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Capítulo diez

GENESIS

Un año y nueve meses después

Había encontrado un nuevo placer, era sencillo y no suponía mucho esfuerzo: mirar series por la noche junto a Taylor en nuestra cama y comentarlas como los fanáticos que éramos. Ese mes habíamos elegido la nueva producción donde Julian era el protagonista y habíamos devorado los primeros tres capítulos de una sentada.

—Debo admitir que sentía que Julian no le haría justicia al personaje —comentó Tay con un puñado de palomitas a medio camino de su boca—, pero es mejor de lo que esperaba. Las adaptaciones de libros de fantasía suelen ser horribles cuando son llevadas a la pantalla chica, esta debe ser la excepción.

—¿Crees que deberíamos enviarle un regalo para felicitarlo?

—¿No le enviamos un regalo cuando consiguió el papel y otro cuando la serie se estrenó?

—Sí, ¿y? —Sonreí con burla.

—Mañana cuando salga del trabajo podemos buscar algo.

Enterré mi mano en el cuenco con palomitas y llevé el puñado a mi boca. Tan solo era miércoles; sin embargo, desde que vivíamos en Nueva York, cada día parecía un fin de semana y no porque estuviéramos todo el día en cama o sin hacer nada, sino porque disfrutaba cada segundo y había dejado de esperar al viernes para hacer lo que me gustaba. Claro que había días en que la universidad me quitaba toda la energía y con suerte podía mantener los ojos abiertos durante la cena, después de todo una especialización no era algo sencillo.

—Hablando de amigos que viven en Inglaterra... —Tomé más palomitas—. ¿Quieres que pasemos nuestro segundo aniversario en Londres? Podríamos ver a Theo y Kenzie, a mis abuelos y a Jamie y Julian.

—Claro, pero solo si nos quedamos en un hotel.

—Dios, sí.

Rió por lo bajo ante mi respuesta exagerada, aunque sabía que pensábamos igual. Una pareja casada necesitaba su espacio y no solo por el sexo, la cuestión era que en Inglaterra nuestra privacidad se limitaba ya que todos nuestros amigos querían estar pegados a nosotros durante cada minuto de nuestra estadía. Era bueno sentirse querido, pero también era bueno poder disfrutar de un segundo a solas.

—¿Cuándo vendrá Jaden a visitarnos?

—La próxima semana, creo —contesté con duda—. Estoy segura que dijo que el jueves próximo viajará hasta aquí y el domingo volverá a Chicago.

—¿Se quedará en casa?

Me encogí de hombros como respuesta.

—Si Tyler no lo amenaza de muerte, seguro se quedará.

Compartimos una sonrisa cómplice y cerré mis ojos por un momento cuando depositó un beso sobre mi frente. Me acurruqué contra él como respuesta y Tay no tardó en comenzar una lenta caricia por mi hombro logrando que me adormeciera.

—¿Vemos otro capítulo?

—¿Qué hora es? —pregunté.

—Cerca de las diez.

—Uno más y listo, mañana tengo que despertarme más temprano de lo usual.

Sus dedos dibujaron pequeños círculos sobre mi piel y poco me faltó para ronronear. Amaba profundamente nuestra vida en Nueva York y se debía nada más y nada menos al hecho de tenerlo siempre conmigo. Dormir a su lado me brindaba paz, llegar a casa luego de clases y saber que en pocas horas volvería del trabajo me hacía sonreír y disfrutar de su compañía era como un sueño hecho realidad.

Lo observé estirar la mano para tomar el control remoto y también noté cuando se quedó congelado con el brazo estirado hacia el televisor y sin mover un músculo. Fruncí el ceño y lo miré confundida.

—¿Qué sucede?

—Escuché un ruido.

Estaba a punto de decir que seguro era alguna de nuestras mascotas; sin embargo, los tres estaban descansando en sus camas cerca del ventanal de nuestro dormitorio. Agudicé el oído, intentado no moverme y sentí mi corazón paralizarse al captar un sonido extraño en la planta baja.

—¿Llamo a la policía? —susurré.

—Vivimos en un edificio custodiado todo el día, dudo que sea un ladrón.

—¿Y un asesino?

—Espero que me mate primero.

Le di un leve empujón y volví a quedarme quieta al escuchar unas pisadas subiendo por las escaleras.

—Debe ser Ty, tranquila.

—¿Y si no lo es?

—Protege a nuestras mascotas mientras yo lo distraigo. —Sonrió de lado.

—No es gracioso.

—Tranquila.

—¡Taylor! Me estoy asustando.

Poco me faltó para soltar un grito cuando la puerta de la habitación se abrió de golpe y una figura alta y atlética apareció entre las sombras. Me llevé una mano al pecho al reconocer al intruso y solté un largo suspiro con la finalidad de calmar mi tembloroso cuerpo.

—Te lo dije —murmuró Tay en mi dirección.

—¿Qué haces aquí, Ty? ¿Está todo bien? —pregunté para luego patear las mantas con la finalidad de salir de la cama—. Estás empapado.

—Está lloviendo —dijo finalmente.

Era evidente que llovía y no solo por su aspecto mojado sino también por el sonido del agua al chocar contra las ventanas y el techo. Tyler seguía de pie bajo el marco de la puerta, con el cabello pegado a la frente y la ropa creando un pequeño charco bajo sus pies. La habitación solo estaba iluminada por la lámpara de mi mesa de noche y con eso bastaba para darle una mirada rápida.

—¿Qué sucede?

—Después de todo este tiempo sucedió.

Miré a Taylor sin entender y me apresuré a buscar una toalla para envolver a Ty. Nuestras casas no estaban muy lejos; no obstante, si estaba así de mojado significaba que llovía con más intensidad de lo que parecía.

—¿Qué es lo que sucedió? —interrogó Tay con cuidado, también saliendo de la cama para acercarse a nuestro amigo.

—Emma terminó conmigo.

Mis ojos se abrieron con sorpresa y la toalla que acababa de agarrar casi se me resbaló de las manos.

—¿Recién?

—Hace unas horas —respondió y posó su mirada en mi esposo—. Tenía que irme a una reunión con mi editora cuando soltó la bomba y le pedí que me esperara, que hablaríamos del tema cuando volviera. Entonces llegué a casa hace veinte minutos y ella no estaba, tampoco sus cosas. Se marchó sin más.

Envolví su cuerpo tembloroso con la toalla y lo abracé en un intento de consolarlo y hacerlo entrar en calor.

—Ella me dejó, no miró atrás ni un segundo.

—Lo siento muchísimo, Ty.

—¿Tú sabes dónde está, Taylor?

—No, viejo. Lo lamento, no he hablado con ella hoy.

Soltó el aire contenido y sentí como su cuerpo se desprendía de toda energía y esperanza. Conocía la expresión en su rostro, la tenía grabada a fuego en mi memoria porque era la misma que había dibujado cuando rompí su corazón. Emma había roto su corazón, lo había hecho añicos y mi mejor amigo estaba intentando funcionar con lo que había dejado.

—¿Quieres darte una ducha?

—No, G. Debería volver a casa, quizás ella entre en razón y vuelva.

Lo dudaba mucho y, por el dolor en su voz, supe que él tampoco se creía sus palabras. Lo abracé con más fuerza y eso fue todo lo que necesitó para soltar un sollozo lastimero.

—Ella me dejó —repitió.

—Lo siento.

—Sacó todas sus cosas cuando yo no estaba.

—Es horrible...

—Me dejó solo en el departamento que compre para nosotros.

No me sorprendió que se aferra a mí con fuerza y llorara sobre mi hombro, demostrándome lo mucho que le dolía la situación. Él ya esperaba la ruptura, se lo había confesado a Taylor al mudarnos y había notado en sus acciones que estaba aguardando el golpe, pero no importaba qué tanto se hubiese protegido, Emma lo había golpeado con todas sus fuerzas. No podía odiarla; sin embargo, sí me dolía que se hubiesen separado. Me dolía ver las lágrimas manchando el rostro de mi mejor amigo y el dolor en su cuerpo.

—Ven, Ty —le indicó Taylor, acercándose a nosotros y utilizando un tono tranquilo—. Tienes que darte un baño antes de que te enfermes y yo te buscaré algo para beber mientras tanto.

—Tengo que buscar a Em, seguro está con su hermano.

—No, Ty. —Acaricié su espalda a sabiendas que eso no arreglaría nada—. Tienes que darle su espacio, sé que duele, pero no puedes obligarla a quedarse a tu lado.

Sus ojos miel repletos de lágrimas buscaron los míos y asintió con la cabeza, por completo agotado de esa lucha.

—¿Puedo quedarme?

—Por supuesto, viejo. Tanto como quieras.

—Gracias. —Paseó la mirada entre los dos y luego estudió mi pijama humedecido por su ropa—. Creo que aceptaré el baño y la bebida.

—¿Whisky está bien? —quiso saber Tay.

—Necesito toda la botella.

No lo regañé por su respuesta y observé a mi esposo llevarlo hacia nuestro cuarto de baño. Me quedé sentada en la cama esperando a que Taylor saliera y me levanté de un salto cuando lo vi emerger del vapor.

—¿Crees que debería entrar y hablar con él? —murmuré.

—No lo sé, ¿qué te haría sentir mejor si me marchara sin más?

—Llorar en silencio y luego tener a mis amigos.

—Dejemos que se tome su tiempo, saldrá cuando esté listo.

—Tienes razón, esperaré aquí.

—Ponte un pijama seco, cielo. No quiero que te enfermes.

Recibí el corto beso que posó en sus labios y seguí con la mirada cada uno de sus movimientos mientras salía de la habitación. Seguí su consejo y me cambié con rapidez de pijama para luego meterme a la cama y esperar a que ellos volvieran.

Tyler ya había tenido el corazón roto una vez y la culpa había sido por completo mía; no obstante, sabía que esa vez no iba a ser como antes. Su relación de cinco años acababa de terminar, su primera relación de verdad con la única chica que había amado con cada parte de su ser, y sospechaba que iba a necesitarnos para no hundirse. Éramos su equipo de apoyo e íbamos a estar a su lado incluso cuando quisiéramos matarlo.

***

Después de lo que pareció una eternidad, Ty salió del baño vestido con un pijama de Taylor que le iba un poco grande en la parte de arriba y con una expresión de derrota en su lindo rostro. Tenía el cabello húmedo y alborotado, algo me decía que no se había peinado ni siquiera en la ducha.

—Lamento interrumpir su noche —dijo, arrastrando sus pies al caminar—. No sabía dónde más ir.

—No nos molestas, ¿verdad, MIT?

—Verdad.

—Y puedes quedarte tanto como quieras.

Asintió como respuesta y paseó su mirada entre la televisión encendida y pausada, el cuenco con palomitas y la botella de whisky que mi esposo había buscado para él.

—Ven, Ty, puedes acostarte con nosotros por un rato.

En otro momento las palabras de Taylor hubiesen provocado un comentario divertido de su parte, ese día solo conseguimos otro movimiento afirmativo de cabeza. Tyler se acercó a nosotros y me hice a un lado en la cama para permitirle meterse bajo las mantas. No tardó en abrazarme por la cintura y atraerme a él para rodearme con fuerza.

—Puedes llorar todo lo que quieras, Ty —le aseguré—. No nos iremos de aquí.

—Odio esto.

—Lo sé.

—No hice nada mal, G, y me abandonó como si la hubiese cagado.

—Emma no te ha dejado por algo que tú hiciste, estoy segura que fue una decisión basada en cómo ella se sentía.

—¿Despechada? ¿Infeliz?

—Culpable —aseguró Taylor.

Dos pares de ojos se posaron en él y mi esposo no titubeó ni un segundo. Su seguridad era una de las cosas que más me gustaban de él, así como su facilidad para las palabras.

—No es sencillo viajar tanto y no sentir que estás arruinando tu relación —explicó—. Quizás Emma terminó contigo para no cargar más con ese sentimiento, para no sentir que estaba poniendo en pausa tu vida cada vez que ella se subía a un avión.

—¿Así te sientes tú?

Me alegró que Ty verbalizara lo que estaba pensando porque la curiosidad se había despertado en mi interior.

—Cada maldita vez.

El abrazo de Tyler aminoró en intensidad y se acomodó contra el respaldar, llevándome consigo como si fuera su ancla. Se estaba aferrando a mí para no perderse en el temporal que lo azotaba en su interior y estaba dispuesta a ser su cable a tierra.

—Debería haberlo hablado conmigo.

—Estoy de acuerdo contigo, creo que no actuó de la mejor manera posible.

—No me merezco esta mierda.

Acaricié su cabello como consuelo y sí, efectivamente lo tenía enredado. Para Ty dejar su cabello descuidado era como no dormir para Taylor, quedarse en silencio para Theo y llorar para mí. Era su manera de demostrar que estaba sintiéndose mal sin decirlo en voz alta.

—Puedes quedarte tanto como quieras —repetí las palabras de Tay.

—¿Están seguros? Porque no quiero volver a mi apartamento.

—Tengo que irme de viaje en unas semanas, a Genesis le vendría bien la compañía.

—Y cocinas delicioso.

Mi mejor amigo me dedicó un intento de sonrisa y luego extendió su mano hacia Tay.

—Necesito una bebida.

Esa noche mis planes de dormirme temprano no se cumplieron; sin embargo, haber ayudado a mi amigo cuando más me necesitaba fue suficiente para despertarme con energía a la mañana siguiente. Sabía que Tyler no se iría en el corto plazo de nuestro piso y no me molestaba en lo absoluto tenerlo con nosotros. Nuestra ley era estar siempre para el otro y en ese momento él era quién nos necesitaba.

Hola... Prometan no matarme.

Este capítulo es, bueno, triste. Escribir a Ty mal me pone mal, pero créanme cuando les digo que todo es necesario para la trama. ¿Cómo se sienten ustedes ante esta situación?

Muchísimas gracias por leer, votar y comentar. Gracias por su apoyo y paciencia.

Les deseo una bonita semana y nos leemos el próximo miércoles.

MUAK!

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