Sentado en mi puesto, no paraba de ver mis manos y pensar en todo lo que ha ocurrido hace un momento. 

Me estaba besando con una chica del salón cuando Elisa nos mira. Había pasado en muchas ocasiones, con otras chicas pero nunca me había descubierto Elisa. La chica que me gustaba. No paro de pensar en eso, en su mirada al verme. La expresión que me ha dedicado al estar sentados, tan fría y tan distante. No había experimentado esto nunca. Me siento culpable a pesar de que no somos nada.

La profesora habla y yo sólo escuchaba en mi mente una melodía triste, las paredes blancas se agrietaban y cambiaba su color a un gris tenue que iba cada vez haciéndose más oscuro, un poco más fúnebre.

Las ganas de explicar lo inexplicable me invadía. No había nada que decir, me estaba besando con la chica porque sí. Ella me lo ha pedido y yo he accedido. Es como el juego de la  botella que también he jugado. 

—¡¡Chicos!!—. Dice la profesora tan fuerte como para lograr que postergue el trance en el que estaba. La miro.

—Están muy alborotados y no es la hora de salir todavía, así que hagamos algo. Formen equipos de cuatro y resuelvan me  estas operaciones matemáticas.

Muchos comienzan a quejarse y otros a buscar su grupo. 

—¡Profesooraa!—. Se queja uno de los chicos.

—No quiero que me pongan el salón patas arriba, es mejor que estén ocupando la mente en algo.—. Explica y alza la voz para que la escuchen todos.—Revisaré los cuadernos diez minutos antes de la hora de salida. Trabajen.

Me siento con Josh quien me llama, al lado se sienta Millie y por obra del destino Millie le dice a Elisa que se siente junto a nosotros. Ella duda un momento sin siquiera mirarme y le hace caso a la invitación de Millie. No paraba de mirarla, ella fingía estar enfocada en el cuaderno para no tener que mirarme. Ladeo un poco la cabeza para mirar la pizarra pero esta caía en esos ojos claros. Sentía algo en el pecho cada vez que ellos me miraban, pero ahora que no lo hacen, ese dolor se ha convertido en un punzón que atraviesa a mi corazón.

No podía ni concentrarme, intentaba resolver las operaciones y siempre me equivocaba. El borra de mi lápiz ya se desaparecía y no tenía goma de borrar.

—Elisa..—. Le llamo con voz suave.

No responde, no me mira.

—Elisa..—. Repito un poco más fuerte ahora. Los chicos nos quedan mirando a ambos mientras yo espero a que me mire. Lo hace pero con sus ojos cristalizados. Esperé a ver si me decía algo, pero nada más me miraba.

—Me.. Puedes prestar.. Tu goma para borrar(?—. Digo entre dientes nervioso. Ella abre la cremallera de su cartuchera y rebusca hasta encontrar el pequeño rectángulo de goma de borrar. La puso sobre mi mesa sin tocarme ni esperar a que la agarrara. Aún seguía muy molesta y se notaba.

La agarro y borro el pequeño error en mi cuaderno.  No me dirigió la palabra en toda la clase. Al final esperé afuera del salón un poco para regresar la goma de borrar, con la intención de hablar con ella. Pero al ver que la estaba esperando ella solo agarró la goma y siguió.

—¡Elisa!—. Llamo, ya no quedaba nadie del salón ni nadie por los pasillos.

Ella se vuelve y me mira, nos separaba como dos metros de distancia pero mil por su indiferencia. 

—¿Podemos hablar?

Ella se ríe por lo bajo sin cambiar su expresión. 

—¿De qué.. Mac?—. Hace una pausa sin dejar de mirarme distante.— La besaste y te vi. No hay más que hablar.

Se vuelve para irse y camino rápidamente para retenerla. La sujeto por el brazo suavemente.

—¡Espera por favor!.

—Suéltame por favor..—. Pide y al mirarme noto que de sus mejillas están cayendo lágrimas.

—Tu y yo no somos nada.. Y sinceramente no quiero estar con alguien como tú..—. Al terminar de hablar se suelta bruscamente de mi agarre.

—¡Mujeriego!

Dice a voz alzada y sin más se va.

Era la primera vez que alguien me decía así.. Y más, una persona a la cual quiero mucho. Tanto que dolió en ese momento escucharlo.

No sabía que eso me iba a etiquetar de por vida.