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Capítulo ocho

GENESIS

Un año y cuatro meses D.B.

Las manos me temblaban y sudaban, estaba nerviosa o al punto del colapso, no estaba segura. Sentía un nudo en la boca del estómago y mucho frío a pesar de las agradables temperaturas. Mierda, estaba súper nerviosa.

—Estoy nerviosa —anuncié moviendo mis manos.

—Dime algo que no sepa, G.

—Tengo miedo, ¿y si me tropiezo y caigo frente a todos?

—Nos burlaremos de ti y lo recordaremos cada vez que estemos en silencio.

Le dediqué una mirada de pocos amigos y le agradecí mentalmente a Emma al ver que le daba un golpe de puño en el brazo.

—¡No se golpea al conductor!

—¡No le digas esas cosas a tu mejor amiga! —lo regañó—. Está nerviosa y no la ayudas.

—Está exagerando, todos sabemos que le irá bien y dará un discurso increíble y súper inspirador. Nos hará llorar cuando mencione a sus padres y a nana y todos le aplaudiremos de pie al terminar.

—Estoy de acuerdo con Ty —dijo Theo, que estaba sentado a mi lado en el asiento trasero del Toyota—. Excepto la parte de exagerar, no creo que ella esté exagerando. Yo también estaba nervioso cuando me gradué y ni siquiera tuve que dar un discurso.

—No durmió en toda la noche —contó Mackenzie, sentada a mi otro lado, y blanqueó los ojos con exasperación—. Lo que significa que yo tampoco dormí.

—Te irá bien, G. Lo harás increíble y luego podrás darle un golpe a Ty por ponerte más nerviosa.

Emma sonrió y no pude evitar hacer lo mismo. Era agradable tenerla de nuevo con nosotros, saber que Tyler y ella habían arreglado sus diferencias y estaban intentando mejorar su relación. Yo estaba feliz por ellos, así como también estaba feliz de ver la hermosa relación que Theo y Mackenzie compartían. Me concentré en esa felicidad para olvidar mis nervios y el hecho de que mi esposo no estaba presente.

—¿Podemos llamar a Taylor de nuevo? —pregunté, paseando la mirada entre mis amigos—. Quiero asegurarme que pueda entrar a la plataforma para ver la ceremonia.

—Claro, yo lo haré.

Kenzie tomó mi mano y le dio un apretoncito a la vez que me dedicaba una sonrisa tranquilizadora. Con mis ojos pegados a su rostro en todo momento, tomó su teléfono móvil y llamó a Taylor.

—Entra directamente al buzón de voz —me hizo saber—. Lo mismo que todas las otras veces, debe tenerlo apagado.

Solté un largo suspiro y me concentré en contener las lágrimas. Iba a matarlo, ya lo había decidido. No por no asistir a mi graduación, podía entender que tenía una obligación hacia su banda y sus fans; sin embargo, sí lo mataría por no atender nuestras llamadas. Necesitaba escuchar su voz, sus palabras alentadoras y lo orgulloso que estaba de mí. Lo necesitaba a él, aunque fuera a la distancia.

—Le patearé el trasero —gruñó Tyler—. Le daré la paliza de su vida y no podrá volver a un escenario en meses.

—No es gracioso, dude. Es su trabajo, no podemos culparlo por algo que está fuera de su control.

—Sí podemos y lo estoy culpando.

—¿Podemos cambiar de tema? Hablar de Tay no me ayuda en este momento.

—¿Y si hablamos de tu mudanza a Nueva York? —propuso Em.

—Paso.

—Jaden dice que ya llegó al MIT —nos informó Mackenzie—. También dice que tu loca dama de honor y tus abuelos están esperándonos.

—¿Y Julian y tu hermano?

—También están con él, por supuesto.

Asentí, feliz con su respuesta y volví a retorcer mis dedos para concentrarme en cualquier cosa que no fuera la graduación.

El trayecto llegó a su fin luego de lo que sentí fue la más larga espera de mi vida y casi empujé a Theo fuera el auto para salir. Tenía sudor por todos lados y el frío que me había torturado por horas había pasado a un calor abrasador.

—Oye, Kenz —susurré, acercándome a ella—. ¿Tengo sudor en mi vestido?

La colorada dio un paso atrás para observarme y luego negó con la cabeza. Su respuesta me dio un poco de tranquilidad porque, si bien nadie vería mi vestido bajo la toga, no quería arruinar mi atuendo. Me había llevado mucho tiempo elegirlo y casi había conducido a Tyler a la locura extrema.

—¡Gen!

Dirigí la mirada hacia mi derecha y una amplia sonrisa se formó en mi rostro al ver a Julian caminar con rapidez hacia mí. Abrí mis brazos para recibirlo y chillé de felicidad cuando me abrazó con fuerza por la cintura, elevándome unos centímetros del suelo.

—¡Hola, niña genio!

—Hola, Jul. Estás más guapo que la última vez.

—El dinero siempre me ha sentado bien.

Me dejó ir cuando Jaden y Jamie llegaron a nosotros y los muchachos me pasearon en sus brazos como un osito de peluche que abrazaron con nostalgia. Yo también los había extrañado y, a decir verdad, no esperaba verlos esa mañana por lo que estaba más que ilusionada con su presencia.

—¿Qué se siente tener el mejor cerebro de tu generación? —preguntó Jade con esa sonrisa de lado que lo caracterizaba.

—No lo sé, tú dime.

Me atrajo hacia sí en otro abrazo y reí por lo bajo cuando me hizo cosquillas en el abdomen.

—¿Estás feliz o asustada?

—Ambas —admití.

—Es normal, Genie, pero sabemos que lo harás genial.

Todos mis amigos asintieron de acuerdo y me sentí más que afortunada de tenerlos allí conmigo. Sin embargo, tenía que irme o la organizadora de la ceremonia me regañaría por llegar tarde a mi propia graduación.

Me costó despedirme y prácticamente corrí hacia el interior del edificio para buscar mi toga. Como esperaba, la encargada me dedicó una mirada gélida a la que correspondí con una sonrisa.

—Tu toga es la que más resalta, sabrás encontrarla.

—Entendido.

Saludé a mis compañeros al acercarme y me apresuré a vestirme con mi toga roja que, como había dicho la organizadora, resaltaba al tener una estola gris alrededor. Mi birrete también era rojo y no aplastaba mi peinado ya que me había arreglado el cabello pensando en ese detalle. No podía creer que por fin estaba sucediendo y me recordé que debía pensar en todo lo que tenía y no en lo que había perdido.

***

Mordí mi labio inferior mientras observaba desde mi altura la marea de gente intentando encontrar a mis invitados. Sonreí al notar a mis abuelos en la punta de una de las filas y fui deslizando mi mirada por las sillas analizando el rostro de mis mejores amigos. Exequiel, Sara, Emma, Tyler, Mackenzie, Theo y Taylor.

Abrí los ojos presa de la sorpresa al notar el lindo rostro de mi esposo y la sonrisa que curvó mis labios debió haber sido increíblemente grande porque lo hizo sonreír con diversión. Mi corazón se aceleró cuando nuestros ojos se encontraron y un calor intenso me recorrió el pecho al leer sus labios. «Te amo». Dios, yo también lo amaba. Lo amaba más que a nadie en el mundo y estaba al borde de las lágrimas al verlo allí. ¡Había llegado! No sabía cómo lo había conseguido, pero estaba más que satisfecha con su presencia.

La ceremonia transcurrió en una nube de felicidad y mis nervios desaparecieron. Recibí mi ansiado diploma, di un discurso que hizo llorar a más que uno y tiré mi birrete al cielo con toda la emoción que había acumulado por cinco años. Esa era mi despedida del MIT, aunque no de las universidades. Me quedaba la especialización en Nueva York y estaba ilusionada por esa etapa.

Me despedí con la mano de mis compañeros y corrí hacia el grupo que esperaba por mí. Me lancé a los brazos de Taylor y lo abracé con tanta fuerza que iba a ser necesario traer a una grúa para separarme de su cuello y sus besos.

—Llegaste —susurré contra sus labios.

—No podía perdérmelo. Estoy muy orgulloso de ti, MIT. ¿Debería llamarte NYU ahora?

—No, MIT es perfecto.

Posó sus labios sobre los míos una vez más y cerré los ojos para saborear el momento y aferrarme a su recuerdo cuando ya no estuviera a mi lado. No me separé al escuchar a alguien toser exageradamente a nuestras espaldas, tampoco lo hice cuando esa misma persona me pinchó el brazo con el dedo.

—¡Bueno, ya! —se quejó Ty—. No es el único que vino desde lejos para verte.

—Súperalo, Ty —lo molestó mi increíble esposo—. Me quiere más a mí.

—No me lo recuerdes, por favor.

Me abracé a su cintura y miré al resto de nuestros acompañantes. No faltaba ni una persona y esa era otra muestra de lo afortunada que era.

—¿Irás a almorzar con nosotros, dude?

—Me encantaría, pero tengo que irme ahora mismo si no quiero perder el vuelo. En pocas palabras, me escapé del hotel y vine sin autorización.

—¿No te meterás en problemas? —pregunté con preocupación

—Es muy probable. —Se encogió de hombros, restándole importancia—. Pero valió totalmente la pena.

Sus ojos verdes se posaron en mi rostro y me dedicó una amplia sonrisa antes de besar mis labios de nuevo.

—Tengo que irme, cielo —susurró—. Te llamaré apenas llegue.

Asentí y, sin muchos ánimos, solté su cintura. Me abracé a mí misma como reflejo y le dediqué una sonrisa que esperaba se viera real y comprensiva.

—Hazme saber también cuando llegues al aeropuerto.

—Claro.

Se despidió de todos con rapidez y, tras darme otro corto beso, se alejó de nosotros hacia la acera donde lo esperaba un Uber. Nos saludó con la mano al subir y lo observamos en silencio marcharse.

—Bueno... ¿quién tiene hambre? —exclamó mi abuelo.

Levanté la mano de manera automática y no me sorprendió que mis amigos hicieran lo mismo. No había desayunado más que un café con mucha azúcar antes de la ceremonia por miedo a vomitar y el ardor en mi aparato digestivo, así como los retorcijones, era un claro indicativo de que me moría de hambre.

—Piensa en el lado positivo, pequeñita —dijo Theo, rodeándome los hombros con un brazo y perforándome el alma con sus hermosos ojos azules.

—¿Cuál es?

—Ahora eres libre y podrás ir a sus conciertos sin preocuparte por faltar a clases. Y en tanto termine la gira, se mudarán juntos.

—Seremos vecinos —añadió Ty.

—¿Si vivimos en distintos edificios, pero en el mismo vecindario se sigue considerando que somos vecinos?

—Por supuesto, G. No arruines mi ilusión.

—Lo lamento.

—Te encantará el Upper East Side —comentó Em, uniéndose a nuestra nada privada conversación—. Claro, si te gustan los chismes y la vida ridículamente cara.

—¡Tienes que convencerla de quedarse, no espantarla, Em!

—Estoy siendo sincera.

—Siempre puedes mudarte a Inglaterra —me recordó Kenzie.

Sus palabras fueron respaldadas por Theo, mis abuelos y el trío de oro inglés, lo cual no hizo muy feliz a Tyler. Técnicamente Jaden ya no vivía en Londres porque lo habían aceptado en una maestría en CalTech, pero siempre hablaba a favor de su país.

Almorzamos todos juntos en un restaurante que Ty había encontrado por internet y que era espectacular. Nos habían preparado una larga mesa y mi mejor amiga Sara llevó un pastel por lo que no solo nos llenamos a base de grandes hamburguesas sino también con chocolate y fresas. Fui inmensamente feliz junto a ellos, riéndome hasta las lágrimas y recordando los mejores momentos de nuestras vidas juntos.

Me quedaban pocas semanas en Massachusetts y podía afirmar que me había brindado cinco increíbles años de mi vida. Me había graduado de la universidad de mis sueños y no pude evitar llorar en la privacidad que me confería el baño del restaurante al reparar en las personas que me habían faltado y que no habían podido estar por nada en el mundo. No habían estado en la sección de familiares; sin embargo, los había cargado con cariño en mi corazón.

Y todos ellos, mi gran alocada familia, fueron el mejor regalo de graduación que podría haber recibido.

¡Hola, mis bellos habitantes de Rose Valley! Las extrañé muchísimo, ¿cómo están?

En este capítulo vemos la perspectiva de G de su graduación y nos reencontramos con muchos personajes. Ay, los J, estoy a nada de escribirles sus libros.

Muchísimas gracias por leer, votar y comentar. Capítulo dedicado a ciprialiss que me explotó las notificaciones con amor este fin de semana. Te amamos, Cipris.

Nos leemos la próxima semana, muy seguro con dos capítulos porque sí. ¡Que tengan una bella semana! Las quiero.

MUAK!

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