
Capítulo seis
GENESIS
Un año y tres meses D.B.
Me había acostumbrado tanto a la soledad que sentía extraño tener compañía en casa. Sí, recibía visitas de mis amigos y mi vivienda era el lugar predilecto para las reuniones de estudio; sin embargo, despertar y saber que había alguien más conmigo no era algo de todos los días.
Taylor estaba de viaje de nuevo y esa vez sería por un largo tiempo. La gira había iniciado dos meses atrás y se iba a extender otros dos meses como mínimo. Nuestro único contacto eran las llamadas telefónicas, los mensajes de texto y, con suerte, videollamadas. Era agotador, más para él que para mí ya que mi esposo no sabía controlar el sentimiento de culpa.
Ese mes mi compañero de vivienda no era nada más ni nada menos que Tyler Murphy. Mi mejor amigo no había dudado en hacerse un hueco en su agenda para brindarme compañía, aunque sospechaba que el viaje era más para que yo le brindara a él compañía. Emma había aceptado un trabajo como periodista internacional y eso la mantenía lejos de Nueva York y de su novio.
—Buenos días —me saludó con la voz cargada de sueño.
—¿Por qué estás despierto tan temprano?
Giré hacia él y no pude evitar sonreír al notar las claras señales de cansancio en su cuerpo. El cabello alborotado, la ropa arrugada y los ojos empequeñecidos.
—Quería hacerte el desayuno.
—Eso es muy tierno, pero ya lo tengo cubierto. Puedes volver a dormir.
Se acercó hacia mí ignorando mis palabras y depositó un beso sobre la cima de mi cabeza antes de bajar su mirada a mi taza de café.
—¿Con qué acompañaste el café?
—Mmm...
Si mentía, estaba frita. Tyler se daría cuenta sin siquiera esforzarse.
—Con una galleta de chocolate.
—¿Solo una?
Asentí.
—¿Quieres un omelette o prefieres huevos revueltos?
—¿Puede ser un emparedado de queso?
Me brindó una sonrisa divertida y acarició fugazmente mi cabello antes de entrar a la cocina.
Nuestra rutina desde su llegada no había cambiado en nada. Yo me despertaba temprano para ir a la universidad y él a veces también lo hacía para prepararme el desayuno como ese día, luego nos encontrábamos para almorzar y Ty me esperaba en un café cercano hasta salir de mi última asignatura del día. Volvíamos a casa, veníamos una película o serie, paseábamos a mis mascotas y luego preparábamos la cena. Finalmente, yo me iba a estudiar hasta casi la medianoche y mi mejor amigo se quedaba escribiendo hasta que la inspiración se le acabara o el sueño lo derribara.
—Hoy tienes un examen, ¿verdad?
—Así es.
—No me pediste ayuda para repasar —dijo mientras ordenaba las fetas de queso dentro del pan—. ¿Ya no confías en mi método?
—Aprendí a hacerlo sola. —Me encogí de hombros—. Y tu método es impecable.
—Hablando de hacer las cosas sola... —Volteó hacía mí y noté que fruncía el ceño—. ¿La mudanza a Nueva York en verdad incluye a Taylor?
—Por supuesto, ¿por qué preguntas eso?
—Bueno, no está muy presente últimamente y sé que es por su trabajo, pero a veces uno tiene que sacrificarse en orden de obtener algo mejor. Y no hay nada mejor que tú, G, y él no está valorándote lo suficiente.
—¿Por qué siento que esta conversación es sobre Emma y no sobre Taylor?
Apartó su mirada miel de mí con rapidez, aunque no lo suficiente para ocultarme el cambio en su expresión. Centró toda su atención en el emparedado que se estaba tostando en la sartén y tensó sus músculos como si esperara un ataque.
Me puse de pie de un salto y rodeé la isla para ingresar a la cocina. Ty no cambió su posición al escucharme acercar; sin embargo, sí se relajó cuando lo abracé por atrás, enredando mis manos sobre tu abdomen y apoyando mi cabeza contra su espalda.
—Hemos elegido parejas con grandes ambiciones y que no pueden quedarse quietas —susurré— y eso no significa que nos amen menos. Taylor es feliz sobre el escenario y sé que también es feliz a mi lado, pero nunca podría hacerle elegir. Prefiero tener un esposo feliz al que veo poco que uno enojado y encadenado a mí.
—¿Y no crees que ellos tendrían que ordenar sus prioridades también?
—¿Hace cuánto no ves a Emma?
—Un mes y medio —contestó con un hilo de voz.
—¿Y hace cuánto no tienes una conversación sincera con ella?
—¿Una conversación en la que ella participe de verdad? No lo sé, G, todo se está jodiendo muy rápido entre nosotros.
Dejé de abrazarlo por un segundo para apagar el fuego y con delicadeza lo obligué a girar para observar su rostro. No me sorprendió atisbar el dolor en sus rasgos, aun así, me partió el corazón.
—Tienes que hablar con ella, Ty. Emma es una persona que valora la comunicación a pesar de no siempre saber expresarse y estoy segura que hará algún tipo de cambio si le dices cómo te sientes con esto. No debes obligarla o hacerle entender que no quieres que trabaje porque incluso yo te patearía el trasero, pero sí mostrarle lo mucho que su relación se está desgastando. —Acaricié su mejilla para brindarle consuelo y una mínima sonrisa curvó sus labios—. Tú sabes pelear por lo que quieres, no dejes que un trabajo sea el final de su relación.
—¿Contraer matrimonio te hace de pronto más sabio?
Le di un leve golpecito en el estómago al escuchar su broma y él me atrajo hacia sí mientras reía por lo bajo. Correspondí su abrazo sin dudarlo y me acurruqué contra su cuerpo, como un niño falto de cariño.
—Intentaré hablar esta noche con Em, pero ahora tengo que supervisar que te comas tu emparedado y te vayas a la universidad porque se te está haciendo tarde.
Me separé de él y miré el reloj en la pared para comprobar sus palabras. Efectivamente me quedaban cinco minutos para irme o llegaría tarde a mi primera clase.
—Mierda —solté entre dientes—. Seguiremos con esta conversación luego.
Me entregó mi emparedado envuelto en una servilleta y asintió como respuesta.
—Te llevaré comida al campus, ¿quieres?
—Me parece una gran idea.
Besé su mejilla poniéndome de puntillas y luego le di un mordisco al delicioso sándwich. Tantos años de amistad y seguía sin comprender cómo lograba que algo tan simple como el queso derretido tuviera un gusto sensacional cuando él lo tocaba.
Recogí mis cosas con apuro mientras masticaba y lo escuché reír al salir. Sabía que volvería a dormir en cuanto escuchara el sonido del motor alejarse por la calle, así como también sabía que seguiría mi consejo sin muchos ánimos. Yo solo esperaba que pudiera arreglar lo suyo con Emma porque, de lo contrario, no podría imaginar cómo sería su comportamiento tras la ruptura.
***
Tyler se tomaba sus promesas muy en serio y al salir del edificio de medicina no tardé en encontrarlo esperándome con una caja de pizza en la mano. Su presencia me reconfortó al instante y no solo porque antes de su período en Massachusetts lo había extrañado a diario, sino porque había recibido una noticia esa mañana que no sabía cómo catalogar.
Me notó entre la marea de alumnos sin dificultad y su sonrisa tranquila se desvaneció al notar mi caminar desganado.
—¿Te fue mal en el examen? —preguntó cuando me tuvo enfrente.
Negué con la cabeza.
—¿Tu profesor se portó como un idiota?
—No.
—¿Qué sucede entonces, G?
—¿Eso es pizza? —Señalé la caja con mi mano libre.
—¿Y esto es un intento de cambiar de tema?
Suspiré y esbocé un puchero como la niña mimada que era. Quería hablar de lo que sucedía y a la vez no, si me mantenía en silencio podía fingir que todo estaba bien y que mis últimas semanas de clase no se sentían asfixiantes. Si todos mis compañeros estaban felices y rebosantes de vida, ¿por qué yo no podía forzarme a sentirme así también?
—¿Podemos buscar un lugar donde comer primero?
—Claro, ¿seremos solo los dos hoy?
—Sí.
Me abrazó por los hombros y sobó mi brazo para luego darme un empujoncito que me incitó a caminar. El frío había quedado en el olvido y se podía disfrutar el sol en cualquier espacio del campus, razón por la cual muchos alumnos almorzaban en el césped recreando un pequeño picnic y nosotros no fuimos la excepción. Casi todos los días invitaba a alguno de mis amigos a comer con nosotros, hoy no me había sentido con ánimo de hacerlo.
—Ya puedes comenzar a hablar, G.
—¿Puedo comer antes?
—Negativo, pero puedes contarme mientras comes.
Solté un suspiro dramático y busqué mi alcohol en gel para sanitizarme las manos. Luego de tantas lecciones y lecturas sobre gérmenes y enfermedades había quedado un poquito traumada y mi higiene personal en ese momento se parecía mucho a la de un cirujano.
—Hoy anunciaron el día en que se llevará a cabo mi graduación —comencé sin apartar la mirada de mis manos.
—¿Y por qué no estamos celebrando?
—Porque sé que Taylor no podrá venir.
Dirigí mi mirada a su rostro y, tal como esperaba, noté una expresión de sorpresa, enojo y desilusión. Así me sentía yo también.
—¿Tiene un concierto ese día?
—Sí, en Los Ángeles. Debe ser el lugar más alejado de aquí en este país.
—Pero las graduaciones suelen ser a la mañana, como mucho al mediodía y con la diferencia horaria seguro puede llegar.
—No lo haré viajar solo por unas horas, llegará exhausto al concierto.
—Me importa una mierda, G —masculló—. Tú estuviste en su graduación y soportaste su locura de querer graduarse antes que el resto, lo que significó verlo solo los fines de semana porque estaba todo el día en clases. Desde entonces lo has apoyado en su carrera y no has discutido ninguna de sus decisiones que lo mantienen lejos de ti. ¡Es tu esposo, maldición! Tiene que estar aquí.
—Nunca he hecho algo por él con la finalidad de echárselo en cara luego —discutí—. ¿Y qué si lo he apoyado? Lo volvería a hacer. ¿Necesitas que te recuerde quién soportó mis crisis y estuvo a mi lado sin flaquear en todos mis malos momentos? ¿Cómo crees que me sentiría yo si él me reclamara eso?
—Pero es distinto, en ese momento tu salud estaba en juego.
—No lo es para mí.
Tomé una rebanada de pizza para darle una pausa a nuestra conversación y me concentré en masticarla con lentitud para calmar mis nervios. No me gustaba pelear con Tyler; no obstante, no iba a dejar que él ni nadie hablara de Taylor como si fuera alguien egoísta. Sí, estaba siempre de viaje y cuando iba a la universidad estudiaba casi todo el día, pero eran elecciones que habíamos tomado juntos y de las que no me arrepentía.
—Háblalo con él —soltó después de lo que pareció una eternidad—. Dile la fecha y déjalo decidir. Si no puede venir, Theo y yo sí lo haremos como prometimos. Nos tendrás a nosotros sin importar qué y estoy seguro que Emma y Mackenzie también gritarán de alegría cuando digan tu nombre.
—No quiero hacerlo elegir.
—Bienvenida a la vida adulta, G. De ahora en más tu vida se basará en eso: tener que elegir la mejor opción. Le toca a Taylor elegir ahora.
—¿Te enfadarás con él si no viene?
—Por supuesto, pero se me pasará tarde o temprano.
—¿Y me llevarás a almorzar y me harás olvidar que mi esposo faltó a uno de los momentos más significativos de mi vida?
—Elige un restaurante, me encargaré de todo.
Deposité la pizza sobre su caja y me arrodillé para luego acercarme a él. Lo abracé por el cuello y tomé una amplia bocanada de aire que estuvo protagonizada por su fragancia. Quería llorar, pero a la misma vez quería sentirme feliz porque había trabajado muy duro para llegar a ese momento. Toda mi vida había soñado con graduarme del MIT y si había aceptado que no tendría a mis padres ni a mi nana aplaudiendo al verme recibir mi diploma, también podía aceptar no tener a Taylor.
—¿Y si te salteas tu última clase y vamos a hacer algo divertido? —preguntó, estrechándome contra su pecho.
—No puedo, pero quizás al salir.
—Cuando quieras, G.
Lo dejé ir y le dediqué una sonrisa que esperaba luciera auténtica. Quizás me estaba adelantando y preocupando por cosas que no podía controlar o quizás hacía bien al prepararme para una desilusión, fuera lo que sucediera podría decir que tenía a Tyler y Theo a mi lado. Dos de tres era muchísimo mejor que nada y yo lo aceptaba con felicidad.
¡Hola, mis bellos habitantes de Rose Valley! ¿Cómo están? Espero que nos hayan extrañado mucho.
¡Bebé Ty está de visita! ¿Ustedes también lo extrañaban o solo yo?
Hagamos una apuesta, ¿creen que Taylor irá a la ceremonia de graduación de Genesis?
Muchísimas gracias por seguir leyendo y apoyándome. ¡Son las mejores lectoras del mundo!
Les envío un fuerte abrazo y nos leemos en una semana, cuídense mucho.
MUAK!
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