
Capítulo catorce
GENESIS
Dos años y cuatro meses D.B.
¿Se dejaba de extrañar en algún momento a tu compañero de vida cuando él debía viajar por trabajo? Comenzaba a creer que no porque esos días, como todos los anteriores en los que Taylor había estado de gira o en San Francisco, lo extrañaba con cada parte de mi ser. Por fortuna no estaba sola y la presencia de Tyler me ayudaba a sentir mejor.
Por una semana y media mi mejor amigo había adaptado su horario al mío y estábamos pegados casi las veinticuatro horas del día. Estaba durmiendo con él en su dormitorio ya que caía rendida cada noche viendo una película o conversando y desde que mi alarma sonaba a las seis, conseguíamos un momento o excusa para estar juntos. Su humor había mejorado y eso me hacía feliz; sin embargo, ignoraba a todas las chicas que intentaban captar su atención, algo que era de esperarse después de todo lo que había sucedido con Emma.
Esa tarde en particular me había sorprendido al hacerme saber que iría solo a su departamento a buscar unos cuadernos viejos de ideas que necesitaba para el libro que estaba escribiendo y, sobre todo, cuando mencionó que era posible que tardara en regresar. Oculté todas mis emociones y le dije que fuera tranquilo, que yo estaría bien, aunque en verdad quien me preocupaba era él.
En consecuencia, había aprovechado las horas a solas para relajarme y darme un baño caliente con sales y chucherías que una amiga de la universidad me había regalado. En medio del proceso de cepillado de mi cabello escuché a Jekyll y Hyde ladrar de alegría en el piso inferior y me envolví con una bata antes de salir del baño. Ty no tardaría en entrar a mi habitación y prefería que me encontrara vestida, aunque fuera con una bata; no obstante, no fueron sus pisadas las que escuché en la escalera ni su voz la que me llamó.
—¿Cielo?
—¿Tay?
Abrí la puerta de par en par y me asomé hacia el pasillo con energía recorriendo mis venas. Efectivamente mi esposo venía hacia mí con nuestras mascotas revoloteando a su alrededor y una sonrisa de oreja a oreja que me provocó un pinchacito de felicidad. Abrí mis brazos esperando recibir un abrazo y chillé bajito cuando me rodeó por la cintura y me elevó del suelo soltando un sonidito de bienestar. Sus cálidos y suaves labios conectaron con los míos y mi corazón latió al ritmo del anhelado beso.
—¿Qué haces aquí?
—¿Aquí en nuestra casa? —soltó con tono bromista—. ¿La casa que elegimos juntos después de largas semanas buscando el lugar ideal?
—Aquí en casa antes de tiempo —aclaré con diversión—. Dijiste que estarías al menos una semana más lejos de la costa este.
—Ya me conoces, soy muy eficiente y pude terminar antes de lo previsto mi trabajo. —Depositó otro corto beso en mis labios—. No quise esperar para volver.
—Y me alegra que lo hayas decidido.
Fue mi turno de besarlo y me aferré a él como un ahogado a una cuerda salvavidas. Para muchos podríamos ser exagerados o empalagosos, pero había aprendido a ignorar lo que los demás pensaban o creían y concentrarme en lo que yo sentía. En ese momento sentía que tenía que estar con Taylor.
—¿Estás sola? —preguntó cuando deshice mi abrazo alrededor de su cuello.
—Ty salió y dijo que tardaría en volver.
—Y por tu aspecto me doy cuenta que decidiste darte unas horas de "chicas".
—Necesitaba relajarme.
—Hueles increíblemente bien.
—¿Suelo oler mal? —Arqueé una ceja para provocarlo.
—Horrible, es una tortura estar a tu lado.
Le di un pequeño tirón a su camiseta como reprimenda y eso ocasionó que una risa baja escapara de sus labios. Una risa ronca que provocó cosquillas en todo mi cuerpo. Mi cuerpo también lo había echado de menos y me lo estaba haciendo saber.
—Tendrás que dormir con Tyler en ese caso.
—Ya me acostumbré, descuida.
Lo observé desatar sus botas nada más entrar al cuarto para luego tirarse sobre la cama y soltar un suspiro de placer. Se notaba que estaba agotado luego del viaje y quería descansar, aun así, palmeó la cama para indicarme con una sonrisa que lo acompañara, algo que no dudé en hacer.
—Te extrañé —murmuró cuando me abrazó y me posicionó contra su pecho—. Creo que siempre digo lo mismo al llegar de un viaje.
—Yo también te extrañé, Tay, y no me canso de escuchártelo decir.
—Seguiré haciéndolo entonces. —Su nariz encontró un camino en mi cuello y su aliento me erizó la piel—. Sí, en definitiva, hueles delicioso. ¿Rosas?
—Jazmín —corregí—. El de rosas me lo robó Ty hace unas noches.
—O sea que mi mejor amigo también huele bien.
—¿Y eso cómo te hace sentir?
Me entregó un ligero pellizco en la mejilla, provocando que diera un respingo a causa de la sorpresa.
—¿Qué tal San Francisco? —pregunté con curiosidad—. ¿Qué clase de problema te tocó solucionar ahora?
—San Francisco es genial como siempre y pude visitar a mis padres en el proceso. Y respondiendo tu segunda pregunta, mis chicos se metieron en un lío gordo.
—Eso suena serio.
—Bueno, uno de ellos en verdad.
—¿Harley? —adiviné.
—El mismo. ¿Cómo es posible que se meta en tantos problemas en tan poco tiempo?
Me encogí de hombros porque en verdad no tenía una buena respuesta. Desde el momento en que Tay se había arriesgado a producir por su cuenta a una pequeña banda universitaria, el muchacho no había dejado de causarle dolores de cabeza. No era una mala persona, tan solo no sabía utilizar la fama de la manera adecuada.
—Como sea, no quiero hablar de eso. Ya está solucionado y espero que la reprimenda le haya servido para algo.
—¿Tienes hambre?
—Sí, de hecho, muero de hambre por saber si tienes ropa interior bajo la bata.
—¿De hambre o curiosidad?
—Ambas. Ahora dime la respuesta.
—Tendrás que averiguarlo por ti mismo.
Lo conocía lo suficiente para saber que se lo tomaría como un reto y de todas formas no pude evitar sorprenderme cuando de un solo movimiento me dejó de espaldas sobre la cama. Fue tan delicado que incluso me pareció haberlo imaginado, pero cuando se colocó sobre mí con sus rodillas presionadas contra el colchón a cada lado de mis caderas, no me quedó duda de que sí estaba sucediendo.
—¿De verdad quieres jugar así?
—¿De verdad rechazarás jugar así? —contraataqué.
—Buen punto.
Si algo caracterizaba a mi esposo, además de su inteligencia y talento, era su paciencia y, mientras yo moría por explotar cada parte de su anatomía, él decidió tomárselo con calma. Sus labios bajaron al nivel de los míos y me dedicó una mirada de oscura diversión que transformó mi sangre en fuego para luego unir nuestras bocas en un beso lento que anticipaba lo que estaba por venir.
—Realmente te extrañé, estoy esperando ansioso tus vacaciones para arrastrarte conmigo a todos lados.
—No soy un perrito faldero.
—No, eres la mujer que me enloquece enviándome fotos subidas de tono cuando estoy de viaje.
Mis carcajadas fueron ahogadas por sus besos y lo atraje hacia mí rodeando su cuello con mis brazos. Le permití deslizar su lengua al interior de mi boca y todo mi interior explotó en placer cuando se dejó caer sobre mí presionando su cuerpo al mío. Pude sentir cada parte de él, incluso el bulto entre sus pantalones que se rozaba contra mi muslo y me hacía anhelarlo más y más.
Mantuve mis ojos cerrados cuando sus besos se despidieron de mis labios y bajaron hacia mi cuello. Su lengua acompañó las pequeñas mordidas y las caricias mientras el calor aumentaba en la habitación. No planeaba detenerlo, aunque apurarlo podría resultar una buena idea.
—Tay...
—Estoy satisfaciendo mi hambre —me respondió mientras descendía por mi escote—. ¿No querías jugar así?
—Me estoy arrepintiendo de mis palabras.
Sin embargo, cuando sus expertas manos encontraron el nudo de la bata y lo deshicieron, mis protestas se agotaron. Me miró con una intensidad abrasadora que me hizo estremecer y me vi obligada a dejar caer mis párpados cuando las puntas de sus dedos se deslizaron por mi vientre desnudo. Su pregunta había encontrado una respuesta: sí, estaba completamente desnuda bajo esa bata.
Mi respiración se volvió más agitada de ser posible al sentir sus manos trazar un camino alrededor de mi cuerpo, recorriendo cada curva con cuidado y ternura como si su vida dependiera de ello.
—Se acabó la inspección, ven aquí —le ordené con voz firme.
Su sonrisa quedó en el olvido cuando lo tomé por la camiseta y lo atraje de nuevo hacia mí. No era justo que él estuviera tan vestido y yo tan solo llevara una bata desatada que colgaba de mis hombros a nada de caer. Llevé mis manos al borde de la prenda y tiré de ella hacia arriba, no encontrando resistencia por parte de mi esposo.
—Creí que era mi momento.
—Tu momento terminó, lo lamento.
—Podré vivir con ello.
Para demostrarme la veracidad de sus palabras, se separó de mí lo suficiente para deshacerse de sus pantalones y ropa interior. Lo observé en silencio y mi boca se secó ante la imagen. Bendito ejercicio y sus resultados.
Volvió sobre mí sin que tuviera que pedírselo y se acomodó de manera tal que me aprisionó contra la cama. Acarició mi mejilla con sus nudillos para luego besarme con la intensidad que me encantaba, esa que alborotaba mi corazón, agitaba mi respiración y me hacía temblar de placer. Lo ayudé a deshacerse de la bata y pronto fuimos dos cuerpos desnudos que se acariciaban con necesidad y besaban con deseo.
Mi mente se había vaciado de preocupaciones y mis pensamientos estaban fijos en el presente. En la manera en la que Taylor me observaba como si fuera lo más hermoso que había visto en su vida, la forma en que nuestros cuerpos se acoplaban y unían en los lugares correctos, como me tentaba con sus manos y me retaba con sus ojos. Amaba nuestros momentos de intimidad, la complicidad que habíamos encontrado en el otro y el conocimiento que habíamos acumulado luego de siete años de relación.
Me acomodé sobre él luego de ser torturada y me concentré en saborear su piel y respirar su fragancia masculina. Nuestro juego previo se estaba volviendo eterno y nos habíamos mantenido lejos del otro por más tiempo de lo imaginado. Sabía que no íbamos a durar mucho más así, sin llevar las caricias a algo más carnal y satisfactorio. Los besos ya no bastaban y ambos lo sabíamos.
No obstante, en el momento en que mis manos finalmente rodearon su miembro para avanzar, la puerta de nuestra habitación se abrió y me quedé congelada esperando que volviera a cerrarse. Estaba desnuda y, por fortuna, estaba de espaldas. Mi cuerpo cubría el de Taylor por lo que Ty solo podía ver mi espalda y la posición en la que nos encontrábamos.
—Mierda, lo lamento. Tendría que haberlo imaginado al ver las maletas en el piso de abajo.
—Todo en orden, viejo —respondió Tay con más calma de la esperada.
La puerta volvió a cerrarse tras escuchar otra disculpa y una fuerte carcajada escapó de mí. Habíamos tenido suerte hasta ese momento, nunca nadie nos había interrumpido en el medio del acto o en la situación previa, pero la suerte se había acabado y el resultado había sido mi protector mejor amigo viéndonos a nada de hacer el amor. Al menos no me había encontrado con la boca alrededor del miembro de mi esposo.
—Olvidamos cerrar la puerta —dijo Taylor entre risas.
—Sí, creo que no nos volverá a pasar.
—Ty debe estar lavándose los ojos con jabón.
Reí nuevamente y negué con la cabeza. No, mi mejor amigo podía ser sobreprotector y exagerado; sin embargo, también era pervertido y sabía que en su mente no pasaba el asco en ese momento.
—Lo dudo mucho.
—¿De verdad? ¿Crees que esto no lo traumó? —Señaló nuestros cuerpos, él recostado debajo de mí y yo sentada a horcajadas.
—¿Tú crees que él mentía cuando nos ofrecía un trío? —Negué con la cabeza por segunda vez, la sonrisa seguía plasmada en mi rostro—. Ha insistido con eso desde que nos conocemos, una broma no dura tanto tiempo sin volverse aburrida.
Su expresión tranquila cambió y tapé mis labios para no carcajearme con fuerza. Mi esposo acaba de descubrir la verdad y parecía afectado.
—Joder.
—¿Podemos dejar de hablar de Ty? Estábamos un poco ocupados antes de la interrupción.
—No, digo sí... —Suspiró—. Lo siento, estoy en proceso de adaptación a esta nueva idea.
—Tómate tu tiempo, amor.
Una de sus manos se entrelazó con la mía y la otra fue a parar a mi cadera, estábamos frente a frente y mi corazón se detuvo al entender el brillo en sus ojos. ¿Realmente lo estaba pensando?
—¿Y tú...?
—No lo sé —admití cortando su pregunta—. Nunca he hecho algo como eso y es nuestro mejor amigo.
—Soy muy consciente de que es nuestro mejor amigo, ¿eso lo hace más raro o más cómodo?
Me encogí de hombros porque no tenía una buena respuesta.
—Decide tú.
Mi mandíbula amenazó con caer al suelo y le dediqué una mirada de profundo asombro. ¿Estaba hablando en serio? ¿Luego de tanto tiempo de bromas y amenazar con sacarse los ojos ante la idea de un trío me estaba diciendo que él lo haría si decía que sí?
—Oye... —Su pulgar acarició mi tatuaje de manera distraída—. No tienes que pensarlo ahora.
—Llámalo —dije con un hilo de voz.
—¿Estás cien por ciento segura?
—¿Lo estás tú?
—Supongo.
—Mi respuesta es la misma.
Depositó un casto beso sobre mi mandíbula y con cuidado me dejó en la cama. Me quedé en silencio con mis ojos fijos en él mientras caminaba hacia la puerta, la abría y gritaba el nombre de Tyler para después volver a mi lado.
—¡Oh, carajo! Siguen desnudos —exclamó Ty al entrar—. ¿Por qué siguen desnudos?
—Consideramos tu propuesta —contesté, sintiendo un poco de vergüenza burbujeando en mi interior—. Puedes unírtenos si quieres.
Su expresión de sorpresa cambió rápidamente y ladeó su cabeza a la vez que esbozaba una sonrisa lobuna.
—¿Están bromeando?
Ambos negamos con la cabeza.
—¡Mierda, sí!
Como si su respuesta efusiva no fuera suficiente, le llevó pocos segundos quitarse la camiseta e ir hacia la cama. No tuve oportunidad de pensarlo o arrepentirme porque pronto sus labios estuvieron sobre los míos y mis pensamientos volvieron a apagarse.
No podía creer lo que estábamos haciendo.
¡AY! Este capítulo me genera un poco de vergüenza, no voy a mentir. ¿Dónde quedaron los niños inocentes que eran al principio?
Hola, hola, ¿cómo están? Este cap se los había prometido hace mucho y finalmente sucedió. ¿Contentos?
Ya estamos cerca del final, ¿qué esperan que suceda?
Muchísimas gracias por leer, votar y comentar. LAS AMO.
MUAK!
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