Chapter 7
No recuerdo cuándo me quedé dormido, pero ahora el cantar de los pájaros me despertaba. Abrí los ojos lentamente y me di cuenta de que estaba más que cómodo abrazando a Yoongi. Intenté levantarme, pero él tomó mi mano.
—No te vayas, me gusta tu calor y tu olor a cerdito —dijo Yoongi con una sonrisa perezosa.
Lo empujé con fuerza. —¡Qué mal me caes, Min Yoongi!
—Del odio al amor no hay mucha distancia, Jimin. Igual no me importa si me odias o amas; cualquier sentimiento que tengas hacia mí me da alegría. Porque si me odias, me piensas, y si me amas, me piensas. Para mí, lo importante es que me pienses. Ahora, si quieres, ve a bañarte. Iremos a cabalgar. ¿Sabes cabalgar?
—Claro, soy un maestro en equitación —respondí con orgullo.
—Tendré que ver eso. ¿Quieres que te acompañe a bañar? —preguntó Yoongi, con una sonrisa traviesa.
Mis mejillas ardieron. —¡No, claro que no! Yo perfectamente puedo bañarme solo.
Yoongi sonrió ante mi reacción y se levantó de la cama. —Está bien, yo me bañaré en otro lugar para que veas que no soy tan malo.
—No creas que te agradeceré eso —dije, arrugando la nariz.
Yoongi sonrió al ver mi expresión y salió de la habitación, dejándome solo con mis pensamiento.
Me dirigí a los aposentos privados para bañarme. El agua tibia y las fragancias relajantes me ayudan a despejar la mente y a pensar en cómo puedo ganarme la confianza de Jimin. Después de vestirme con ropa limpia y elegante, he llegado a la conclusión de que tal vez un gesto personal podría ayudar. Me dirigí al jardín del palacio y seleccioné cuidadosamente las flores más hermosas, creando un ramo de rosas amarillas, sabiendo que eran las favoritas de Jimin.
Luego, fui a la cocina y hablé con las cocineras, pidiéndoles que prepararan un desayuno especial. —Pongan todo en una bandeja. Yo la llevaré personalmente a Jimin —dije, con una sonrisa que sorprendió a las cocineras.
Con el ramo de flores en una mano y la bandeja de comida en la otra, me dirigí a los aposentos donde dormí con Jimin. Toqué la puerta suavemente y esperé.
—Adelante —dijo Jimin desde dentro.
Entré y vi la sorpresa en los ojos de Jimin al ver la bandeja de comida y el ramo de rosas amarillas; eso me hizo sentir feliz.
Me emocioné mucho, pero no puedo olvidar que Yoongi es un casanova. No debo caer en sus engaños y trucos. —Soy un hombre casado; no sé por qué me trae estas cosas. Yoongi dejó la bandeja y el ramo sobre una mesa cercana y se acercó a mí.
—Lo sé, Jimin. No estoy aquí para hacerte daño. Solo quiero que te sientas cómodo y bienvenido. Sé que no he sido el mejor anfitrión, pero estoy dispuesto a cambiar eso.
Lo miré, tratando de leer sus intenciones. —¿Por qué haces esto? —pregunté con desconfianza.
—Porque quiero que veas que no soy solo el alfa arrogante que crees conocer. Quiero que veas que puedo ser alguien en quien puedas confiar —respondió Yoongi, con sinceridad en sus ojos.
Suspiré, sintiendo una mezcla de emociones. —Está bien, pero no creas que esto cambia las cosas. Aún soy un hombre casado y no olvidaré que eres un hombre que va en cacería de omegas.
—Lo entiendo. Solo quiero que sepas que estoy aquí para ti, Jimin. Ahora, por favor, come algo. No quiero que pases hambre.
Miré la comida y luego a Yoongi, finalmente cediendo un poco. —Está bien, pero solo porque tengo hambre —dije, tomando asiento y comenzando a comer.
Cuando Jimin terminó de comer, le pregunté con una sonrisa: —¿Quieres postre?
—¿Postre? —repitió, levantando una ceja.
Me reí y me señalé a mí mismo con una gran sonrisa. —Tú no cambias —respondió él, rodando los ojos.
—Jimin, qué mal pensado eres —dije, sacando de mi bolsillo dos chocolates que solo se hacen en mi reino.
—¡Ah! Era eso —respondió, aliviado.
—Es que no siempre tienes que pensar que te quiero para otras cosas —dije, guiñándole un ojo.
—Sé sincero —insistió Jimin, mirándome con desconfianza.
—Bueno, el plan original era que me aceptaras y hiciéramos el amor, pero si no lo hacías, ya tenía los chocolates preparados —admití con una sonrisa traviesa.
Jimin se rió, encontrando la situación divertida, y tomó un chocolate de mi mano. —Está bien, lo comeré luego. Dijiste que querías ir a cabalgar.
—Sí, iremos al pueblo. Te va a encantar —respondí, emocionado por la idea de mostrarle más de mi reino.
Después de caminar hasta donde estaban los caballos, Yoongi me preguntó: —¿Cuál de estos quieres?
—Quiero ese blanco, se ve tan hermoso —respondí, señalando a una elegante yegua blanca.
—Ella es la yegua de mi caballo. ¿Jimin, alguna indirecta que quieres que capte? —preguntó Yoongi, con una sonrisa juguetona.
—Me gusta el blanco, es solo eso —respondí, tratando de no mostrar mi incomodidad.
—A partir de ahora, es tu caballo. Ponle el nombre que quieras.
—Schön, se llamará Schön —dije, acariciando suavemente el cuello de la yegua.
—Me encanta. Ensillen al caballo para que Jimin lo pueda usar —ordenó Yoongi a los mozos de cuadra.
Después de que ensillaron a Schön, me subí en ella, sintiendo la conexión inmediata con el animal. Yoongi, montado en su imponente caballo negro, se veía apuesto con sus largos cabellos negros ondeando al viento.
—¿Estás listo, Jimin? —preguntó Yoongi—. Espero que puedas seguirme el paso.
—Sí, guíame —respondí, dispuesto a seguirlo.
Yoongi comenzó a cabalgar y yo lo seguí de cerca. Debía admitir que me sentía libre. Él no es el típico príncipe que ama guardar las apariencias; es tan genuino y diferente. Cada cierto tiempo, volteaba para asegurarse de que yo estuviera bien y me sonreía, mostrando sus hermosos dientes, blancos como perlas. Finalmente, llegamos al pueblo y la gente hacía reverencias ante él, pero lo saludaban como si fuera un amigo y no un príncipe.
—Bienvenido al centro de mi reino, Jimin —dijo Yoongi con orgullo.
—De verdad, no tienes ningún tipo de precaución —comenté, sorprendido por su actitud relajada.
—¿Por qué la tendría? Esta es mi gente, una extensión de mí —respondió con naturalidad.
—Pero... ¿y si alguien quisiera hacerte daño? —pregunté, preocupado.
—¿Por qué lo harían? Mi reino está lleno de gente feliz y agradecida. La mayoría tiene un buen estatus social —explicó Yoongi, con una confianza que me desconcertaba.
No podía creer lo que me decía, pero al mirar a mi alrededor, vi que la gente realmente parecía feliz. Usaban ropas de calidad, similares a las de los nobles, sin respetar las restricciones de colores que solo los reyes solían usar. En mi interior, despertó una curiosidad: ¿qué clase de príncipe es Yoongi?
—Ven, Jimin, prueba este pan. Lo hacen las manos más maravillosas —dijo Yoongi, guiándome hacia un puesto de panadería.
—¡Príncipe! Qué alegría verlo y acompañado de tan hermoso joven —exclamó la panadera, con una sonrisa cálida.
—Él es mi luna, mi destinado y el futuro rey consorte —anunció Yoongi con orgullo.
—Qué felicidad tengo; incluso me siento honrada de ver que ha encontrado la felicidad, príncipe. Y usted, Luna, gracias por venir y devolver la felicidad a nuestro príncipe. Pero coma mi pan con miel; le encantará, se lo aseguro —dijo la panadera, ofreciéndome un trozo de pan.
Sonreí, sin querer entrar en los detalles de cómo y por qué estaba aquí, y mordí el pan. Realmente, era el pan más delicioso que había probado.
—¿Te gustó, Jimin? —preguntó Yoongi, con una sonrisa expectante.
—Sí, Yoongi, me encantó. ¿Podemos llevar algunos al palacio? —respondí, disfrutando del sabor.
—Claro que sí, llevaremos una cesta entera. Son mis favoritos desde que era un niño. Pero si este pan te gustó, acompáñame. Probarás la mejor costilla de res —dijo Yoongi, guiándome hacia otro puesto.
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