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Capítulo 62. Para siempre.

Eligieron el restaurante de Joey como lugar para celebrar la asociación con Nakamura. Habían sido invitados todos los empleados de Harmon y Asociados, a quienes pronto les aumentarían el sueldo al doble, también, mucho de los empleados de la compañía japonesa, quienes al fin obtendrían estabilidad laboral y posibilidad de crecimiento en ese país.

El ambiente estaba cargado de felicidad y satisfacción.

Albert, Kendra y Nakamura estuvieron al inicio de la celebración, pero luego del brindis se marcharon dejando a los jóvenes, y a los más enérgicos, el placer de disfrutar de la fiesta.

Brianna había asistido con George, pero lo envió a casa con su madre y con Virginia, quienes viajaron resguardadas por miembros de un equipo de vigilancia privada contratada por Trevor.

A pesar de que el peligro había pasado, porque Naomi ahora estaba internada en un hospital psiquiátrico lejos de Seattle, él seguía manteniendo esa seguridad cuando no estaba en casa y no podía cuidar en persona del chico.

Necesitaba asegurar su bienestar.

Connor también velaba por él desde la distancia, manteniéndose siempre en contacto. Ya había establecido con ellos el proceso de reconocimiento de su paternidad, pronto viajaría de nuevo a la ciudad para presentarse en el tribunal.

Mientras tanto, se ocupaba de su productora y de su reciente matrimonio en Nueva York esforzándose por no seguir cometiendo errores.

Brianna nunca había disfrutado tanto de una celebración como lo hizo ese día. Bailó y conversó sin parar, siendo sus risas las que más resonaron en aquel negocio.

Se sentía feliz por haber alcanzado al fin la tranquilidad en su vida, por tener a alguien a su lado que la amara sin juzgarla y por lograr que los suyos estuviesen seguros. La estabilidad que alcanzó con su matrimonio la ayudó a reorganizar su vida.

No solo había logrado reconciliarse con Lynette antes de que ella se marchara a Texas, prometiendo ambas mantener una relación desde la distancia de respeto y cordialidad, sino que había retomado su carrera profesional.

Se inscribió en un curso de especialización, al tiempo que realizaba prácticas algunas horas a la semana en el departamento de protección familiar del estado. Estaba dichosa con el trabajo que realizaba, que le permitía obtener una experiencia insuperable.

Trevor, por su parte, no podía sentirse más feliz con el éxito alcanzado, aunque, además, estaba algo asustado.

El nivel de responsabilidad que recaería sobre sus hombros de ahora en adelante se le triplicaría, cualquier otro error significaría un costo mucho mayor, pero además, el compromiso que sentía por su familia se volvía más sólido y firme.

Ellos eran lo más importante en su vida, tenerlos era lo que le aportaba la seguridad y el arrojo necesario para salir adelante con sus proyectos. Por eso no podía descuidarlos.

Veía, lleno de satisfacción y deseo, como su esposa celebraba con emoción la asociación alcanzada con los empleados.

Se había hecho uno con ellos, comportándose como un gran apoyo.

—Nunca imaginé ver a Trevor Harmon con cara enamorada —bromeó Joey al ubicarse a su lado y descubrir el motivo de la felicidad que reflejaba su amigo.

—El amor no resultó tan malo después de todo.

—¿Valió la pena el esfuerzo? —quiso saber su amigo, en referencia a todos los sucesos ocurridos desde que se atrevió a proponerle a su antigua secretaria un matrimonio por conveniencia.

—Todos y cada uno —expresó con seguridad—. Por esa mujer volvería a caminar sobre carbones encendidos si fuese necesario.

Joey le palmeó un hombro antes de acercarse a la barra y pedir al barman que le pasara una botella de whiskey y dos vasos.

—¿Brindamos?

—¿Piensas emborracharme? —preguntó Trevor. Ya se había tomado varios vasos de whiskey y unos chupitos de tequila, si se bebía con su amigo esa botella completa quedaría inservible.

—Te dije una vez que si compartía un video tuyo en las redes sociales donde aparecieras haciendo alguna payasada en mi restaurante por culpa del alcohol, mi negocio se transformará en el lugar más chic de todo Seattle.

Ambos rieron por la referencia y llenaron sus vasos con licor para brindar por la felicidad y por el futuro.

Horas después, al llegar a la mansión, Trevor y Brianna se dirigieron a la habitación que compartían caminando con torpeza por el pasillo por culpa de los besos y de las caricias que se daban.

Ella reía divertida al ver la desesperación que él sentía por quitarse la ropa antes de cruzar la puerta. Quería ya superar esa etapa de desnudarse previa al sexo.

—¡No dejes nada afuera! —pidió la mujer en susurros y se alejó de él para tomar la chaqueta de su traje, que había tirado segundos antes.

—¡¿A dónde vas?! —pidió Trevor con urgencia y la atrajo hacia sí.

La tomó por la cintura y entró rápido al dormitorio cerrando con un portazo.

—¡Vas a despertar a George!

—Tiene el sueño pesado y hoy está con la niñera.

Brianna no podía evitar reír por su actuar, aunque aquello la encendía como hoguera.

Trevor estaba tan ansioso que no pudo evitar romper el sujetador de la mujer buscando liberar sus senos generosos, que enseguida amasó y chupó a su gusto.

—Ahora tendrás que comprarme otro —acusó ella entre gemidos.

—No será el primero que rompa —confesó él tomando por asalto su boca.

Cayeron en la cama desnudos y ambos ardiendo por el fuego que los consumía. Los dos batallaban por el control, incrementando así las ganas.

La insistencia de ella fue tanta, que Trevor tuvo que dejarse caer de espaldas en el colchón viendo como Brianna se sentaba a horcajadas sobre él y apresaba sus manos.

—¿No me dejarás tocarte? —gimió, embriagado por el deseo.

—Harás que me desconcentre —explicó la mujer y se lo engulló por completo de una sola estocada.

Los dos ahogaron gritos de placer y se arquearon buscando llegar más hondo. Deleite que se incrementó cuando ella comenzó a cabalgarlo.

Trevor hacía fuerzas para liberarse de su agarre y tocar el cuerpo de su esposa, pero Brianna no se lo permitía.

Ella mantuvo su posición mientras disfrutaba como posesa del enorme placer que él le generaba, jadeando al borde de la locura, con su rostro dirigido al techo y los ojos temblando por la delicia.

Él aprovechó un descuido de ella para soltar sus manos y acariciar su vientre y senos como si fuese un hombre hambriento por ese cuerpo. La tomó por las caderas y elevó las suyas para acentuar las estocadas y así provocar un mayor goce. Uno que los hizo sucumbir a ambos en la más poderosa descarga de placer.

Brianna gritó su nombre mientras el estallido la arropaba entera y antes de caer rendida en sus brazos con lágrimas de felicidad empapando su rostro.

—¿Estás bien? —preguntó él con dificultad al recuperar la respiración.

—No sé —reveló ella, sintiendo que toda su piel ardía al haber sido chamuscada por el fuego del deseo.

Su cuerpo entero palpitaba al mismo ritmo que el de Trevor, como si ambos tuviesen un corazón enorme que los abarcaba de pies a cabeza.

—Te amo, Brianna —confesó él de forma sorpresiva y la abrazó con fuerza—. Cada día que pasa te amo más. No sé a dónde llegará este amor tan profundo que siento por ti, pero no puedo ni quiero evitarlo.

Ella alzó su cabeza despeinada y sudorosa para así verlo a los ojos. Se estremeció al chocar con sus iris oscuros y embriagados, que destilaban tanto amor y deseo como los suyos.

—Quiero que lleguemos todo lo lejos que podamos, no nos limitemos.

Él sonrió complacido y le acarició el rostro para apartar los mechones de cabello que pretendían taparle el rostro.

—Eso haremos. Nada de limitaciones.

La giró en la cama para quedar sobre ella, asegurándose de no salir de su cuerpo. Se acomodó para continuar amándola desde esa postura, aunque, esta vez, con calma.

Como si paladeara el almíbar que cubría un exquisito postre dejando la promesa de que pronto le daría un firme mordisco para comenzar a devorárselo.

—Te amo, Trevor Harmon. Te amo —repetía ella una y mil veces en su oído, resultando como gasolina para sus motores.

La noche fue interminable para ambos, y tan ardiente, que no tuvieron oportunidad de pensar en nada más, solo en el amor que se profesaban.

Uno que pretendían conservar para siempre.


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