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Capítulo 17. Acorralada.

Brianna terminaba de preparar el vestido que se pondría esa noche cuando recibió una llamada a su teléfono móvil.

Se apresuró por responderlo pensando que sería Lynette, estaba ansiosa por hablar con su amiga para contarlo sobre lo sucedido con Trevor la noche anterior, que la había dejado con las emociones a flor de piel.

No había un solo momento del día en que no pudiera pensar en él, en la calidez y ternura de sus manos, así como de sus besos implacables y sedientos.

Al ver que se trataba de un número desconocido se extrañó, respondió la llamada con cierto recelo.

—¿Sí?

—Necesito verte ahora mismo.

El corazón de Brianna se detuvo un instante. Era la voz de Connor, oírla agitó un sinfín de emociones en su interior y erizó toda su piel.

—¿Quién te dio mi número?

—Eso no importa, necesito verte ya mismo. Estoy en el estacionamiento de una cervecería en la calle Pike, te pasaré por mensaje la dirección exacta.

—Connor, no voy a ir.

—Tienes que hacerlo.

—Déjame en paz.

—Tenemos que hablar de nuestro hijo, Brianna. —Escucharlo hablar de George como su hijo le hizo arrugar el corazón—. Tienes que venir, o te juro que la tomaré en contra de Trevor.

—¿De qué hablas? ¡Es tu amigo! —expuso indignada.

—Un amigo que me está quitando lo que amo, y no lo permitiré.

Oír de nuevo a Connor hablar de los sentimientos que sentía por ella la confundía. Desde que él se marchó y la abandonó, siempre deseó escuchar esas palabras, pero nunca llegaron, haciéndola sentir frustrada.

Ahora le daban miedo, porque no era una mujer libre para responder a ellas.

—Connor, por favor, tiene que existir una forma de que esto no afecte a nadie más.

—La habrá si vienes a verme —apuntó él con firmeza—. Sé que lo de ustedes es un matrimonio por conveniencia y si esa noticia llega a salir a la luz, los negocios de Trevor se vendrán abajo. Si deseas evitarlo, ven a verme.

El miedo la embargó, no podía permitir que Trevor perdiera todos los esfuerzos que había logrado con Nakamura, así que aceptó la propuesta y enseguida se alistó para ir a ese encuentro.

Connor la esperó en el estacionamiento como lo había prometido. Apenas ella bajó del taxi, quedó fascinada con su porte elegante y seductor.

Tenía la parte baja de su espalda apoyada en la carrocería de su lujoso Audi, con las manos guardadas en los bolsillos de su pantalón de diseñador y los pies cruzados.

Él era un hombre atractivo y tan seguro de sí mismo que caminaba con un andar altivo y orgulloso.

Sus cabellos rubios brillaban con la luz del sol haciendo resaltar su belleza, pero lo que más la hipnotizaban, era la intensidad de sus ojos verdes. Esos que por un tiempo se habían convertido en el faro que iluminaban su camino.

Enseguida Connor se movió de su sitio para acercarse a ella al verla. Tuvo ganas de abrazarla y besarla como saludo, pero Brianna lo obligó a mantener las distancias.

—¿Cuánto tiempo durará esta pantomima? —preguntó molesto, dolido por el rechazo.

Como ella no le respondió, él se dirigió al interior de una cervecería, donde se sentaron en un rincón apartado.

Brianna lanzó una mirada inquieta al lugar. A pesar de que Connor había elegido una mesa alejada del bullicio, no era un sitio discreto para el tipo de conversación que mantendrían.

Pero esos lugares eran los preferidos del hombre. Llenos de gente, de alegría, excesos y derroche.

—Estás hermosa —dijo una vez que la camarera puso dos jarras de cerveza en su mesa.

La empleada intentó coquetear con él, Brianna lo notó, pero Connor parecía no tener ojos para nadie. Solo para ella.

—¿Qué es lo que quieres?

—Que retomemos nuestra relación.

—Soy una mujer casada —dijo con molestia.

Él apretó la mandíbula con enfado.

—Ese matrimonio es una mentira.

—Es un matrimonio de verdad. Fue mi decisión y debes respetarla.

—No lo amas, nunca lo amarás —aseguró severo antes de darle un trago largo a su cerveza.

Brianna respiró hondo.

—Connor, lo que suceda o no con mi vida no te compete. Si me citaste aquí por George, bien, hablemos de él, pero deja de meterte con mi matrimonio.

—Quiero conocer a mi hijo y que él sepa que soy su padre.

—Tiene nueve meses. Lo que le digas ahora no lo recordará.

—Por eso lo quiero siempre a mi lado, para que nunca olvide quien soy. —Eso angustió a Brianna, le confirmaba su sospecha de que Connor deseaba quitarle a su hijo—, pero también te quiero a ti. ¡Eres la madre de mi hijo, mi mujer!

Aquello último él lo dijo con una intensidad que la abrumó y la puso nerviosa. Por instinto miró en todas direcciones para asegurarse que nadie los había escuchado.

—Hablaré con Trevor para que establecer fechas y un horario de visitas que...

—¡Él no tiene por qué meterse en este asunto!

—¡Es mi esposo y ahora yo vivo en su casa! —respondió al rozar los límites de su paciencia.

No solo le irritaba el tono en que Connor le hablaba, sino la forma en que la atropellaba interrumpiendo sus explicaciones.

El hombre se pasó ambas manos por los cabellos para calmar su ansiedad.

—¿Qué pasó, Brianna? ¿Cómo pudiste olvidarme tan pronto?

—Fuiste tú quien lo hizo. Me engañaste con otra mujer.

Su reproche le golpeó el alma.

—No te engañé, fue un maldito error que estaba resolviendo cuando te enteraste —dijo, al recordar que ella se había enterado de todo al escucharlo discutir con esa otra mujer por teléfono móvil, en el departamento que compartían.

Aquella terrible equivocación le costó su relación.

—Te acostaste con ella y no una, sino varias veces. ¿Cómo puedes decir que me amas y compartir con otra?

—¡¿Por qué te amo solo a ti?! Con ella solo fue una maldita...

—Fueron varias ocasiones, Connor —siguió ella al ver que el hombre callaba—. Días en los que yo te esperaba en casa con la cena lista y preparada para consentirte. Muchas veces pensé que no volvías porque tenías problemas con tus padres, porque sé que ellos no aceptaban nuestra relación. Por eso nunca te presioné.

Él gruñó maldiciones al recordar ese asunto.

—Lo siento, Brianna. Yo... hacía lo que podía con toda la mierda que tenía encima.

Al ver los ojos de Connor inundado con lágrimas de dolor y rabia, ella se conmovió. El padre de Connor era un hombre con un gran poder de influencia en la ciudad y deseaba que su hijo lo secundara.

Había preparado un matrimonio para él con la hija de un poderoso banquero, enlace que elevaría el estatus de su hijo y el de él mismo si se daba. Por eso obligaba a Connor a mantener una relación con esa chica, a pesar de saber que su hijo estaba con ella.

El hombre nunca la aceptó por no tener dinero ni posición social que pudiera beneficiar a su familia.

—Ya es el pasado, Connor. Vamos a olvidarlo.

—No. No es el pasado. Es lo que marca nuestro presente —dijo soberbio—. Yo ya no estoy con ella, me fui para dejarle en claro a mi padre que no aceptaba ese enlace y que haría mi vida por mi cuenta. Tuve que esperar un tiempo prudente para que él olvidara el asunto y esa mujer pasara de mí.

—¿Y te fue imposible comunicarte conmigo en ese tiempo y decirme tus planes? —reprochó ella—. Pensé que la persona que debía olvidarse de todo y pasar de ti era yo, no ellos.

—Brianna, no lo hice para no hacerte sufrir más y para que mi padre viera que de verdad yo estaba decidido a no seguir sus planes, pero tampoco los míos. Si él te veía esperanzada, no confiaría en mis acciones.

Y aquello era cierto. El padre de Connor en dos oportunidades la buscó para interrogarla sobre su hijo, pero al ver el dolor que ella mostraba por la partida de él pronto decidió no acosarla más.

Por suerte nunca se percató de su embarazo.

—Sea lo que sea, Connor. Quedé sola y con la vida fragmentada, y no solo por tu partida. Tuve que salir adelante sola, cargando con mi hijo y con la terrible enfermedad de mi madre. Trevor apareció para darme una mano con eso, no me reproches por seguir adelante con mi vida.

Él la observó en silencio un instante. Se notaba tenso, inconforme.

—¿Eso te ofreció él? ¿Dinero a cambio de un matrimonio para asegurar el éxito de su firma de abogados?

Ella empalideció por la referencia.

—Déjalo en paz, es tu amigo. No tienes nada que reprocharle.

Connor emitió una risa de burla.

—Tiene a mi mujer y a mi hijo atados a un maldito contrato.

—Deja de decir que soy tu mujer, me dejaste hace mucho. Y en cuanto a George, ya te dije que podemos establecer una rutina discreta para que lo veas...

—¡¿Discreta?!

Esa nueva interrupción de Connor la enfadó.

—Si no me dejas completar las ideas, no podremos llegar a ningún acuerdo.

—No aceptaré ese tipo de acuerdo. Quiero que salgas de esa casa con George y te vengas a vivir conmigo.

—¡No puedo hacer eso!

—Pero lo harás —dictó, aunque pronto se relajó al verla tensa y con ganas de marcharse.

Tomó una de sus manos entre las suyas y la acarició con dulzura. Sonrió al ver que ella se lo permitía, aunque algo asustada, pero igual dejaba que él la agasajara con sus caricias.

—Lo siento mucho, Brianna. He pasado cada minuto de mi vida lamentando haberme alejado de ti. Me hiciste mucha falta.

Ella se conmovió tanto por sus palabras que estuvo a punto de llorar. Le costaba evitarlo.

—Connor, por favor...

Él se inclinó hacia ella, tan rápido que le fue difícil esquivarlo. La besó con tanta necesidad que brotó de su interior todos esos recuerdos maravillosos del pasado, cuando compartían la misma cama y respiraban el mismo aire.

Al ver que ella no se oponía, Connor profundizó el beso, haciéndolo más urgente.

El sonido de botellas y cristales que chocaban entre sí en las cercanías la hizo reaccionar.

Asustada, se apartó de él y miró el lugar donde se hallaba: un bar público, a la vista de cualquiera.

—No vuelvas a llamarme —exigió roja por el deseo y por la ira y se liberó de su agarre—. Soy una mujer casada.

Tomó su cartera y salió a las carreras de allí.

—¡Brianna! —la llamó Connor, pero ella no atendió su súplica.

Escapó de su lado sintiendo en su pecho el ardor del arrepentimiento y en sus ojos, cientos de lágrimas de amargura.


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