
Capítulo dieciséis
GENESIS
Dos años y siete meses D.B.
Tyler no me había dejado contratar a un fotógrafo para capturar el momento y me sentía desilusionada, aunque lo comprendía al cien por ciento. Mi mejor amigo era una persona que disfrutaba la atención y, a la vez, era alguien que odiaba las muestras de afecto en público; lo mismo sucedía con Emma. Sospechaba que si iba contra sus deseos, me ignoraría por el resto del viaje y eso era algo que no quería que sucediera. Tendría que conformarme con tomar mis propias fotografías y videos borrosos porque mi pulso cuando me emocionaba era desastroso.
El plan para la propuesta era sencillo: iríamos a visitar a Emma a la base militar en donde se estaba quedando en Italia y le daríamos a ella y a Ty tiempo para ser la una pareja feliz que no se había visto en meses. El momento en que Tyler sacaría el anillo era incierto, él había dicho que quería que estuviéramos presentes, pero nunca mencionó que tan cerca de la situación. En pocas palabras, era probable que no presenciara la propuesta y me había convencido que estaba bien al respecto.
El primer paso del plan era, por supuesto, llegar a la base y estábamos a medio camino del lugar. Entrar a un sector militar no era sencillo; sin embargo, había pedido algunos favores de amigos de mis padres y así habíamos conseguido el acceso sin tener que avisarle a Emma de nuestra visita sorpresa. Mis padres seguían ayudándome a pesar de su muerte.
—Estoy nervioso —soltó Theo mientras retorcía sus dedos
—¿Tú estás nervioso? —contratacó Tyler—. ¿Tú? ¿Qué queda entonces para mí?
—Sí, yo. ¿De qué tienes que preocuparte tú, dude?
Las miradas de todos cayeron sobre él y no pude evitar la burla en mi expresión.
—Bien, pregunta estúpida. Déjenme reformularla... ¿por qué deberías preocuparte si sabes que Emma dirá que sí?
—No estoy seguro de que diga que sí.
—Dirá que sí —aseguré.
—No lo saben.
—Un presentimiento —añadió Tay—. Dirá que sí.
—Y si dice que no, ¿qué harás, Ty?
—Deprimirme, Kenz. No lo sé —dijo con sinceridad—. Supongo que me sentiré bastante mal y me alejaré de la idea del matrimonio por otra década.
—Dirá que sí —repetí.
Me dedicó una sonrisa de agradecimiento y recostó su cabeza sobre mi hombro. Íbamos en una SUV del gobierno que nos había ido a buscar al hotel y había terminado con Tyler y mi esposo en el asiento trasero mientras Theo y Kenzie compartían el otro asiento.
—Si dice que no, ¿te casarías conmigo, G?
—Claro.
—Oigan, estoy justo a su lado —se quejó Taylor y alcancé a verlo rodar lo ojos—. Genesis ya está casada, no me dejará por ti.
—Podemos encontrar un país donde se permita la poliandra.
—India, Nepal y Nigeria —nos informó Theo.
—Uh, Nepal suena bien —admití—. Tendría frío todo el tiempo, pero al menos veríamos el Everest.
—¡No tendrás dos esposos! Tu único esposo dice que no.
—Eres un aburrido, Tay.
—Lo lamento, Ty. Al menos lo intentamos.
Rió por lo bajo y entrelazó su mano con la mía para luego comenzar a jugar con mis dedos. Eso era algo que lo tranquilizaba desde que nos habíamos conocido y me parecía un gesto adorable que no mencioné por miedo a que dejara de hacerlo.
—¿Cuánto falta para llegar? Me estoy orinando —preguntó Mackenzie, mirando por la ventana polarizada—. No tuvimos tiempo de ir al baño al llegar, Ty se volvió un mandón.
—Hubieses llegado antes, zanahoria.
—¡Yo no controlo el tráfico aéreo!
—Deberías, heredarás un imperio multimillonario.
La colorada suspiró con falsa molestia y me encontré sonriendo ante su actuación. Cada vez que Tyler y Kenzie se juntaban era una pelea eterna de bromas en la que buscaban molestarse mutuamente. Nunca había un ganador y hasta ese día nadie había terminado llorando, lo que era una buena señal.
Como si las súplicas de nuestra amiga hubiesen sido escuchadas, el serio y fornido chofer nos informó que estábamos a punto de llegar. También nos recordó las normas del lugar y aseguró con ímpetu que no podíamos acceder a ningún espacio que no fuera el comedor, las habitaciones, los sanitarios y la biblioteca.
—¿Me acompañas al baño? —me preguntó Kenz nada más bajar—. Necesito que alguien me sostenga la puerta si el seguro está roto
—Vamos, también quiero usar los sanitarios.
Entrelazó su brazo con el mío y juntas comenzamos un camino apresurado en la dirección que el chofer G.I. Joe nos había indicado. El lugar era grande y parecía salido de una película de acción con soldados uniformados corriendo alrededor del perímetro, vehículos camuflados y gigantes depósitos custodiados.
Lavé mis manos mientras Kenzie utilizaba el baño y arreglé mi cabello en el pequeño espejo colgado en la pared. Me había costado acostumbrarme al cabello largo, de hecho, lo había llevado atado gran parte del tiempo hasta que decidí darle una oportunidad y desde entonces no podía cortarlo más que unos centímetros. Sin embargo, las consecuencias del pelo largo y un largo viaje en avión eran que estaba más despeinada de lo normal.
—Esperaré afuera —le informé—. Demora todo lo que necesites.
—Ya casi salgo, te encontraré en la puerta.
Asentí a pesar de que no podía verme y me apresuré a salir del baño con escasa iluminación. Tomé una amplia bocanada de aire al llegar al exterior y me concentré en mover mis piernas para destensarlas luego de una eternidad sentada.
—¿Genesis?
Abrí mis ojos de par en par al reconocer la voz y giré lentamente hacia ella. Si actuaba normal, quizás Emma no sospecharía.
—¡Emma! —exclamé con felicidad y me acerqué para darle un corto abrazo—. No sabía que estabas aquí.
—Sí lo sabías.
—Bueno, sí, pero no cerca de los baños —mentí terriblemente.
El cansancio no me ayudaba y mi cerebro se sentía lento para inventar mejores excusas. Tyler iba a matarme porque acababa de arruinar la sorpresa sin siquiera intentarlo.
—¿Qué haces tú aquí?
—Vine a visitar a un amigo de la infancia —inventé.
—¿Tienes amigos militares?
—Sí, ¿tú no?
—Ahora sí. —Frunció su ceño con confusión y casi sonreí al notar ese gesto característico—. ¿Estás aquí tú sola?
—Por supuesto.
—¿Genesis, tienes algo de maquillaje?
Demonios.
—¿Esa es Mackenzie? —interrogó la castaña.
Mierda, ¿dónde estaban los soldados calientes cuando se los necesitaba?
—Sí, esa es Kenzie.
—¿Y las dos tienen un amigo en común?
—Bien, te mentí. —Suspiré con derrota—. Lo lamento, estamos todos aquí y Ty me hará dormir con los peces por confesártelo
—¿Ty está aquí?
Moví mi cabeza de arriba abajo y su expresión de felicidad confusa pasó a una de completo entusiasmo. Giró su cabeza de derecha a izquierda como si de esa manera pudiera rastrear a su novio al instante y me pareció que quería salir corriendo.
—Está en el comedor, Em. ¡Finge que no me viste!
—Hecho.
Tomándome por sorpresa, Emma me dio un corto abrazo y un beso en la mejilla que demostraba lo feliz que mi noticia la había hecho. La observé correr la dirección que le había indicado y sonreí ampliamente. Me perdería el reencuentro, pero al menos mi mejor amigo estaría de buen humor cuando descubriera que había metido la pata.
—¡Genesis!
—¡Lo lamento! Sí, tengo maquillaje.
***
Habíamos logrado salir de la base militar con todos nuestros dientes y huesos en perfecto estado y debía admitir que me había asustado como el demonio cuando un sargento me llamó la atención. Por un momento creí que me tomarían como prisionera y me harían rogar por mi libertad, en cambio, solo era un hombre que había conocido a papá y quiso brindarme sus condolencias.
—Nos encontraremos con ustedes en el restaurante —nos informó Tyler, su mano fija en la de Emma.
—¿Cuál de todos los restaurantes de Italia?
—No lo sé, zanahoria. Elige uno y luego me envías la dirección.
Em no tardó en reprenderlo por el apodo que había empleado para Mackenzie y comenzaron a alejarse de nosotros en medio de una animada discusión sobre los efectos de los apodos en la autoestima de las personas. Había extrañado a esa chica, nadie lograba hacer que Tyler se tragara sus palabras como ella.
—¡Oye, Ty! ¡Espera! —exclamó mi esposo de pronto.
Lo miré con confusión; no obstante, él ya estaba a medio camino de encontrarse con nuestro amigo. Hablaron en voz baja por unos segundos y luego observé a Taylor entregarle algo con actitud divertida.
—¿Qué le diste? —pregunté al segundo que volvió a mi lado.
—¿Importa?
—Sí —contestó Theo por mí.
—¿Eres parte de un plan del que nos excluyeron? ¿Es por ser pelirroja? Empiezo a sentirme muy ofendida, quizás debería mostrarle las fotos sucias que tengo de él ebrio.
—No hay ningún plan. —Se encogió de hombros—. Le di algo que compramos en el aeropuerto.
—¿Un anillo? —intenté adivinar.
—¿Droga?
—¿Cómo se consigue droga en un aeropuerto, cariño? —Theo miró a su novia con confusión—. Está prohibido siquiera acercarla al estacionamiento.
—¿En verdad crees que toda la droga que decomisan es llevaba a las autoridades? —Chasqueó la lengua y negó con la cabeza simulando estar profundamente avergonzada—. Eres un iluso.
—¿Y bien? —Coloqué mis brazos en jarra y clavé la mirada en el bello rostro de Tay—. ¿Qué compraron?
—Condones.
Esa era una respuesta desilusionante, aunque lógica.
—¿Y tanto misterio para decirlo? —se quejó Kenzie—. Me gustaba más la opción de las drogas.
—A mí igual.
—¡Pequeñita!
—¿Qué? —chillé—. Ustedes muchachos deben haber gastado miles de dólares en condones en lo que llevan con vida. ¿Tengo que sorprenderme por otra caja?
—Dijo la célibe.
Pellizqué el oblicuo de Taylor como regaño por sus palabras y sonreí triunfante al verlo dar un salto a causa de las cosquillas. Eso nunca fallaba.
—No. Hagas. Eso.
—No. Me. Provoques.
—Aw, míralos, Theo. Están teniendo una pelea de casados.
—Quizás debamos darles privacidad, ¿no crees?
—Quizás podamos ir a la habitación y utilizar los condones que trajimos de Londres.
—¡Nadie se va! —Elevé la voz para ser escuchada—. Tenemos que encontrar un restaurante bonito donde cenar, con excelente iluminación para que el diamante en la mano de Emma resplandezca como una estrella.
—Podríamos usar tu diamante para ver cuál es un buen lugar, G. —Kenzie tomó mi mano entre las suyas y soltó un suspiro soñador al ver mi anillo de compromiso—. Nunca me canso de esta hermosura.
—Tengo excelente gusto —dijo Tay, inflando su pecho con orgullo—. Elegir diamantes parece ser lo mío.
—Entonces ayuda a tu mejor amigo porque parece que nunca pondrá un anillo en mi dedo.
—¡Kenzie! —chilló el aludido.
—¡Theo! —respondió ella con el mismo tono.
De pronto, estaba en medio de una escena que rivalizaba con la de Shrek 2 donde todos gritaban nombres con tono acusador. ¿Si gritaba mi nombre eso ayudaría a terminar con la discusión?
—Me apetece comer pescado —informé para acallar a la pareja.
—Yo quiero pizza, sería un pecado no comer pizza en Italia.
—Que cliché, Kenzie —se burló mi esposo y recibió otro pellizco, pero esa vez de parte de su mejor amiga—. ¡Dejen de hacer eso!
Logrando un momento de seriedad, decidimos debatir sobre la mejor cena para la situación y el mejor restaurante según internet. La tranquilidad y madurez terminó cuando Theo y yo nos enfrentamos contra Tay y Kenz en una partida de piedra, papel o tijeras para determinar dónde cenaríamos. Theo era bueno en los deportes y en los juegos de niños por lo que nuestra opción fue la ganadora; sin embargo, dejamos que Mackenzie eligiera el menú.
Fui la encargada de informarle el lugar a Tyler y esperé nerviosa por lo que me pareció una eternidad a que llegaran. Mi pierna no dejaba de temblar y mi esposo comenzaba a mirarme con ojos de asesino serial.
—Para ya, cielo.
—Soy una bola de nervios.
—¿Quieres que vayamos al baño y lo solucionemos?
Me guiñó un ojo con coquetería y lo consideré seriamente hasta que escuché una arcada de parte de Theo.
—Seguimos aquí, dude.
—A mí no me molesta —dijo Mackenzie con un pedazo de focaccia a medio camino de su boca—. No es como si fuera un secreto que tienen sexo como conejos.
—¡Mis oídos sangran! —se quejó el grandote con exageración.
—No es como si fuera un secreto que ustedes también tienen sexo como conejos —nos defendí.
—¿Podemos dejar de hablar de sexo?
—¿Por qué hablan de sexo sin nosotros? —soltó con indignación una voz conocida.
Casi solté un grito de felicidad al notar a Tyler y Emma al lado de nuestra mesa sonriendo ampliamente. Tuve que contenerme para no tomar las manos de ella y fijarme si había un anillo en su dedo anular.
—Díganme que ya ordenaron, muero de hambre —siguió mi mejor amigo mientras tomaba asiento.
—Cenaremos pizza —le informó Tay.
—Que original.
Mackenzie blanqueó los ojos y eso ocasionó que una carcajada escapara de los labios de mi mejor amigo.
—Bueno... —Theo aclaró su garganta—. ¿Alguien tiene algo importante para contar?
—¿Puedes ser más evidente, viejo?
—De hecho, sí tenemos algo importante para contar —interrumpió Emma—. Ty y yo nos vamos a casar.
Y esas palabras ocasionaron que una exclamación general se extendiera por nuestra mesa. Por todos los cielos, realmente había sucedido. Tyler Murphy iba a sentar cabeza.
¡Hola, hola! Gritemos juntas, ¿sí?
Este capítulo admito que fue un poco complicado de escribir, muchas personas que tenían que demostrar su personalidad y era necesario que aparecieran. Para mí quedó bonito, ¿para ustedes?
¡TYEM SE CASA! Al fin estos dos se van a dejar de idas y vueltas y pronto leeremos lo que sucederá en esa boda porque sí, su historia corta será sobre esos días especiales. ¿Emocionadas?
Muchísimas gracias por leer, votar y comentar. LAS AMO y gracias por seguir aquí.
MUAK!
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