Capítulo 23. Al límite de la desesperación.
Trevor entró en el restaurante de Joey y se sentó en la barra. Recién habían abierto. Joey ofrecía almuerzos con menú ejecutivo que eran muy solicitados, pero apenas su personal se preparaba para recibir a los clientes.
Su amigo le dio la bienvenida con palmadas en los hombros y puso frente a él una botella de whiskey.
—Tu favorito —dijo sonriente y le sirvió un vaso.
—Tu intención siempre es la de emborracharme —rebatió Trevor dando un trago a la bebida.
—¿Cómo lo supiste? —bromeó Joey— Si comparto un video tuyo en las redes sociales, haciendo alguna payasada en mi restaurante por culpa del alcohol, volvería a mi negocio el lugar más chic de todo Seattle.
Trevor sonrió con poca gracia.
—Idiota.
—¿Qué haces por aquí un día de semana y a media mañana? El Trevor que conozco se encierra a primera hora del día en su oficina a trabajar como un poseso.
—Negocios.
Joey sonrió y negó con la cabeza.
—¿Has vuelto a ver a Connor? —quiso saber Trevor, interesado.
—No, aunque sé que sigue en la ciudad. Anoche hablamos y lo noté bastante afligido.
La mandíbula de Trevor casi se parte por lo mucho que la tensó y se tomó de un solo trago el licor que quedaba en su vaso.
—¿No te ha dicho qué está haciendo aquí?
—Da una respuesta igual a la tuya: negocios —ironizó el hombre y se alejó un momento para atender una consulta que le hacía una empleada.
Trevor aprovechó la ocasión para servirse otro whiskey mientras pensaba en su amigo y en Brianna. La sangre se le agitaba en el cuerpo cuando los imaginaba juntos, con el hijo de ambos en brazos.
Ellos eran una familia, una que por misteriosas circunstancias tuvo que fragmentarse, pero que la vida había reunido de nuevo.
Él era quien estaba en medio, entorpeciendo esa relación. Debería dar un paso atrás y dejarlos, pero ese no había sido el trato que había establecido con Brianna antes de que ellos volvieran a verse.
Ahora tenían que adaptarse a sus normas. No dejaría que lo trataran como un simple estorbo.
—Hola, guapo.
Una mujer alta, rubia y esbelta apareció y se inclinó hacia él para darle un beso en la mejilla, junto a sus labios.
Él se lo permitió sin decir nada, viendo de reojo como Ivanova Neville se sentaba en la banqueta ubicada a su lado y sacaba del interior de su bolso de diseñador un estuche elegante para cigarrillos.
Sus dedos largos, adornados con anillos de oro y piedras preciosas, se movían con suavidad mientras encendía un cigarrillo.
Ella era la prometida de un acaudalado banquero que en Inglaterra gozaba de un título nobiliario. El dinero y el poder la rodeaba, pero igual había asistido a un restaurante de estatus medio para reunirse con el hombre que en una ocasión había sido su amante.
Aunque para ella, Trevor Harmon seguía perteneciéndole.
—¿Me invitarás un trago?
—Aún no es mediodía.
—Pero tú estás bebiendo —dijo ella y señaló el vaso y la botella de whiskey.
Trevor le hizo una seña a Joey para que le facilitara otro vaso. Su amigo cumplió con el pedido dedicándole una mirada que mezclaba burlas con claras advertencias.
—¿Qué tal, Joey? —saludó la mujer.
—Hola, Ivanova. Bienvenida a mi restaurante. Pide lo que quieras, la casa paga.
Ella sonrió complacida.
—Gracias, pero me gustaría que pagara Trevor. Me debe unos cuantos favores y, por lo visto, me deberá más —dijo la mujer con una sonrisa cínica dirigida a su examante.
Joey los dejó solos en medio de un suspiro sonoro. Quería que Trevor lo escuchara para que supiese su posición en aquella disputa.
Aunque siempre lo había apoyado en todo, en esta ocasión le costaba seguirle el paso.
Él sabía que Ivanova se desempeñaba como jueza en el Tribunal de menores de la ciudad y si estaba allí, reiniciando el contacto luego de meses sin verse, era porque hablarían de George y de la posibilidad de adoptarlo.
Con eso, Trevor declararía una guerra a muerte con Connor, su mejor amigo.
—Gracias por haber venido —expresó el hombre al quedar solos.
—Sabes que por ti haría cualquier sacrificio —reveló ella, antes de darle un trago al whiskey que él le había servido.
—Quería pedirte que abrieras un espacio esta semana en tu agenda, para ir a tu oficina a hablarte del caso que te comenté.
—¿El del niño que quieres adoptar?
—Ese mismo.
El asombro y la diversión se reflejaron en el rostro de la mujer.
—Trevor Harmon siendo un padre adoptivo. Una frase llena de contradicciones.
—¿Piensas que no podré ser un buen padre?
—De tus hijos, sí. De los hijos de otros es lo que me asombra.
—¿Por qué?
—Porque eres de los que construye su propio imperio, por más difícil que sea el camino, nunca has vivido en el imperio de otro.
—Acabas de demostrar lo poco que me conoces —expuso orgulloso—. El tema de las bienes raíces me atrae, sé que existen lugares abandonados que poseen un gran potencial y del que es posible sacarle una buena ganancia.
Ella lo observó con los ojos entrecerrados. Nunca había conocido esa parte cínica e irónica de él, era evidente que algo lo estaba cambiando.
—¿Acaso descubriste que eres estéril?
Él emitió una risa divertida.
—No, ese no es el caso.
—¿Entonces?
—Mi esposa es madre y mi responsabilidad con ella se extiende a su hijo.
—¿Tu esposa? ¿Hablas de la mujer con la que hiciste un matrimonio por conveniencia?
Trevor la miró con severidad, pero a Ivanova no le afectó su reacción. Ella era más fría y desafiante que él.
La mujer se había enterado de su boda y le resultó fácil suponer los motivos que lo llevaron a tomar esa decisión. Lo conocía casi a la perfección. Habían estado mucho tiempo juntos.
—Hablo de mi esposa, la mujer con la que me casé hace unos días de una forma muy legal.
Ivanova aumentó la sonrisa.
—Así que, pronto la conoceré.
Él suspiró hondo.
—Sí, pronto la conocerás.
—Ya quiero saber quién te calienta la cama ahora.
Con una sonrisa pedante, Trevor intentó disimular la incomodidad que esas palabras le dejaron. No quería que Ivanova siquiera sintiéndose con derechos sobre él, mucho menos, frente a Brianna.
Pero aquella mujer era su mejor oportunidad para asegurar a George y evitar que Connor le jugara sucio.
—Necesito que entiendas que este asunto es muy importante para mí, por eso te cité.
Ivanova dio una calada a su cigarrillo mientras lo observaba con suma atención.
—Me gustaría saber por qué este tema es tan importante para ti. No eres hombre de encapricharte por nada, a menos que sea un negocio que te genere gran rentabilidad.
—Digamos que es algo por el estilo.
—¿La mujer acaso heredará una fortuna incalculable?
Él sonrió de medio lado.
—No.
—¿Tiene título nobiliario, acciones de gran valor en la bolsa de Nueva York o influencias con la realeza de algún país?
—No.
—¿Es una belleza exuberante capaz de calentarte la sangre hasta el punto de llevarte a la locura? —Trevor no respondió, solo le dedicó una mirada dura—. ¿Te das cuenta que sí te conozco lo suficiente, Trevor Harmon?
—¿Cuento contigo, Ivanova Neville? —consultó molesto.
Ella volvió a evaluarlo con los ojos entrecerrados.
—No eres un hombre de caprichos, Trevor. No es por eso que haces todo esto.
—¿Puedes dejar de analizarme y centrarte en nuestra negociación?
—Tus motivos me intrigan y sabes que cuando yo tengo dudas no paro hasta resolverlas.
—Eres obsesiva.
Ivanova apagó el resto de su cigarrillo en un cenicero y luego se centró en Trevor. Se acercó más a él y le acarició el pecho.
—Sí, reconozco que soy obsesiva y tú eres una de mis tantas obsesiones.
—Me dejaste por un hombre mucho más rico y poderoso que yo.
—Eso no quiere decir que ya no te desee —reveló, e introdujo su mano dentro de la camisa, para acariciar la piel de su pecho cubierta por una fina capa de vello.
—Creo que ahora ambos tenemos límites que no podemos cruzar —dijo y apartó con delicadeza la mano de la mujer.
Lanzó una ojeada a los alrededores para asegurarse que nadie los había visto, descubriendo que solo Joey había notado lo que sucedía y negó con la cabeza mientras sonreía divertido.
—Vaya, esto parece serio —comentó Ivanova en referencia a la reacción del hombre—. Y aumenta mi curiosidad —finalizó juguetona.
—¿Cuento o no contigo? —insistió él, ya cansado de esa situación.
—Claro que lo haces, Trevor, pero esto no te saldrá nada barato.
—Pagaré lo que sea necesario.
Ella negó con la cabeza y tomó su bolso poniéndose de pie.
—Pero yo a ti no te pediré dinero, porque no lo necesito.
Ivanova se inclinó hacia él y, sin decir nada más, tomó su boca por asalto con un beso profundo y salvaje, de esos que siempre ella solía darle.
Luego de saborearlo por completo y morder sus labios lo observó con arrogancia.
—Te enviaré por mensaje la fecha de la reunión. Tienes que ir con ella, recuerda que te dije que sin su autorización esto será imposible.
Antes de marcharse, le dio un apretón en los testículos.
Trevor soportó el arrebato sin decir nada. Al quedar solo, se ocupó el limpiar de sus labios con una servilleta los restos de labial que ella le había dejado.
—Uf, vaya negociación la que tuviste hoy —se burló Joey, llenando el vaso de su amigo con más licor.
—Te dije que haré lo que sea necesario para proteger lo que me pertenece, aunque sé cuidar mis límites.
—¿Podrás controlar a esa diabla?
—Lo he hecho otras veces —aseguró con irritación.
Joey continuó con su trabajo sin disimular las risas, sabiendo que aquello iba a resultar un trabajo muy difícil para su amigo.
Ivanova era una mujer de cuidado, meterse con ella no era una buena decisión.
Si Trevor pretendía asumir ese riesgo era porque comenzaba a desesperarse y eso no le gustaba.
Connor se hallaba en una situación similar y eso solo podía deparar tragedias.
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