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Capítulo 22. Confusiones.

Brianna aprovechó que Kendra se quedaría un rato con George para ir a la habitación de Trevor. Él se preparaba para salir.

Apenas recibió la autorización para entrar, pasó disimulando los nervios que la invadían.

—Hola.

—¿Necesitas algo? ¿Todo está bien con George?

Ella suspiró hondo y se aproximó más a él. Trevor se ponía su reloj de muñeca de espaldas a la mujer.

Se veía muy atractivo con el traje sin corbata que llevaba puesto.

—Quiero que sepas que nunca le di mi número de teléfono a Connor. No sé cómo lo consiguió.

Él estuvo en silencio un instante, hasta que terminó lo que hacía y la enfrentó.

Ya no era el mismo hombre atento y preocupado que la había acompañado esa mañana al pediatra, sino un tipo serio, calculador y despiadado que sabía que tenía el mundo a sus pies, por eso no pensaba perder el tiempo con asuntos banales.

—No tienes que esconderte de mí cuando hables con él —informó con sequedad—. Lo único que te pedí desde antes de casarnos es sinceridad. Odio que me oculten cosas.

—No quería que te molestaras.

—Pero eso fue lo que sucedió.

Trevor se aproximó tanto a ella que Brianna tenía que alzar la cabeza para observarlo y la mirada que le dedicaba estaba tan impregnada de desprecios que sus emociones se encogieron. Se sentía como un pequeño insecto frente a él.

—La llamada me tomó desprevenida, no supe cómo reaccionar.

—Esconderte no fue una buena idea.

—¡No quería que pasara esto! —insistió ella, refiriéndose a su creciente enfado.

Trevor tensó la mandíbula y se alejó de la mujer para tomar sus lentes de sol y la chaqueta de su traje.

—¿Qué acordaste con él?

—Nada.

—¡¿Y qué maldita cosa quería?! —preguntó casi dominado por la ira y volvió a encararla.

Brianna dudó un instante, no iba a retroceder frente a él, pero no quería verlo tan afectado. Sus reacciones le dolían.

—Quiere ver a George.

Trevor no fue capaz de responder durante casi un minuto. La rabia que le invadía el pecho lo tenía al borde de un colapso.

Él sabía que aquello iba a suceder, que Connor tarde o temprano exigiría ver a su hijo.

—¿Han hablado de algún encuentro?

—No. Él me pide que fije una fecha y un lugar.

—Tiene que ser aquí. Esta ahora es tu casa y la de George.

Ella se conmovió por esa aseveración, pero el semblante irritado del hombre le impidió mostrar sus emociones.

—Hablaré con él.

—Aquí, Brianna —exigió él—. No se verán en otro lado, sino aquí.

—Eso haré.

Trevor apretó los puños para controlar la rabia que lo consumía, se sentía derrotado. Connor estaba usando con sabiduría sus cartas y arrinconaba a Brianna a un encuentro que él no deseaba que se diera.

Pero tenía que darse. Si le prohibía a Connor ver a su hijo, eso lo obsesionaría más con él y, por consiguiente, con Brianna. Conocía muy bien a su amigo, era un amante de los retos. Los temas difíciles eran sus favoritos.

Aunque aquel asunto lo llenara de amargura, debía permitirlo. No le gustaba que rondara lo que le pertenecía, y Brianna era ahora suya, así como el niño.

—Me voy. Nos vemos luego —se despidió, antes de dirigirse a la puerta buscando evitar que se reflejara en su rostro un semblante derrotado.

—¿Vendrás a almorzar? —quiso saber Brianna, angustiada.

El miedo a perderlo comenzó a palpitar en su pecho.

—Posiblemente, no.

Trevor salió de la habitación después de decir aquello, dejándola sola, ahogada en preocupaciones y arrepentimientos.

Brianna tuvo que respirar hondo para que las lágrimas no escaparan de sus ojos. Se sentía tan mal que tenía ganas de gritar y romper algo. No entendía por qué la vida seguía ensañándose con ella.

Luego de unos segundos de angustia, regresó a la habitación de su hijo, pero antes de llegar recibió un mensaje de texto en su móvil.

Al revisarlo, el miedo volvió a invadirla.

«¿Qué decidiste?», el mensaje de Connor la ponía entre la espada y la pared.

«Dije que me comunicaría contigo», le respondió.

«Debo ocuparme de otros asuntos esta semana, necesito que establezcamos hoy mismo una fecha».

Ella respiró hondo. Odiaba que la apresurara a tomar decisiones que consideraba trascendentales.

«Lo discutiré con Trevor esta noche».

No recibió más mensajes de Connor, pensó que se había enfadado y al fin la dejaría en paz, pero segundos después, él la llamó.

Brianna comprimió el rostro en una mueca de disgusto y por instinto repasó el pasillo para asegurarse que Trevor no estaba cerca.

—¿Qué quieres?

—En dos horas estaré cerca del barrio Reina Anne, te pasaré la dirección de un bar donde podemos vernos.

—Connor, eso no es necesario.

—Sí lo es, Brianna. No voy a tratar temas referentes a mi hijo por teléfono. Necesito que nos veamos.

—Ayer nos vimos y no hablamos nada.

—Porque saliste huyendo como un conejo asustado. No sé por qué me tienes tanto miedo.

—¡No te tengo miedo! Es solo...

No supo qué contestar. Él beso que Connor le dio sacudió por completo sus emociones y la hizo tambalear.

Ella había aceptado el acuerdo matrimonial con Trevor porque le urgía estabilidad, necesitaba calma para volver a ser ella misma, para pensar en sus necesidades y enfocarse en lo que quería alcanzar en la vida.

Pero una vez más aparecía Connor y revolvía todo su pasado y su presente, enturbiándole el futuro. Si él tan solo hubiese regresado unos días antes de la conversación que ella había mantenido con Trevor, tal vez la historia fuese distinta, pero no lo hizo.

—Brianna, solo ven, por favor. Te prometo que no me excederé de nuevo. Solo quiero que hablemos de nuestro hijo.

Esta vez Connor le habló de manera suplicante, fragmentando el corazón de la mujer.

Recordó el momento de intimidad que Trevor había podido tener con George esa mañana, que a ambos los fortaleció. Connor merecía vivir ese tipo de situaciones con el niño, porque era su hijo.

Negarse sería una crueldad, que posiblemente su hijo le reclamaría en el futuro.

—Bien, pásame la dirección y allí nos veremos en dos horas.

Su aceptación emocionó tanto a Connor que estuvo a punto de gritar, pero se controló y terminó la llamada de forma amable.

Brianna no pudo evitar sentirse una traidora al finalizar aquella conversación. Minutos antes le había prometido a Trevor que si debía verse con Connor lo haría dentro de la mansión, pero ella se negaba a llevar ese problema a esa casa.

Allí se encontraba el señor Albert, enfermo, y su madre, que también poseía sus dolencias y no soportaba a Connor. Si se producía una discusión, alguno de ellos podía alterarse y eso complicaría sus estados de salud. Eso no se lo perdonaría.

Al entrar en la habitación de George, Kendra pudo percibir su rostro atribulado.

—¿Qué sucedió ahora? —preguntó la mujer, dejando a George en su corral rodeado de juguetes y peluches, con los que enseguida se distrajo.

Brianna se sentó en una silla con actitud abatida.

—Acabo de hablar con Connor.

—¿Hablar? —preguntó, indignada.

—Consiguió mi número de teléfono. No sé cómo. —Kendra masculló maldiciones—. Quiere que nos reunamos para establecer encuentros donde pueda conocer a George.

—¿Cuándo será esa reunión?

—Hoy.

—¿Y le dijiste que sí?

—Tengo que hacerlo, mamá. Connor es el padre de George, tiene derechos.

Kendra resopló con disgusto.

—Derechos que reclama ahora porque se siente traicionado, pero que luego se le olvidarán.

—Eso no lo sabemos.

—Te abandonó por otra mujer y nunca más se comunicó contigo. ¿Crees que no hará lo mismo con George? —inquirió con reproche.

—La relación que pudo haber tenido conmigo es diferente a la que tenga con George. Él es su hijo.

Kendra volvió a resoplar.

—Y justo llama ahora, cuando el niño no está bien y necesita reposo, no agitarse conociendo a otras personas.

—Es su padre —repitió, para reafirmar la importancia del asunto—. Además, ayer también quiso que habláramos, pero... no pudimos entrar en detalles sobre el tema.

—¿Ayer se vieron? —preguntó la mujer, mosqueada.

—Sí, Trevor no lo sabe. Nos vimos en una cervecería en la calle Pike.

—¿Una cervecería? —apunto con desagrado.

—Hoy nos reuniremos en un bar en el barrio Reina Anne.

—Ese tipo, a pesar de todo el dinero que tiene, te lleva a bares y cervecerías. Es un miserable.

—¡Mamá! —la regañó.

—¿No ves lo que está haciendo, Brianna? —Ella observó confundida a su madre—. Te lleva a lugares de poca monta, donde nadie lo conozca. Para evitar que la gente que forma parte de su exclusivo círculo social los vea.

Brianna se amargó por esas palabras, que la hicieron recordar el tiempo de rechazos y desprecios que vivió por causa de los padres de Connor.

Para evitar que ellos siguieran molestándola, Connor y ella se reunían a escondidas en lugares no habituales por la familia y amigos de él.

—¿Pretendes repetir una vez más tu propia historia?

—Claro que no, mamá —dijo enfadada—. Solo hablaremos de George.

—Hija, no vuelvas a caer en sus trampas. Recuerda todo lo que sufriste por ese hombre.

—Claro que lo recuerdo, mamá. Eso es algo que nunca olvidaré —confesó con los ojos inundados de lágrimas.

—Connor lo único que busca es un oportunidad contigo. Si de verdad le interesara George ya habría tumbado la puerta de esta mansión para verlo.

—Eso no lo haría porque Trevor, a pesar de esta situación, es su amigo.

Kendra emitió una risa de burla.

—Como si eso le importara. —Brianna observó a su madre con reproche, pero casi enseguida retomó su rostro afligido—. Y si ya se reunieron ayer, ¿para qué hablaran otra vez hoy?

—Porque ayer no hablamos de George.

—¿Y de qué hablaron?

La joven respiró hondo antes de responder.

—De nosotros y de lo que había sucedido en el pasado.

—¡¿Te das cuenta?! Eso es lo único que él busca. ¿En ningún momento hablaron de George?

—No, porque...

Al ver que su hija calló y se mostró aún más abatida, Kendra insistió.

—Dime qué sucedió entre ustedes, hija.

Brianna perdió los colores de su rostro por la vergüenza.

—Me besó y eso me puso muy mal. Salí de allí sin que termináramos de hablar.

Kendra se enfadó por esa noticia. Sabía que lo único que buscaba Connor era envolverla de nuevo para seguir aprovechándose de ella.

Nunca le daría el amor ni el puesto que se merecía, solo quería saciarse de ella, sin asumir más compromisos porque no estaba dispuesto a enfrentarse a su familia.

—No puedo decirte que no vayas a esa reunión porque ya no puedo negarte nada. Solo te pido prudencia —dijo poniéndose de pie con ayuda de su bastón—. Ahora eres una mujer casada, Brianna. Aunque este sea un matrimonio por conveniencia, es una responsabilidad que asumiste.

Se marchó luego de decir aquello, dejando a su hija con más pesos sobre sus hombros y preocupaciones rondándole la cabeza.


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