Monstruo.
¡Crack, crack, crack!
Sus ojitos se humedecieron, se aferró con fuerza a las mantas, nuevamente ese ruido le despertaba, con temor salió de su escondite bajo las cobijas; la lámpara de lava iluminaba el cuarto, la luz amarilla bañaba todo el lugar, las cortinas, sus juguetes, el armario, todo parecía tranquilo, creyendo que solo era su imaginación se volvió a enroscar en su cama. No había nadie, estaba seguro en su habitación, su papá la había revisado antes y le aseguro que no había ningún monstruo, ni en el closet, en la ventana, ni debajo de...
¡Auuuu!
El ruido se escuchó de nuevo, esto lo asusto, el ruido provenía bajo su cama, intento pararse y correr, pero desgraciadamente sus piecitos se enrollaron con las mantas y termino en el piso, a un costado de la cama. Al girar sus ojos se toparon con dos brillantes gemas que le veían fijamente.
Milo retrocedía, sin dejar de mirar al ser frente a él, junto una cantidad considerable de aire y clamo por auxilio.
¡PAPAAAAAAAAÁ!
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Toda esta pesadilla había comenzado hace tres días, después de regresar de una pijamada en casa de Ángelo donde, sin querer, termino viendo una película de terror llamada "La mancha voraz". Película que termino lastimando su tierna psique, al grado que hasta le tenía miedo a la gelatina, no se lo fuese a comer.
Degel ya le había explicado que los monstruos no existían, almenos no los de las películas, y no tenía por qué preocuparse de que algo raro cayese del espacio y comenzara a devorar gente. En principio Milo le creyó, ya que su papi nunca le mentía, pero por desgracia una serie de eventos extraños comenzó a azotarlo, por lo que comenzó a dudar sobre la veracidad de esas palabras.
Todo comenzó el lunes, el chiquillo seguía al peliverde al sótano para ayudarle a lavar la ropa, a Milo le encantaba arrojar los calcetines a la lavadora como si se tratasen de una pelota y agregar el detergente, le gustaba jugar con la espuma que este hacía. Mientras su papi separaba las prendas, el pequeño se divertía jugando con un carrito y corriendo por el cuarto, llego a una esquina y comenzó a manejar por la pared, pero su diversión se terminó al sentir como algo se desplazó entre sus pies, el chiquillo pego un brinco y rápidamente busco al causante de esto, no vio nada a su lado, pero si alcanzo a distinguir una mota naranja que se alejaba brincando las escaleras, a su mente vino la imagen de la mancha voraz, por lo que no tardo en gritar y correr a los brazos de papi. Degel busco por todo el lugar, pero no había nada, por lo que lo atribuyo a la imaginación del niño.
Su segundo encuentro con ese horrible monstruo fue a la hora del baño, kardia enjabonaba su ondulado y sedoso cabello, mientras él se divertía jugando con su patito de hule y un pequeño barco, papá enjuago sus risos y se dispuso a secarlo, por desgracia se había olvidado de la toalla y ropa, dejo al peque en la tina, sin temor a que se ahogara ya que el agua no cubría todo su cuerpo y Milo ya no era tan pequeño, y fue en busca de esta. El chiquillo vio salir a papá, que dejo la puerta abierta, y continúo su juego, sumergía a su pato mientras el barco flotaba a un lado.
¡mmmau!
Un pequeño ruido capto su atención, despacio se acercó a la orilla de la tina y se asomó, alcanzaba a ver a su papi al otro lado del pasillo, kardia tomaba una pijama de uno de sus cajones, pero no fue lo único que vio, una sombra naranja paso corriendo por el pasillo. Milo se asustó, le grito a su padre e intento pararse, por desgracia resbalo en el agua y se dio un ligero golpe en la cabeza, Kardia entro corriendo y lo saco del agua, el chiquillo lloraba mientras se aferraba a su cuello y señalaba al frente, jurando que había visto una mancha ahí, Kardia lo envolvió en la toalla y fue a revisar...no había nada. Esa noche durmió con sus papas.
Para el martes el susto ya se había olvidado, al menos hasta medio día. Estaba sentado en el sofá junto a su papi, dentro de unos meses entraría a la escuela por lo que Degel comenzó a enseñarle a escribir, ya que quería que su peque estuviese preparado. Milo repetía, con trazos torpes, las figuras que papá había dibujado en la hoja, un grueso crayón purpura giraba de un lado a otro en busca de un circulo perfecto, cosa que no lograba aun. El peliverde se paró por un vaso de jugo, mientras su niño continuaba "escribiendo", para tener mejor apoyo Milo decidió recostarse de panza, pero sin querer termino tirando uno de sus crayones, el chiquillo se asomó, podía ver la crayola verde en el piso de madera, intento alcanzarla estirando su mano, estaba por lograrlo cuando una pata peluda salió del fondo del sofá y atrapo el color, atrayéndolo bajo el mueble en menos de un segundo.
-¡Ah, el monstruo!
Aterrado comenzó a gritarle a su padre, Degel llego corriendo, alarmado por los gritos de su pequeño, mientras una bola peluda salía disparada a un costado y se perdía en las escaleras que daban al sótano. Después de eso Milo ya no se separaba de su papá...literalmente, Degel tuvo que cargarlo toda la tarde ya que el mocoso se ponía a llorar si lo dejaba solo, cuando el peliverde se canso fue el turno de Kardia, el heleno estaba que se lo cargaba el diablo, tenía unas ganas enormes de ir a la casa de Manigoldo y darle una buena paliza, como se le ocurre dejar que los mocosos vieran ese maratón de películas de terror, tal vez el loco de su hijo lo toleraba, pero Milo era tres años más pequeño y mucho más sensible. Nuevamente el niño volvió a dormir en medio de sus padres.
Poco importo que sus padres le explicaran una y otra vez que los monstruos no existían y que solo era producto de su imaginación, Milo se negaba a creerles manteniéndose firme en lo que decía y había visto. Esa noche, para que durmiese tranquilo, Kardia reviso todo su cuarto, bajo la mirada de su niño que era sostenido en brazos por Degel, abrió los cajones, reviso todo el armario, se aseguró que la ventana se encontrar cerrada y reviso bajo la cama...no había nada. Se quedaron con Milo hasta que el niño se durmió, prendieron su lamparita y se retiraron a ver un poco de televisión. Pasó la media noche y todo continuo normal, parecía que el pequeño ya había superado su miedo, por desgracia sus ilusiones se rompieron al oír el grito aterrado del menor. Kardia se levantó como resorte y corrió a la habitación de su hijo.
Milo estaba sentado en el suelo, viendo fijamente bajo la cama.
-¡ah! Milo, otra vez...manzanita ya te dijimos que los monstruos no exis...
-¡sí, si existe papá!... ¡lo estoy viendo!
El chiquillo se colocó a gatas, mirando frente a él, de inmediato comenzó a contar lo que sus turquesas veían. Girando a ver a su padre con cada descripción.
-es grande...naranja...peludo...con gigantescas garras y...y una cuelga...tiene ojos enormes y brillantes...y dos cabezas...y muchos dientes filosos...y...y...y ¡se llama pancho!
El pequeño extendía sus bracitos mientras contaba su descubrimiento. Kardia solo rodo los ojos y suspiro cansado, la imaginación de su nene era muy activa.
-¿Qué sucedió?
Degel se asomó detrás de su pareja, le preocupo un poco que Kardia no regresara con su hijo en brazos. El heleno solo negó y se acercó a su nene, arrodillándose.
-Milo, ya te dijimos que no hay nada bajo tu...
Los ojos de Kardia se abrieron sorprendidos, el mayor de los bichos tenía la vista clavada bajo la cama de su hijo, sin decir nada cargo a Milo y se lo entrego a Degel, que les veía confundido, después se acercó a la cama, se agacho y metió medio cuerpo intentando alcanzar algo, una serie de maldiciones salieron de su boca cuando ese monstruo lo araño, Milo se asustó mucho y se abrazó más al cuello de Degel, temiendo que esa cosa se comiese a su papá, por su parte este solo abrazo a su hijo, sin quitar la vista de su pareja.
Al final Kardia emergió con un pequeño gato naranja en brazos, el animalito se removía intentando zafarse. Estaba algo sucio y tenía la pata lastimada, aparte de que la mitad de su cabeza estaba cubierta por uno delos calcetines de Milo, lo que le dio la ilusión de tener dos.
-Helo aquí...El monstruo pancho
Kardia sonreía y acercaba al pobre gato a su hijo, mientras le retiraba el calcetín. Milo le miro unos segundos, sin el refugio delas sombras ya no se veía tan aterrador, se giró un poco y se animó a tocarlo. El animal se removía en las manos de Kardia, lanzo un pequeño zarpazo cuando el infante toco su pata, mientras chillaba adolorido.
-pobrecito, esta lastimado
Degel acaricio su cabeza, en sus locas huidas, para no ser descubierto, se había hinchado la pata, por lo que esta se veía más abultada. Le llevaron a la cocina y lo limpiaron un poco, mañana le llevarían al veterinario.
-mmm, parece que entro por aquí.
Kardia se encontraba revisando el sótano, había una abertura en una de las tablas, era pequeña, pero lo suficiente para que el gato ingresara, posiblemente se amoló la pata al caer. Lo mejor sería revisar todas las paredes, para ver que no hubiese más hoyos, en esta ocasión tuvieron suerte y lo que entro fue un pobre gatito, no quería ni imaginarse que habría pasado si hubiese sido una rata, tal vez habría mordido al pequeño Milo...no, no podía permitirlo, en primera Degel lo mataba si algo le pasaba a su hijo y en segunda, él se moría por cuenta propia si su nene resultaba herido.
-tendremos que cambiar algunas tablas, solo una está rota, pero es mejor remplazar las más viejas.
-está bien ¿necesitas ayuda?
-le diré a mi viejo que me eche la mano, no te apures, regresare en un rato.
-no tardes...ah, Kardia espera, puedes traer esto. El peliverde le extendió un papel, -son las medicinas del gato.
-medicinas para pancho eh, claro cubito no te apures.
El mayor se encamino a la puerta, paso sobando la cabeza de su hijo, que estaba tumbado en la sala dibujando en unas hojas, a su lado el gato, con la pata enyesada y acostado en un cojín. Milo hablaba animadamente con "pancho" el niño le mostraba sus garabatos explicando cada uno de ellos, justo como Degel lo hacía con él, por su parte Pancho solo se limitaba a maullar, para después intentar quitarse esa pasta blanca que le producía comezón.
Después de ese día Milo ya no le tuvo miedo a los monstruos, claro que todavía obligaba a Kardia a revisar su habitación antes de dormir y se había hecho con una pistola de agua, que su abuelo Zaphiri le regalo para posibles ataques extraterrestres, y ahora contaba con la compañía de pancho, que dormía a su lado, velando con sus ojos brillantes que nadie interrumpiese sus sueños.
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Hola chicos, como están.
Perdón por el retraso, pero la escuela y trabajo consumen mi tiempo, espero les guste el capítulo.
Los veré en el siguiente, con más aventuras de esta loca familia
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