Capítulo 24. Insistencia.
Brianna logró asistir a la cita en el bar que Connor le había indicado, aunque llegó media hora tarde.
No solo estaba insegura si presentarse o no. Le dio largas al asunto esperando que Trevor llegara y así conversarlo con él antes, pero, en vista de que él se tardaba y parecía dispuesto a almorzar fuera de casa, ella se aventuró a ir a ese encuentro.
Además, Kendra volvió a abordarla antes de salir, exigiéndole que le diera la dirección exacta de donde se verían para estar atenta ante cualquier novedad. Ella no confiaba en Connor y temía que a su hija le sucediera algo malo por su culpa.
El lugar era un sitio oscuro y discreto, que a esa hora solo contaba con un par de clientes distraídos en su conversación.
Connor la esperaba sentado en una mesa al fondo del establecimiento.
Apenas la vio, él alzó la vista y clavó sus hipnóticos ojos verdes en ella, estremeciéndola.
Brianna se odió por sus reacciones y se irguió para caminar hacia él con actitud decidida. Necesitaba enfrentar aquella situación con temple, así el hombre no volvía a tomarla por sorpresa.
—Hola —lo saludó al llegar a su lado.
Él se puso de pie y la repasó de pies a cabeza, con deseo.
Aunque ella se había vestido sencilla, con una blusa básica y un pantalón vaquero, la notó radiante. Su larga cabellera la había atado en una cola de caballo, tan recia y sensual como su profunda mirada.
—Hola, ¿cómo estás?
Brianna se sentó en la mesa, erguida como una reina.
—Hablemos.
Ella quería entrar desde ya en el tema para no extender ese encuentro. Necesitaba marcharse de allí pronto, así regresaba a la mansión antes de que Trevor lo hiciera y así no notara su falta.
Connor respiró hondo y tomó su asiento frente a la mujer.
—¿Quieres algo?
—No lo necesito.
—Pero igual debemos pedir —dijo y llamó al mesero solicitando dos cócteles de frutas.
—No voy a quedarme mucho.
—Te quedarás lo que sea necesario.
—Connor...
—Ya encontré un laboratorio confiable en la ciudad para pedir la prueba de ADN y contraté a un abogado que me guiará con el proceso de reconocimiento de mi paternidad.
Ella cerró los ojos un instante, buscando controlar sus temores.
—No hace falta que gastes dinero en la prueba. Eres su padre.
Él la observó con fijeza.
—Lo sé, pero igual la necesito. Será mi único escudo para protegerme.
—¿De quién?
—De Trevor.
Brianna se incomodó por la referencia.
—Esto no es una competencia con tu mejor amigo, se trata del futuro de nuestro hijo.
—Estás atada a un compromiso con Trevor por obligación, eso incluye a mi hijo.
—Lo que suceda entre Trevor y yo no tiene nada que ver...
—Tiene mucho que ver —la interrumpió, procurando controlar el enfado—. Brianna, perdí nueve meses en la vida de mi hijo, no me diste la oportunidad de saber que existía, de formar parte de su día a día y de su crecimiento. —Ella se inquietó por su acusación, sintiéndose culpable—. Quiero recuperar ese tiempo, quiero compartir con él, tenerlo a mi lado y eso requiere que tú también estés allí.
—Connor, podemos establecer días de visita...
—¡No! —negó con firmeza.
Ella lo observó indignada, odiaba que la interrumpiera cada vez que pretendía expresar una idea u opinión. Eso la hacía sentirse agredida.
—Tengo una empresa en Nueva York, proyectos importantes que supervisar, no puedo estar viajando cada semana a Seattle para ver a mi hijo. Necesito que tú y George estén allá, cerca de mí.
—¿Solo piensas en tus necesidades? —le reclamó—. Yo también tengo una vida. Mi madre está muy enferma y su médico de cabecera se encuentra en esta ciudad, así como todo su programa para el tratamiento contra el cáncer. No puedo irme y dejarla sola, ni llevarla conmigo a Nueva York sin consultarle.
Él apretó con fuerza la mandíbula para dominar su rabia. Sabía que ese sería un problema difícil de superar. Kendra lo odiaba por el dolor que él le había provocado a su hija, en varias ocasiones se lo había dicho a la cara.
Tuvieron que detener unos segundos la discusión para recibir las bebidas. Al marcharse el mesonero, él continuó.
—Puedo cubrir el tratamiento de Kendra en Nueva York, allá hay muy buenos oncólogos.
—Esa no es mi decisión, Connor, sino de mi madre. Además, su tratamiento ya está cubierto —reveló cabizbaja.
Ese había sido uno de los acuerdos de su matrimonio por conveniencia.
—Entonces, sí te casaste con Trevor por dinero —dijo decepcionado.
Ella lo observó dolida, aunque se esforzó por mantener una mirada dura.
—No tienes derecho a juzgarme, solo entender que tengo una vida en Seattle. No puedo mudarme a Nueva York en estos momentos. Tendremos que establecer fechas para las visitas de paternidad.
Connor negó con la cabeza.
—Si no te vas conmigo, me llevaré al niño.
Brianna se alarmó por la amenaza.
—No puedes quitármelo. George depende de mí.
—No será el primer niño que pierde a su madre siendo tan pequeño, puede adaptarse a vivir solo con su padre.
Los ojos de la mujer se llenaron de lágrimas de angustia, le costaba no mostrarse tan vulnerable.
—George no va a perderme.
—Entonces, vente conmigo, Brianna. Puedo cuidar de ustedes y de Kendra —aseguró, relajando las facciones de su rostro—. Quizás durante los primeros meses el cambio sea difícil, pero con el tiempo se adaptarán. Yo puedo velar por cada una de sus necesidades.
—Connor, soy una mujer casada —le recordó.
Él volvió a tensar su rostro.
—Si demuestro que George es mi hijo y exijo en una corte el reconocimiento de mi paternidad, Trevor se verá obligado a darte el divorcio y dejarte ir.
—El hecho de que tú seas el padre de George no tiene nada que ver con mi matrimonio.
Connor se inclinó hacia ella, para asegurarse que escuchara y entendiera su postura.
—Te casaste con él por dinero, Brianna, eso puedo demostrarlo. De esa manera podré exponer en un tribunal que no posees los recursos para cuidar de nuestro hijo y pediré su custodia legal.
La mujer se horrorizó por esa acusación.
—¡¿Por qué harías eso?!
—Porque quiero a mi hijo contigo y eso te incluye. Trevor no querrá que su imagen se manche con esta situación. Te dará enseguida el divorcio y nosotros podremos marcharnos a Nueva York para reiniciar nuestras vidas.
Brianna apoyó un codo en la mesa para sostener a su cabeza saturada de emociones.
—¿No entiendes que no puedo ni quiero irme de Seattle? —Lo observó con aflicción, dominada por el miedo—. No puedes quitarme a mi hijo, él es todo para mí. Por él superé las peores tragedias de mi vida, como la muerte repentina de mi padre y tu traición y abandono.
Connor perdió todo rastro de soberbia al recordar su más terrible error. Uno que le había marcado la vida para siempre.
Su corazón se desplomó al ver una lágrima correr por la mejilla de Brianna, la mujer que seguía amando.
Estiró una de sus manos sobre la mesa para tomar la de ella. La apretó para trasmitirle calor y acarició su dorso.
Brianna no podía negar que ese gesto calmó un poco sus ansiedades. No quería despertar más la furia de Connor porque sabía que si él se lo proponía, podía hacerle un daño irreparable.
—Sé que cometí un error, pero te juro que te compensaré por el dolor ocasionado. Quiero que tú y mi hijo estén a mi lado y estoy dispuesto a lo que sea por lograrlo.
—¿Hasta pasar por encima de lo que yo desee? —preguntó, y alejó la mano para evitar su contacto.
Él no se rindió. Arrimó la silla para estar sentado más cerca de ella.
Brianna se inquietó por su cercanía.
—Escúchame. Lo que sucedió en el pasado, dejémoslo atrás. Miremos hacia el futuro, hacia nuestro hijo. George necesita de sus dos padres. Tenernos juntos será para él fortalecedor.
—No será el primer niño que viva con sus padres separados —rebatió ella, usando la misma treta de él.
—¿Vas a causarle esa pena? ¿Yo no merezco darle a mi hijo todo el amor y la estabilidad que necesita?
Brianna no podía contradecir esas palabras.
—Sí lo mereces, Connor, pero no puedes obtenerlo pisoteando mi voluntad. —Fijo su atención en él para dejarle en claro lo que le diría a continuación—. Yo ya no confío en ti. Me fallaste una vez, me engañaste y permitiste que por mucho tiempo otros me humillaran y despreciaran.
—Brianna, por favor, dejemos eso en el pasado.
—¡Eso marca nuestro presente, Connor! Define tu personalidad y tus intenciones.
—¡Mis intenciones son estar contigo y con mi hijo! ¡Con nadie más!
—¿Y no entiendes que eso no depende solo de ti?
Brianna y Connor quedaron petrificados ante esa última intervención, que no fue dicha por ninguno de ellos dos.
Al girarse, Connor encontró a su amigo Trevor parado con firmeza tras su espalda. Lo traspasaba con una mirada gélida, cargada de claras advertencias.
—¿Quieres ponerte de pie y alejarte de mi esposa?
Quien obedeció la orden fue Brianna, que enseguida se levantó para mirar a su esposo con espanto. No entendía cómo Trevor podía estar allí.
Connor se puso de pie mientras estiraba su traje, hasta quedar cara a cara con él.
Ambos se debatieron con posturas rígidas y tensas, unas capaces de declarar que estaban dispuestos a cualquier cosa con tal de defender lo que les pertenecía.
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