Capítulo 39. Sorpresivo descubrimiento.
Trevor se levantó temprano la mañana siguiente y se reunió con su abuelo antes de marcharse a la oficina, compartiendo con él un café.
Tuvo que sincerarse con el hombre por lo sucedido la noche anterior, ya que él estaba muy inquieto y de alguna manera lo sabría.
Albert tenía buena relación con Nakamura y con la gente que trabajaba para el japonés. Con una simple llamada telefónica a alguno de ellos, tendría toda la información disponible.
—Fue lo mejor —dijo Albert aunque con cierto rastro de tristeza—. Nakamura busca gente honesta, responsable y comprometida, mentirle sobre la paternidad de George no hubiese ayudado en nada. Más bien, habría enfadado a Connor llevándolo a hacer un escándalo frente a los invitados.
—Por eso lo hice. Connor vino dispuesto a desbaratarme la negociación. Ivanova me advirtió que uno de los posibles argumentos que él podía usar en una corte para quitarnos al niño, era demostrar que lo retenemos con mentiras, eso nos hace incapaces de cuidar de George.
—Pero fue demasiado desleal al presentarse aquí casi a media noche y durante una cena de negocios —dijo el hombre con enfado—. Me resulta un completo desconocido. El Connor Fitzpatrick que conocí de niño no era así.
—Algo debió sucederle para cambiar de esa manera, el Connor que yo conocí jamás habría abandonado a una mujer sin explicaciones. Sé que él era un donjuán y en ocasiones, un caradura, pero jamás fue un tipo sin corazón.
—Eso quiere decir, que ya estaba presentando cambios desde antes de irse y nunca lo notaste.
—Comenzamos a distanciarnos meses antes de su partida. Yo debí asumir la presidencia de la firma cuando caíste enfermo y preparar un matrimonio con mi prometida de la época —dijo, recordando su incómoda relación con Naomi.
Albert gruñó para controlar la rabia.
—Supongo que no tuviste tiempo ni ganas para fijarte en él, pero ahora es diferente. Tienes que hacer algo para entender qué le sucedió y así ver cómo detenerlo.
—En eso estoy —aseguró dando el últimos sorbo a su café—. Hoy me reuniré con Comanche, esta mañana hablé con él y ya me tiene algo de información.
—Vigila todos los flancos, hijo. No puedes descuidarte con nada. ¿Qué supiste de la niña amiga de Brianna?
—También hablé esta mañana con Lynette y me confesó que Connor la llamó ayer al llegar a Seattle. Quería saber dónde se hallaba Brianna y si le había comentado algún plan con respecto al niño, pero ella le dijo que no había logrado hablar con ella porque está resolviendo su problema con la justicia.
—Miserable. Solo busca su beneficio sin interesarse en los demás —se quejó Albert recostándose en su mecedora. Se mostraba agotado—. Te encargaste de su asunto, ¿cierto?
—Sí, ayer ella se reunió con el abogado que le envié y ya están trabajando en su caso. Estaré muy atento de esos avances.
—Bien, muchacho, estoy muy orgulloso de ti. Has aprendido muy bien a estar atento hasta del más mínimo detalle.
Trevor sonrió con poca gracia y se apretó el puente de la nariz.
—Sí, pero te confieso que es agotador.
—No es el trabajo lo que te agota, sino el lío emocional que tienes.
—No tengo ningún lío emocional —rebatió ceñudo.
—Claro que lo tienes, puedo darme cuenta de eso, te conozco a la perfección —aseveró el anciano señalándolo con un dedo—. Y hasta puedo decirte que ese conflicto tiene nombre y apellido, y no es otro que Brianna Griffin, tu esposa. No Nakamura ni nadie más.
Trevor apretó aún más su entrecejo posando una mirada irascible en su abuelo, pero este no se intimidaba con sus desafíos silencios. Se los respondía con uno igual.
—Me voy, tengo cosas que hacer en la oficina —respondió Trevor poniéndose de pie.
—No niegas mi acusación porque sabes que es cierta.
—Nos vemos esta noche, abuelo.
—Dile lo que sientes por ella, eso te ayudará a retenerla —se apresuró por expresar antes de que su nieto se marchara.
—Descansa, te ves muy agotado —finalizó sin darle la cara y salió enseguida de la habitación ignorando los gruñidos de su abuelo.
Para Albert, era evidente que Trevor se estaba apegando tanto a Brianna y a George que ya no luchaba por retenerlos a su lado solo para cuidar del contrato que habían establecido.
Él comenzaba a sentir emociones fuertes por ella, pero lo negaba, porque no estaba habituado a depender otros, mucho menos, en lo sentimental.
El problema era que si no aceptaba sus sentimientos y los expresaba podría perderlos. Otro hombre estaba al acecho, dispuesto a ganarle esa partida.
Trevor pudo distraerse un poco de sus inquietudes al llegar a la firma. Enseguida fue engullido por el ajetreo del trabajo, liderando reuniones con sus equipos de abogados, atendiendo llamadas y videollamadas con clientes de gran peso, firmando documentos y revisando largos informes, hasta que llegó la tarde y recibió en su oficina la visita de Conrad Hopper, a quien todos conocían como Comanche.
—Al fin tengo noticias tuyas —fue el saludo de Trevor mientras estrechaba su mano y le indicaba que tomara asiento frente a su escritorio.
Comanche era un tipo alto, robusto y bigotón, que parecía tener tallado en el rostro un semblante amargado.
El hombre se sentó mostrándose algo tenso, odiaba los ambientes elegantes, como esa oficina.
Prefería sentarse a negociar o hablar de su trabajo en tabernas de mala muerte, atestada de borrachos molestos, pero Trevor necesitaba privacidad y quietud para asimilar la información que él pudiera darle, y como era quien pagaba, tenía derecho a elegir.
—¿Qué me tienes?
—El tipo ese tiene la vida echa cuadritos aquí en Seattle, por eso no piensa quedarse en esta ciudad.
—¿Por qué aseguras eso?
—Porque tiene varios asuntos delicados por los que debe responder y no piensa hacerlo. Eso se lo aseguró a su prima, Natalia Fitzpatrick, la única de su familia con la que tiene contacto.
Trevor recordó a Natalia, una joven tranquila y algo tímida que trabajaba como asistente para su tío, el padre de Connor, en la productora que el hombre dirigía.
La recordaba como una chica dulce y silenciosa, a quien Connor solía molestar al atormentarla por su personalidad retraída. Hasta donde sabía, ellos tenían una gran amistad. Connor la quería como una hermana.
—¿Y cómo sabes que él le aseguró eso a su prima?
—Bueno, porque...
Comanche dudó en responder a esa pregunta. Su inseguridad ayudó a Trevor a entender la situación.
Natalia era enamoradiza, solía ilusionarse con casi todos los hombres que conocía. Tuvo un tiempo enamorada de él, otro de Joey y hasta de su abuelo. Al ver que ninguno le correspondía, sufría un tiempo y luego se enfocaba en otro.
Era evidente que Comanche se había aprovechado de esa debilidad de ella para sacarle información. Por eso había tenido infinidad de problemas en la policía cuando trabajaba para esa fuerza. Sus estrategias de trabajo podían resultar abusivas.
—¿Y averiguaste sobre esos asuntos delicados que tiene pendiente Connor en la ciudad? —consultó llevando de nuevo el tema hacia el punto que le urgía.
—Sí. El más importante, es con la señorita Margaret Holland, su prometida, quien espera que él se presente para casarse con ella.
—¿El compromiso sigue vigente? —consultó Trevor, contrariado. En el pasado se había enterado de ese asunto, pero pensó que Connor lo había finalizado antes de enredarse con Brianna.
—Sí. Según Natalia, Connor lo detuvo porque necesitaba independizarse de su padre y formar su propia empresa. Una que fuera capaz de darle suficientes dividendos para mantener el exigente status social que Margaret requiere. Por eso se fue a Nueva York, porque ella eligió esa ciudad para que vivieran juntos, al ser más cosmopolita que Seattle.
Trevor se recostó en su butaca, impactado por lo que oía.
—¿Él está allá porque Margaret lo envió a esa ciudad?
—A Connor, su padre lo desheredó días antes de irse. No tiene más dinero que el que ha reunido por su cuenta y el que ha conseguido con la venta de sus propiedades aquí en Seattle. Eso lo ayudó a mudarse, pero no a fundar una productora, que al parecer, ha logrado grandes avances en tan solo un año. Según Natalia, Margaret invirtió casi todo su dinero en él, y sigue encontrándole más financiación. Por eso él ha avanzado tanto en tan poco tiempo.
Esa trama resultaba muy beneficiosa para Trevor. El hombre recostó un codo del reposabrazos de su butaca, para así frutarse la mandíbula mientras elucubraba como utilizar esa información a su favor.
—¿Por qué el padre de Connor lo desheredó?
—Por un error imperdonable que cometió, que el hombre no pudo soportar. Connor vivía imponiéndose y llevándole la contraria en muchas cosas, pero él tenía un límite.
—¿Cuál? —exigió Trevor, ansioso por llegar al fondo de ese asunto. Todo lo que le contaba Comanche le parecía interesante.
—Connor le fue infiel muchas veces a su prometida, poniendo en riesgo la relación comercial que tenían los Holland con los Fitzpatrick, pero su familia supo ocultar cada una de sus faltas. Los Holland están metidos de lleno en la política y suelen conseguirle al padre de Connor contratos jugosos, por eso ellos protegían esa relación. Pero resulta que el chico embarazó a una mujer y la obligó a abortar, ese asunto estuvo a punto de salir a la luz. Esa fue la gota que rebasó el vaso de los Fitzpatrick.
Trevor de nuevo se inclinó en la butaca para recostarse del escritorio y así escuchar con mayor atención a Comanche.
Por un momento pensó que la mujer a la que se refería era Brianna, pero hasta donde sabía, ni Connor ni su familia supieron de la existencia de George. Por tanto, se trataba de otra persona.
—¿Quién es esa mujer?
—Aquí la tiene —dijo el expolicía y alzó el sobre que tenía en sus manos—. Me tardé en venir porque tuve que invertir tiempo y esfuerzo en seducir a Natalia para que me soltara toda esa información, porque los Fitzpatrick ocultaron con gran cuidado todas las huellas. No solo esa gente pagó mucho dinero para que nada de esto saliera a la luz, sino también, los Holland, la familia de Margaret. Esa mujer está obsesionada con Connor y sus padres hacen lo que sea por ella. Es la única hija que les queda. A la menor la perdieron hace cinco años por culpa de una enfermedad.
Comanche estiró su brazo para que Trevor pudiese tomar el sobre. Al tenerlo en sus manos enseguida lo abrió, impaciente por lo que allí pudiese encontrar.
Al ver los registros quedó paralizado.
La mujer que Connor había embarazado y había obligado a abortar, era Lynette Berry, la amiga de Brianna.
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