
10: Sólo amigos
Pasaron unos días. Micaela estaba andando con Eliot por el campus, y Ana la vio de lejos.
—¡Mica! —gritó— ¡Aquí estoy!
—Ana, ¿qué querrá?
—Tendrás que ir a verla o seguirá gritando desde allá —le dijo Eliot.
—Sí —rió un poco—, te veo luego.
Él sonrió y se fue. Micaela se fue a donde Ana, y ésta la abrazó.
—¡Amiga! —la soltó— ¡Era para que vinieras con él!
—Es mi amigo —aclaró otra vez—. No lo ofreceré a nadie, ni a mí, decidí que será mi amigo, y es así como lo he visto desde hace días.
Ana suspiró.
—Mi bobita amiga, tú le gustas —aseguró.
—¡Deja de decir eso! Claro que no, sólo tiene ojos para su novia.
—Bueno, bueno, no lo digo más. Es tu amigo.
—Así es…
Ana puso una sonrisa sospechosa, Micaela se preguntó qué pasaba, pero antes de que volteara, alguien le tapó los ojos por detrás.
—¡Ay no! Detesto este juego —refunfuñó.
—Vamos —la animó su amiga—, sé que adivinarás quien es.
Ella se detuvo un segundo y entonces lo supo.
—¡Gabriel! —dijo y él la soltó.
—¿Cómo supiste?
—¿Cómo no reconocer tu perfume, hombre?
El rubio soltó una leve carcajada.
—Sí, has estado lo suficientemente cerca de mí…
—Hey —ella se ruborizó.
—Micaela ¿me presentas a tu amigo? —intervino Ana.
—Ah, cierto, Gabriel ella es mi amiga Ana, la loca.
—Mucho gusto.
—De igual manera.
Ana se derritió por dentro y Gabriel volvió su atención hacia Micaela.
—Bueno, ya que estoy de pasada, ¿no quieres tomarte un jugo conmigo?
—Bueno —se encogió de hombros—, ya qué.
Se fueron y Ana quedó con la boca abierta.
—Yo estaré aquí… sola… Se fueron sin mí, qué mala amiga…
Micaela y Gabriel llegaron al cafetín, ella notó que algunas chicas volteaban a mirar al muchacho. Se sentía rara cuando las chicas miraban a Eliot, aparte de sentirse odiada además, y ahora con el rubio, le sucedía igual. Pero decidió que le gustaba ser envidiada.
—¿Deseas algo más aparte de jugo? —le preguntó él.
—Ahí está bien, gracias.
—Ah —sonrió—, chica light.
Micaela rió.
—Claro que no, sólo que ya he tomado desayuno.
—Sí, claro.
Ella se detuvo a pensar en que él tenía una sonrisa muy seductora, les trajeron los jugos y dejó de pensar en esas cosas raras. Estuvieron conversando tranquilos por un rato.
—¿Cómo van las cosas con él? —le preguntó Gabriel.
Ella se sorprendió un poco ante el cambio en su tono de voz, de amable a serio.
—Bi-bien, todo bien, ¿por qué?
—¿Le has dicho que te gusta?
—No… Ya no me gusta. Es decir, ahora lo veo como amigo y eso es todo, estoy bien así.
—Eso es bueno, las chicas que se enamoran de chicos con novia no son de fiar, no me agradan.
Micaela se sintió ofendida.
—Bueno, no sabía que aún estaba con ella, además, nunca pedí agradarte.
—Bien.
Quedó mirándolo algo sorprendida. Él la veía de forma seria, su mirada azul le abrumaba, pronto dejó de mirarla y sacudió un poco la cabeza.
—Bueno, es algo tarde, debo irme. Gracias por acompañarme.
Se levantó y se fue. Micaela quedó aún más sorprendida. Resopló. Con razón Jadi paraba de malas, estando al lado de alguien tan chiflado.
Ditmar y María entraron al cafetín.
—¡Hey chicos! —los llamó.
—Haz como que no la viste —susurró María.
—¡Hola! —la saludó Ditmar sin hacerle caso a su acompañante— ¡Ya vamos!
—¡Oye! —reclamó ella.
—No seas huraña y muévete.
Fueron a sentarse con ella y se percataron de los dos vasos sobre la mesa.
—¿Estabas con alguien? —preguntó el chico.
—Sí, estaba con Gabriel, pero ya tuvo que irse.
—Estaba con Gabriel —le dio un ligero golpe a María por debajo de la mesa.
María reaccionó.
—Qué bien, es bueno hacernos amigos todos ¿no?
—Sí.
Ambos se rieron de forma rara y algo forzada. Micaela estaba confundida pero sonrió.
—Ustedes fueron novios, ¿verdad?
Enmudecieron.
—Sí, hace tiempo —respondió él—. ¿Te lo dijo Eliot?
—Sí, pero ya lo había deducido también.
—¿Por qué?
—Porque los he escuchado discutir cuando estábamos en los otros planetas.
—Es verdad —asintió y rió un poco.
—Pero veo que siguen juntos.
—Es cuestión de costumbre creo yo —dijo María—, siempre nos llevamos bien, ¿por qué no seguir juntos?
—Sí —corroboró Ditmar—. Nuestra relación es bastante rara, pero así funcionamos mejor, sigo queriéndola.
—Y yo a él.
Micaela sonrió.
—Oh, qué lindo.
—Ya vuelvo, voy a pedir algo más —anunció María y se fue.
Micaela miró a Ditmar.
—Vi cómo te preocupaste por ella esa vez, te quedaste a cuidarla…
—Lo sé, lo sé —suspiró él—. Quizá la quiero más de lo que debo, pero no puedo hacer nada.
—¿Quién dice que no? Sí se puede, inténtalo.
—Sí, quizá un día —mostró una media sonrisa.
María volvió con sus pedidos.
—Bueno, yo ya acabé, los dejo, tengo clase —Micaela se puso de pie.
Ditmar la detuvo.
—¿Vamos al cine más tarde con los chicos?
—¡Genial! ¡Sí! —aceptó sonriente.
Esa tarde, Micaela llegó corriendo al cine donde habían quedado. María le avisó que Eliot tenía su entrada y ella entró. Al verla él sonrió, Gabriel estaba a su lado de espaldas, esperando a que le entregaran el combo.
—Justo que iba a avisarte Ditmar me dijo que ya te había invitado —le dijo Eliot.
—Creo ya empiezan a aceptarme ¿verdad? —comentó emocionada.
—Así parece, ¡ah! ¿No quieres pedir algo? —señaló el mostrador.
—No gracias, no suelo comer en el cine…
—Mi querida niña —interrumpió Gabriel—, si no vienes al cine a empacharte con las palomitas de maíz, mejor anda ve la película a tu casa.
Enseguida le entregaron el popcorn gigante con bebidas y golosinas. Micaela quedó con la boca abierta.
—¿Te comerás todo eso?
—Claro que no, es tuyo —lo cargó y se fue.
—¿Qué? —ella estaba asustada— Pero espera...
—Descuida —rió Eliot—, es para todos, ¿cómo crees?
—Claro. Ay, soy una cabeza hueca.
Eliot volvió a reír. Ditmar y María entraron detrás de ellos, Micaela se sentía tranquila de que ya no se sintiera rechazada. Además, podía ver y sentir a Eliot como un amigo, no sabía si le parecía pero no importaba, se sentía realizada.
Miró a sus costados y se dio cuenta de que estaba sentada entre Eliot y Gabriel. María y Ditmar siempre estaban juntos así que pensó que ese era el único lugar lógico para ella, entre dos amigos.
Se percató de que ni siquiera sabía qué película verían, pero después de un buen tiempo viéndola estaba bien entretenida, cuando le cayó un poco de palomitas de maíz, volteó y vio que Gabriel comía tranquilo. Eliot se acercó a su oído.
—No mires ahora, pero creo que María y Ditmar están abrazados —le avisó.
—Sí —dijo Gabriel—, ayúdame a arrojarles más palomitas de maíz.
—Ah, con que tú fuiste.
—Que quede claro que intentaba lanzársela a ellos.
Ella tomó un poco y les arrojó, María volteó.
—¿Quién fue?
Eliot, Gabriel y Micaela hacían como que nada había pasado, completamente concentrados en la película.
Después de eso, salieron.
—Y bien, ¿quieren comer algo? —les preguntó Gabriel.
—Pero si ya comiste en el cine —refutó Micaela.
—Si no te empachas con el combo del cine y no comes más luego, mejor quédate en tu casa.
—Por dios… ¿cuál será tu filosofía de vida?
Rieron.
—Así es él… igual… yo también tengo algo de hambre aún —dijo Eliot.
Micaela sintió que el estómago le pedía algo más también, casi no había comido lo del combo. Sonrió y aceptó.
Más tarde, esa noche, llegó a su casa feliz.
—Te veo contenta hoy, ¿algo especial pasó? —quiso saber su hermana.
—No, nada, eso es lo que me tiene satisfecha. Que hoy no esperé nada, y me siento bien así.
—Um… Hay gato encerrado ahí, apuesto a que si él hace algo, todo lo que sentías volverá en un saz.
—Él no hará nada, es mi amigo, ya no te hagas ilusiones.
—Yo no, ¿pero tú? —Micaela negó, aunque con algo de duda— Entonces bien
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