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Capítulo 33

«—¡Lárgate! ¡Ahora!»

«—No soy una botella de la que puedas beber...»

La puerta se cerraba vez tras otra. Se sobresaltaba con el súbito ruido.

Había intentado suicidarse, pero no pudo. Dejó el arma en su sitio y volvió a su habitación.

Ya que la consola tenía su propia radio integrada, Amalia se deleitó con las canciones de la radio matutina. En aquel momento pasaban Sleepwalk, de Santo & Johnny. La canción tenía un aura tan melancólica, que parecía acompañar sus sentimientos.

«Soy malvada —se repetía desde que Liberty se había largado—. Soy un monstruo.»

Aunque habían transcurrido un par de horas desde su partida, la periodista todavía sufría con las palabras de su joven amante, como si acabasen de suceder. Allí, sentada en la cama, no hizo otra cosa más que lamentarse, algo que no era muy dada a hacer ni cuando era más chica.

El timbre sonó, o eso creyó.

«¿Free volvió?»

Salió de su guarida de tristeza y esperó en el pasillo.

Otro timbrazo.

—¡Free!

Corrió a la puerta, quitó las cadenas con mucha prisa y abrió.

—¿James?

—¡Amalia!

—¿Cómo es que...? ¿Qué haces aquí?

—Dayton me dijo que estarías aquí. ¿No me dejarás pasar?

—Sí, sí. Adelante.

—Gracias. —Se tomó su tiempo para contemplar el interior de aquel departamento—. Vaya, Amy, ¿no te sientes muy sola aquí?

La pregunta pareció remover una fibra en su interior, y se le echó encima, para abrazarlo. Lo había extrañado de verdad. James, sorprendido, tardó en corresponder la muestra de afecto. No estaba acostumbrado a que su mujer hiciera tales demostraciones.

—Has cambiado bastante estas semanas, ¿eh? —comentó con ironía.

—Más de lo que te imaginas.

—Hubiera llegado antes, de no haber sido por una protesta.

—¿Hay protestas?

—¿Que si hay protestas? La avenida principal estaba cerrada y tuve que dar una vuelta muy larga. Parecía que estaban por llevar a cabo una operación militar. Últimamente ha habido un montón de disturbios por todos lados. Pero bueno, querida, llegué lo más rápido que pude.

—Ay, James, han pasado muchas cosas.

—Por lo visto. ¿Cómo te sientes?

—¿Sobre qué?

—Sobre todo esto. Dayton, el hecho de que te hayan usado...

—Me ofreció más trabajos como este y le dije que no quería nada. ¡Oh, por Dios! ¿Quieres agua? ¿Te sirvo algo?

—No, no te preocupes por ello. Amy, en serio dime que estás bien.

—Sí, es solo que le dije que no voy a hacerlo. Quiero regresar contigo.

—Me parece bien. También te he extrañado a mares.

—Todo esto es tonto. Volveré a donde me corresponde.

—Muy bien, pero ¿no estarás renunciando a mejores oportunidades?

—Si esas oportunidades son meter a gente a la cárcel con mentiras, deshonrar a otros y andar por ahí de embustera, no. No, gracias. Ya me he cansado de ser la niña que finge ser inocente mientras hace un montón de travesuras a las espaldas de sus padres.

—¿Acaso hiciste cosas más terribles de lo que esperaba?

—No, no exactamente. Solo hice lo que me pidió.

—¿Cometiste crímenes por él?

—Algo así. —Amalia comenzó a temblar—. Pero ya no más.

—Deberíamos hacer algo, Amalia. Si te obligó a hacer cosas peores de las que esperabas, entonces alguien debería detenerlo. Ya hemos permitido demasiado. Mi padre solía decir que si la verdad triunfa, triunfamos todos.

—Es que no creo que...

—Te utilizó, y créeme cuando te digo que... Caray, ¿estás bien? ¿Amalia, por qué lloras así?

—No sé. —Escondió su cara en las manos.

—¡Amy! ¡Dios! —Intentó consolarla—. Dayton es una muy mala persona. Te ayudaré a...

—¡No!

—Por favor, querida, dime qué tienes. M-me... Me devasta verte así.

—No entiendes, yo...

—¿Sí?

—¡Yo te fui infiel, James! —Dicho esto, Amalia corrió a la silla donde escribía sus artículos y se dejó caer. Sus piernas ya ni tenían fuerza—. ¡Estoy enamorada de otra persona!

James no sabía qué decir. Se había quedado mudo y frío. Tuvo la sensación de que se le había bajado la presión con semejantes palabras. Trató de ser el abogado, el sujeto estoico que dominaba sus emociones para representar a sus clientes en los tribunales, pero solo fue James, un hombre común del sur de San Francisco.

—¿Qué estás diciendo?

Amalia intentó controlarse, sonándose la nariz con un pañuelo.

—Ese ha sido mi peor crimen, ¿entiendes? Te fui infiel.

Él maldijo por lo bajo, y luego no supo por cuál pregunta comenzar. Lanzó la primera que se le ocurrió.

—¿Por qué?

Y ella, por el contrario, titubeó.

—¡¿Con quién me fuiste infiel, Amalia?!

Otra vez, sin respuesta.

—¿Con Dayton? —Ella sacudió la cabeza, muy segura—. ¡¿Con quién, carajo?! ¿Con un hippie?

—Más o menos.

—¡Por Dios, Amalia! ¡¿Qué demonios?! —Hizo un gesto sardónico, como quien pretende reírse después de un insulto grave—. ¿P-por qué? ¿Q-qué...? ¡Me esforcé demasiado contigo! Jamás había dado tanto por nadie. Hice todo por ti. ¿En qué momento te fallé? Cuando me decías que querías dedicarte a esto, quise que triunfaras, y me puse manos a la obra para que así fuera. ¡¿Qué hice mal?!

—¡No se trata de ti, James!

—Con un... Entonces ¿qué? Esto parece una puta broma, Amy, una que no me está gustando nada. Es el peor chiste que se te ha ocurrido. Y si es un juego raro que tenías pensado hacerme, te pido que por favor te detengas, porque la idea de que la mujer más responsable que conozco se líe a un imbécil sin futuro es de lo más absurda.

—No es un hombre.

—¿Qué?

—Es una mujer.

James sonrió sin diversión.

—Una mujer —repitió—. ¿Cómo que una mujer?

—Te fui infiel con una mujer.

—¡¿Qué carajos significa eso?!

—¡Que me tiré a una chica, James, y me gustó!

Él tanteó la confesión; estaba entre aceptarla y comprenderla. Su reacción final solo fue de incredulidad.

—¡Lo siento, James!

Su marido le mostró la palma, como para detenerla. Necesitaba tiempo para discernir lo que estaba pasando. No supo cómo responder y, cabizbajo, se acercó al perchero para tomar de regreso el sombrero.

—¡James! —Lo tomó del brazo—. ¡Di algo!

—Hasta luego, Amy.

—No me delates. ¡Por favor!

El pobre hombre solo se calzó su sombrero, abrió la puerta y se fue con la calma de un predicador en su templo.

+~+~+~+~+

Amalia comienza a enfrentar la realidad :(

¿Qué creen que haga su marido con esa confesión?

PD: Ya me agarraron las prisas

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