Capítulo diecisiete
TAYLOR
Dos años y ocho meses D.B.
Una posibilidad se había instalado en mi cerebro y me sentía emocionado sin saber si se volvería realidad. Necesitaba la aprobación de mi esposa porque era una decisión que debíamos tomar en conjunto; sin embargo, algo me decía que ella aceptaría porque encontraría la propuesta interesante o, mejor aún, la amaría.
Me había comunicado con mis padres al almuerzo cuando ellos decidieron que era un buen momento para llamarme y escuchar sus voces me había hecho feliz, pero lo que más felicidad me dio fue la noticia que tenían para mí. Y desde el momento en que había colgado la llamada e impreso los panfletos que mi padre me había enviado, estaba ansioso por hablar con Genesis. Esa era nuestra gran oportunidad, nuestro momento.
Fui recibido en casa por Jekyll y Hyde que menearon sus rabos con energía y saltaron para brindarme sus húmedos besos que me hicieron sonreír. Amaba a esos animales y su mera presencia alegraba mis días. Escuché el maullido de Blake como saludo y no tardé en buscarlo para acariciarlo también y allí fue cuando lo vi. Ty estaba recostado sobre el sillón con sus pies descalzos sobre la mesa de café y acariciando con una mano a mi gato y con la otra el cabello de mi esposa.
—¿Comprometerse con Emma no era sinónimo de sacar tu trasero de mi casa?
—Hola, Tay. Siempre es un placer verte.
—Y comer mi comida y utilizar mis cosas... —continué en voz de broma—. A veces sospecho que me asesinarás y tomarás mi lugar.
Sus carcajadas me acompañaron mientras me acercaba a Genesis y depositaba un beso sobre sus labios. Ella estaba sentada con las piernas cruzadas y encorvada sobre un libro de texto que tenía la altura de un ladrillo.
—No sabía que tenías un examen.
—No lo tengo —contestó, apartando sus lindos ojos del texto—. Quería adelantarme a la clase.
—Ustedes son tan ñoños que me producen urticaria.
—¿Eres alérgico a la inteligencia, Ty? —Genesis sonrió—. Eso explica mucho.
—Fingiré que no me siento profundamente ofendido por tu insulto.
—¿Por qué quieres adelantarte a la clase? —pregunté, sentándome a su lado—. Creí que ya ibas muy adelantada.
—Nunca se adelanta mucho, pero... —Mordió su labio inferior con emoción—. Puede ser que me hayan ofrecido un trabajo de medio tiempo en un laboratorio y puede que les haya dicho que sí.
La miré con sorpresa para, acto seguido, envolverla en un abrazo y besar su mejilla repetidas veces. Me sentía malditamente orgulloso.
—Estoy muy feliz por ti, cielo.
—Lo sé. —Sonrió y tomó una de mis manos para entrelazar nuestros dedos—. Será solo tres días a la semana y por la tarde, aunque estoy muy emocionada. La titular de la cátedra de biomateriales estaba muy contenta con mi desempeño académico y me invitó a formar parte de su programa de pasantes. ¿Puedes creerlo? Esa mujer es como mi ejemplo a seguir, tiene más doctorados que dientes y su cerebro es una obra de arte.
—Claro que puedo creerlo —le aseguré—. Eres increíblemente buena en lo que haces.
—Sería una idiota si decidiera ignorarte —agregó Tyler—. Y no me refiero solo a tu dinero o contactos que podrían darte la posibilidad de hacer todas las investigaciones que te plazcan, eres brillante, G. Tienes ideas innovadoras y una gran ética de trabajo.
—Estoy de acuerdo con el okupa.
—No soy un okupa.
—Dijo el muchacho que siempre está en nuestro sillón a pesar de que nadie lo ha invitado.
—Tengo una habitación en este pent-house, está claro que fui invitado tácitamente.
Genesis rió por lo bajo y volví a poner toda mi atención en ella. Mi idea ya no se sentía tan atractiva considerando que le habían dado la oportunidad de una pasantía que se transformaría tras su graduación en un trabajo a tiempo completo.
—¿Por qué siento que quieres decirme algo y no sabes cómo hacerlo?
—Porque me conoces bien, MIT.
—Dime.
—Mmm...
—¿Necesitas que me vaya? —preguntó Tyler.
—No, tu presencia no me molesta.
—Oh, eso es lo más dulce que me has dicho.
Blanqueé los ojos con diversión y luego me dispuse a buscar los folletos que había impreso unas horas atrás.
—¿Qué es esto? —susurró Genesis al recibir los panfletos.
—Mis padres me comentaron de esta nueva zona residencial que construirán en Rose Valley y me pareció una buena idea —expliqué, sin quitar mis ojos de ella—. No significa que quiero que nos mudemos al pueblo o algo así, tan solo me pareció una excelente oportunidad. Podríamos utilizar el lugar como casa de vacaciones o simplemente tenerla por si algún día nos agotamos de la ciudad.
—Te escuchas nervioso, ¿por qué?
No pude evitar sonreír. Genesis me conocía mejor que nadie.
—No quiero que te sientas presionada.
—Tonterías. —Movió su mano restándole importancia—. ¿Es de esos proyectos inmobiliarios donde compras el terreno y puedes elegir el diseño que quieras para tu casa?
—Exacto.
—Me parece una grandiosa idea.
Mis ojos se abrieron con asombro y eso la hizo reír. No esperaba una respuesta tan rápida, quizás un pequeño discurso sobre no sentirse lista para volver a Rose Valley o que le parecía un paso apresurado, en cambio, había obtenido un sí al instante.
—¿De verdad?
—Por supuesto. ¿Cuántas habitaciones crees que deberíamos tener?
—Esperen, esperen, esperen —intervino Ty—. ¿Por qué nadie me habló de este proyecto inmobiliario?
Demostrando que era un chismoso de primera y también un poco metido, le pidió los papeles a Genesis y comenzó a ojearlos.
—Me sumo —soltó a los pocos segundos.
—¿Disculpa?
—También quiero una casa, me parece un excelente plan a futuro.
—¿No deberías consultarlo con Emma, Ty? —Genesis ladeó su cabeza—. Son un equipo ahora.
—No creo que ella se rehúse, no estoy obligándola a mudarse.
—Es mejor hablar con ella, viejo.
Suspiró y estudió de nuevo los panfletos explicativos.
—Bien, la llamaré. No decidan nada sin mí.
Se puso de pie de un salto y nos señaló con dedo acusador para advertirnos que hablaba en serio. Sin embargo, tanto él como nosotros sabíamos que no nos quedaríamos en silencio hasta que decidiera volver y no podría culparnos.
—Entonces —Genesis volvió a hablar—, ¿cuántas habitaciones?
—Las que quieras.
—No quiero una mansión, me resultan espeluznantemente impersonales.
—Correcto, una casa grande pero no tan grande.
—¿Te gustaría usar el sótano como estudio o prefieres el ático?
—El sótano —respondí con rapidez—, podría insonorizarlo y no molestaría con mi música.
—Tu música nunca molesta. —Depositó un beso fugaz en mis labios—. Bien, ¿qué te parece si elegimos una casa con cinco habitaciones?
—¿Por qué cinco? ¿Le daremos una a Ty?
Negó con la cabeza mientras reía y un pequeño alivio me recorrió el cuerpo. Adoraba a mi amigo, solo que no lo quería también en nuestra casa en Rose Valley. Él había dicho que quería comprar una, ¿para qué entonces necesitaría una habitación? Además, ya tenía la casa de nana y el complejo en construcción quedaba a solo cinco minutos en automóvil.
—Tendremos un dormitorio para huéspedes, una para nosotros y tendremos suficiente espacio para nuestros futuros hijos. Y si solo tenemos uno, utilizaremos una habitación como mi oficina y la otra como sala de juego.
—Creo que está la posibilidad de pedir una biblioteca en la planta principal —le informé—. Nuestro futuro hijo, o hijos, podría utilizarlo para estudiar y tú podrías poner todos tus enormes libros.
—Me encanta.
La amplia sonrisa que me dedicó fue una confirmación de que no mentía. Le encantaba la idea tanto como a mí y me parecía un poco irreal, no porque fuera difícil para nosotros ponernos de acuerdo –lo cual era todo lo contrario, debíamos ser de las parejas que estaban siempre en la misma sintonía-, sino porque era un paso importante. Yo no había mentido al decir que quería que tuviéramos un hogar antes de pasar a la etapa de la paternidad y Genesis no había mentido al decir que estaba lista para ser madre. Con una casa en Rose Valley podíamos avanzar a eso, a intentar concebir a un niño y todo el alboroto que le seguía.
—¡Lo logré! —exclamó Ty mientras caminaba de regreso al sillón—. Emma dijo que estaba de acuerdo siempre que ella pudiera elegir el diseño. Es oficial, seremos vecinos.
—Te prohíbo elegir la casa de al lado.
—¿Por qué me odias, Taylor?
—Cinco casas de distancia como mínimo.
—Tres —negoció.
—Cuatro —sentenció Genesis—. La distancia suficiente para decir que somos vecinos, aunque no lo suficientemente cerca para que no tengamos privacidad.
—¿Y qué pasó con la idea de que nuestros hijos tengan sus habitaciones enfrentadas y conectadas por un árbol?
—No vivimos en un video de Taylor Swift, viejo. Cuatro casas es una distancia prudencial.
Soltó el aire contenido en sus pulmones y esbozó una mueca de derrota.
—Ya que.
Mi esposa estiró su brazo para pellizcar su mejilla y eso consiguió que la mueca se transformara en una sonrisa con hoyuelos. Si ella podía con Ty que era un adulto dependiente emocionalmente y un poco terco –por no decir muy terco-, podría con un bebé.
—¿Creen que deberíamos decirle a Theo?
—Por supuesto —contestó MIT.
—Sí, deberíamos decírselo, pero no creo que acepte. Él en verdad ama vivir en Inglaterra y no volverá a nuestro país por mucho tiempo.
—Me siento traicionado por mi propio hermano.
—Supéralo —lo molesté.
—Nunca. Nunca superaré el momento en que decidió mudarse al viejo continente.
—Eres un niño gruñón.
—No soy un niño gruñón, G. Solo soy rencoroso.
Ningún ser vivo con dos neuronas funcionales le creería y él lo sabía mejor que nadie. Su carácter no era su mejor cualidad; no obstante, tenía muchísimas características positivas que eclipsaba ese defecto.
—Por cierto, ¿cuándo volverá Em? Necesitamos una charla de chicas sobre su futuro matrimonio y le prometí conseguirles una cita con la mujer que planificó nuestra renovación de votos.
—No lo sé. —Se encogió de hombros—. Tiene que terminar de documentar lo que vivió y todo lo que escriba tiene que ser revisado por el ejército, ella cree que en unas semanas estará de vuelta.
—Apesta que no te hayas podido quedar —dije con sinceridad.
—¿Esta es tu nueva forma de echarme, Tay?
—Claro que no, idiota. Pero sé que la extrañas y que ella te extraña.
—Sí —admitió con derrota—. Es una mierda, aunque pronto estará aquí y todo lo demás quedará olvidado.
Genesis no tardó en soltar un largo «awww», ocasionando el mismo efecto de siempre: risas y ojos en blanco. Era una pequeña burla que me recordaba a los viejos tiempo y seguía pareciéndome igual de entretenida, incluso cuando yo era el receptor de la broma.
—No puedo creer que te vayas a casar.
—Ni yo, G.
—Tampoco puedo creer que seremos vecinos.
—No me lo recuerdes —me quejé con exageración—. Quiero fingir que Ty no se mete siempre en nuestros planes.
—Es parte de mi encanto, amigo. Tú lo aceptaste cuando decidiste ser parte de mi vida.
—Un terrible error que no podré enmendar.
Su respuesta fue tirarme un cojín que impactó de lleno contra mi rostro. No me enfadé, pero claro que le devolví el golpe.
—¡Son unos niños! —chilló mi esposa, intentando huir de la guerra de almohadas—. Aplastarán mis libros.
—No seas aburrida, G. En unas semanas no me tendrás más aquí y me llamarás llorando diciendo que me extrañas.
—Buen punto.
La observé tomar un cojín y estrellarlo sin fuerza contra el rostro de nuestro mejor amigo. Todos éramos conscientes de que era una mala idea porque nuestras mascotas no tardarían en interferir creyendo que estábamos siendo lastimados; sin embargo, lo disfrutamos mientras duró. Tyler tenía razón, nos quedaba poco tiempo de compañerismo diario porque la adultez ya no esperaba por nosotros y nos había tomado como rehenes.
¡Hola, hola, habitantes de Rose Valley! ¿Cómo están? ¿Qué tal su semana?
Un gran y especial gracias a mi querida Clari que me recordó que tenía que subir capítulo porque su escritora está media vieja y se olvida de las cosas.
¿Les ha gustado el capítulo? ¿Cómo creen que se llevarán como pareja?
Falta poquito para el final y por eso me toca anunciar algunas cositas:
1) No subiré la historia de los hijos de inmediato porque aún no la termino (bloqueo escritor).
2) La historia corta de TyEm creo que la publicaré en febrero, no saquen esta historia de sus bibliotecas para enterarse.
3) Esta historia tiene un bonito epílogo.
Ahora sí, muchas gracias por leer y por su inmenso apoyo. Nos leemos el próximo miércoles.
MUAK!
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