntó sobre qué tenía. ¿Estaré mirando a Helga de una manera...diferente de cuando éramos niños?
Descansé mis ojos otra vez, intentando relajarme un poco; poniendo mi mente en blanco. Estaba cansado; había sido un largo día y, quizás por esa razón, mis sentidos me confunden al pensar sobre ella.
***
De un día a otro, llegó el verano. El calor de esa tarde, después de un día largo de trabajo, me pesaba sobre los hombros. Arrastraba los pies por las calles de concreto, me ardía todo el cuerpo, pero tenía que seguir caminando para finalmente llegar a mi casa.
Entré por la puerta principal de la casa de huéspedes, encontrando el lugar completamente vacío. Me extrañaba el silencio que el edificio me hacía sentir. ¡Qué extraño! ¿En dónde estarán todos? Como quiera, ese vacío en mi hogar no era suficiente para hacerme pensar; yo ya quería estar acostado en mi cama y dormir tranquilamente.
Me dirigí a mi habitación, encontrando a mi cerdito, Abner, dormido en el pasillo. "¿Cómo estás, Abner? ¿Descansando?" le comenté y, brindándole un gesto de serenidad, me dirigí a mi habitación, subiendo cada escalón forzosamente para llegar a la puerta. Tenía mi cuerpo tieso del cansancio; ya no aguantaba más.
Abrí la puerta de mi recámara, descubriendo a una mujer acostada muy cómodamente en mi cama. Solamente podía verla de espaldas; parecía que ella leía un libro. Parpadeé un par de veces, intentando aclarar la visión que tenía ante mí. ¿Me estaba imaginando esto? Aunque fuera una mujer que no conocía, no pude evitar el observar todo su cuerpo.
Ella tenía un vestido blanco, de novia. La falda del vestido estaba elevada, únicamente cubriendo sus... sus p-pompis... con sus piernas un poco abiertas, mostrando una prenda interior de color rosa. Su pelo rubio, sujetado en dos coletas, con la tela blanca formando un escote largo que revelaba su espalda. Mi pecho se agitó al ver su presencia tan... distintiva sobre mi cama.
Tragué saliva y, deteniendo mi respiración, le pregunté:
"Ho-o... la."
Está bien, no fue una pregunta, pero sí estaba nervioso.
La mujer sobre mi cama volteó hacia mí, revelando su identidad.
"Finalmente llegaste, Arnoldo. Ya me sentía demasiado aburrida sin ti."
Por Dios, ¡Era Helga Pataki! ¡¿Cómo fue que no la reconocí?! Jamás me pude haber imaginado que ella estuviera en mi cuarto, con un vestido blanco de novia, y mucho menos en mi cama. Ella se sentó sobre el colchón, sujetando su falda para que pudiera ver sus piernas mejor.
"Te ves nervioso, Cabeza de Balón. ¿Te intimida mi presencia?" me preguntó Helga.
No podía parar de mirar su figura; el vestido de novia lo tenía escotado en sus pechos, revelando aún más toda su hermosura.
"¿Qué... Qué haces aquí, Helga?" finalmente le pregunté.
"¿No te acuerdas, Cabeza de Balón? Estamos casados." me confesó ella.
"Yo-o... no me acuerdo de que fuéramos pareja; m-mu... cho menos... en estar casados."
Sentía los nervios en la punta de la lengua. Casi no podía hablar. La presencia de Helga en mi recámara, con un atuendo seductor, me estaba cambiando por dentro; lo podía sentir: olas de calor penetrando mi piel.
"Eres un tonto, Cabeza de Balón. Déjame te refresco la memoria de cómo fue nuestra luna de miel."
Helga se levantó de mi cama, con su vestido de novia rabón por enfrente y largo por atrás. Di un paso hacia atrás, no sabiendo cómo reaccionar ante ella o lo que ella me quería demostrar.
En ese momento, escuché que alguien cerró la puerta de mi recámara. Volteé, encontrando a... otra Helga, parada atrás de mí; pero esta Helga era mayor, como en sus veintes; tenía puesto un traje de oficina color rojo vino, falda rabona y tacones altos; la blusa blanca bajo el saco tenía unos botones desabrochados, revelando sus pechos sujetados por un sostén de encaje negro.
"Si le vas a refrescar su memoria, hermana, lo haremos entre las dos." le dijo.
"¡¿Qué-é?! ¡¿cómo?! ¿qué está pasando?" pregunté, pasmado por lo que estaba viendo. Nada tenía sentido, ¡¿Cómo podía haber dos Helgas?!
"Eres un olvidadizo, Cabeza de Balón." comentó Helga con coletas. "Tú te casaste con nosotras dos."
Helga mayor añadió, "Para mí, él es muy afortunado en ser nuestro conejito blanco."
Helga siempre lograba sorprenderme cuando me hablaba en ese tono, pero hubo algo en esas palabras que me decía algo más; algo que me llevaba al pasado, muchos años atrás, cuando desfilaba por la calle, humillándome por un perdón. ¡Qué extraño y al mismo tiempo apropiado que ella usara mis malos momentos para transformarlos en cariño!
Miré cómo Helga, la mayor, me abrazó por detrás con fuerza, rozando sus labios en mi cuello. El calor de su boca sobre mi piel me encendía la sangre; sin embargo, aunque los besos de ella fueran irresistibles para mí, yo sabía que algo no estaba bien, así que insistí.
"Pero, no me acuerdo de nada... ¡Ah!"
En ese momento, sin habérmelo imaginado, la mano de Helga en coletas se deslizó por debajo de mi pantalón, sintiendo mi... m-mi bulto por encima de mis "boxers".
"¿Te gusta que te toque de esta manera? Siento cómo te endureces por mí." dijo Helga en coletas.
"Déjanos irte quitando lo tenso del cuerpo, Arnold." añadió Helga mayor, sacando mi camiseta blanca del ajuste de mis pantalones, para resbalar sus manos suaves, calientes, por todo mi torso.
Mi caballero interno insistía que debía parar esto, que no era correcto. "No podemos hacer esto... Estoy en la preparatoria." les decía, agitado de sentir las manos de ellas por todo mi cuerpo.
"Ya eres mayor de edad, Cabeza de Balón. Qué no cumpliste los dieciocho hace apenas unos días. Despeja tu mente y solamente disfrútalos." dijo Helga en coletas, abriendo el cierre de mi pantalón para irlo bajando.
Tenía mi cuerpo inmóvil, sin poder hacer o decir nada, con Helga mayor abrazándome por la espalda, rozando su lengua contra mi cuello, con sus manos tocando todo mi pecho; mientras Helga en coletas bajaba mis "boxers", revelando lo excitado que estaba por ellas.
Nunca había tenido relaciones antes, mucho menos había imaginado que mi primera vez fuera de este modo: con dos Helgas.
No comprendía lo que sucedía, pero un lado mío no quería que esto parara. Lo deseaba tanto... y con ella, con las facetas de mi Helga: el lado joven, inmaduro, travieso de ella y el lado maduro, luchador y atrevido que tenía.
"¿Te creció más de como estaba antes... o de verdad estás tan caliente por vernos?" me preguntó Helga con coletas.
Yo no podía contestar; me sentía atrapado en un trance sensual entre ellas.
"¡Mira cómo le gotea! Me imagino lo caliente y sabroso que lo debe de tener." dijo Helga mayor. "Quiero probarlo."
Helga ya tenía mis pantalones y "boxers" abajo; mi pene estaba erecto a lo máximo, apuntando hacia ella.
Mi pecho no paraba de agitarse, más rápido con cada respiración, sintiendo las caricias de ellas por toda mi ardiente piel.
"Lo quiero saborear, pero también lo quiero sentir ya, profundo, dentro de mí." dijo Helga en coletas, sacando su lengua levemente para humedecer sus labios, casi como... con antojo de lo que tenía en frente de ella.
Mis piernas se empezaron a aflojar, con mi boca secándose de la calentura que sentía. Solamente quería estar con ellas; quería abrazarlas, tocarlas... y probar... toda la pasión que era para mí.
Helga en coletas se levantó de sus rodillas, para quitarse esa prenda íntima, rosada, que tenía puesta.
"Mira lo que tengo para ti, mi Cabeza de Balón." me dijo ella, enseñando sus labios íntimos de mujer, rositas... y húmedos.
"¿Ves cómo lo tengo? Mi cuerpo está preparado para ti." me decía, tocándose levemente entre sus partes íntimas, con suavidad y delicadeza. "Me estoy mojando demasiado. Todo lo húmedo que ves, ¡es por ti!" decía ella, resbalando sus dedos húmedos entre sus jugos de mujer.
Después de haberse tocado, levantó su mano, dirigiéndose hacia mi rostro, en donde levemente rozó sus dedos humectados por ella en mi boca, dándome una muestra de su calor. El dulce sabor que desprendían sus dedos excitaba mis venas; era un dulce perfume exclusivo por ella, que alimentaba más la llama de lujuria en mí.
Abrí mi boca, soltando ese vapor caliente de mi interior, cuando sentí el beso urgido de Helga en coletas devorándome los labios.
"Mmmm... mmmmm..." gemía mi hermosa Helga en coletas, ganosa por seguir besándome.
Extendí mis manos y la abracé con fuerza, sintiendo cómo mi pene rozaba entre sus piernas, humedeciéndose con la miel de su calentura. Así lo tenía: sensible, caliente, frotando sus labios de mujer mientras mi boca la seguía probando; inhalando su esencia de piel.
Mis dos princesas me tenían a su merced: una en mi espalda, besando mi cuello; y la otra, por enfrente, besándome la boca.
"Lo quiero un poco... antes de probarlo. Quiero sentir todo su calor directamente dentro de mí." declaró Helga en coletas.
No sabía a lo que se refería; pero, levantando su falda, giró para acomodar mi pene justo en la entrada de su cálida, húmeda... "¡¡Ahhhhhhh!!", solté un leve grito de excitación junto con ella y, con un empujón de Helga, todo mi miembro caliente se resbaló hasta lo más profundo de su vagina.
"¡¡Sí, Arnold!! ¡¡Entrégamelo todo!!" gritaba Helga en coletas, llenándose de pasión.
Me sujeté de sus caderas, sintiendo su calor completo de cuerpo apretando todo mi excitado miembro; dándome una sensación de gozo desesperante por seguir tomando más de ella. No podía respirar, no podía pensar; tenía mi boca abierta de lo sofocado que su sensualidad me dejaba. Helga movía sus caderas lentamente en círculos, ajustándose más y más contra mi cuerpo, dejando que mi pene rozara todos los ángulos de su vagina.
"¿Cómo la sientes?" me preguntó Helga mayor, pegando sus labios a los míos; dándome un beso de pasión, justo al mismo tiempo que yo penetraba a su doble en coletas.
Mi abdomen se tensaba con todo el placer que su húmedo cuerpo me entregaba. Podía sentir cómo los jugos de su calor mojaban mis testículos, apretando sus labios íntimos en ellos, mientras la boca de Helga mayor seguía probando el sabor de mi lengua. Para este punto, mi cuerpo estaba listo para venir.
"¡Espera!... No lo vayas a tomar todo; yo también quiero." dijo Helga mayor quitándose su blusa y sostén enfrente de mí. "Aquí te tengo tu cena." me dijo ella mientras sobaba sus senos. "Ven. Tócalos."
Helga en coletas dejó que mi pene se le resbalara, para volverse a hincar y chupar mis testículos.
"Mantecado está delicioso." decía ella, con su lengua resbalando... ¡Aah, sí! ¡por mis huevos! hasta llegar a mi miembro. Mis manos seguían acariciando los senos de Helga mayor, mientras ella resbalaba su lengua húmeda por mi boca.
Había logrado concentrarme en el momento para disfrutar de sus caricias, pero algo más había aparecido en mi mente; muchos recuerdos nunca olvidados: Helga en callejones, hablando con dedicación, sin alguien que la acompañara. Cuando se daba cuenta de que yo estaba ahí, ella siempre ignoraba mis preguntas, incluso negaba lo que hacía, pero muchos de esos encuentros tenían en común el mantecado; hablaba de él como... como si lo deseara.
No sabía qué hacer con tanta seducción; todo este calor y pasión de ellas. Mis dos Helgas me estaban devorando y yo, perdiendo todo control.
"Yo también quiero probar." me dijo Helga mayor, hincándose enfrente de mí para chupar mi sensible miembro, mientras Helga en coletas volvía a probar mis huevos.
Las tenía sujetas del pelo, dejando que consumieran todo lo que ellas desearan de mí. Podía sentir sus manos agarrándose de mis caderas; las dos hambrientas de mí. No podía aguantar más: ¡quería venir! pero también quería seguir sintiendo sus lenguas por toda mi masculinidad.
En un segundo, todos mis sentidos se volvieron locos. Mi mente entró en un mundo de gozo total, en donde únicamente existíamos mi Helga y yo. No podía más... y sintiendo cómo una de ellas me seguía chupando la cabeza del pene, resbalando su lengua por todo mi tronco, solté todo mi semen en su boca.
"¡¡Aaaaahhhh!!... ¡Ahhhhhh!... ¡Helga!", grité su nombre, con gemidos de placer, mientras eyaculaba dentro de su boca y en su gemela. Cuando acabé, oí que mis dos chicas se reían entre ellas, probando mi semen.
"Realmente está dulce nuestro Cabeza de Balón." dijo una
"Por eso siempre será nuestro mantecado." dijo la otra.
¡'Mantecado' otra vez! No, no era momento de preguntar, ¡era el momento de disfrutar!. Con mi respiración exaltada y mis ojos en ellas, sentí cómo mi pene seguía erecto, esperando más atención. Ya no me importaba saber cómo me había metido en esto; estaba pasando y quería más, ¡deseaba más! Y lo iba a conseguir...
"¿Ahora sí te acuerdas de nosotras, Cabeza de Balón?" comentó Helga mayor.
Helga en coletas añadió: "Y eso que no me hablaste por mucho tiempo en la preparatoria. Me debiste haber buscado, Arnoldo, y así pudimos haber estado juntos desde antes."
Su reclamo me atravesó; no le había dirigido la palabra en años, sino que solo la miraba caminar por los pasillos de la escuela o por las calles donde jugábamos. Tantos tropiezos, tantas peleas, pero tantos buenos momentos que tuvimos cuando lográbamos resolver nuestras diferencias. Yo sabía que ella era una buena persona, me lo había demostrado antes, pero dejé que su miedo... y el mío... me alejaran de ella... ¡Permití que mi miedo me separara de ella!... No, eso va a cambiar, desde ahora.
"Tienes razón, Helga.", le contesté, "Te debí de haber hablado desde antes... y lo haré."
Sintiendo una adrenalina de desesperación por hacerles el amor, me desnudé por completo, llevando a mis dos Helgas conmigo para luego arrojarlas sobre la cama, dejando que sus espaldas hicieran contacto bruscamente contra mi colchón.
"Arnold... ¡¿qué te pasa?!" me preguntó Helga mayor.
"Cabeza de Balón, ¡¿qué te sucede?!" preguntó Helga en coletas.
Las acomodé en la orilla de mi cama, sintiendo una impaciencia desesperante por seguir saboreando más de ellas. Al ver cómo las colocaba en posición para mí, sus rostros de confusión pronto cambiaron a deseo por llenarlas de mi calor.
"Puede que no te hablará en la preparatoria, pero ahora sí me haré presente... y nunca te olvidarás de mí." le dije a Helga en coletas, mirándola con dominio a sus ojos azules, tímida por descubrir lo que tenía guardado para ella.
Jalé su vestido, quitándoselo por completo, y me acosté encima de ella, para probar sus pezones. Con todo el peso de mi cuerpo tomando control sobre ella, resbalé mi lengua sin piedad entre sus redondos senos mientras que, con mi mano derecha, tocaba los labios vaginales de Helga mayor, que se estremecía de placer a lado de nosotros.
"Ahora verán cómo las haré mías." les declaré con una mirada seductora hacia ellas. No sabía por qué sentía tanta potencia hacia ellas; era como si todo mi cuerpo urgía en sentirlas, en llenarme de su calor.
Después de probar los senos de Helga en coletas y acariciar los labios vaginales mojados de Helga mayor, me acomodé entre las piernas de ella, de mi Helga mayor y, con... mi verga... aún goteando de semen, penetré su vagina a toda presión.
"¡¡Aaaaaaahhhhh!!" gritaba Helga mayor, en placer, sintiendo mi mazo duro entrando y saliendo de ella, con mis huevos golpeando sus suculentas nalgas.
Con firmeza penetraba mi mazo sólido en ella, escuchando el sonido caliente que nuestros cuerpos hacían al unirse. Nunca pensé que yo fuera capaz de tratar a Helga de esta manera. Me sentía en control sobre ella, sobre nuestros movimientos y su cuerpo.
Agarré a mi Helga en coletas y la jalé hacia nosotros; y estando ella acostada en la cama, la empecé a acariciar, rozando mis dedos por su caliente vagina, estimulando su clítoris ¡quería hacerla gozar con mis dedos!
Podía verla excitándose descontroladamente, con mi mano izquierda sujeta de todo lo femenino de ella y mi derecha masajeando los senos de Helga mayor, acariciando sus hinchados, rosados pezones.
"¡Arnold, nunca te habías comportado así de duro con nosotras!" me comentó Helga mayor con su voz agitada por el placer que le daba. Ella tenía razón; jamás había sido brusco con ella, pero esta era una oportunidad única de... saldar cuentas.
"Ésto es por meterte en mi mente, Helga,", le susurré resentido, pero lleno de lujuria, "¡por no haberme dicho desde antes que me amabas y por atormentarme desde que éramos niños! Ahora sé... qué tanto me quieres... y todo lo que yo te quiero a ti."
Con esas palabras, bajé mis manos hacia el clítoris de ella, para estimularla mientras la seguía penetrando repetidamente. Dejé que sus jugos de placer se derramaran por mi piel, para seguir exprimiendo su cuerpo aún más.
Así tenía a las dos, sujetadas para mí. Podía ver sus senos moverse al ritmo de mis movimientos. Lo dulce, apretado, de su vagina seguía sujetando mi hombría, oprimiendo mi miembro con placer, ¡dándome una estimulación que jamás había sentido! Ya quería venir en ella, quería terminar...en las dos.
Podía sentir un poco de mi jugo derramándose dentro de ella, pero me obligaba a mantener control; quería seguir aguantando cuanto pudiera.
Con el cuerpo bañado en sudor, me subí a la cama, para acostarme de espaldas.
"¿Quién quiere subirse en mí?" les pregunté con malicia a mis damas.
"Yo." me contestó Helga en coletas, con rapidez, sentándose arriba de mis caderas.
Mi miembro húmedo la penetró con fuerza, apretándose en sus músculos vaginales hasta topar en su vientre.
"¡Ahhhhh!... Arnold, ¡me llenas de tu verga!" me gritó mi amada.
"Siéntela, gózala, ¡hazla toda tuya adentro de tu cuerpo!" le contesté pegando mis caderas contra ella, enterrándome en lo más profundo de su ser.
Podía sentir cómo la cabeza de mi miembro topaba en la entrada de su vientre; aún así, seguía dándole más y más duro, para luego permitirme soltar mi esencia de lujuria en ella. Tomé a Helga de las manos, para que se sujetara con más fuerza de mí. Ella movía sus caderas exquisitamente en mi bulto, utilizando mis testículos como almohada para su mojado trasero. Mi cabeza explotaba por dentro, sintiendo cómo mi mazo masajeaba su vagina con intensidad, llenándola cada vez más de placer.
Helga mayor levantó su falda rabona para sentarse arriba de mi cara. Ella únicamente tenía puesta su falda roja con su sostén negro, sujeto ahora en su torso, mostrando sus pechos libres y sueltos para mí.
Desde el momento que ella se sentó en mi rostro, metí mi lengua hasta lo más profundo de ella, bebiendo todo su rico sabor entre sus labios íntimos, su clítoris y vagina. Podía escuchar a mi princesa gritar en excitación por las chupadas que le daba con mi boca.
"Lámelo todo, Cabeza de Balón! Sigue, sigue...sigue así. ¡Tendré mi orgasmo en tu boca!"
Helga en coletas seguía moviendo sus caderas, agitando toda mi verga dentro de su vientre. Ya no podía contenerme. Quería volver a venir en ellas, en las dos; pero antes de dejar que eso pasara, cambié de posición con ellas, acostándolas sobre la cama, una arriba de otra, para yo acomodarme entre las piernas de ellas.
"¡Uf!", suspiré, "¡Ustedes serán mi perdición!" les dije a las dos, resbalando mi sensible y ardiente miembro... entre los labios vaginales de las dos.
Después de unas frotadas húmedas por entre sus ardientes sexos, acomodé mi verga en la entrada de la vagina de Helga mayor y la penetré al máximo. Ya... ¡ya estaba listo para venir! Sacaba mi verga de su vagina y se la deslizaba a Helga en coletas, para darle duro también a mi joven princesa.
El sudor del sexo entre mis damas y yo escurría en todo mi cuerpo. Saqué mi verga de ella para rozarla lentamente entre las vulvas de las dos, estimulando sus clítoris al mismo tiempo. Ahí fue cuando mis Helgas alcanzaron el máximo placer, gimiendo del intenso gozo que las dos sentían. Penetré a una Helga en ese momento de orgasmo, sintiendo cómo sus músculos vaginales me apretaban, exprimiendo mi semen en su interior.
"¡Ah! ¡Tómalo también tú!" le dije a mi otra Helga, sacando mi dureza aún pulsante de su gemela, empapada de su néctar, y encajándola en su hinchada raja para dejar que ella me jalara hacia adentro con su orgasmo y terminara también con mi semilla.
Con mis dos Helgas acostadas en mi cama, recuperándose del placer que les había dado, me dejé caer en medio de ellas para sentir sus besos ricos, dulces, por todo mi rostro hasta...
¡OYE, AROLD! ¡OYE, ARNOLD!
¡OYE, AROLD! ¡OYE, ARNOLD!
¡OYE, AROLD! ¡OYE, ARNOLD!
***
Abrí mis ojos, pasmado por lo que había soñado... ¿Realmente fue un sueño?
Me quedé pensando, mirando alrededor; había sido todo tan real. Lo que sentía en mi cuerpo, sus besos, sentir sus caricias; ¿todo fue... realmente... un sueño? No podía creerlo. Levanté mis cobijas, dándome cuenta de la única realidad que tenía presente: ¡había mojado mis "boxers" y mis sábanas! Parece que había eyaculado una o dos veces durante la noche. Eso no fue un sueño; realmente me había... venido... soñando con mis dos Helgas... ¡¿Dos Helgas?! Se me hacía difícil el creerlo. Me quedé unos segundos analizando los recuerdos del sueño y todo lo que había sucedió, cuando de repente...
"¡Llegó la luz de un nuevo día! ¡Buenos días, Hombrecito!" decía mi abuelo mientras repentinamente abría la puerta.
"¡¡A-a-abuelo!!" le grité asustado. Sentía mi rostro caliente; me imagino que hasta estaba enrojecido. Inmediatamente me tapé con las cobijas hasta el cuello.
"¿Todo bien, Shortman? Te ves...nervioso." me comentó él, rascándose la cabeza.
"¿Ner... vioso?, no lo c-creo, Abuelo, ¿por qué he de estarlo?" le contesté tragando saliva. Espero que no decidiera en acercarse y quitarme las cobijas, pensando que escondo algo. ¡Oh, cielos! ¡¿Y si se da cuenta que mojé mis sábanas?!
El abuelo se me quedó mirando, como intentando descifrar lo que tenía.
"¡'Okie dokie'! ¿Entonces... todo bien, verdad?"
"Sí, Abuelo. Todo bien."
"Este... Pues... Estaré en la cocina con tu abuela; me está preparando un café. Cuando ya estés listo para bajar, ahí estaremos. Te daré... privacidad, Shortman."
Mi abuelo salió, cerrando la puerta de mi recámara.
Fue el momento más incómodo y desagradable de mi vida. Yo había escuchado a Gerald y otros compañeros hablar sobre accidentes similares, que sus padres le preguntaban cosas al respecto. Nunca me imaginé que eso me sucedería a mí... y menos que soñara con Helga... y de la manera en que la soñé. No puedo creer todo lo que le hice... y cómo se lo hice.
¡Oh cielos! ¡Soy un pervertido! ¡¿Cómo pude tocarla y aprovecharme de ella de esa manera?! Eso estuvo mal. ¡Todo mi sueño estuvo mal! pero... fue solamente un sueño; un... dulce... sueño.
Sonreí suavemente, acostándome en mi cama, soltando un respiro de satisfacción, recordando todo lo que pasó en mi sueño. "Estuvo mal," me seguía diciendo, "pero... qué bien se sintió en tener a Helga para mí."
Inhalé aire, con mis ojos cerrados, recordando cada escena, cada posición, cada probada de sus húmedos besos, su calor y las caricias que nos dimos esa noche porque, aunque haya sido un simple sueño, para mí... fue real... y nunca lo olvidaré.
***
Después de haber tenido una mañana peculiar con mis abuelos, me encaminé hacia la parada del camión para esperar a que llegara. Estuve ahí a la hora de siempre, pero parecía como que el autobús venía tarde; sin embargo, para mí los minutos esperando no se sentían, porque en mi mente... todo lo que miraba... era Helga en mi cama.
El ruido que hizo el motor del camión al llegar me sacó de mis fantasías. Con una sonrisa en mi rostro, subí y me senté a lado de mi mejor amigo, Gerald.
"Hola, hermano. Te llamé anoche, ¿en dónde estabas?"
"¿Oh, sí? No me di cuenta de que me llamaste, Gerald."
"Te llamé para invitarte a una jugada de barajas con Sid y los muchachos. Sid traía dinero, hermano, y sé que tú le pudiste haber ganado unos partidos."
"Tú sabes que no me gusta jugar barajas por el simple hecho de ganar dinero, Gerald; aparte, ayer fui a ver el partido de finales de voleibol. Me invitó... un amigo" respondí mientras las imágenes del día anterior regresaban a mi mente; esas imágenes de mi hermosa y apasionada Helga en esa cancha
"¿Lo conozco?"
"No, creo que no." le contesté.
"¿Y cómo estuvo el equipo de la escuela?
"Oh, ella estaba... muy bien." le contesté distraído en mis recuerdos.
"¿Ella?"
"¡¿Qué?! ¿Dije 'ella'? No, Gerald, ¡quise decir 'el equipo'! 'El equipo estuvo... bi... en.'"
Gerald se me quedó mirando unos segundos... y soltó una carcajada.
"¡Ja, ja, ja, ja, ja! Ya tienes tu mirada en alguien, ¿verdad? A ver, revela, ¿quién te gusta del equipo?"
"¡Nadie!" le contesté sintiendo la cara caliente.
"¡Ja, ja, ja, ja, ja! Oye, Arnold, ¡eres pésimo para mentir! Ya dilo, ¿no?" insistió Gerald.
"Está bien, te diré." le contesté bajando el rostro. Era tan solo un nombre y era tan difícil el decirlo. "Es... Helga Pataki."
"No, hermano, en serio. Ya dilo."
"Ya te contesté, Gerald. Me gusta Helga Pataki. Me gusta... mucho. Es más, creo que... me gusta más... que tan solo 'gustar': ¡Me gusta-gusta! No sé cómo pasó."
"¡Qué loco, hermano!" dijo Gerald, con sus ojos grandes, asombrado por la revelación.
"Creo que 'loco' es la palabra correcta." le afirmé aceptando mi derrota en ella.
"Aunque me digas, es difícil el verlo. ¿Cuándo pasó? ¿En dónde?"
"Anoche, en mi cuarto." le contesté suspirando; luego, en un segundo, me percaté de mi error. "¡No, espera!, ¡no quise decir que pasó algo con ella o de que hice algo con ella! Solamente digo que... anoche me di cuenta de que... Helga me gusta."
Gerald puso su brazo sobre mis hombros, mostrando un gesto de lástima por mí.
"Pues tú, mi querido amigo, ¡estás oficialmente perdido!"
Yo sonreí un poco recordando sus besos en mi sueño.
"Si voy a estar perdido, ¡qué bueno que sea en ella!" le contesté.
***
Entre salones en la preparatoria, caminé por el pasillo en que había mirado a Helga en el pasado. Estaba casi seguro de que ella todavía tenía clases en esa parte de la escuela. Solamente tenía cinco minutos entre clases; pero, para mí, cada minuto dado para buscarla era un premio.
De pronto, entre una multitud de estudiantes, ahí estaba, en su casillero, sacando unas cosas. '¿Tendrá novio?' me preguntaba.
Como si el universo le contestara a mi mente, un muchacho se acercó a ella, poniendo su brazo sobre sus hombros de una manera no amigable.
Mis manos se cerraron en puño del coraje que me daba al ver que alguien se atreviera en tocarla así; pero quizás yo estaba mal y él... era su novio.
Como momento de milagro, nuevamente, miré cómo Helga le dio un aventón fuerte al muchacho, tumbándolo al suelo.
"¡Nunca vuelvas a poner una mano encima de mí, idiota!" le exclamó Helga, cerrando su casillero y alejándose de él, sin darse cuenta de que caminaba hacia mí.
"Hey..., Helga, ¿cómo estás?" le pregunté con nervios. Sus ojos azules pescaron mi mirada, como pasmada de haberse topado conmigo.
"Cabeza de Balón." me contestó suavemente, con sus mejillas rosadas y su boca levemente abierta.
"¿Todo bien, Helga?" le pregunté sintiéndome tenso por tenerla enfrente de mí otra vez.
"Bien. Digo... ¡Claro que estoy bien, Arnoldo! ¡¿Por qué no habré de estarlo?! ¡Doi! ¡¿Qué piensas que soy?! ¡¿Una chica dramática con problemas o algo?!"
Puse mi mano atrás de mi cabeza, pensando qué contestar sin empeorar las cosas.
"Disculpa, Helga. Yo no quise que se escuchara de esa manera. Yo sé que... debes de estar bien. Solamente te pregunté por... ser... cordial."
"¡Pues lanza tus modales de conejito a otro lado, que yo no necesito nada de ti!" me contestó Helga dándome un leve empujón en mi hombro, para seguir caminando.
¿Conejito?...¡Conejito!...Helga usaba mis malos momentos una vez más... Justo como en mi sueño.
"Anoche sí lo ocupabas..."
"¡¡¿Qué?!!" exclamó ella con furia, regresando a donde yo estaba.
¡Oh, cielos! Lo dije sin pensar. ¡¿En qué lío me metí ahora?!
"¡Espera, Helga! Quise decir... Ayer sí, cuando me arrebataste mi botella de agua para tomártela, ¡después que estuve en fila cuarenta minutos para comprarla!"
Helga se detuvo a unos centímetros de mi rostro, mirándome fijamente a los ojos. Pude sentir la ola de calor recorriendo mi cuerpo... y su aroma, ¡oh, su dulce aroma!, igual que anoche.
Tragué saliva, recordando la promesa que le hice en mi sueño y me aventuré, diciendo "Por haberte tomado mi agua anoche, tienes que aceptar mi invitación de comer un mantecado conmigo."
"No me gusta el mantecado." me contestó cruzando sus brazos. "¡Quizás antes sí, pero ya no!"
"Yo sé que todavía te gusta." le contesté guiñándole un ojo, con una sonrisa. Quise jugar en su propio juego; estaba completamente seguro porque mi sueño me reveló por fin su lenguaje: le gustaba el mantecado..., yo le gustaba.
Helga se enrojeció, mordiéndose levemente el labio inferior y, relajando sus brazos, me contestó.
"Está bien, Arnoldo. Tú ganas, por hoy. Sí, estaba sedienta ayer y tu agua me refrescó muy bien. Aceptaré tu invitación, pero con una condición."
"Dime, Helga." le contesté entusiasmado.
"Quiero que, en cada partido que tenga, me lleves agua para refrescarme antes de ir a los cambiadores."
"¿Qué no fue éste tu último partido?" le pregunté.
"No, tendré dos más." me contestó ella.
"Está bien. Ahí estaré, puntual para darte tu agua."
Helga sonrió, bajando su rostro para evitar que yo la mirara feliz, pero lo noté: ella estaba contenta de salir conmigo.
"Este es mi nuevo número de celular; llámame para decidir qué día vamos a salir." me contestó ella, dándome un papelito rosado con su número.
La campana sonó para entrar a la nueva clase. Helga se despidió con una tímida sonrisa y se encaminó apresurada.
"¡Helga, espera!" Ella se detuvo para voltear y verme con un brillo en sus ojos. Su cabello rubio largo, suelto, con sus "jeans" y blusa rosa la hacían mirar... como ángel para mí. "Te quiero decir 'gracias' por ponerme ese apodo que tanto me gusta y... que te debí de haber invitado a salir hace mucho tiempo."
Helga se dirigió de regreso hacia mí y se me quedó mirando, como queriendo decir algo, pero palabras no eran necesarias: mi corazón me decía qué sentía ella. Como le dije en mi sueño, Helga siempre ha tenido algo que ha atado mi corazón para ella. En vez de decirme una palabra, miró mi cabello y pasó su mano dulcemente por mi pelo, dándome unos segundos de su tierna admiración. Creo haber cerrado mis ojos cuando deslizó su pequeña mano por mi cabellera.
"¿Cabeza de Balón?"
"¿Sí, Helga?"
"¡Eres un tontín!"
Yo sonreí.
Diré que esa cita fue la primera de muchas que llegaron. Confieso... que tuvimos muchos momentos llenos de romance y seducción que mantendré en mi corazón por siempre.
Helga es ahora mi novia y puedo decir que me siento completamente feliz a su lado. Nunca me imaginé que Helga fuera mi escape y felicidad. Realmente soy afortunado de tenerla a ella; sin embargo, algunas noches, cuando estoy en mi cama, cierro mis ojos, recordando aquel sueño que tuve, en donde muchas cosas se revelaron; tanto el amor de ella hacia mí, como el mío para ella.
Hasta este día, no he vuelto a tener ese mismo sueño en donde el amor, la sensualidad, con lo imposible de la lujuria, me dieron el regalo de una visión en donde mis dos Helgas... me convertían... en su afortunado prisionero.
~Fin~
Notas de autor:
Espero que les aya gustado tanto como a mi. Esta historia candente fue escrita con mucho sentimiento y esfuerzo para que todos los fans adultos de Hey Arnold puedan disfrutarla.
La historia fue escrita originalmente en inglés por mi, bajo el título de "Two pink bows" que esta disponible en Wattpad y FanFiction.Net.
La idea de dos Helgas fue brindada por una de mis artistas favoritas, Jebbie. Ella también dibujo la portada y le salió espectacular. 😍 Pueden ver la portada en mi cuenta de Facebook o twittear, me pueden buscar como Samypama.
*Por favor no se puede compartir la imagen de la portada sin permiso mío*
~~Le envío un saludo y gran abrazo a mi amigo "Carlos85G" el co-Autor de esta historia. Muchas gracias por tu esfuerzo, dedicación y brillantes ideas, para hacer esta historia aún mejor. ~~
Me despido por ahora. Hasta la próxima actualización que será de "Rosa Addicion" capituló 45 que estará súper bueno.
Gracias y hasta la próxima!
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