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Capítulo 25. Descubriendo secretos.

El momento fue tan tenso que el mesero encargado de atender esa mesa enseguida corrió a las oficinas para avisar a su jefe lo que sucedía.

—Trevor... —exclamó Brianna con un hilo de voz, asustada por lo que pudiera suceder.

Ambos hombres se mostraban tan enfadados que parecían estar a punto de enredarse en una pelea sangrienta.

—Brianna, ve al auto y espérame allí —ordenó, sin apartar su atención de Connor, que lo veía con desafío.

—Pero...

—Ve al auto y espérame allí —repitió, esta vez, dedicándole una mirada cargada de decepción.

Ella se sintió tan terrible que lo único que pudo hacer fue obedecerlo. Le había fallado una vez más, a pesar de haberle asegurado que no lo haría.

Tomó su cartera y se marchó del lugar en silencio.

Al quedar solos, los hombres volvieron a enfrentarse.

—Eres un cobarde —soltó Trevor con la mandíbula prieta.

—¿Por qué? ¿Por proteger lo que me pertenece?

—Ni ella ni el niño son tuyos.

—George es mi hijo.

—¿Sí? ¿Según quién?

Connor se tensó por la acusación. Se aproximó más a su amigo para asentar su desafío.

—Voy a recuperarlos.

—Explícame cómo —lo provocó—. Acosas a mi esposa, la llamas por móvil cuando ella no te facilitó su número y la abordas en el centro de salud donde atienden a su madre sin que jamás te haya citado en ese lugar. ¿Sabes que puedo usar esa información para llevarte a prisión y pedir una orden de restricción?

Por un momento, Connor se quedó en silencio, inquieto por esa amenaza.

—Tengo derecho a hablar con ella y aclarar nuestros problemas.

—¿Dónde? ¿En bares de mala muerte? —rebatió Trevor y señaló el lugar con una mano.

Vio que el dueño del establecimiento se acercaba casi a las carreras, pero decidió ignorarlo para centrarse en Connor y parar sus intenciones.

El hombre no llegó a hacer nada, solo se mantuvo cerca vigilando que aquella situación no llegara a más y calmando a su personal.

Los otros dos clientes ni cuenta se habían dado de lo que sucedía. Hablaban con ánimo al otro lado del establecimiento.

—Donde me reúna con ella no es tu problema —soltó Connor.

—Sí que lo es. Es mi esposa, te guste o no.

—La obligas a un matrimonio solo para aprovecharte de ella.

—Un matrimonio es una negociación, imbécil. Las partes llegan a acuerdos de convivencia por el bien de todos y eso fue lo que Brianna y yo hicimos.

Connor sonrió con burla.

—No me vengas con tu jerga corporativa. Tú todo lo ves como una negociación. Entre Brianna y yo hay amor, eso es un motivo de mayor fuerza.

—¿De qué amor me hablas? ¿De ese que te sacó de Seattle hace año y medio y te mantuvo lejos sin pasar siquiera un mensaje de texto? ¿Ese es el nivel de amor que sientes por ella?

La diversión se perdió del rostro de Connor para ser suplantada por la furia.

—No eres nadie para poner en tela de juicio mis acciones.

—¡Soy el esposo de Brianna! —aclaró enfadado—. Te exijo que te alejes de ella o tomaré acciones legales en tu contra.

—No puedes hacerlo. Ella es mi mujer.

—Lo fue, imbécil —recalcó con arrogancia—, hace año y medio. Ahora ella es mía.

Aquello fue como un disparo al pecho para Connor. A pesar de imaginar que eso podría suceder, no quiso pensar en esa posibilidad.

Pensar en Brianna siendo tocada por las manos de Trevor lo llenó de amargura y aumentó su sed de venganza.

—Tú eres un peligro para ella —rebatió—. La retienes sosteniéndote de su vulnerabilidad, la extorsionas con dinero y la manipulas para alcanzar tus fines, pero al final la desecharás de forma violenta, como hiciste con Naomi.

La mención de aquel nombre bajó los aires soberbios de Trevor, aunque no rebajó su tensión. Sabía que la pelea con Connor no sería fácil, él buscaría su lado más débil para atacarlo con saña.

—¿De qué hablas?

—Me enteré de la condición actual de Naomi. Un estado en que tú la dejaste. —Trevor retrocedió un paso, disimulando su impacto—. Está en silla de ruedas, quedó inválida por tu culpa y vive aislada en un pueblo apartado para evitar que lo sucedido entre ustedes se conozca. Pagas cada uno de sus gastos y caprichos para esconder ese error. La silencias con dinero, de la misma manera en que lo haces con Brianna. Y supongo que esa, a la que llamas tu esposa, no conoce tu secreto, ¿cierto?

Trevor apretó los puños para soportar la furia que le produjo aquella confesión. Su enemigo tenía en sus manos su más terrible fracaso.

—Aléjate de Brianna y no vuelvas a acosarla, o te juro que iniciaré acciones legales en tu contra —dictó antes de dar media vuelta y salir de aquel lugar, invadido por la cólera y los temores.

—¡La quiero conmigo, Trevor, a ella y a mi hijo! —exclamó Connor mientras su amigo se marchaba, sin importarle si no le daba la cara—. ¡Me los llevaré a Nueva York!

Dijo aquello como forma de desahogo. La discusión con Trevor lo llenó de más incertidumbres y rabias.

No quería perder esa batalla contra él, necesitó decir la última palabra para sentirse un poco mejor. Aunque lo cierto fue que al final, quedó como el único derrotado en esa discusión.

Trevor se marchó con Brianna, una vez más la alejaba de su lado.

Su amigo se ponía a un paso por delante de él. Al tener a Brianna y hacerla su mujer, se le adelantaba en aquella disputa. Pero no pensaba rendirse tan fácil, iba a recuperarla, sin importar las consecuencias.

Trevor entró en el auto y enseguida lo puso en marcha. Brianna estaba sentada en el asiento a su lado, lo veía con aflicción y vergüenza.

—Trevor...

—Lo volviste a hacer, Brianna. Otra vez —le reprochó, decepcionado.

Ella se mordió los labios sintiéndose arrepentida.

—Tuve mis razones —reveló, procurando calmar sus nervios.

Lanzó una mirada hacia él detallando su perfil endurecido por la rabia.

—¿Cómo supiste donde estaba? —necesitó saber.

—Te llamé para invitarte a almorzar afuera, así hablábamos en privacidad de toda la maldita mierda que nos rodea —dijo enfadado—. No me atendías al móvil, por eso me comuniqué con Kendra. Ella me contó todo: donde estabas ahora y donde estuviste ayer, de la visita repentina de Connor en la clínica de salud, del acoso telefónico y de sus amenazas.

Brianna cerró los ojos un instante, molesta con su madre por su acción.

—Lo que más lamento fue haberme enterado por su boca y no por la tuya —reprochó.

La mujer respiró hondo, buscando calmarse.

—Me amenazó con quitarme a mi hijo, tiene el motivo para hacerlo. Yo le oculté la existencia de George.

—No puede quitártelo con facilidad, antes tendrá que levantar denuncias e iniciar un juicio, y ese no es un proceso rápido ni sencillo. Tú lo sabes muy bien.

—Pero no quiero que lleguemos a eso. Él es su padre, tiene derechos, no pienso quitárselos.

Trevor apretó las manos en el volante controlando su rabia. Debió suponer que ella lo defendería, era evidente que aún lo amaba.

—No vuelvas a hacerlo, Brianna. Hay formas diferentes de llegar a un acuerdo con él que reunirse en bares de mala muerte donde puedes manchar tu reputación.

Los ojos de la mujer se llenaron de lágrimas.

—No quiero perder a mi hijo, Trevor, pero tampoco puedo negarle a Connor la posibilidad de conocerlo y estar en su vida. —Él se tensó aún más por la reflexión de ella, que demostraba lo convencida que estaba con esa idea—. Además, él sospecha que nuestro matrimonio es un arreglo que realizamos solo para que alcances la asociación con Nakamura. Me dijo que si no aceptaba reunirme con él, haría pública esa información para que Nakamura se decepcionara de ti y cancelara la negociación.

—Maldita sea —mascó Trevor con enfado—. No vuelvas a permitir que te manipule con el tema de Nakamura. Él no puede hacer nada contra esa negociación.

—Su familia está ligada a gente que suele rodear a ese hombre.

—Llegar a Nakamura no es tan fácil como piensas, eso no es algo que Connor puede lograr de la noche a la mañana.

—¡No quiero que haga algo que te afecte!

Trevor la observó un instante, sintiendo hervir su sangre al verla con el rostro empapado de lágrimas.

El hecho de que ella actuara no solo para proteger a su hijo, sino también, para evitar represalias en su contra, fue algo que no llegó a prever. La idea lo tomó desprevenido y lo confundía.

¿Ella hacía todo eso por defender los derechos de Connor o por protegerlo a él?

—No quiero que vuelvas a verte con él a solas, ¿me entendiste? —dictó irritado—. Si Connor quiere negociar la paternidad de George será en nuestra casa y en compañía de nuestros abogados, no en un maldito bar.

Ella no rebatió su orden, en esa segunda reunión con Connor entendió que ese tipo de encuentros con él lo que hacían era empeorar su situación, porque el hombre las aprovechaba para llenarle la cabeza, y el corazón, de posibilidades que ella no podía ni quería considerar.

—No vuelvas a fallarme, Brianna. No te pasaré un error más.

—Solo quise solventar el problema que ocasioné.

—¡Yo me encargaré de eso, ya lo estoy haciendo! —impugnó enfadado—. Si te ves a escondidas con él, una vez más, me obligarás a romper también algunos de los acuerdos que establecimos en el contrato prematrimonial.

—¿A qué te refieres? —preguntó preocupada.

—Si me sigues fallando, yo también te fallaré —amenazó con frialdad. De alguna forma debía inclinar la balanza a su favor—. No me pongas en esa situación, porque no dudaré en actuar.

Brianna se angustió por su advertencia, porque sabía que aquello no era un juego.

Trevor tenía el poder de detener los costosos pagos de la clínica en la que se atendía su madre o ejercer algún tipo de control sobre George como represalia por los errores que cometía.

Él tenía su vida en sus manos.


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