Parte A
Una guerra puede empezar en cualquier momento, tan solo con el movimiento de una de las partes que van a enfrentarse.
Cuando los Ferig despertaron, nos lo hicieron saber con un sonoro rugido que, según los vigilantes que tenía el rey Gunnar monitoreando las fronteras con el bosque, se escuchó en todas las aldeas cercanas; además, uno de esos campamentos de observación fue destruido en un abrir y cerrar de ojos, como si los enemigos quisieran llamar la atención del rey.
En la escuela de la guardia real nos habían hecho saber con antelación todo lo que se conocía acerca de las criaturas a las que nos estaríamos enfrentando: los Ferig eran seres del bosque que habían engañado al rey de Valkar hacía años. Para el reino, la traición siempre fue imperdonable.
Los Ferig no siempre fueron enemigos del reino; solían mantener una relación muy indiferente con otros territorios hasta que, unos 120 años atrás, el rey Folke, de Valkar, tomó como esposa a una mujer humana que había crecido con ellos, formando una alianza pacífica que ambas partes mantuvieron durante años, a pesar de que nunca dejaran de ser temidos por los habitantes del reino.
De la unión entre el rey Folke y la mujer que había crecido en el bosque apareció un nuevo heredero de Valkar, además de que se pudo obtener la fuerza y el poder necesarios para que el reino expandiera su territorio y conquistara Nachblut, una tierra de abundancia y prosperidad que siempre interesó a los reyes de Valkar.
Poco después de que el rey se apropiara de Nachblut, según se nos dijo en la escuela de la guardia real, los Ferig se volvieron en contra del reino repentinamente y empezaron a destruir aldeas sin piedad, dirigiéndose al castillo. La reina murió en el bosque, tratando de apaciguar a las criaturas que había creído sus iguales; la furia del rey Folke tras la partida de su esposa lo llevó a luchar contra quienes habían sido sus aliados, pero necesitaba un poco de ayuda.
La mujer que resguardaba Nachblut antes de su conquista, en un último acto de amor hacia su pueblo y bajo la promesa de cuidar de su territorio aunque ya no le perteneciera, logró elaborar un encantamiento que hizo que los Ferig cayeran en un profundo sueño durante cien años, otorgándole tiempo al reino para que se preparara y respondiera nuevamente. La mujer perdió la vida mientras ayudaba al rey en la pelea.
La paz volvió a Valkar después de eso; cuando el rey Folke falleció, su hijo tomó posesión del trono. El reino se mantuvo poderoso con el paso de los años, con pequeñas batallas por territorio que siempre ganaba Valkar contra otros reinos colindantes, pero con prosperidad constante.
En cuanto a los Ferig, su regreso siempre fue un objeto de preocupación entre los reyes de Valkar, pero solo se empezó a entrenar con dedicación a un ejército hasta que los cien años de paz estuvieron por llegar a su fin.
Para eso nos habían preparado, a mí y a los demás jóvenes de esa generación de la escuela de la guardia real: nosotros nos encargaríamos de pelear contra las criaturas del bosque cuando despertaran, evitando que el reino cayera en sus manos. Los varones que se enlistaron en la armada al mismo tiempo que yo también estaban listos para pelear en una guerra que había quedado pendiente desde hacía más de un siglo.
Era nuestro deber proteger a Valkar de las bestias furiosas que estaban por salir del bosque a desquitar su ira; nadie sabía por qué se movían en contra del reino, pero habían roto una alianza y traicionado a un soberano, así que no había manera de detener la inminente guerra, y perderla tampoco era una opción.
Siempre me causó mucha intriga la razón por la cual los Ferig se habrían levantado en contra de Valkar, pero por más que traté de encontrar información con la gente del castillo durante el tiempo que estuve en la escuela de la guardia real, no logré resolver mis dudas. Los Ferig no podrían haber empezado una guerra sin razón alguna.
La noticia del ataque contra el campamento cercano al bosque llegó al castillo en un dos por tres; solo le tomó un día al General Wieczorek ponernos al tanto sobre cómo era nuestro enemigo antes de movilizarnos y responder.
—Los Ferig son criaturas del bosque —empezó el soldado, hablando con una voz potente en medio de la sala de entrenamiento más grande del castillo—. No se parecen a nosotros: algunos son tan pequeños como zorros, pero feroces como lobos, aunque lampiños y viscosos como los sapos; otros son muy similares a los animales normales, mas no estamos seguros de que lo sean; existen ciertos tipos de Ferig que son grandes, como un oso, pero con colmillos y garras más afiladas, ojos rojos y brillantes, melenas abundantes y pelo oscuro como la noche. Otros de ellos parecen hombres, sin embargo poseen pieles de colores muy extraños y orejas puntiagudas; esos son los más comunes, hay montones, además de que pelean de una manera muy similar a la nuestra, así que deberán tener mucho cuidado si se enfrentan contra uno de ellos.
El General Wieczorek les dio a algunos soldados unos pergaminos con ilustraciones de los Ferig que había descrito. Ansgar, Rustam, Ancel y yo hicimos de todo para poder ver de cerca aquellos papeles, pero el General nos vio antes de conseguirlo y nos regaló uno.
—No se confíen al ver a criaturas que aparentan ser inofensivas, soldados —continuó Wieczorek al escuchar algunos comentarios por parte de los jóvenes—. Los Ferig controlan la tierra y conjuran hechizos. No conocemos del todo lo que son capaces de hacer; lo único de lo que estamos seguros es que son monstruos que no dudarán en hacer pedazos a pueblos enteros con tal de llegar aquí y quedarse con el territorio que a Valkar le pertenece —. Hubo un momento de silencio—. Además, hay libros que hablan sobre ciertos Ferig que son enormes: altos como una torre y duros como una roca; el rey Folke los llegó a ver alguna vez, cuando todavía eran nuestros aliados. Debemos destruirlos a como dé lugar.
Mis amigos y yo no pudimos creer lo que acabábamos de escuchar. Pasamos toda la noche en la habitación de Rustam contemplando el pergamino que nos había dado el General Wieczorek, haciéndonos preguntas sobre cómo sería defender al reino de unos seres tan extraños. Los cuatro estábamos tan ansiosos como atemorizados por que nos llevaran al campo de batalla.
❅
A la mañana siguiente el General Wieczorek partió con un reducido grupo de soldados hacia el lugar donde había sido atacado el campamento, dejando al resto de los nuevos guerreros bajo el mando de otro soldado de alto rango.
No pude evitar decepcionarme por no haber sido requerido en ese primer movimiento. Ansgar, Ancel y Rustam también lucían algo desilusionados. Nosotros seguimos con los entrenamientos por unos pocos días más, esperando a que la pequeña tropa del General Wieczorek volviera. Cuando lo hizo, el grupo de nuevos soldados que había partido junto con el General fue el centro de atención durante la comida; los chicos nos contaron que habían logrado ver de lejos a los Ferig, pero que ninguno de ellos había tenido la oportunidad de pelear, ya que estos no habían atacado e iniciar una batalla con muy pocos soldados habría sido demasiado riesgoso. Todos ahí estábamos muy emocionados por la posibilidad de ser requeridos para la batalla en algún momento, y nos daba muchísima curiosidad saber lo que nos esperaba en la frontera con el bosque.
Un día después de que el General Wieczorek llegara al castillo, Ancel, Rustam, Ansgar y yo fuimos sacados del entrenamiento repentinamente por otro soldado de nivel más alto. Nos llevó en silencio por los pasillos, haciendo crecer nuestra incertidumbre; los cuatro estábamos desconcertados y temíamos por haber hecho algo malo. Nuestro escolta caminaba con altiveza, y no dijo nada hasta que llegamos a la entrada de una sala en una parte remota del castillo.
—Hay alguien que quiere verlos.
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