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Capítulo 43. Peligro.

Durante la tarde, Trevor se reunió con varios de sus abogados para evaluar la importante negociación que estaban llevando a cabo para uno de sus clientes más populares.

Se trataba de la adquisición millonaria de una compañía de ciberseguridad que una de las empresas tecnológicas que representaban estaba a punto de realizar con miras a reforzar la seguridad de los equipos que ofrecían, y así protegerlos del uso indiscriminado de la IA.

Él estaba interesado en que aquella transacción se realizara bajo las condiciones más factibles, ya que la noticia resonaba con gran fuerza en los medios de comunicación despertando el interés de muchos.

La firma no dejaba de recibir invitaciones a programas de televisión, de radio y de streaming para entrevistarlos por aquel suceso, que podría marcar un hito en el desarrollo de software y hardware en el futuro.

Toda esa publicidad gratuita extendía la imagen de la firma no solo en el país, sino también, a nivel internacional. Algo que lo beneficiaba muchísimo.

Por eso él procuraba dedicarle una gran atención a ese asunto y pasó horas encerrado en la oficina con los abogados que dirigían el trabajo para asegurarse que nada quedara fuera de lugar.

Al salir, estaba bastante agotado, sobre todo, a nivel mental, pero muy satisfecho al confirmar que la negociación se realizaba de forma efectiva.

Aunque perdió la alegría al descubrir a la persona que lo esperaba desde hacía una hora en la puerta de su oficina.

—¿Thamara?

No pudo evitar amargarse al ver a la hermana de Naomi en la sala de espera, y no por ella, sino por todo lo que su presencia le recordaba.

La mujer, de estatura baja, tez trigueña y porte arrogante, enseguida se puso de pie para saludarlo.

—Disculpa que venga a molestarte a tu trabajo, pero es importante que hablemos y no puede ser por teléfono.

El asintió y le indicó que entrara en su oficina. Luego le dio algunas instrucciones a su secretaria pidiendo que no lo interrumpieran antes de seguirla.

—¿Todo bien? —preguntó al estar junto a ella.

Su visita lo inquietaba. Suponía que no le traería buenas noticias.

—No, por eso estoy aquí.

En medio de un suspiro de resignación, Trevor le indicó que se sentara y caminó hacia el minibar.

Estaba seguro que necesitaría de algo fuerte que lo ayudara a digerir lo que esa mujer estaba a punto de decirle.

—¿Quieres que te pida un café o deseas algo más intenso?

—Si tienes whiskey, será mejor.

Torció el rostro en una mueca de incomodidad mientras preparaba dos vasos. Con esas palabras ella le confirmó que esa visita vaticinaba problemas.

—¿Qué sucede? —exigió al acercarse a ella y entregarle una de las bebidas.

Thamara dio un trago antes de hablar.

—Creo que Naomi está a punto de sufrir otra crisis nerviosa.

Trevor se sentó en la butaca con expresión frustrada.

—¿Crees?

—Es necesario internarla en un psiquiátrico.

—Sabes que eso no depende de mí.

—Mi madre se niega, porque piensa que allí le harán más daño, pero si no lo hacemos ahora, ella perderá de nuevo la razón y no solo volverá a lastimarse a sí misma, sino que podría lastimar a alguien más.

—Si tu madre no aprueba su internación, nosotros no podemos hacer nada.

—Sí podemos —insistió la mujer con firmeza—. Si demostramos ante un juez que ella puede representar un peligro, ningún psiquiátrico se negará a recibirla.

—Para eso necesitamos de una denuncia y no la tenemos.

—Ella te hizo mucho daño en el pasado. Eso servirá.

Trevor apretó la mandíbula para controlar la rabia.

—No pienso sacar a relucir lo sucedido antes del accidente. Ese fue el acuerdo que hice con tu madre a cambio de que mantuviera a Naomi lejos de mí.

—Ella no está bien, Trevor. Tenerla lejos no es la solución, lo sabes, ya comenzó a acosarte desde la distancia. Si la descuidamos, se convertirá una vez más en un peligro muy serio, creo que alguien le está llenando la cabeza de ideas y podría empujarla a cometer locuras.

—¿Quién? —preguntó, preocupado.

—No sé con exactitud, pero estoy segura que es una persona externa al círculo de la familia. Hace unos días, cuando me llamaste para preguntarme si sabía algo de mi hermana porque ella se había comunicado con Todd para saber de tu boda, hablé con mi madre. Luego de mucho insistirle, mamá me confesó que Naomi se notaba mejor, porque estaba haciendo nuevos amigos. Le aconsejé que tuviera cuidado, porque ella no está bien de la cabeza y no puede relacionarse con cualquiera, pero mi mamá lo que hizo fue enfadarse conmigo y me cortó la llamada. Luego de eso, le escribí preguntándole por Naomi, pero nunca me respondió, hasta que mi hermana me llamó ayer en la noche por voluntad propia, para preguntarme por ti y por tu nueva esposa.

—¿Por mi nueva esposa? —consultó mosqueado.

No le gustaba el camino que estaba tomando aquella situación.

—Sí. Naomi lleva años sin hablarme, desde antes del accidente, pero de pronto me llama y conversa conmigo como si nada hubiese pasado entre nosotras y por un tema del que no tengo la más mínima idea. Lo extraño es que no se molestó por mi falta de información, como suele hacer, sino que me pidió que averiguara sobre Brianna Griffin y sobre su bebé, George, y le pasara cuanto antes todos los datos que pudiese conseguir de ellos. Incluso fotografías.

Eso último aumentó las preocupaciones de Trevor. Que Naomi tuviese en su poder el nombre de su esposa y del niño no deparaba algo bueno. Superaba todas sus expectativas.

—¿Eso te pidió?

—Le pregunté de dónde había sacado esos nombres, pero solo me dijo que «los escuchó por ahí». Tú sabes que ella no es de las que escucha cosas por ahí, alguien tuvo que hablarle de ellos y relacionarlos contigo para que se interesara. Quizás, fue uno de esos nuevos amigos de los que mi mamá no me quiere hablar, pero que ya comienzan a alterarla.

—¿La alteran de qué manera?

La mujer tomó otro trago de whiskey antes de continuar, se mostraba ansiosa.

—Mi mamá me llamó esta mañana, pidiendo que fuera hoy mismo a Tacoma para ayudarla con Naomi. Mi hermana pasó toda la noche despierta, gritaba y rompía cosas. Discutía con una persona imaginaria, a quien le reclamaba por haberle quitado algo y la amenazaba con matarla. No llegó a decir nombres, pero tengo mis sospechas, porque justo anoche me había preguntado por una tal Brianna y por George.

A Trevor los temores le palpitaron con fuerza en el pecho y despertaron su desesperación.

—Tú sabes muy bien cómo terminan estos episodios de histeria de Naomi —siguió Thamara—. Aunque mi mamá diga lo contrario, yo creo que lo mejor es internar cuanto antes a mi hermana en una clínica psiquiátrica y limitar sus relaciones con personas extrañas. Ella necesita ayuda médica especializada.

Trevor dejó el vaso en el escritorio y apoyó en él los codos para hundió su cara entre sus manos. Un ramalazo de ira y angustia lo azotó.

Conocía muy bien a Naomi, sabía hasta dónde podían llegar sus episodios de locura y no quería que eso trascendiera. Mucho menos, que su familia estuviese amenazada por ella.

Se irguió para volver a hablar con la mujer.

—Thamara, tienes que convencer a tu madre que acepte el hecho de que su hija está mal y podría ser peligrosa para ella misma más que para los demás. Eso será lo único que la persuadirá de llevarla a un psiquiátrico. Usa lo que sucedió anoche como justificación.

—Será muy difícil, lo sabes. Para ella esos episodios no son suficientes, ni siquiera lo fue aquel accidente en el que ustedes casi mueren.

—Pero, ¡tienes que hacerlo! —exigió, dirigiéndole una mirada llena de advertencias—. He pagado cada uno de sus gastos en Tacoma porque tu madre me aseguró que Naomi no saldría de ese poblado, pero si ahora tiene amigos que la ayuden a trasladarse a Seattle, a pesar de su condición, la denunciaré a la policía. Haz que tu madre decida dónde quiere tener a su hija, si en una clínica psiquiátrica, donde puedan cuidarla, o en la cárcel.

Thamara se irguió, incómoda por esa amenaza, aunque intimidada por la fiereza que trasmitía la postura de Trevor.

—Si acudimos ante un juez...

—No voy a tomar ese camino porque ese proceso no es rápido —la detuvo—. Puede durar semanas o meses hasta que acepten que Naomi no está bien y requiere de ayuda psiquiátrica. Mientras tanto, mi esposa y su hijo estarán en peligro. No voy a tomar ese riesgo. Si tu madre no actúa ya, denunciaré a Naomi en la policía para que la encierren en una celda hasta que un juez determine su desequilibrio mental.

A la mujer no le gustó esa propuesta, porque entendía que esa táctica sí pudiese resultar peor para su hermana.

A pesar de no tener buena relación con Naomi desde hacía varios años, no podía dejar de preocuparse por ella.

—Hablaré con mi madre, pero no te garantizo nada. La conoces muy bien —dijo y se puso de pie dejando el vaso de licor en el escritorio antes de caminas hacia la puerta, con actitud derrotada.

—Thamara. —Ella se detuvo y lo encaró al escuchar su llamado—. Necesito que me mantengas al tanto de este asunto y averigües quién es ese nuevo amigo de Naomi. Eso podría ayudarnos a controlarla.

—Lo intentaré —alegó frustrada antes de marcharse.

Había esperado que él se arrepintiera y le asegurara que actuaría para lograr la internación de su hermana, algo que debió realizarse desde hacía mucho tiempo para evitar nuevos episodios de locura como el que estaba por suceder.

Al quedar solo, Trevor se recostó en la silla y se frotó la mandíbula pensando en todo lo que la mujer le había confesado.

Esperaba que en aquella situación no estuviesen metidas las manos de Connor, porque si era así, él tendría que actuar en contra de su amigo para detenerlo.

Utilizar a Naomi para molestarlo era un gran peligro.

Rogaba porque su antiguo amigo no fuese capaz de llegar tan lejos por sus ansias de destruirlo, porque con esa acción no solo lograría acabar con él, sino que pondría en riesgo a Brianna y a su propio hijo.


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