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Chapter 8

Habíamos pasado todo el día en el pueblo, disfrutando de la comida y la compañía de la gente. Ahora, el cielo comenzaba a oscurecerse y me sentía tan lleno que dudaba poder cabalgar de regreso.

—Yoongi, creo que he comido tanto que no podré cabalgar de vuelta —dije, riendo un poco.

Yoongi sonrió y asintió. —No te preocupes, Jimin. Podemos quedarnos un rato más y disfrutar del anochecer. Además, siempre podemos encontrar una forma de regresar cómodamente.

Nos sentamos en un banco cercano, observando cómo las lamparas del pueblo comenzaban a encenderse, creando un ambiente cálido y acogedor. La gente seguía saludando a Yoongi con familiaridad, y yo no podía evitar sentirme intrigado por la relación tan cercana que tenía con sus súbditos.

—¿Te ha gustado el día de hoy? —preguntó Yoongi, mirándome con interés.

—Sí, ha sido un día increíble. Nunca había visto a un príncipe tan cercano a su gente —respondí, sinceramente impresionado.

—Me alegra escuchar eso. Quiero que veas que este reino puede ser tu hogar, un lugar donde puedas ser feliz —dijo Yoongi, con una sonrisa genuina.

Mientras el anochecer se convertía en noche, sentí una extraña sensación de paz. Quizás, solo quizás, este lugar podría ser más que una prisión para mí.

—Bueno, vámonos —dijo Yoongi, preparándose para partir.

—Pero no puedo cabalgar —respondí, sintiendo el peso de la comida en mi estómago.

—No te preocupes, Jimin. Trajeron una carreta. Tú irás allí y yo cabalgaré —dijo Yoongi, señalando una carreta cercana.

—¿Que yo suba allí? —pregunté, sorprendido.

—Sí, es seguro, lo prometo —aseguró Yoongi.

—Yoongi, si me llego a caer y se me hace aunque sea un raspón, no te lo perdonaré —advertí, con una mezcla de broma y seriedad.

—Confía en mí. Además, así disfrutarás aún más del paisaje —dijo, sonriendo.

Subí a la carreta y me cubrí con una manta que estaba allí. A mi lado estaban todos los regalos que nos habían hecho en el pueblo. ¿Qué estoy haciendo en una carreta? Tengo miedo, pensé.

—Jimin, te creía más valiente —dijo Yoongi, con una sonrisa burlona.

—Min, no me hagas enojar —respondí, frunciendo el ceño.

—¡Jo! —fue lo único que dijo Yoongi para que los caballos comenzaran a andar.

La carreta se movió suavemente, y aunque al principio estaba nervioso, pronto me relajé y comencé a disfrutar del viaje. El paisaje nocturno era hermoso, con la luna iluminando nuestro camino y las estrellas brillando en el cielo. Sentí una extraña mezcla de tranquilidad y emoción.

—Ya llegamos, Jimin —dije, volteando hacia él, pero me di cuenta de que estaba dormido.

—Encárguense de organizar todas estas cosas y den buena comida a los caballos; deben estar cansados —ordené a los sirvientes.

Tomé a Jimin en mis brazos con cuidado y empecé a caminar hacia nuestros aposentos. Lo acosté en la cama, observando su rostro tranquilo mientras dormía. No pude evitar imaginar lo hermosos que serían nuestros hijos. Me acosté a su lado y lo abracé, sintiendo una paz inesperada al tenerlo cerca.

Nuevamente, el sonido de los pájaros me despertaba y me di cuenta de que Yoongi estaba abrazándome. ¿Qué es esto? ¿Qué me pasa? ¿Estoy cayendo en sus trucos? ¿Qué pensarían en mi reino si supieran que estoy durmiendo con un alfa con el que no me casé?

—Buenos días, Jimin —dijo Yoongi, con voz suave.

—¿Cómo sabes que ya desperté? —pregunté, tratando de ocultar mi confusión.

—Por la marca. Siento tu preocupación. ¿Qué te aqueja? —respondió Yoongi, mirándome con seriedad.

—¡Todo! Yoongi, yo estoy aquí contigo cuando debería estar al lado de mi esposo. No podemos tapar el sol con los dedos —dije, sintiendo la desesperación crecer dentro de mí.

—¿Quién lo dice? Claro que se puede. Solo cierra uno de tus ojos, levanta una mano y sí se puede —respondió Yoongi, con una sonrisa juguetona.

—No lo tomes a burla. Tu reputación ya está por los suelos, la mía no —dije, tratando de mantener la seriedad.

—Jimin, no puedo dejarte ir. Pídeme cualquier cosa menos esa —dijo Yoongi, su tono volviéndose más serio.

—No sé por qué tu obsesión conmigo. Omegas sobran —respondí, tratando de entender sus motivos.

—Nadie tiene ojos tan hermosos como tú, Jimin. Apenas te vi, sentí que mi existencia tenía un propósito —dijo Yoongi, mirándome con una intensidad que me dejó sin palabras.

Me acerqué a Jimin, quien se había sentado en la cama con la mirada baja. Acaricié su mejilla suavemente y le di un beso, un beso que esta vez fue correspondido. Cuando nos separamos en busca de aire, le dije:

—Te amo como no tienes idea. Eres mi luna, mi omega, mi destino, y no anhelo otra cosa que hacerte feliz.

Jimin suspiró, su conflicto interno evidente en sus ojos. —Aún así, soy un hombre legalmente casado y esto no deja de estar mal —dijo, su voz llena de tristeza y confusión.

—Entonces, divórciate —dijo Yoongi, su voz firme y llena de determinación.

—Di mi palabra, Yoongi —respondí, sintiendo el peso de mi promesa como una cadena alrededor de mi cuello.

—Yo protegeré tu reino, lo prometo —aseguró Yoongi, mirándome con una intensidad que casi me hizo creerle.

—¿Y mi honor y palabra? ¿Quién los va a proteger? —pregunté, mi voz quebrándose bajo la presión de mis emociones.

—¿Arriesgas tu felicidad por el qué dirán? —preguntó Yoongi, acercándose más, su mirada penetrante.

—¿Y qué me dice que tú eres mi felicidad? Eres un alfa que ha tenido todos los omegas que ha querido y, claro, cuando me tengas a mí, seré desechado. O tal vez tienes algún interés en mi reino —dije, mi voz llena de desconfianza y dolor.

—¿Fui yo el que pidió el puerto? Yo no te he pedido nada, Jimin. Jungkook sí —respondió Yoongi, su tono volviéndose más serio y sombrío.

Me levanté de la cama, mi cuerpo temblando de ira. —¡Déjame solo! —grité, sintiendo las lágrimas arder en mis ojos.

—Está bien, te daré tu espacio —dijo Yoongi, retrocediendo, pero no sin antes mirarme con una mezcla de tristeza.

El silencio que siguió fue ensordecedor. Me quedé allí, en medio de la habitación, sintiendo cómo mi mundo se desmoronaba a mi alrededor. ¿Cómo podía confiar en Yoongi? ¿Cómo podía traicionar a Jungkook? Las preguntas giraban en mi mente, cada una más dolorosa que la anterior.

Yoongi estaba en el comedor tomando su desayuno cuando Hoseok entró apresuradamente, su rostro reflejando preocupación.

—Yoongi, el consejo ha pedido una reunión contigo de inmediato.

—¿Ya lo saben? —preguntó Yoongi, mirando fijamente a Hoseok.

—Sí, ya lo saben. Y Jungkook viene a nuestro reino —respondió Hoseok, con voz tensa.

—Entiendo. Igual tardará en llegar —dijo Yoongi, tratando de mantener la calma.

—¿Estás seguro de esto? —preguntó Hoseok, su preocupación evidente.

—Por Jimin, llenaría mis manos de sangre —respondió Yoongi, su voz firme y decidida—. Debo prepararme mentalmente para la reunión con el consejo y la inevitable confrontación con Jungkook.

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