Capítulo 14. El punto de no retorno.
Trevor llegó a la mansión cerca de la medianoche. Se sentía muy cansado, tanto física como mentalmente.
El tequila que Joey le invitó en el restaurante aplacó los sentimientos de rabia y frustración que sentía, pero despertó en él un pesar que había creído superado.
Una soledad que le carcomía las entrañas desde muy niño y nunca había logrado borrar de su existencia.
Por la muerte de sus padres se volvió un chico tímido y cerrado, su abuelo asumió el cargo de su crianza, pero él también había enviudado poco antes.
Ambos eran dos almas heridas por las pérdidas que trataban de darse consuelo mutuo, no siendo suficiente.
Trevor se enfocó en formarse y Albert en hacer crecer su firma de abogados. Para cuando se convirtió en un abogado exitoso y respetado su abuelo enfermó, siendo necesario hablar de una sucesión.
Nunca tuvo oportunidad de pensar en su vida personal, de construir relaciones estables más allá de las que tenía con sus amigos y socios.
Las mujeres solo iban y venían, saciaban su placer pero ninguna se quedaba.
Él no les insistía y ellas nunca mostraron más interés que el sexual. Por eso siempre había estado solo y distante.
Naomi fue la única que compartió más tiempo con él, pero lo de ella fue producto de una obsesión enfermiza que a Trevor casi le costó la vida.
Pensó que con su matrimonio por conveniencia con Brianna, al menos, obtendría algo de compañía, pero la mujer resultó más complicada que el resto de sus amantes.
Por eso estaba siendo atormentado en ese instante por un vacío que nunca supo llenar en su corazón.
Mientras otros peleaban por lo que amaban, él seguía solo, cuidando lo único que sentía suyo: su éxito profesional.
Quedó paralizado en el pasillo que dirigía a su habitación al ver a Brianna esperándolo. La mujer estaba descalza, vestida con un ligero camisón de seda que colgaba de su cuerpo como si fuese una suave bruma.
Sus cabellos largos y ligeramente rizados los tenía sueltos. Abrazaban sus hombros y su cintura con delicadeza.
Parecía preocupada, pero en sus ojos podía notarse además, un brillo de determinación que a él le produjo un estremecimiento.
—Hola —saludó ella con timidez cuando él se aproximó—. ¿Podemos hablar?
Él suspiró hondo frente a su propuesta.
—¿Puedo primero cambiarme de ropa? —preguntó, desanudando el nudo de la corbata. Se sentía asfixiado.
Brianna asintió y lo siguió hasta su habitación.
Trevor abrió la puerta y esperó a que ella entrara para él luego pasar.
Había dicho que la seduciría para lograr que lo apoyara en su plan de adoptar a George, pero debía reconocer que ya tenía esa batalla perdida.
Esa mujer lo tenía seducido por completo, con su belleza y ternura.
Cerró la puerta con cerrojo y lanzó la chaqueta de su traje en un sillón cercano. Terminó de quitarse la corbata de camino al vestidor y abrió los botones de los puños de su camisa estando dentro, pero se detuvo cuando Brianna apareció frente a él y suplantó sus dedos afanosos con los de ella.
Uno a uno la mujer fue abriendo los botones de su camisa, avivando en Trevor un ardor que amenazaba con volverse incontrolable.
—¿Qué haces? —preguntó, con su mirada enfebrecida clavada en ella.
—Te ayudo a desvestirte. ¿Eso no es lo que hacen las esposas?
Él evaluó su semblante. Brianna estaba ansiosa, pero también asustada, parecía una joven virginal en su primera noche con un hombre.
Al recordar que ella no era nada de lo que aparentaba sintió amargura y se esforzó por no imaginar las manos de su amigo rodeando su cuerpo sensual o hundiendo su rostro en sus abundantes y sedosos cabellos.
La rabia amenazó con cegarlo, pero cuando ella logró abrir su camisa y miró con ojos fascinados su pecho desnudo, las imágenes anteriores se borraron de su cabeza como un soplido.
Su cuerpo entero se tensó por culpa de una poderosa excitación. Soltó por instinto lo que tenía en las manos y las llevó a los brazos de ella.
Se erizó al tocar su piel suave y los mechones sedosos de su cabello. Tomó uno con delicadeza y lo frotó para degustarse con su textura ligera y sedosa.
—¿Esto lo haces solo por George?
No pudo evitar preguntar, experimentando una vez más un oleaje de rabia en el pecho.
—No. Lo hago por mí. —Lo miró a los ojos, para demostrarle el fuego del deseo que llameaba en su interior—. Desde que te conocí soñé con hacerlo algún día.
Esa confesión lo estremeció y por instinto llevó una de sus manos a la cara de ella, para acariciarle con dulzura una mejilla.
Al sentir el tacto cálido de su palma, Brianna se acurrucó como si fuese una gatita en busca de cariño. Cerró los ojos y hasta sonrió complacida, algo que aumentó las ganas de Trevor.
—Estoy llegando al punto de no retorno, pero no quiero seguir adelante con algo de lo que luego te arrepentirás.
Brianna lo observó con las emociones empapando sus pupilas. Era cierto que había ido allí para seducirlo y así lograr que él la ayudara a defenderse de Connor y conservar a su hijo. Estaba dispuesta a lo que sea por George.
Pero al verlo con su porte atractivo y seductor acercándose a ella, a la vez que mostraba un cansancio y una tristeza capaz de doblegar su corazón, no pudo evitarlo.
Todo el deseo y la necesidad que sentía por él brotó de su piel y aceleró el palpitar de su corazón.
Trevor poseía una belleza y una arrogancia que la tenía hechizada, por eso no dudó en aceptar su oferta de matrimonio a pesar de que aquello significara una locura.
Odió que la aparición de Connor la hiciera sentir confundida, y hasta arrepentida, pero olvidó todas sus inseguridades al tener al alcance de su mano el cuerpo ardiente y perfecto de Trevor.
Estaba atrapada por su presencia, por la intensidad de su mirada y por su aroma cautivador. Lo deseaba, con intensidad, anhelaba que la envolviera en una red de la que sería difícil escapar, porque no quería hacerlo.
—Eres un pecado del que jamás me arrepentiría.
Él no pudo más y bajó el rostro en busca de su boca. Estaba hambriento por sus labios sonrosados y húmedos. Anhelaba enredar su lengua en la de ella y acariciarla hasta arrancarle alaridos de placer.
Y eso hizo.
Apenas probó sus besos, ardió en su interior un fuego devastador. Con ambas manos apresó su cabeza y lo profundizó para tomar todo de ella, hasta el más débil suspiro.
Brianna no quedó inmóvil, con torpeza llevó sus manos al pecho de él para acariciarlo y disfrutar de la textura de su piel, cubierta por un suave vello oscuro.
Terminó de sacarle la camisa del pantalón y rodeó su cintura con sus brazos buscando pegar su cuerpo al de él y quemarse con el calor que emitía.
Trevor gimió cuando ella le arañó la espalda, superado por las sensaciones que aquella mujer le provocaba. Estaba ansioso por tenerla desuda y conocer hasta el rincón más apartado de su piel.
El apetito voraz que sentía por ella le concedió el poder necesario para cargarla y llevarla en brazos a su cama. La depositó con suavidad sobre el colchón y miró satisfecho su rostro embriagado por el placer que él le había otorgado y sus labios hinchados por culpa de su boca.
Se desvistió con rapidez, viendo como ella hacía lo mismo.
—Ya no hay vuelta atrás, Brianna. No puedo retroceder en este punto —dijo, al observar su cuerpo desnudo y dispuesto. Ya listo para él.
—Hazme tu mujer, Trevor —pidió ella y alzó los brazos por sobre su cabeza ofreciéndose entera.
Él bajó enloquecido por su belleza y se perdió en el interior de ese cuerpo frágil y exquisito que latía a su mismo ritmo y ardía con su misma intensidad.
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