Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo uno

TAYLOR

Tres meses D.B.

«Si lo que estás preguntando en este momento es por qué estoy aquí, no lo sé, supongo que la vida me trajo a este lugar. Si lo que quieres es una respuesta más espiritual, lo lamento, mi formación espiritual terminó en mi primera y última clase de yoga. Sí puede decirte quién soy: Taylor O'Malley, estudiante de ingeniería y futuro músico.»

En mi primer año en el MIT me crucé con un profesor joven, una década mayor que yo como mucho y nos dio una tarea que anticipó no podríamos olvidar. «No importa tu estilo, tu rostro o contextura física, una persona determinará si le agradas o no en el primer minuto de conocerte» había dicho mientras se sentaba sobre el escritorio y miraba al amplio auditorio frente a él. «Tienen un minuto para pensar su presentación y uno a uno me dirán quiénes son. Un minuto es suficiente para determinar el resto de su vida y hoy será suficiente para determinar su primera calificación.»

A los diecinueve años recién cumplidos yo no solo sabía lo que quería para el resto de mi vida, sino también cómo leer a las personas. El profesor Y, como nos había indicado que le llamáramos, era un rockero retirado que daba clases en la mejor universidad del país y no me fue difícil saber lo que quería. Obtuve mi sobresaliente, pero además me llevé una lección ese día.

Un minuto.

Un minuto bastaba para cambiar tu vida.

Un minuto bastaba para presentarte.

Y me había llevado un minuto darme cuenta que tenía todo lo que había soñado.

Cuatro años después de esa clase casi todo había cambiado, mi realidad no era la misma y mi felicidad tampoco. Me había graduado con honores del MIT en un plazo que parecía imposible para todos y podía llamarme a mí mismo ingeniero en sonido. Había firmado con una discografía para ser productor y, además, grabar mis propios álbumes con mi banda. Había viajado por el mundo, me había divertido y había adoptado dos perros y un gato. Pero lo más importante, me había casado con la chica de mis sueños y no iba a dejarla ir por nada en el mundo, me aseguraría de ser siempre la opción correcta. Sí, eso había sonado muy psicópata.

Y la vida me había llevado a una segunda mudanza a su lado, esa vez a una casa con un amplio jardín para nuestras mascotas, donde habitaríamos por un solo año o hasta que Genesis eligiera en qué universidad quería seguir sus estudios de posgrado.

Por las mañanas, al notar todo lo que tenía, sentía que seguía en un sueño; a veces recurría a la vieja escuela y me pellizcaba a mí mismo o leía algo para asegurarme de estar despierto. Mis sueños se habían vuelto realidad, vaya sorpresa. Durante toda mi infancia y adolescencia mis maestros me habían dicho que no mirara siempre hacia el futuro porque a veces el golpe de realidad era muy duro y yo estaba orgulloso de poder mostrarles el dedo del medio. Lo había conseguido, joder.

—¿He mencionado ya lo injusto que es ver a todos mis amigos graduarse y yo seguir en la universidad?

—Es tu culpa por elegir una carrera de cinco años, cielo. —Me encogí de hombros mientras cargaba una de las cajas con sus libros hacia la habitación que habíamos destinado como su estudio—. Y todavía te queda la especialización.

—¿Estás ayudándome o deprimiéndome, O'Malley?

—Estoy siendo realista.

—Cuando necesite que lo seas, te avisaré.

—¿Y ahora qué necesitas? ꟷSonreí y le dediqué una mirada para evaluar su expresión.

Genesis estaba frente a mí con su ropa un poco polvorienta, su cabello rubio en un moño desordenado y unos portarretratos en sus manos que iba acomodando por toda la sala. Nuestra casa parecía un museo de buenos momentos y me encantaba.

—Una pizza.

—¿Por qué no me sorprende? —Reí.

—¡Estoy hablando en serio! ¡Tengo hambre!

—Terminemos con estas cajas y vamos por comida. Nuestros amigos vendrán en unas horas y este lugar parece una venta de garaje.

—No estaríamos pasando por esto si hubiésemos contratado a la empresa de mudanzas.

—¿Y de quién es la culpa?

—¡No me mires así!

—Es su culpa, señora O'Malley. Acéptelo.

—Allen-O'Malley —me corrigió con una sonrisa—. Y soy señorita, no importa que tenga un anillo en el dedo y haya firmado un acta de matrimonio, hasta que no tenga unos cuarenta y cinco años le prohibido al mundo llamarme señora.

—Bien, señorita Allen-O'Malley, mueva su lindo culo y ayúdeme a terminar. ¿O se repetirá el suceso de la pintura?

—¡Sí te ayudé! —discutió.

Mi adorable esposa había tenido la idea de que nos mudáramos a una casa con jardín para nuestras mascotas, lo cual me pareció una excelente idea; sin embargo, también se le había ocurrido que nosotros pintáramos las habitaciones e hiciéramos la mudanza de principio a fin para sentir el lugar como nuestro hogar. El resultado había sido ella viéndome sudar la gota gorda, una guerra de pintura, una larga jornada de limpieza y terminar pintando un poco enojados con el otro. ¿Me había divertido? Sí, pero no pensaba repetirlo.

—¿Qué tanta hambre tienes? Porque no me moveré hasta que terminemos.

—Puedo ir sola. —Sonrió.

—Quiero el divorcio —bromeé.

—¡No! Estás atado a mí por el resto de la eternidad.

—Que desgracia.

A pesar de mi tono irónico, me dedicó una mala mirada y luego caminó hacia la puerta para buscar una de las cajas. Gruñó al notar el peso y comenzó a caminar de manera graciosa hacia mí.

—Andando o me saldrá una hernia.

—¿Qué te parece si yo llevo las cajas pesadas?

—Hecho.

No tardó en depositar la caja sobre el suelo y volver sobre sus pasos para buscar una liviana. Esa era mi esposa: exagerada, gritona, divertida, apasionada por la vida e increíble. Y la amaba con locura.

La seguí hacia el estudio y dejé la pesada caja con libros cerca de la amplia biblioteca que habíamos mandado a construir. No era la gran cosa, tan solo un mueble blanco con muchos estantes que iba del suelo al techo, pero a ella le encantaba y eso era suficiente para mí.

—Quiero mi pizza margarita —me hizo saber mientras salía de la habitación por las restantes cajas.

—Y con extra queso —terminé por ella.

—Vaya, me conoces.

—Lamentablemente.

Separó sus labios con indignación y me concentré en no reír, era divertido molestarla, aunque no quería que se enojara.

—Te estás buscando un golpe, O'Malley.

—Claro que no, estoy siendo un esposo ejemplar.

Soltó un sonidito de desaprobación que me hizo sonreír y me adelanté a ella para seguir con el plan de terminar la mudanza antes de la cena. Estaba decidido, cuando nos fuéramos a Nueva York o donde ella quisiera ir después, contrataríamos una empresa de mudanza.

Genesis se inclinó para recoger otra caja; sin embargo, el sonido del timbre la interrumpió. Giré hacia la puerta y fruncí el ceño de manera instantánea. No habíamos invitado a nadie hasta la cena y, si bien nuestro mejor amigo Tyler solía encontrar cualquier excusa para subirse a un tren o un avión y venir a vernos de improvisto, estaba seguro que no era él porque habíamos estado hablando durante toda la mañana y estaba hasta la coronilla de trabajo.

—Yo voy.

—¡No te escapes de la mudanza, Genesis!

—¡No me estoy escapando!

Me enseñó su lengua en un gesto infantil y suspiré a sabiendas que ella había encontrado la excusa perfecta para no ayudarme. Quizás era algún vecino que se había acercado a presentarse, lo cual no sería una sorpresa considerando que nos habíamos mudado a un vecindario familiar y no a uno universitario como los que estaban pegados al MIT. En verdad era imposible adivinar quién era, pero sospechaba que mi esposa se entretendría por largos minutos.

Estaba a medio camino de vuelta hacia la inmensa pila de cajas de cartón apiladas en la que se suponía era nuestra sala de estar, cuando dos hombres con ropa de repartidores pasaron a mi lado cargando una caja inmensa y pesada. Me saludaron con un asentimiento de cabeza y no hice más que corresponder al gesto.

—¿Al sótano, señorita? —preguntó uno de ellos con un fuerte acento sureño.

—Por favor.

Me acerqué a Genesis y le entregué una mirada de desentendimiento que ella ignoró. Sonreía como una niña pequeña en un parque de diversiones y tenía sus manos entrelazadas bajo su barbilla.

—¿Por qué están llevando algo a nuestro sótano?

—Tu sótano —me corrigió.

—Estoy bastante seguro que es de ambos.

Giró su cuerpo hacia mí y posó sus lindos ojos café en mí, la sonrisa seguía en sus labios y se reflejaba en su mirada.

—Es una sorpresa que estoy pensando que no mereces por todo el bullying que me has hecho hoy.

—No estabas ayudándome —repuse en mi defensa.

—¿Quieres que devuelva tu regalo?

—¿Puedo saber primero de qué se trata?

Asintió en respuesta y tomó mi mano para dirigirme hacia la puerta y escaleras que llevaban hacia el subsuelo. No nos tomó mucho bajar y observé a los dos hombres que estaban organizando lo que antes había estado en el embalaje.

—Te construiré tu pequeña sala de grabación —me explicó— y también te pondré algunas pesas y cosas así para que hagas ejercicio cuando estés en casa.

—Estás bromeando.

Nop.

—¿Cómo sabías que comprar? —pregunté con asombro.

De pronto lo que los repartidores estaban haciendo tenía sentido. En la caja había mamparas insonorizadas con los que iban a crear una cabina, lo que significaba que traerían paneles de control, bocinas y todo lo que necesitaba para poder grabar sin molestar ni ser molestado. Estaba sorprendido, pero, sobre todo, agradecido.

—Le pregunté a Daniella. Tu jefa me adora y no tardó en recomendarme a sus proveedores.

Reí preso de la sorpresa y me llevé una mano a la frente. Iba a tener mi propio estudio de grabación para cuando la inspiración me llegara sin aviso y me parecía increíble.

—¿Te han dicho que eres la mejor esposa del planeta?

—No, pero siempre hay una primera vez.

Saliendo finalmente de mi estupor, volteé hacia ella y la abracé por la cintura. Su chillido llenó la habitación y alertó a los repartidores; sin embargo, no me importaba y a ellos tampoco pareció afectarles. Le levanté del suelo sin esfuerzo y deposité un sonoro beso sobre su mejilla.

—Eres la mejor esposa del planeta —dije con seguridad—. Te amo.

—Lo sé, soy bastante genial.

—Yo no te he comprado nada —recordé de pronto.

La deposité nuevamente en el suelo y acomodé un mechón de cabello tras su oreja. Su moño despeinado había pasado a ser un lío de cabello suelto que estaba ligeramente recogido por una liga y podía afirmar sin miedo que se veía estupenda. ¿Cómo hacía para verse hermosa estando sudada y llena de polvo? No lo sabía y quizás era porque estaba locamente enamorado de ella, pero ante mis ojos se veía como una maravilla.

—No tienes que regalarme nada. —Se encogió de hombros—. Además, compraste y remodelaste en silencio la cabaña del abuelo de Theo en Blue Lake y me la entregaste como regalo de bodas, creo que eso es más que suficiente.

—Te compraré algo.

—Que no —discutió.

—No estoy pidiéndote permiso. —Sonreí de lado.

—Y yo te lo estoy ordenando.

—Eres mi esposa, no mi jefa.

Me dio un ligero empujón en el hombro que no logró afectarme y me carcajeé al notar su expresión. Dios, ella iba a matarme si seguía molestándola, pero no podía detenerme. Tras nuestra renovación de votos y luna de miel en grupo, había tenido que partir a San Francisco para ocuparme de Curse, la banda a la que había decidido darle una oportunidad y la cual estaba entrenando prácticamente desde cero. Había regresado unos días antes de la mudanza y no había dejado de trabajar en la casa sin descanso. En pocas palabras: había pasado poco tiempo con mi esposa y la extrañaba. La peor parte era que solo podía quedarme una semana antes de partir de nuevo a San Francisco. La parte esperanzadora era que luego nos iríamos por un mes a Europa para pasar las vacaciones con Theo y nuestros amigos.

—Tengo hambre —repitió.

—¿Quieres que vaya a comprar comida y la traiga aquí? La mesa está llena de cosas, pero podemos almorzar en el jardín y fingir que tenemos un picnic.

—Me gusta la idea. Y mientras tú no estás, yo continuaré trasladando las cajas para que no le digas a todo el mundo que no te ayudo.

—Yo nunca haría eso —le aseguré.

Sus labios se curvaron hacia arriba y me regaló una sonrisa.

—Lo sé.

Volvió a tomar mi mano y me guió hacia la planta principal para que dejáramos trabajar a los pobres repartidores en paz. No me asombró encontrar a Blake, nuestro gato de pelaje atigrado, sobre la pila de cajas intentando dormir. Jekyll y Hyde estaban recostados cerca de la puerta abierta y levantaron sus orejas al oírnos llegar.

—Nuestros hijos del reino animal no tienen comida —me informó Genesis volviendo a la tarea de transportar sus pertenencias—. ¿Crees que puedas pasar por algún petshop?

—¿Algo más?

—Sí, trae helado.

Me saludó con la mano antes de perderse en su estudio, no como una despedida, sino para indicarme que me apurara. Miré mi ropa arrugada y me encogí de hombros para luego buscar las llaves del Toyota.

En nuestro primer año en el MIT había convencido a Genesis de que vendiera su vehículo porque no estaba usándolo y tenía que pagar una suma ridícula de dinero para tenerlo en el campus. A pesar de mis creencias iniciales y su negativa, lo había vendido y habíamos perdido rastro de él. Sin embargo, el regalo de bodas de Tyler y Theo fue nada más y nada menos que el mismo Toyota rojo cereza que habían encontrado en alguna parte de Carolina del Norte. Y así había vuelto el automóvil a nuestra vida y sospechaba que nunca se iría.

Salí de la casa sacudiendo mi ropa e indicándole a Hyde que se quedara adentro porque no podía acompañarme. Tomé una bocanada de aire antes de terminar de recorrer el camino de entrada y desvié mi mirada hacia la vivienda. Genesis me saludó desde el estudio que tenía un amplio ventanal que daba a la calle y yo correspondí su saludo con entusiasmo.

Me costaba creer que esa fuera mi vida y no porque no la mereciera, sino porque parecía muy buena para ser real. No obstante, no pensaba quedarme de pie replanteándome todo lo que Genesis y yo habíamos logrado como pareja, simplemente había decidido disfrutar.

Y quizás molestar un poco más a mi esposa hasta que me amenazara con llamar a Tyler o mudarse a Inglaterra con Theo.

¡Hola, habitantes de Rose Valley! Las he extrañado, ¿cómo están?

Pequeña aclaración antes de continuar: D.B. = después de la boda (en Las Vegas)

Al fin tenemos historia de estos dos solos y estoy muy emocionada de compartir cada capítulo con ustedes. ¿Les ha gustado? ¿Qué esperan de esta pareja?

Como aclaré en Instagram (y creo que en otras notas de autor), las actualizaciones serán los miércoles. No creo poder aumentar el número de actualizaciones por semana, pero quién sabe.

Muchísimas gracias por leer y acompañarme en esta nueva aventura. Este capítulo va dedicado a MITY_99 quién siempre lee cada capítulo casi al instante que lo publico, muchas gracias por tu apoyo.

Nos leemos la próxima semana, tengan unos hermosos siete días.

MUAK!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro