Capítulo 38. Un nuevo dolor.
—¿Qué esperabas? Es primera vez que George te ve en su vida y tiene mucho sueño. No fue buen momento para conocerlo —expuso Brianna al estar solos.
—Prefirió a Trevor —reconoció Connor con la mandíbula apretada.
—Trevor está con él desde que nos casamos. Han compartido tiempo juntos y el trato ha sido amable. George confía en él. Cuando un bebé tiene una necesidad busca comunicarse con las personas que conoce. Es una reacción instintiva.
—¡Es mi hijo!
—Eso lo sabemos todos, Connor. No tienes que repetirlo siempre.
—Pues, parece que lo olvidas. Hasta apoyas a Trevor para que lo adoptes —le reprochó.
—¿Qué lo olvido? No he hecho otra cosa que defender tus derechos. La reunión que tuvimos con la jueza fue solo para recibir una asesoría de su parte, porque no quiero que me quites a mi hijo.
—Me ocultaste su existencia y ahora me quitas su amor al tenerlo aquí viviendo con Trevor.
—¿De qué hablas? Nadie te está robando su amor.
—Él prefiere a Trevor porque lo ve día y noche y es a mí a quien tiene que ver siempre, por eso debes venirte conmigo a Nueva York. Es mi derecho, Brianna.
Ella se angustió por esa insistencia.
—Connor, no puedo irme contigo porque soy una mujer casada...
Él se acercó más a ella interrumpiendo su explicación. El calor de su postura decidida, de su mirada clara y llena de promesas y de su intenso aroma a sándalo la confundió, enredando las ideas en su cabeza.
—Vente conmigo, Brianna. Sé que aún me amas, podemos recuperar nuestra relación —expuso acariciándole la mejilla.
Su toque la estremeció, pero logró apartarse un poco para evitar que continuara tocándola. Sin darse cuenta, quedó contra la pared. Connor pudo acorralarla.
Se inclinó hacia ella buscando sus labios, pero Brianna lo impedía.
—Ven conmigo, amor —insistió, con voz susurrante y seductora, y mirando con hambre el escote que su vestido dejaba a la vista—. Nuestro hijo merece tener a sus dos padres juntos, amándose, y amándolo.
—Connor...
Ella quería apartarlo, pero él se lo impedía. El hombre sacó unas fotografías del bolsillo de su chaqueta y se las entregó.
—Toma, esto lo guardé como si fuesen mis objetos más preciados. Esas fotos me ayudaron a mantener la esperanza durante la lejanía. Sabía que pronto te recuperaría y te tendría conmigo.
Ellas las tomó y dio un vistazo a la primera imagen, donde salían ambos en la playa. Él la abrazaba de forma posesiva y ella se notaba alegre.
Brianna recordó que minutos antes de tomarse esa foto habían hecho el amor escondidos en el baño de un restaurante familiar, estando a punto de ser descubiertos.
La adrenalina que Connor le hacía experimentar era uno de los motivos por lo que había estado con él. Odiaba ser siempre la niña buena, la que debía trabajar día y noche para pagarse la universidad, la que tenía que ser siempre correcta para así ganarse la aprobación de todos, la buena estudiante y la buena hija.
Ella tenía sangre en las venas y le gustaba sentir en ocasiones su agitado fluir. El amor prohibido que compartió con Connor le permitió romper con su triste y rutinaria existencia, pero le dejó muchas heridas que aún no podían cicatrizar.
Lo miró a los ojos, dejándose embargar por la transparencia de sus iris claros y pícaros, esos que en el pasado le arrancaron suspiros de placer y que aún seguían aumentando las palpitaciones de su corazón.
Se sobresaltó al escuchar unos pasos apresurados que se acercaban.
Asustada, lo empujó para alejarlo, viendo como Trevor se acercaba a ellos acompañado por Frederick y por uno de los hombres de la seguridad.
Por instinto, escondió las fotografías tras su espalda mientras su esposo encaraba a Connor con actitud iracunda.
—Te vas ya de mi casa.
—Te dije que...
—Ya viste a George y ahora él duerme. Vendrás otro día, a una hora prudencial y acordada por un Tribunal de menores. ¿Entendiste?
Connor se enfadó por sus palabras, pero se quedó muy quieto.
—Entonces, así jugaremos —dijo con una media sonrisa en el rostro.
—Así jugaremos —garantizó Trevor, fijando sus ojos negros en él como si fuesen cuchillos—. Ahora vete de mi casa. Frederick te acompañará a la puerta.
Por unos segundos se debatieron, antes de que Connor aceptara su derrota y siquiera al mayordomo a la puerta, en medio de un silencio sepulcral. El guardia los acompañó muy de cerca.
—Vamos a terminar esta maldita reunión —soltó Trevor hacia Brianna al quedar solos y dio media vuelta para regresar al salón, sin esperarla.
Ella sintió a su corazón estrujarse de pena, dolida por el resultado final de aquella fatídica visita.
Se apresuró por alcanzarlo, guardando las fotografías en el interior de su vestido, entre sus senos.
Puso su mejor cara para los invitados, retomando la confianza con la esposa de Nakamura que estaba interesada en George y en sus costumbres.
Horas después, ella se hallaba en su habitación. Los invitados se habían marchado.
Por la sonrisa satisfecha de Nakamura pudo deducir que la cena había sido todo un éxito, pero el semblante irritado de Trevor revelaba otra cosa y eso la tenía sumida en la angustia.
Sacó las fotografías que había guardado bajo su ropa y las miró con melancolía. Eran tres imágenes de ella con Connor demostrando el amor que sentían el uno por el otro.
Además de la foto que ya había detallado de ellos en la playa, había una que se habían sacado cuando vivían juntos, en su departamento, tumbados en la cama en ropa interior, jugando a las cosquillas.
No pudo evitar sonreír por la nostalgia mientras pasaba a la tercera imagen. Era un retrato de ellos en la universidad, cuando Connor fue a apoyarla el día en que presentó su tesis de grado.
Ella había estado muy nerviosa, olvidando la mitad de su defensa por culpa de los temores. Él la ayudó a calmarse haciéndola reír con sus comentarios graciosos, que le permitían despejar a su mente y así enfocarse en lo que necesitaba.
¿Qué había pasado con ese Connor al que ella había amado con locura? ¿Cuándo perdieron toda esa intimidad? ¿Por qué no fue suficiente para él siendo necesario buscarse a otra?
Esas dudas empañaron sus ojos con lágrimas. De nuevo el dolor por las pérdidas renacía en su pecho, resultando insoportable.
La puerta de su habitación se abrió de forma súbita, sorprendiéndola. Trevor entró sin anunciarse, con rostro de pocos amigos.
Se detuvo frente a ella y miró con desprecio las fotografías que tenía en sus manos.
Brianna se inquietó, pero no se esforzó por esconderlas. Él ya las había visto.
—Así que vino para eso.
—Trevor...
—Y tú lo permitiste.
Ella negó con la cabeza.
—Solo quería evitar que hiciera una escena frente a Nakamura y su familia, estaba furioso porque George te buscó cuando tenía sueño.
—Y decidiste consolarlo.
La mujer se molestó por la acusación, mostrándose ahora seria y erguida.
—Solo quería ayudarte.
—Pero no lo hiciste. —Se aproximó a ella como si fuese un animal en acecho, intimidándola—. Lancé a la mierda el convenio con Nakamura al confesarle que el niño no era mío, porque lo único que quería era protegerte, pero igual te apartaste de mi lado para irte con él.
—Yo también me arriesgué hoy por ti, para protegerte —aseguró furiosa—. No fuiste el único que hizo sacrificios esta noche.
Él sonrió de lado, con perversidad, afincando la angustia en ella.
—Ya veo el gran sacrificio que llevaste a cabo —dijo y lanzó una mirada hacia las fotografías—. Espero que los dulces recuerdos de tu relación con él te dejen dormir esta noche —soltó con rencor, antes de dar media vuelta y salir de la habitación dejándola sola.
Aquel desplante ahogó los ojos de Brianna con lágrimas de amargura. Para descargar la rabia lanzó las fotografías al suelo y se tumbó en la cama boca arriba para llorar sus desgracias.
Esa noche ella había sido la gran perdedora. El mundo que había estado construyéndose se fragmentó quedando los trozos regados en la habitación.
Volvió a quedar vacía, como al inicio, aunque con un doble dolor en el corazón por culpa de los dos hombres que dominaban su vida, y sus emociones.
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