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Capítulo 10

💄 JESS 💄

«NO PODEMOS EVITARLO»

Nota: A partir del capítulo 11, los capítulos serán sin editar, en borrador, como ya los conocen si ya habían leído antes esta historia. No quiero comentarios groseros, spoilers o que se ataquen entre ustedes. Seamos amables entre nosotros, por favor.

3 meses... 3 horribles y desesperantes meses han pasado desde que Neferet... Nuestra mejor amiga ha desaparecido sin dejar rastro.

«Jodida mierda...».

El primer día fue una angustia, una tortura incontrolable en la que ninguna de nosotras pudo consolarse mientras la policía, los detectives, y la maldita fuerza aérea y naval hacían su trabajo. Ret es todo para nosotras. Ret es nuestro condenado chicle, la goma de mascar que mantiene unida a nuestra hermandad. Amo a Sophia y a Mer, pero ellas no son Ret, y jamás lo serán.

Carlos estuvo inconsolable durante las primeras cinco semanas, fue un alma en pena que no comía, no bebía o se bañaba. Fue acusado de secuestro, pero por estúpidas razones que... Bruce Heathcote juró que eran verdad. «Ese bastardo». Ese hombre es un hipócrita, un cerdo, un maldito y tramposo apostador. Es un pésimo padre. No me extrañaría si, al final, resulta que fue él quien mandó a secuestrar a Ret.

Quise contarles de mis sospechas a la policía, a los detectives encargados del caso, pero no pude; pensé en mis padres, hermanitos, y en mis planes para asistir a buenas universidades, y me entró un miedo atroz por mi seguridad y futuro que... me congeló la valentía. Me dio terror que Heathcote le hiciera algo malo a mi familia, amigas, o a Carlos.

Ir en contra de los negocios de Heathcote, asegura un boleto a la funeraria.

A nadie le agrada Bruce H. Todos lo odiamos.

«¡E-S U-N I-D-I-O-T-A!».

Tenemos el consentimiento de Ret, para llamar a su padre como se nos dé la gana. Ret nos deja (ba) llamar así a su padre, incluso enfrente de ella. «Ret...». No sé si aún tengo que hablar de ella en tiempo presente, o... Bueno, aún no encuentran su cuerpo, y no estamos seguras si está muerta o no. Prefiero no pensar en eso.

Seguiré apoyando la inestable esperanza de que sigue con vida.

Ella no es cualquier chica, es fuerte, puede soportar el peso del mundo sobre sus hombros. Esa mujer es implacable. Es una de esas personas que, cualquier cosa la expresa, espeta, y grita sin miedo al qué dirán, generalmente acompaña cada palabra con una suma impresionante de groserías camioneras. Jamás oculta lo que piensa. Lo compartimos todo: maquillaje, vestidos, zapatos... A veces unos besos... Bueno, sólo besé a Ret una vez, y nos enrollamos un poco por encima de la ropa; pero jamás nos desnudamos o tocamos nuestras partes íntimas.

Carlos nunca se enteró de nuestro toqueteo inofensivo; ambas lo acordamos así. Bueno, yo lo acordé así. Bueno, las dos. Bueno... Eso creo. Cuando Ret se despertó esa mañana, fue como si no hubiera pasado nada entre nosotras; ella decidió actuar de esa forma, y yo estuve de acuerdo con su silencio.

Nunca nos volvimos a tocar, o, a besar. Pero ella no se comportó de manera extraña, o, incómoda después de eso. Fue amable, amigable, y nada tonta con mis emociones. Ninguna de las dos se lo contó a las chicas, o, me excluyó del grupo. Es una gran amiga. Así es Ret: ignora sus problemas y sentimientos hasta que estos la alcanzan. Odia el dolor. Tiene emociones extrañas y, a veces, puede caerte —y en sus propias palabras— como una patada en los ovarios. Pero es una chica increíble.

Sé que —y como lo ha dicho la policía— puede que esté... Bueno, tal vez no siga con nosotros, o, en sus cinco sentidos. Pueden pasar demasiadas cosas en tres meses.

«¡No quiero seguir pensando en eso!».

En dos semanas se cumplen 4 meses de su desaparición.

Ella no se merecía ser secuestrada, apartada de sus amigos, o, encarcelada para morir sola en una fosa. No se merece estar perdida, cautiva, o, un brutal destino. No se merece lo que le estén haciendo. Quiero que ella vuelva, la quiero a mi lado. Quiero estar a su lado.

«La amo».

Amo a Ret, y no me da pena o miedo admitirlo. Bueno, sí, me da pavor admitirlo delante de Carlos, sin ayuda de mi squad. Sé que no va a matarme, pero sí va a gritarme —por obvias razones— porque ella siempre será su novia, y yo sólo seré su amiga.

💄💄💄

Me encuentro en la entrada de la casa de Carlos. Se supone que hoy vendrían conmigo Mer y Sophia. Pero no quisieron. Ver a Carlos les recuerda lo que perdimos esa noche, y no las culpo. Todos lamentamos su ausencia de manera diferente.

Así que aquí estoy yo, en representación de las tres. Carlos está en un pésimo estado de salud mental, y me preocupa. A todas nos preocupa. No está avanzando con su vida, o, está tratando de hacer un esfuerzo para retomar sus planes.

«¿Cuánto tiempo necesita una persona para regresar a lo que era antes?».

Meredith estuvo deprimida por un mes, pero a principios del siguiente decidió ir a la universidad. Sophia también hizo lo mismo, después de búsquedas perdidas en pistas de supuestos avistamientos de Ret, retomó las riendas de su vida.

Con el tiempo, el dolor de ambas aminoró. Dejar de nombrar a Ret les ayudó a seguir caminando.

Y yo, bueno, creo que estoy en el ojo del huracán. También estoy en pausa como Carlos. Ambos necesitamos un milagro: Ret. Queremos que ella vuelva, nada podrá conseguir que retomemos nuestras vidas, si ella no está aquí para nosotros.

Una maldita sopa no soluciona mágicamente nuestros problemas, pero... algo es algo. Hemos estado viéndonos y ayudándonos mutuamente como amigos estas últimas dos semanas. Después de ese día... nos volvimos cercanos. Él me entiende, y yo lo entiendo. A veces reímos, a veces lloramos, y otras veces, ni siquiera hablamos cuando nos sentamos a comer, sólo disfrutamos de la compañía del silencio, y la que nos brindamos el uno al lado del otro.

Hoy es uno de esos días. Hoy no hablamos, sólo comemos en paz. El suave arrullo de la llovizna nos acompaña.

El cielo está nublado, un trueno se escucha a lo lejos, y la temperatura dentro de la casa desciende. Tengo frío. No debí ponerme un top negro, jeans y sandalias. He vestido sólo colores oscuros desde que Ret desapareció. Mi alma y corazón están de luto por el paradero de mi amiga. Vivo con el temor de recibir la llamada que... Prefiero no pensar en eso.

Mi Ret...

—Te volviste a pintar los labios. —La inesperada voz de Carlos me saca de mi aislamiento conmigo misma.

Termino de masticar y contesto:

—Sí, bueno... Extrañaba hacerlo.

—Te queda bien el rojo.

—Me lo regaló Ret —suelto sin pensar.

Me arrepiento al instante. Cierro los ojos, y cubro la boca con el dorso de mi mano. Espero que mis palabras no hayan entristecido a Carlos.

«Claro, no fue así».

Una risita melancólica escapa de sus labios. Abro los ojos y lo miro, sólo para comprobar que haya sido él, quien mostró un atisbo de luz en su futuro.

—Sí, así era Ret... —responde, pensativo.

Realmente no esperaba obtener esa reacción.

Noto la tristeza en su voz, cuando habla de ella en tiempo pasado.

—Siempre compraba maquillaje que nunca usaba. Y cuando le preguntaba porqué, me respondía que eran regalos para ustedes —ríe con aflicción—. Siempre fue una chica amable, tierna, y considerada con todo lo que la rodeara.

Una lágrima solitaria resbala de su mentón. Sólo entonces me doy cuenta de que está hablando de Ret, nuestra Ret, en tiempo pasado. Como si quisiera que su mundo girara de nuevo, pero sin ella. Carlos ha decidido presionar el botón de: «seguir»; en lugar el de: «Game Over». Eso es admirable.

Creo que es hora de que siga su ejemplo...

—Nunca se quedaba callada —digo; mis ojos se mantienen fijos en su perfil, y cristalizan lentamente.

—Amaba cuándo hacía eso.

—Y yo amaba que ella creyera que eso nos enfadaba.

Suelta una pequeña carcajada, que acompaño con gusto en la tranquilidad de su cocina. Dejo pasar los segundos más cómodos que haya experimentado en mis dieciocho años de vida, y la lluvia chipi chipi de allá afuera se transforma en un aguacero torrencial. Pero, y con todo eso a nuestro alrededor, es el ambiente más acogedor en el que he estado desde que Ret desapareció.

Terminamos de comer. Yo lavo, y él seca los platos. La calma y estabilidad reinan entre nosotros. Ambos nos reímos, y seguimos contando anécdotas divertidas en las que Ret nos insultaba, o, se revelaba contra el sistema. Es más fácil hablar de ella así: sonriendo.

Ahora nos encontramos en su sala de estar, en su sofá de tres piezas súper cómodo, contando más historias de ella que nuestras, compartiendo una botella de vino tinto a la luz del fuego. Afuera, la lluvia sigue su curso, sin intenciones de detenerse. Estamos cómodos, uno al lado del otro; yo, cruzando las piernas; y él, apoyando los codos en sus rodillas. Somos un par de raros que encontraron consuelo en la compañía del otro.

Tuvimos suerte.

Se aspira paz, él me transmite paz. Es la primera vez, en mucho tiempo, que me siento terriblemente cómoda con otra persona, con un chico... Un chico que fue el novio de mi amiga, de una chica que amé y aún amo en secreto. Pero... Carlos aún ama a Ret, aunque esté intentando avanzar solo, él aún desea recibir esa llamada en donde le avisen sobre el paradero de su novia. Y yo, en el fondo, también quiero eso. Viva o muerta, pero quiero volver a verla, aunque sea un instante.

«Quiero a Ret...».

Pero... ¿Y Carlos?

¿Y si no tenemos que soportar la agonía por separado? ¿Y si nos necesitamos de otra manera? ¿Y si lo intentamos? ¿Y si no funcionamos juntos por el fantasma de Ret en nuestras mentes?

No sé qué sentir por Carlos. Lo quiero, eso es cierto. Lo quiero a mi lado, eso también es cierto. Pero..., ¿en tres meses —casi cuatro— me he enamorado? No lo sé...

—No iré a la universidad —su confesión me saca de mis pensamientos—. Lo he pensado mucho y, al final, he decidido no asistir a la entrevista en Yale.

Creo que es la primera vez, que dice lo que piensa, en lugar de guardárselo para sí mismo.

Me toma por sorpresa, pero no me alarma, o, entusiasma. No produce ninguna reacción diferente en mí, de la opinión que tengo hacia él, así que...

—Okey.

Sus cejas se levantan.

—¿«Okey»? ¿No intentarás detenerme? ¿No me darás ningún discurso sobre lo importantes que son los estudios?

—No.

—Guau, por un segundo pensé que te lanzarías sobre mí, me amarrarías a la silla, y no me soltarías hasta que desistiera de mi locura —dice, casi riéndose por lo absurdo que se oye eso.

Yo también me rio, pero no con demasiada soltura. Es una risa nerviosa la que ambos lanzamos al vacío.

Un silencio, un poco incómodo, nos divide. Tengo que cambiar el tema.

—¿Puedo preguntar por qué no quieres ir a la universidad?

Ahora, el del silencio pensativo, es él.

—Cuando Ret... desapareció —le cuesta un mundo decirlo en voz alta, pero lo consigue—, el mundo dejó de tener sentido para mí. Quiero decir, esto es por ella, pero también es por mí. Siento que todos a mi alrededor avanzan, o, siguen con sus vidas, pero yo me quedo atrás. Es difícil seguir sin ella. Quiero continuar, pero no tengo la fuerza para soportar una vida entera sin su cabecita loca, para acompañarme en este viaje. No podría soportar una hora dentro de un lugar, con personas que no me entienden y, no conozco de nada, mientras intento aprender lo que sea que quieran enseñarme, para seguir un camino que no estoy seguro de querer recorrer solo. —Me mira y añade—: Tú haces que me sienta menos solo, y quiero seguir sintiéndome así, Jess.

No digo nada. No muevo ningún músculo. Me quedo ahí sin la menor idea de qué decir.

«¿Acaba de confesar, algún sentimiento despertado por mí, en estos últimos tres meses?».

—Carlos...

—Sé que tú también piensas como yo. Sé que ella también fue tuya.

«No tienes ni idea».

—Pero, también sé que ambos somos un par de tontos encontrados... que pueden hacer de sus vidas algo menos miserable juntos.

—Sí...

—No quiero seguir sintiéndome miserable.

—Yo tampoco.

—Entonces..., ¿estás diciendo... lo que creo que estás diciendo?

—Sí.

—¿Quieres hacerlo? ¿Estás segura?

—Sí.

—¿Estás dispuesta, Jess?

—Sí quiero. Quiero tanto esto, lo que me estás proponiendo. No sabes cuánto lo necesito...

Una sonrisa, triste y alegre, dibuja sus labios.

—Ambos lo necesitamos —dice, y estoy de acuerdo.

—Nos necesitamos.

No podemos evitar lo que sucede, después de acordar este pequeño punto y coma a nuestra relación. Además, no tiene nada de malo. Ambos somos adultos, queremos lo mismo, tenemos el consentimiento del otro para proceder.

No podemos evitarlo... Esta noche fue nuestra.

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