Chapter 9
Me dirigía a la reunión con el consejo; ya podía prever cada palabra que me dirían, pero tenía una carta bajo la manga. Desviaría la atención con mi audaz plan de convertir el reino en un imperio. Sin embargo, lo único que realmente me preocupaba era Jimin y su aceptación. Entré en la sala de reuniones y todos se pusieron de pie, inclinándose en una reverencia profunda.
-¿Cuál es el motivo de una asamblea con tan poca anticipación? -pregunté, mi voz resonando con autoridad.
-Mi señor, nos ha llegado una queja que podría escalar y convertirse en un problema grave, incluso llevarnos a la guerra. Se le acusa de haber secuestrado al príncipe Jeon Jimin -dijo uno de los consejeros, su voz temblando ligeramente.
-Él no es Jeon, es Park, el príncipe del sol y la luna -respondí con firmeza-. Y para aclarar aún más, el miedo que tienen es infundado. Nuestro reino es fuerte y pronto nos convertiremos en un imperio.
-Aun así, majestad, nuestro reino necesita un consorte y herederos. Siendo usted el único en la línea sucesoria, es un riesgo considerable. Además, el príncipe Jeon Jungkook viene en camino, decidido a reencontrarse con su esposo -insistió otro consejero, su preocupación evidente.
-¡Suficiente! No quiero escuchar más -interrumpí, mi paciencia agotándose-. Agilicen los preparativos para que nos presentemos como imperio. Y algo les advierto: Jimin no se irá. No renunciaré a él, aunque deba ir a la guerra.
-Mi señor, perdone que insista, pero... el príncipe Jungkook viene con muchas flotas de barcos -dijo el consejero, su voz cargada de preocupación.
-Entonces, llamen a los soldados y prepárense. Hoseok puede armar la mejor de las estrategias contra militares -respondí con determinación.
-¿Es necesario llegar tan lejos, Yoongi? -dijo una voz inesperada, irrumpiendo en la sala.
-¿Jimin? ¿Qué haces aquí? -pregunté, sorprendido al verlo.
-No quiero guerras innecesarias. ¿Cómo puedes llevar a tu reino, tan pacífico, a una guerra? Eso es insensato -dijo Jimin. Luego, comenzó a hablar en la lengua de mi reino, dejando a todos boquiabiertos.
-Ich bin Jimin, Sohn der Sonne und des Mondes, und ich bin gegen einen Krieg. Angelegenheiten müssen diplomatisch und friedlich angegangen werden. (Yo soy Jimin, hijo del sol y la luna, y estoy en contra de una guerra. Los asuntos deben ser atendidos de forma diplomática y pacífica).
-¿Jimin, cuándo aprendiste mi idioma? -pregunté, aún más sorprendido.
-Soy un príncipe. Hablo veintitrés idiomas.
—Pero de todas formas, este es un asunto de mi reino. No debes estar aquí —hablé con firmeza.
—Sí debo estar, si es algo referente a mí. Para la paz del reino, yo me iré —respondió Jimin con firmeza.
Apreté el puño y luego golpeé la mesa, llamando la atención de todos los presentes.
—¡Jimin! Aunque tenga que ir a la guerra con cada uno de los reinos, me rehúso a dejarte ir —dije, mi voz resonando.
—Príncipe, por favor, reconsidere —intervino uno de los consejeros, con voz temblorosa.
—¡Silencio! No quiero que nadie más intervenga o opine. Si tengo que ser un tirano por el amor de Jimin, entonces seré un tirano, un dictador. Y juro aquí, ante todos ustedes, que habrá guerras sin fin si intentan apartar a mi omega de mí; la sangre derramada será como el mar, pero de aquí no te vas.
—Estás siendo insensato, Yoongi. Yo estoy casado con Jeon Jungkook —dijo Jimin, su voz llena de tristeza.
—Un matrimonio que no ha sido consumado, por lo que puede ser disuelto en cualquier momento —respondí, mi mirada fija en Jimin—. Entiende, estoy dispuesto a luchar contra el mundo entero por ti.
Respiré hondo, tratando de mantener la calma mientras mis ojos se llenaban de lágrimas contenidas.
—Yoongi, no puedes seguir con esto. Estoy casado con Jungkook. No importa lo que sientas por mí, no podemos estar juntos. Debes dejarme ir —dijo Jimin, con su voz quebrándose ligeramente.
—Jimin, sabes que mis sentimientos por ti son verdaderos. No importa lo que digas, nada me alejará de ti —respondí decidido.
—¡Basta, Yoongi! —gritó Jimin, su frustración evidente—. Tu amor es una ilusión. Estoy casado con Jungkook y debo cumplir con mis deberes. No puedes seguir aferrándote a algo que nunca será.
—Jimin, sé que en el fondo también sientes algo por mí. Puedes negarlo todo lo que quieras, pero sé que cuando todo esto termine, estaremos juntos —dije, acercándome a él.
Jimin apartó la mirada, sus manos temblando.
—No, Yoongi. Debes olvidarme. Mi lugar está al lado de Jungkook, no contigo. No importa cuánto desees lo contrario; no podemos cambiar el destino.
—El destino lo hacemos nosotros, Jimin. Y lucharé contra cualquier obstáculo para estar contigo. Nada de lo que digas me hará cambiar de opinión. Sé que, al final, estaremos juntos.
Cerré los ojos, y una lágrima rebelde salió rodando por mi mejilla. Sé que Yoongi no va a rendirse fácilmente, y en el fondo, una parte de mí desea que todo fuera diferente.
Yoongi se acercó a mí y me abrazó, besando suavemente mi cabeza.
—Te amo, Jimin. Perdóname por no poder complacerte en esto. Te ruego que no llores —dijo, secando mis lágrimas con ternura.
En ese momento, me di cuenta de cómo Yoongi me abrazaba frente al consejo. La vergüenza me invadió al notar que todos nos observaban. Lo empujé suavemente, tratando de recuperar la compostura.
—Yoongi, por favor, no aquí —susurré, mi voz temblando.
El consejo permanecía en silencio, sus miradas fijas en nosotros, llenas de sorpresa y curiosidad. Yoongi me miró y sonrió.
—No me importa quién nos vea, Jimin. Mi amor por ti es más fuerte que cualquier protocolo o tradición. No dejaré que nada ni nadie nos separe.
Sentí mi corazón latir con fuerza, dividido entre el deber y el amor, y salí de allí resignado a que no lograría que Yoongi cambiara de opinión.
—Vieron, Jimin no está obligado a estar aquí —dije, mirando a los consejeros con desafío.
—Príncipe, eso no es lo que hemos visto —respondió uno de ellos, su tono lleno de duda.
—Él está loco de amor por mí, aunque no lo quiera demostrar —insistí, mi voz firme.
—Si usted lo dice, príncipe —murmuró otro consejero, claramente escéptico.
—Ya me retiro —dije, comenzando a caminar con Hoseok a mi lado—. Quiero grupos estratégicos en las fronteras. Que ni una mosca vuele sin que nos enteremos, ¿entendido?
—Sí, mi señor —respondió Hoseok con seriedad.
—También quiero que... —me detuve al ver una sombra negra moverse entre los arbustos—. ¿Quién está allí? —pregunté, pero no hubo respuesta. De repente, una flecha salió disparada del arbusto, hiriéndome en el hombro.
—¡Alteza! —gritó Hoseok, alarmado.
—Ve por el espía. Yo estaré bien —le ordené, apretando los dientes por el dolor.
—Sí, mi señor —respondió Hoseok antes de salir corriendo tras el atacante.
Me dirigí al palacio para que me curaran. El médico examinó la herida con cuidado.
—Alteza, por suerte no quedará afectado su brazo. Solo necesitará unos días para recuperarse —dijo, tratando de tranquilizarme.
—No me digas eso. Véndame todo el brazo y el pecho y di que estoy muy grave, que necesito tomar una medicina tres veces al día. Y asegúrate de que eso llegue a los oídos de Jimin —ordené, con una sonrisa astuta asomando en mis labios.
—Como ordene, Alteza —respondió el médico, inclinándose.
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