Dos días después, tras tantas declaraciones en la comisaría local y demás interrogatorios a manos de policías rudos que ni mostraban el rostro, porque se ponían delante de luces intensas y detrás de columnas de humo de tabaco, Amalia por fin recibió la visita de su marido. Él la había sacado de allí.

Ahora, el notario y su esposa estaban en un apacible restaurante carretero, a las afueras de Fresno, California.

—Su comida para llevar, por favor —le dijo James a la mesera. Amalia ni siquiera había tocado su plato. La muchacha se llevó el plato y él miró a su mujer, quien perdía su mirada a través de la ventana—. Amy, quiero que sepas que también tengo pensado ayudar a la chica.

Ella permaneció muda, más seria que nunca, ahora decaída.

—Este es mi plan. —Se inclinó hacia ella—. Ya que el imbécil que la golpeó quedó vivo, no le imputarán ningún cargo severo. Si le dan «intento de homicidio», podré interceder por ella. Uno de mis asociados hará constar que fue en defensa personal. Aun así, tendremos que pasar por un tortuoso proceso.

—Nunca me va a perdonar.

—Bueno, ella se puso muy mal, lo sé, pero se le va a pasar. Por eso es crucial que mis asociados y yo...

—Vi sus ojos, James. —Al fin miró a su marido—. Liberty me miró con odio. Me desconocía. Ella interpretó que yo era una traidora, que la había entregado. Y sí que era una; siempre lo fui. De verdad le hice creer que la llevaría a Nueva York y la ayudaría a «cambiar el mundo». Yo misma le rompí la ilusión. No podré vivir con ello el resto de mis días.

—No es tu culpa, Amy. ¡Te usaron! La chica lo comprenderá en el juicio.

Ella persistía en su mutismo.

James se limitó a suspirar.

—Tengo plena confianza en que mis asociados me ayudarán a exculparla. —Se acercó aún más a ella y murmuró—. Tengo pruebas suficientes para hundir a ese hijo de puta de Dayton. No vas a creer lo que mi colega encontró sobre él: manipuló información, y con ayuda de él, unos políticos de mierda como Moriarty o Jones se aprovecharon para ordenar asesinatos. Si conseguimos demostrar quién es Dayton, podré sacar a Liberty de prisión. No solo es lo que les hizo a ustedes, sino que ha embaucado a decenas, quizá cientos de personas más. Lleva años haciendo lo mismo. Por favor, Amy, confía en mí. Sé que puedo.

—Te creo, James, y te lo agradezco, pero ella no volverá conmigo. No será lo mismo. Tú no la conoces. Liberty es una chica de sentimientos muy intensos.

Él reflexionó.

—Lo siento mucho, Amalia. Si estuviera en mis manos eso, también haría algo al respecto.

—¿Qué será de mí? —Sollozó y, con la llegada de una mesera, escondió el rostro hacia la ventana.

—¿Más café, señor?

—No, gracias, estamos bien. —Aquella se retiró—. Contigo será más fácil, querida. Solo podrían imputarte «incumplimiento de contrato». Y si Dayton acaba en la cárcel, y digamos que también el The Nation enfrenta demandas por manipulación (que no es sorpresa para nadie), todo lo que hiciste quedaría borrado. No obstante, ocurre un problema, y es que si el jurado considera que... necesitas ayuda psiquiátrica... no podría yo intervenir. Estoy seguro de que ocurrirá. Aunque, eso creo que le compete a Servicios Sociales.

—No estoy loca, James —dijo, furiosa—. Toda mi vida he sentido esto muy dentro de mí...

—Lo sé.

—...desde que era adolescente, me he sentido atraída más por las mujeres. —Ambos vigilaron su entorno—. Es más que un deseo. Es algo que siento que no puedo cambiar. Más daño me ha hecho intentar ser como los demás.

James volvió a asentir.

—Lo sé, cariño. Investigué sobre eso y... Solo quiero que sepas que te entiendo.

—Investigaste y ¿qué? Por dentro piensas que soy un fenómeno, ¿no es así?

—No, Amalia, no lo pienso —replicó, con una fuerte convicción—. Tú eres una persona normal. Mira... —Ordenó sus pensamientos—. Desde que te conocí tuve un deseo egoísta contigo, y eso era seguir la tradición de mi familia. Quería que triunfaras, que fueses una gran persona de éxito...

—Sí, ya me lo has dicho.

—¡Pero eso era lo que yo quería, Amalia! Caray, no me di cuenta de que... No me pregunté qué era lo que tú en realidad querías. No te dejé tomar tus propias decisiones. Eso tienes qué hacerlo tú, no yo. Te pido perdón, Amy —se le veía conmovido—, por no haberte apoyado en lo que de verdad deseabas. A veces se me olvida que todavía eres muy joven.

—Eres un buen hombre, James, pero sabes que lo nuestro deberá acabar.

—Sí, lo sé.

—Su orden para llevar, señor.

—Muchas gracias. Por favor, tráigame la cuenta.

—Enseguida.

Una pausa se interpuso. La música alegre poco contrastaba con los ánimos.

—James... Ya sé qué es lo que quiero hacer. Estuve pensando mucho en estos días. Y acepto tu ayuda. Pero por ahora, seguiré mi propio camino. —Apretó las llaves de su Ford, por dentro del bolsillo del pantalón.

Bennett bebió su último trago de café. Ya estaba frío. Asintió una vez más.

—Te veo después, Amalia.

—Te amo. Y lo digo enserio. Eres el mejor hombre que he conocido. —Lo acarició y lo besó, pero enseguida se levantó y abandonó el local, no sin antes dejar una suficiente cantidad de billetes. Tomó la orden para llevar y salió del establecimiento.

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Bueno, al final pude poner el final que deseaba. Antes quise deshacerme de un cliché que odio, que es el de "todos los hombres son malos o estúpidos". Sale hasta en mi película favorita, Carol (2015). Y yo dije "¿y si pongo un marido que no sea ni malo ni idiota?" Jajajaja Al final, él aprendió mucho de su padre, un hombre muy empático. ¿Qué opinan? ¿ustedes han visto ese cliché?