Chapter 3
Llegué a la mesa y Jungkook se levantó inmediatamente, moviendo la silla con una elegancia que me hizo sonreír.
—Muchas gracias, príncipe —dije, tomando asiento.
—¿Te molestaría decirme "esposo"?
—Está bien, esposo.
—¿Por qué te ves tan rojo? —preguntó, con una mezcla de preocupación y curiosidad en sus ojos.
—Por nada —mentí, sin querer revelarle lo que había pasado con Yoongi. No quería añadir más preocupaciones a las que ya teníamos.
—Jimin, cuando quieras, puedes darle indicaciones a las cocineras sobre lo que deseas comer. Hoy me he atrevido a pedir lo que me gusta a mí.
Antes de que pudiera responder, la puerta se abrió de golpe y Yoongi entró con una sonrisa burlona.
—Buenos días, príncipes. Veo que no son buenos anfitriones; no me han invitado a desayunar.
—Eres un des...
—Esposo, no pierdas la compostura —dije rápidamente, poniendo una mano en el brazo de Jungkook para calmarlo.
—Jimin, eso debiste pensar antes de darme la bofetada —dijo Yoongi, señalando la marca roja en su mejilla.
Vi la piel blanca de Yoongi con la clara marca de la mano de Jimin y no pude evitar sentirme orgulloso. Mi esposo había defendido su honor.
—Esposo, si Yoongi te llegara a intimidar, no dudes en decírmelo —dije, tratando de mantener la calma en mi voz.
Asentí, regalándole una sonrisa.
Yoongi se rió a carcajadas, un sonido que resonó en la habitación como un eco siniestro.
—A ver cuánto más te durará la máscara de niño bueno, Jungkook —dijo, con una mirada desafiante.
Me quedé en silencio, sin querer intervenir, porque sé que mi lugar es al lado de mi esposo.
—Yoongi, ¿no te cansas? Un gigoló como tú, que desde joven está con uno y otro, no soportas ver que Jimin y yo tendremos una relación sólida —dijo Jungkook, con una mezcla de furia y desdén en su voz.
Yoongi soltó una carcajada amarga.
—Sí, tu relación es tan sólida como un castillo de arena a la orilla del mar —respondió, con una sonrisa sarcástica—. Es verdad, soy un gigoló. Me dedico a tener omegas por placer y beneficio, pero desde que vi los ojos miel de Jimin, todo cambió. Estoy decidido a ganarme su amor y darle el lugar que merece.
La intensidad de sus palabras me dejó sin aliento. Sentí una mezcla de emociones: confusión, miedo y una extraña sensación de orgullo. Yoongi, a pesar de su pasado, estaba dispuesto a luchar por mí. Pero mi corazón ya pertenecía a Jungkook, y no podía permitir que nada ni nadie se interpusiera entre nosotros.
—El lugar de Jimin es a mi lado, su legítimo esposo y alfa.
No pude evitar reírme nuevamente.
—Eso crees, Jungkook, pero dime, ¿qué harán cuando llegue su celo y su omega me llame?
—Yo estaré con él —respondí sin titubear.
Volví a reírme; esta vez, mi risa resonó tan fuerte que se escuchaba en el salón.
—Es gracioso que hables tan seguro de ti cuando jamás serás un alfa de linaje puro como yo. Si tú podrás marcarlo todo lo que quieras, pero mi marca es la que prevalecerá. Su omega, tarde o temprano, vendrá suplicante a mí.
Me levanté enojado de la mesa.
—¿Quién te crees que eres? Basta de hablar de mí como si no tuviera suficiente carácter y valores. Me denigras cada vez que abres la boca. Tu simple presencia me parece desagradable. Entiendo que creas que soy como los demás omegas, pero no olvides que delante de ti tienes al príncipe del sol y la luna, un hombre íntegro, de carácter y buenos valores. No me interesa la disputa que hayas tenido en el pasado con mi esposo, pero te exijo que me respetes y respetes nuestro matrimonio.
—¡Uy! Se molestó el adorable Jimin. Pero, precioso, no arrugues tu nariz así, que más me enamoras.
—¿Nunca tomas nada en serio?
—Sí, tomo en serio el que te serás mi omega...
—Y yo te prometo que eso jamás ocurrirá. No soporto a las personas pedantes y arrogantes que se creen dueños de todo y de todos. Tu comportamiento infantil me enoja.
Mi rostro se tornó serio y mi orgullo estaba herido. Sentí una oleada de ira recorriendo mi cuerpo; mis puños se cerraron involuntariamente. —Esta vez perdonaré tus palabras, pero no sé si a la próxima lo haré, Jimin —dije con voz tensa, tratando de mantener la calma.
Jimin me miró con una frialdad que me heló la sangre. —Eres tan arrogante. Yo no te he pedido perdón ni me interesa hacerlo. Quiero que tengas las cosas claras y que, a partir de ahora, sepas cuál es tu lugar —su voz era firme, casi cortante, y sus ojos brillaban con una determinación inquebrantable.
—Parece que el que no está entendiendo su lugar eres tú, Jimin —respondí, tratando de mantener mi compostura, aunque sentía que mi paciencia se agotaba—. En fin, he perdido el apetito.
—Entonces, puede marcharse —dijo Jimin, sin un atisbo de emoción en su voz, como si mi presencia le fuera completamente indiferente.
Miré a Jimin y sonreí con una mezcla de desafío y diversión, aunque por dentro me consumía la frustración. —Veré cuánto dura tu devoción hacia tu "esposo". Esto se pondrá divertido.
Rodé los ojos y suspiré profundamente, tratando de liberar algo de la tensión acumulada.
—Jimin, me has dejado petrificado —dije finalmente, tratando de recuperar algo de control sobre la situación.
—Perdón, Jungkook, no te dejé hablar —respondió Jimin, su tono ahora más suave, pero aún firme.
—Nada de lo que yo hubiese dicho sería mejor que lo que tú dijiste —admití, reconociendo la fuerza de sus palabras.
—Mi señor, he estado buscándolo.
—J-Hope, quiero separar a Jungkook de Jimin, pero no contaba con que Jimin fuese tan correcto —dije, con mi voz cargada de frustración.
—Según tengo entendido, el príncipe es la garantía de un tratado. Tal vez lo haga por el bienestar de su padre y su reino —respondió J-Hope, tratando de aportar una perspectiva lógica.
—Pero... ¿y si le ofrezco garantías más estables? —pregunté, con mi mente ya maquinando posibles estrategias.
—Señor, el príncipe Park es conocido por ser un hombre fiel a sus palabras —dijo J-Hope, con un tono de advertencia.
—Entonces solo debo engañarlo —dije, con una sonrisa astuta asomándose en mis labios.
—¿Y si intenta conquistarlo? —sugirió J-Hope.
—Claro que lo conquistaré, pero, mientras tanto, no puedo dejarlo en bandeja de plata para Jungkook —respondí, con mi determinación firme.
—También debe saber que no podemos estar más de diez días fuera de nuestro reino —añadió J-Hope, preocupado por las implicaciones políticas.
—J-Hope, estás hablando de más. Ahora mi mente solo está en Jimin, no en un estúpido reino —dije, con mi voz llena de impaciencia y deseo.
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