Capítulo 46. Ataque.
El finalizar la jornada laboral, Trevor salió de la oficina dejando a Todd ocupándose de los últimos asuntos del día. Quería llegar temprano a casa para cenar con Brianna y hablar con ella sobre la situación de Connor.
Al salir del ascensor y dirigirse a su vehículo se encontró con Rodríguez, un joven latino que unos meses atrás había comenzado a trabajar en el estacionamiento del edificio como personal de limpieza.
—Señor Harmon, ¿cómo pasó su día? Dejé su auto tan brillante como un diamante —saludó el chico al verlo aparecer.
—¿Le pasaste dos capas de cera como te dije?
—Sí señor, por todos lados. Puede peinarse viéndose en la carrocería, quedó como un espejo.
Trevor le agradeció con una sonrisa y caminaron juntos hacia el auto para evaluar el trabajo. Aunque él solía llevar a su vehículo cada cierto tiempo a un lavadero de autos, en ocasiones colaboraba con el hombre dejando que le diera una pulida.
Rodríguez mantenía a su esposa y a sus tres hijos con un solo sueldo, que no le cubría todos los gastos, por eso hacía trabajitos adicionales para algunos clientes como Trevor, quien solía serle generoso con las propinas. Aunque también, era muy exigente con la imagen de su vehículo.
Estaban los dos evaluando el brillo del capó cuando fueron embestidos por detrás.
A Trevor lo empujaron contra el auto, dejando caer su maletín en el suelo, y pusieron una pistola en su cabeza.
—Quédese quieto, señor Harmon.
Él igual no podía moverse. Quien lo abordó fue un sujeto alto y obeso que tenía una gran fuerza.
Por el rabillo del ojo pudo ver que a Rodríguez lo habían lanzado al suelo, pero en su caso fue un hombre delgado. Había otro más vigilando los alrededores con una pistola en la mano, era más pequeño, parecía un chico de unos doce años.
Todos estaban vestidos completamente de negro y tenían pasamontañas en la cabeza cubriendo sus rostros.
—¿Qué quieren? ¿Dinero? ¿El auto? —preguntó él intentando apartar al gordo. Este lo presionaba tanto que lo asfixiaba.
—Silencio —dijo—. Usted no habla, solo escucha.
—¡Déjenlo en paz! ¡Miserable!
Rodríguez se debatió con su atacante recibiendo una golpiza. El niño que estaba con la pistola también se acercó para darle patadas.
—¡Déjenlo! ¡Si quieren dinero tengo suficiente para los tres!
—¡Te dije que te callaras! —ordenó el gordo y se inclinó hacia él para hablarle al oído—. Escucha, imbécil. Sabemos quién eres, dónde trabajas y dónde vives. Si no evitas que demanden a Seth Levi, iremos por tu esposa y por tu hijo. Más te vale que cumplas con nuestras exigencias o perderás lo que más amas. ¿Entendiste?
Trevor apretó el ceño, confundido, aunque la presión que hacía el gordo sobre sí lo tenía al borde de la asfixia.
—¿Los envió Simón Levi?
El gordo lo golpeó contra el auto haciendo que se lastimara el rostro.
—Te dije que tú no hablas, solo escuchas. Ya estás advertido. Si no haces que Seth Levi se libere de la demanda esta misma semana entonces...
—¡Alto!
Aquel grito inquietó a los tres atacantes.
—¡¿Qué hacemos?! ¡¿Qué hacemos?! —comenzó a preguntar con angustia el que parecía un niño.
Cuatro vigilantes corrían hacia ellos con sus armas desenfundadas.
El gordo le dio una patada en las costillas a Trevor y lo dejó en el suelo quejándose del dolor. Luego corrió hacia el lado contrario de dónde venían los vigilantes, siendo seguido por sus dos compañeros.
—¡Ey, deténganse! —exigió otro vigilante que salió de los ascensores mientras hablaba por radio, informando a alguien de la presencia de los delincuentes.
Tres de los cuatro vigilantes que habían llegado antes los siguieron, mientras uno de ellos se quedó para ayudar a Rodríguez y el que hablaba por radio se acercaba a Trevor.
—¡Señor Harmon! ¡¿Está bien?!
Trevor se acostó en el suelo para soportar el agudo dolor que sentía en las costillas y sobre la ceja izquierda.
—Avísale a Todd —dijo con dificultad.
El vigilante enseguida cumplió con su petición.
Minutos después, el estacionamiento se volvió un hervidero de policías, paramédicos, vigilantes y curiosos. Media plantilla del personal de Harmon y Asociados bajó para socorrer a su jefe, entre ellos, Todd.
—La policía tiene al niño que te atacó —le comunicó luego de hablar por móvil—. Lo llevarán a la comisaría y lo interrogarán para atrapar a los otros.
—Maldición —se quejó él mientras lo ponían de pie con el apoyo de dos paramédicos.
—No tiene ningún hueso roto, señor Harmon, pero podemos llevarlo a donde quiera para que le hagan radiografías.
—No, estoy bien —dijo esforzándose por erguirse—. Solo fue una patada en las costillas, he recibido golpes peores.
—Sobre la ceja se te hará un cardenal y la tienes algo hinchada —porfió Todd.
—En dos días ni se notará, ahora necesito ocuparme de otros asuntos.
—¿Se quedará en su oficina? Le recomiendo que no maneje hoy —insistió uno de los paramédicos.
—Sí, me quedaré aquí y luego Todd me llevará a casa.
—¿Yo? —preguntó el hombre con exagerada teatralidad, arrancando una sonrisa en el paramédico.
—Usted decide, señor Harmon. Terminaré mi informe para que me lo firme antes de irnos. ¿Es posible?
—Sí, vaya a mi oficina apenas esté listo. Allí lo atenderé. Y muchas gracias por sus servicios.
Caminó con dificultad hacia los ascensores con Todd. Ya se había ocupado de que enviaran a Rodríguez a una clínica, cubriendo él todos los gastos.
Al chico tampoco habían logrado romperle ningún hueso, pero sí le abrieron algunas heridas que necesitaban suturas.
—¿Qué piensas hacer en la oficina, Trevor? Si quieres te llevo a casa ahora.
—No. Necesito hacer algunas llamadas antes. —Una vez que los dos quedaron solos dentro del ascensor, subiendo a la oficina, Trevor decidió revelar lo que no había querido decirle a la policía—. Esos tipos no querían robar, como le dije a los oficiales. —Todd lo observó con sorpresa—. Los envió Seth Levi, el hijo de Simón Levi, para advertirme que si no lo liberaba de la demanda, ellos la harían daño a Brianna y a George.
Su amigo no podía cerrar la boca por la sorpresa.
—¿Y qué piensas hacer?
—Darle una lección a ese niño imbécil. Creo que es hora de que su padre sepa la clase de calaña que tiene en casa y a quien piensa dejarle las riendas de su empresa en el futuro.
Todd prefirió callar, Trevor se notaba bastante enfadado. Su rostro se había endurecido y su mirada se volvió oscura y salvaje, parecía un león en plena cacería.
Al llegar a la oficina, al primero que llamó fue a Comanche, para que moviera sus influencias en la policía y lo mantuviera al tanto de las averiguaciones sobre su caso. Quería saber pronto quienes lo habían atacado.
Luego se contactó con su mejor abogado litigante y con los abogados de la empresa fraudulenta que habían demandado a Seth Levi. Necesitaba asegurar que esa denuncia se cumpliera. A él nadie lo amenazaba de gratis.
Todd lo acompañó en silencio, asombrado por la transformación que sufrió su amigo en tan solo minutos.
El Trevor tranquilo que había salido de la oficina, dispuesto a encontrar soluciones factibles para evitar inconvenientes, se perdió al llegar al estacionamiento.
El que regresó era un hombre furioso, sediento de venganza e implacable, que no cedería ni un centímetro a sus enemigos para que lo vieran derrotado.
Una vez que aseguró todos sus flancos se comunicó por videollamada con Simón Levi, para informarle que desde ese momento Harmon y Asociados dejaría de trabajar para su compañía. A primera hora de la mañana cancelaría cada uno de los trámites iniciados como sus representantes.
El hombre casi estalló por la indignación y mantuvo una charla de más de una hora con él buscando conocer los motivos de aquel abandono. Al enterarse lo que había hecho su hijo, casi sufrió de una apoplejía.
Para ese momento, Trevor ya tenía en sus manos la información exacta de quienes habían sido sus atacantes. Con nombres y fotografías de los agresores, todo facilitado por Comanche.
Al comunicárselo a Simón, éste no pudo rebatirlo. Conocía a varias «amistades» de su hijo, entre las que se encontraban delincuentes de poca calaña, traficantes de drogas y hasta proxenetas.
Los imputados mayores de edad eran compañía habitual de Seth Levi. Comanche en menos de una hora pudo conseguirle algunas pruebas del hecho, con la que Trevor logró enfrentar al padre del chico.
—Aquí se termina mi labor con usted. Sepa que en estas condiciones me es imposible trabajar.
—Harmon, puedo manejar a mi hijo, no hará nada en tu contra. Ni en contra de nadie. Tomaré acciones para que así sea.
—Está bien que tome esas acciones, pero mi decisión ya está tomada. No hay vuelta atrás.
—¡Trevor, por favor, lleguemos a un acuerdo!
Simón Levi no podía permitir perder la asesoría con Harmon y Asociados en este momento de su vida, cuando ya tenía decidido comenzar a exportar sus productos.
Trevor, además de asesorarlo en todo el proceso, le facilitaba una cartera de clientes interesada en su tecnología y lo ayudaba a asociarse con una sólida empresa holandesa que estaba en la búsqueda de socios estadounidenses.
Ningún otro abogado corporativo del país le ofrecía tan excelentes oportunidades.
A pesar de todas sus insistencias, terminaron la videollamada sin llegar a ningún acuerdo concreto. Ninguno de los dos quería dar su brazo a torcer.
Ni Trevor estaba dispuesto a continuar con él ni Levi permitiría que lo abandonara.
—¿De verdad cerraremos tratos con LeviRobotics? —quiso saber Todd, haciendo referencia a la compañía de Simón Levi. Una de las empresas que más aportaba a la firma.
—No pienso seguir con ellos en estas condiciones. Ofendieron a mi esposa durante la cena que ofrecieron semanas atrás, han puesto constantemente en tela de juicio mi trabajo por no estar de acuerdo con mi decisión sobre el error cometido por Seth y ahora me atacan y amenazan a mi familia. Yo por esa gente no pienso mover un solo dedo.
—Será una pérdida considerable para la firma —insistió Todd, preocupado.
Trevor se puso de pie y lo enfrentó con pose soberbia.
—Puedo cubrir cada uno de los baches económicos que esa decisión pueda generar, pero no los conflictos morales y de integridad que ellos nos seguirán dejando. Ahora debo atender cada uno de los gastos y necesidades que Seth Levi ha dejado en ese empleado al que golpearon, porque los Levi no se ocuparán de él, ya que eso significaría aceptar que el sucesor de su imperio negocia con delincuentes —habló en referencia a Rodríguez—. Si continúo trabajando para ellos, mañana podrían ser más y la cantidad se triplicará el día en que Simón deje la dirección de la empresa y la pase al bueno para nada de su hijo. Olvídalo, Todd. Con ellos no pienso continuar asociado.
Luego de decir aquello, Trevor salió de la oficina lo más erguido posible. Dejó a su socio y amigo sumido en la preocupación.
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