Capítulo 23
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«NUESTRA»
Ya no tengo voz ni voto.
No me reconozco.
No sé quién es esta chica que se duerme desnuda en su cama, o se mira al espejo y masajea las tetas con morbo, o se deja tocar por las noches, o se excita con las yemas de los dedos de distintas manos de cuatro hombres, que se aprovechan de su inestabilidad y falta de contacto con el mundo exterior.
Oh, Dios, el mundo.
He olvidado cómo se siente la brisa fresca sobre mi piel, que no sea a través de mi ventana, o la sensación corporal en mi aumento de temperatura, cuando la luz del sol ilumina mi rostro. No confían en mí lo suficiente para que salga, al menos al patio trasero por un poco de aire fresco.
He pasado dos semanas en este infierno.
He hecho de todo para no sucumbir, pero al final lo hice. He intentado no volverlo a hacer, pero mi cuerpo no obedece mis instrucciones, menos cuando los tengo enfrente. Algo en mí no funciona adecuadamente.
Mi mente está descompuesta, mi cuerpo arde en deseo, sólo quiero que ellos me toquen, me hagan suya, me besen o pongan su miembro cerca de mi entrada para tentarme y torturarme, pero nunca para penetrarme.
Oh, carajo, ¿cómo me pueden gustar estas cosas?
Estoy mal, de verdad.
Por un lado me excitan, por el otro me indignan sus toques o roces hacia mi cuerpo. Pero por otro lado, en el ámbito morboso que jamás me ha parado de atraer y seducir, no sé qué pensar.
Como ahora, que estoy semidesnuda, sólo con el maldito calzón puesto, boca abajo, llorando en silencio, mientras el alcohólico de ojos verdes, me besa las piernas desnudas y las nalgas cubiertas por la sensible tela blanca de mi trusa.
Ni siquiera me drogó el castaño, simplemente entró, empezó a platicar conmigo como si fuera un día cotidiano, y yo no estuviera secuestrada por su obsesión, sino como una chica normal que recibe a un viejo colega de la universidad.
La universidad...
Desgraciadamente me recuerdo que jamás entraré a un lugar con campus, o tendré más compañeros de los que ahora olvido con el pasar de los días.
Carlos...
No es infidelidad, ¿verdad? No cuando ellos me obligan a sucumbir ante mis más fuertes deseos sexuales. Jamás creí que me gustaría ser una sumisa.
Sin embargo aquí estoy, recibiendo lo que mi perversa mente siempre soñó en silencio, probando lo que jamás creí que se sentiría tan bien en una situación de vida o muerte como ésta.
Sus dedos recorren y exploran la sensible piel de mi espalda, y sus besos me hacen el amor. Su aliento alcoholizado se impregna en mi cuerpo, y sus labios me dejan sabor a vino. Huele a uvas, el condenado.
Sus manos acarician mi cintura y costillas, se meten bajo mi cuerpo y tocan con mimo mis senos. Mi respiración y la suya sufren las consecuencias de un tacto mesurado, pero con segundas intenciones. Oh, mierda. Su palma se cuela en mi teta, y siente mi sensible pezón, que se eriza a cada segundo por un contacto suyo.
Calor...
Intento suprimir mis emociones, pero me es imposible no divertirme en el ojo del huracán.
Estoy hirviendo...
Su aliento me encanta, golpea sin piedad mis hormonas y enciende ese puntito que sólo sirve para darle placer a mi cuerpo.
—¿Te gusta? —susurra en mi oído, mientras lo mordisquea suavemente—. Te gusta que te toque, ¿no es así?
Me pierdo en su ronca voz, cada palabra suya me embriaga.
Asiento en respuesta, ¿para qué mentir?
—¿Quieres que te coja por el culo? —me pregunta, antes de tomar la iniciativa. Al menos él me preguntó, no es como el psicótico del rubio que entra sin aviso.
—Sí... —musito.
Ya me han penetrado por ahí antes. Mike lo hizo. Así que no hay problema con el dolor inicial del sexo anal.
De repente, oigo pasos por la alcoba que distraen mi atención de mi segunda vez, sigo mis instintos y encuentro unas piernas desnudas junto a un miembro masculino... Oh, Dios. Un pene aparece en mi campo de visión. Es el moreno de nombre Donnie.
Oh, Dios... ¡Está completamente desnudo!
Me mira, sus ojos en mí. Una sonrisa ladina se dibuja en su rostro, y se arrodilla para encararme en esta posición comprometedora.
Me quedo muda.
¿Donnie? ¿Qué hace aquí? ¿Cuándo entró o se quitó la ropa? Y lo más importante de todo, ¿por qué no estoy enojada o tímida con su llegada? ¿Por qué me excita su presencia en mi cuarto?
Tan rápido como llegaron esas preguntas sin respuesta a mi cabeza, se esfuman con un solo toque de sus dedos gordos. Su mano acaricia tiernamente mi mejilla, y yo cierro los ojos en un disfrute cariñoso. Su pulgar hace círculos en mi piel, mientras Allen se quita los bóxers y me arranca los calzones.
Suelto un respingo, que me hace abrir los ojos.
Miro a Donnie, no hay muestra alguna de celos en su mirada, en su lugar me sonríe a modo de aprobación.
«Esto está bien. Esto es correcto», es lo que su mirada me transmite, cuando conecta con la mía.
—¿Puedo cogerte yo también, amor? —me pregunta con voz tierna.
El afable trato que sufre mi pecho me libera de las dudas, y me convierte en una chica más de ficción que se deja llevar por una vez en su vida, junto a nuevas aventuras en la cama con distintos hombres "enamorados" de ella.
Asiento en respuesta, y me dejo guiar por sus expertas manos, las de estos dos hombres que se mueren por mis huesitos.
Allen me nalguea, una sola vez, con rudeza, y de un movimiento me voltea sobre el colchón. Mi cuerpo desnudo lo saluda, y él lo observa pecaminoso mientras se relame los labios hinchados por tomar tantas copas de vino. Ni siquiera me cubro. No tengo pudor cuando se trata de la intimidad, al menos no con ellos.
Además, ya me han visto desnuda, no tengo nada que ocultar.
Mis manos se quedan estáticas, a los costados de mi cuerpo, y Allen me abre las piernas con facilidad.
Estoy húmeda, eso sería imposible de ocultar.
Donnie sube a la cama, después de pasar varios segundos merodeando mi desnudez con sus oscuros ojos de ajedrecista, y una parte de mí asume que tiene miedo de cumplir esta estúpida fantasía.
¿Y si no lo hago bien?
A mi izquierda, un costado del colchón se hunde. Mis ojos se posan en el causante, y me sorprendo al ver a Jared totalmente desnudo, en la misma cama que Allen y Donnie... conmigo.
Pero..., ¡¿qué carajo's?!
Veo a Allen y a Donnie, y de nuevo no veo mueca alguna de desagrado o desaprobación en sus caras. Es como si entre ellos se excitaran verse con intenciones de cogerme a la vez.
El rizado le sonríe a mi cara de confusión, —Mi vida, eres tan hermosa.
Jared...
—No puedo esperar a hundirme en tu preciosa virginidad.
¿Qué demonios hace él aquí?
No me muevo, no puedo. Es como si estuviera atada a la cama, pero sin tener amarres en las muñecas. Mi cuerpo no me responde. ¿Por qué no puedo moverme?
—Jared... —lo llamo, pero mi voz sale ahogada.
Mi rizado novio se lleva el dedo índice a la boca, pidiéndome silencio, mirándome como si necesitara guardarle un secreto.
Me callo las preguntas, cuando se acerca e inclina poco a poco a mí, mientras me inspecciona con sus dulces ojos ámbar.
Me empieza a besar, lo hace con ahogo y prisa, como si ésta fuera nuestra única vez en la vida o quisiera grabar la forma de mis labios o el sabor de mi boca para el resto de la eternidad.
Me humedezco sin remedio. Mi vagina se contrae. Quiero cerrar las piernas y aliviar el dolor por mi cuenta, pero las manos demandantes de Allen no me lo permiten. Como lo odio. Mis caderas van de arriba abajo en busca de alivio, hasta que mis plegarias sexuales son escuchadas. Un consuelo invade mi vientre, cuando siento los dedos callosos de Allen entrar en mí, y presionar mi hinchado clítoris con su pulgar.
Un gemido sacado de la boca de mi estómago escapa de mi garganta, y es tragado por la pequeña boca de Jared mientras nuestro juego de lenguas continúa humedeciendo mis labios vaginales.
Cuando parece satisfecho con mis labios, una bocanada de aire —que no sabía que tenía la necesidad de inhalar—, aborda mis pulmones.
Respiro en un agitado intento por recuperar el aliento, mientras Jared besa mi cuello, y Donnie juega con mis tetas. ¡Y yo no sé qué es mejor! Si la emoción de la intriga o el morbo de ser observada por tres idiotas que juraron enamorarme.
Los pulgares de Donnie miman la carne de mis picos con ligeros roces de presión, mientras Allen continúa dándome placer, y Jared sólo me mira con intriga cualquier mínimo gemido que escape de mi boca.
Mi espalda se arquea, mis ojos se cierran, mi cuerpo entero suplica, y yo respiro aliviada mientras el placer abunda mi vientre y golpea con fuerza mi pecho.
Estoy a punto...
Me retuerzo, y sé que el orgasmo está cerca. Se avecina, y una parte ellos lo intuyen, por eso me animan a que termine con palabras y blasfemias, que me prenden todos los circuitos antes desconectados por mi falta de conocimiento en el sexo.
Muerdo mi labio inferior, y me libero de esa irritante sensación en mis partes más sensibles.
Oh, Dios.
Se sintió genial. Ellos me hicieron sentir gloriosa.
Una ligera capa de sudor se manifiesta en mi cuerpo, cuando Jared toma mis brazos y me obliga a incorporarme. Me he convertido en una muñeca de trapo con hilos en sus muñecas y tobillos. Su mano acapara mi rostro, y su pulgar acaricia con ternura mi mejilla.
Me dejo llevar por la delicadeza de su tacto, y mi frente y la suya descansan una sobre la otra. Es cálido. Me da un beso en la frente, y las manos de Donnie toman mis hombros y sustituyen el lugar de Jared. Por detrás siento a Allen, y sé de inmediato lo que se avecina.
No tengo que adivinarlo.
Donnie me mira, serio. Puedo ver la pequeña duda en sus ojos, cuando sus absorbe los míos por entero con un solo vistazo. Allen, por el contrario, ya tiene ambas de sus manos en mis caderas, listo para penetrar mi débil culito.
—¿Quieres esto? ¿Estás segura? —me pregunta.
No respondo, sólo lo beso. Lo atraigo hacia mí y mi boca y la suya se devoran. Sus llenitos labios son deliciosos, saben hacer su tarea. Allen me masajea con su mano libre uno de mis hombros, y con la otra me manosea los pechos. Me abraza la espalda, para hacerme saber que también está gozando.
Donnie me besa, sigue masajeando su lengua con la mía, hasta que me trepa encima de él, y su caliente y dura erección golpea fuerte mi virgen entrada.
Grito en sorpresa, y un ardor en mi vientre que altera el placer que sufre mi ano, me maldice poco a poco hasta que lo siento entrar en mí por completo.
—Oh, carajo... —mascullo, y un azote a mi trasero me deja perpleja.
Allen tira de mis rizos sin cuidado, dejando mi espalda en su tonificado pecho, y su aliento me golpea el oído izquierdo.
—No maldigas, Madame. No me gustan las palabritas que dices —me avisa, y yo me excito en vez de encabronarme.
—Vete a la mierda —blasfemo en un ataque de éxtasis, y Allen me nalguea con rudeza en respuesta.
Me deja ir, empujándome hacia su hermano. Donnie sostiene mi mentón y me obliga a mirarlo. Allen no me suelta o se aparta en ningún momento.
—Una palabra más y te partiremos en dos —me amenaza.
Me muerdo la lengua, porque si son capaces de secuestrar, humillar, torturar, también podrían violarme, y extralimitar ese limite en su cordura sería el detonante que mi corazón no soportaría.
Así que con todo el dolor en mi orgullo, cierro la boca.
Pero la vuelvo a abrir, cuando ellos empiezan a moverse.
—Ah... —gimo en silencio.
Ambos de los hombres que más detesto en esta vida están moviéndose en mi interior, consumiéndome lentamente, yendo despacio y con cuidado, sintiéndome con total plenitud y sin ningún plástico rodeando sus penes mientras ambos continúan su dulce asalto.
Soy moldeable para ellos, me manejan a su antojo. Mi frente se recuesta sobre uno de los hombros desnudos y fornidos de Donnie. Las manos de Allen exploran la piel de mi espalda. Las mías forman dos puños silenciosos que se aferran a las sábanas ya manchadas de mi sangre.
Siento la palma de la mano de Jared sostener mi rostro, brindándome el consuelo y amor que mi sensible cuerpo necesita, mientras ellos continúan cogiéndome en sincronía.
Por Dios, ¡esto se siente delicioso!
El ritmo sigue igual, no cambia, y me alegro de eso. No quiero que me partan en dos, como había amenazado Donnie. Esto es soportable para mi inexperto sexo. Y extremo para mis adentros.
Podría venirme fácilmente con esto... si las circunstancias fuesen diferentes.
Pero no..., porque ellos me tienen como a su objeto sexual, y cuando ellos terminan en mi interior, me derrito con las emociones sufridas en mi corazón.
Donnie se deja caer, conmigo y Allen en la cama, mientras los tres continuamos unidos hasta que sus miembros disminuyan su tamaño.
Me duele mi culito y mis rodillas.
El sudor que emana mi cuerpo es muestra de mi disfrute con dos de ellos, dos hombres que me han marcado para siempre, que se han llevado mi primera vez.
Hace calor. Mi cuerpo está matándome. Ellos me han hecho esto.
Jared se recuesta a nuestro lado, apoyando su codo en el colchón, observándome y admirando la escena que los tres causamos con nuestra unión, y una sonrisa sincera se dibuja en su rostro.
Lo miro, pasados los segundos post-sexo, y mi mano busca y toma la suya. Coloco su palma en mi mejilla, dándole a entender lo que quiero, y él me atiende con cariño.
No hice el amor con él, pero no dejó de verme en todo momento. Creo que no necesitamos tocarnos para experimentar lo que habita en nuestro cuerpo.
Mis oídos capturan el sonido de unos pasos tranquilos entrar a la habitación. Abro los ojos, y busco con la mirada al causante del ruido.
Ahogo mi furia, cuando veo al problema viviente de mis pensamientos más oscuros.
Su sonrisa clandestina me saluda.
—¿Ya ves? Te dije que ya querrías.
Ahogo un suspiro, y entonces me desperté.
¿What that fuck?
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